La isla de Cubagua es muy pequeña, apenas 24 km2, con poco más de 9 kilómetros de largo y menos de 4 km de ancho. Se encuentra anclada entre la isla Margarita y la península de Araya cerca de la tierra firme venezolana en la región sudamericana del mar Caribe. En las estadísticas demográficas actuales se registran tan sólo 51 habitantes.
En tiempos pre-hispánicos, la isla, que era llamada Guagua por su población aborigen, estaba poblada por los guaiqueríes, mestizos arawak y caribes, que desde hacía mucho tiempo habían descubierto y aprovechado la presencia de ostrales de perlas en las inmediaciones de su costa.
Los guaiqueríes comerciaban sus perlas con las culturas continentales, en particular los mayas, que viajaban desde las costas de Yucatán para negociar el valioso producto con los pescadores locales. Se han encontrado perlas provenientes de Cubagua en Palenque y otros sitios arqueológicos mesoamericanos.
Por más de dos mil años los guaiqueríes convivieron en paz con las diversas civilizaciones americanas: mayas, olmecas, toltecas, zapotecas, chibchas, incas y otras naciones indígenas del continente.
En 1498, durante su tercer viaje, luego de superar la desembocadura del río Orinoco, Cristóbal Colón avistó aborígenes navegando en canoas de madera y luciendo en sus cuellos expresivos collares de perlas. Éstos explicaron a los marinos europeos que la fuente de los mismos se encontraba al occidente, por lo que la expedición decidió dirigir su rumbo hasta la isla de Cubagua donde pudieron identificar un poblado dedicado a la obtención de perlas.
Un año más tarde Alonso de Ojeda llegó a la isla estimulado por las joyas prodigiosas que describían los marineros. Una vez en el sitio constató que podía intercambiar las perlas que extraían los nativos por cuentas de vidrio de escaso valor.
Ese fue el comienzo de una de las explotaciones de recursos y personas más crueles que hayan ocurrido en la historia de América. Según Bartolomé de las Casas, en el año 1500, ya había 50 aventureros europeos establecidos en el lugar. La población aumentó rápidamente a varios cientos. Por el año 1510 se constituyó cabildo y se nombraron regidores.
En 1526 el núcleo urbano fue denominado “Villa de Santiago de Cubagua”. Dos años después se le otorgó el rango de ciudad, con su propio escudo de armas dictándose las primeras ordenanzas que le concedían autonomía política con el nombre de “Nueva Cádiz”. En esa época la ciudad no dependía de Santo Domingo, que era el principal centro administrativo español en América, y podía comerciar directamente con España. Esto contribuyó al estímulo de la actividad de Nueva Cádiz que vio incrementada su población y mejorada su constitución edilicia.
La prosperidad de Cubagua se basaba exclusivamente en los extensos yacimientos de ostras perlíferas que existían en sus proximidades. Para la explotación de las perlas se utilizaban esclavos secuestrados en la tierra firme o islas cercanas. El tratamiento que se daba a los pescadores de perlas y sus condiciones de vida eran tal vez los peores en toda la conquista de América.
Bartolomé de las Casas describe gráficamente la situación que vivían los buceadores de Cubagua.
“La tiranía que los españoles ejercitan contra los indios en el sacar o pescar de las perlas, es una de las crueles y condenadas cosas que pueden ser en el mundo; no hay vida infernal y desesperada en este siglo que se le pueda comparar, aunque lo del sacar en oro en las minas sea en su género gravísima y pésima. Métenlos en la mar en tres y cuatro y en cinco brazas de hondo, desde la mañana hasta que se pone el sol; están siempre debajo del agua, nadando sin resuello, arrancando las ostras donde se crían las perlas. Salen con unas redecillas llenas de ellas a lo alto y a resollar, donde está un verdugo español en una canoa o barquilla, y, si se tardan en descansar, les da de puñadas y por los cabellos les echa al agua para que tornen a pescar. La comida es pescado, y del pescado que tienen las perlas y pan cazabí, y algunos maíz, (que son los panes de allá), el uno de muy poca sustancia y el otro muy trabajoso de hacer, de los cuales nunca se hartan. Las camas que les dan a la noche es echarlos en un cepo en el suelo, porque no se les vayan.... les dan tan horrible vida hasta que los acaban y consumen en breves días, porque vivir los hombres debajo del agua, sin resuello, es imposible mucho tiempo señaladamente que la frialdad contínua del agua los penetra, y así todos comúnmente mueren de echar sangre por la boca, por el apretamiento del pecho que hacen por causa de estar tanto tiempo y tan continuo sin resuello. En este incomportable trabajo, o por mejor decir, ejercicio del infierno, acabaron de consumir a todos los indios lucayos que había en las islas cuando cayeron los españoles en esta granjería, y valía cada uno cincuenta y cien castellanos y los vendían públicamente, aún habiendo sido prohibido por las justicias mismas, aunque injustas, por otra parte, porque los lucayos eran grandes nadadores, han muerto también allí otros muchos sin número de otras provincias y partes.”
Debido a la intensa extracción prolongada de los ostrales se produjo su agotamiento. Los yacimientos de ostras desaparecieron definitivamente a mediados del siglo XVI anunciando la extinción de la actividad de extracción y consecuentemente el abandono de la isla.
.Más tarde, la ocurrencia de un catastrófico ciclón tropical terminó para siempre con la malhadada ciudad de Nueva Cádiz.
En la actualidad sólo se conservan unas pocas huellas de esta efímera existencia, ruinas de antiguos edificios y construcciones. También, sumergidas bajo las aguas marinas, en la proximidad de la línea costera, pueden observarse abundantes relictos arqueológicos.
Extraido de "Crónicas de la Peripecia Humana", Danilo Antón, Piriguazú Ediciones
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