miércoles, 19 de junio de 2019

Las raíces indígenas del federalismo artiguista

«La Gaceta de Buenos Aires» era el órgano oficial de la Junta Gubernativa que surgió como resultado del Movimiento de Mayo y fue allí donde expresó su pensamiento uno de los principales ideólogos del movimiento revolucionario: Mariano Moreno. Fue precisamente a través de «La Gaceta de Buenos Aires», en sus ediciones publicadas durante la segunda mitad de 1810 que por primera vez se difundieron los principios del federalismo que habrían de ser tan importantes en la evolución política de los países del Sur. Las ideas federalistas fueron inmediatamente recogidas por José Artigas y es inspirado en ellas, que cinco años más tarde se establecería el proyecto político de la Liga Federal incluyendo varias provincias, con su cuartel general en Purificación a orillas del río Uruguay. 

La descripción del sistema federal que hace Mariano Moreno en La Gaceta se basa en ciertos conceptos vertidos por Thomas Jefferson, un conocido revolucionario de los Estados Unidos, quien es citado por Moreno para describir (y elogiar) las características principales de los sistemas políticos nativos en América del Norte (con referencia más especialmente a los iroqueses), así como su carácter democrático e igualitario..
En su escrito de «La Gaceta de Buenos Aires» decía Moreno:
«Los pueblos modernos son los únicos que nos han dado una exacta idea del gobierno federaticio, y aun entre los salvajes de América se ha encontrado y practicado en términos que nunca conocieron los griegos. Oigamos a Mr. Jefferson, que en las observaciones sobre La Virginia, nos describe todas las partes de semejante asociación: «Todos los pueblos del Norte de la América, dice este juicioso escritor, son cazadores, y su subsistencia no se saca sino de la caza, la pesca, las producciones que la tierra da por sí misma, el maíz que siembran y recogen las mujeres y la cultura de una especie de patatas; pero ellos no tienen ni agricultura regular, ni ganados, ni animales domésticos de ninguna clase. Ellos, pues, no pueden tener sino aquel grado de sociabilidad y de organización de gobierno compatibles con su sociedad: pero realmente lo tienen. Su gobierno es una suerte de confederación patriarcal. Cada villa o familia tiene un jefe distinguido con un título particular y que comunmente se llama Sachem. Las diversas villas o familias, que componen una tribu, tienen cada una su jefe. Estos jefes son generalmente hombres avanzados en edad y distinguidos por su prudencia y talento en los consejos. Los negocios que no conciernen sino a la villa o familia se deciden por el jefe y los principales de la villa o familia; los que interesan a una tribu entera, como la distribución de empleos militares y las querellas entre las diferentes villas y familias, se deciden por asambleas o consejos formados de diferentes villas o aldeas; en fin, los que conciernen a toda la nación, como la guerra, la paz, las alianzas con las naciones vecinas, se determinan por un consejo general compuesto de los jefes de las tribus, acompañados de los principales guerreros y de un cierto número de jefes de villas, que van en clase de sus consejeros. Hay en cada villa una casa de consejo, donde se juntan el jefe y los principales cuando lo pide la ocasión. Cada tribu tiene también su lugar, en que los jefes de villa se reúnen para tratar sobre los negocios de la tribu; y en fin, en cada nación hay un punto de reunión o consejo general donde se juntan los jefes de diferentes naciones con los principales guerreros, para tratar los negocios generales de toda la nación. Cuando se propone una materia en el Consejo Nacional, el jefe de cada tribu consulta aparte con los consejeros que él ha traído, después de los cual anuncia en el consejo la opinión de su tribu, y como toda la influencia que las tribus tienen entre sí, se reduce a la persuación, procuran todos por mutuas concesiones obtener la unanimidad.» He aquí un estado admirable que reúne al gobierno patriarcal la forma de una rigurosa federación. Esta consiste esencialmente en la reunión de muchos pueblos o provincias independientes unas de otras, pero sujetas al mismo tiempo a una dieta o consejo general de todas ellas, que decide soberanamente sobre las materias de estado que tocan al cuerpo de la nación... Este sistema es el mejor quizá que se ha discurrido entre los hombres, pero difícilmente podrá aplicarse a toda la América. ¿Donde se formará esa gran dieta, ni cómo se recibirán instrucciones de pueblos tan distantes para las urgencias imprevistas del Estado? Yo desearía que las provincias reduciéndose a los límites que hasta ahora han tenido, formasen separadamente la constitución conveniente a la felicidad de cada una, que llevasen siempre presente la justa máxima de auxiliarse y socorrerse mutuamente; y que reservando para otro tiempo todo sistema federaticio, que en las presentes circunstancias es inverificable y podría ser perjudicial, tratasen solamente de una alianza estrecha que sostuviese la fraternidad que debe reinar siempre y que únicamente puede salvarnos de las pasiones interiores, que son enemigo más terrible para un Estado que intenta constituirse, que los ejércitos de las potencias extranjeras que se le opongan.»
Comenta Eduardo Acevedo que todo el bagaje federal de Moreno se encuentra transcripto en este escrito de La Gaceta de Buenos Aires, y que para este autor «el régimen federal equivalía a una liga de naciones autónomas e independientes; y que del vasto escenario de la América del Norte, sólo sabía el doctor Moreno que las tribus salvajes tenían dietas federales.»
Los escritos de Mariano Moreno fueron publicados por el Ateneo de Buenos Aires en el tomo 1 de su Biblioteca y en ellos se incluyó una referencia al sistema federal de los Estados Unidos. Sin embargo, esta referencia fué agregada luego pues no existía en el escrito original de Moreno. Una nota incluída en la publicación señala: «El párrafo precedente no figura en «La Gaceta»». Como este fragmento está incluído en los escritos publicados por el hermano de Mariano Moreno, el Doctor Manuel Moreno (quien había viajado y conocía de primera mano el sistema federal de los Estados Unidos) es casi seguro que hay sido él mismo quien lo haya agregado para salvar ese «vacío» que existía en los textos de su hermano.1  Dice Eduardo Acevedo: 
«La gloria de Mariano Moreno no exigía esa incorporación póstuma, desde que en 1810 todos ignoraban en el Río de la Plata el maravilloso mecanismo de la confederación americana, y aún continuaron ignorándolo durante largos años los próceres de Mayo.»
Sin embargo, gracias a la pluma de Jefferson y Moreno, no ignoraban el sistema federal de los iroqueses minuciosamente transcripto en La Gaceta de Buenos Aires ya en 1810.
Es bueno recordar que La Gaceta de Buenos Aires era la principal fuente de referencia ideológica en 1810 y por supuesto debió haber ejercido una enorme influencia en las ideas de Artigas, quien si bien ya había vivido la experiencia confederada entre los charrúas y minuanes, pudo explicitar en forma mucho más clara estas ideas gracias a la descripción del artículo de Moreno.
Más adelante la influencia de la constitución de los Estados Unidos se hizo sentir mucho más directamente. Ya en 1815 la Biblioteca Nacional establecida en Montevideo bajo control federal artiguista incluía entre sus libros a la constitución federal de los Estados Uni dos, a las constituciones de los estados, las actas del congreso y los escritos de Thomas Paine (ideólogo revolucionario de aquél país). Estas existencias quedaron registradas en el discurso inaugural de dicha biblioteca por su primer director Dámaso Antonio Larrañaga. 
Nicolás Herrera, una fuente que no puede ser sospechada de tener tendencias pro-artiguistas, escribió desde Rio de Janeiro al Director electo de las Provincias Unidas una carta a favor de la monarquía en donde explica su opinión sobre Artigas:
«Artigas, en posesión del Entre Ríos y Corrientes, se aprovechaba de la situación vacilante de la capital para hacer pretensiones bizarras que negadas por el gobierno han encendido una nueva guerra... por todas partes y hasta en los lugares más remotos sólo se hablaba de legislación, de constitución, de congreso y de soberanía...» 
Para Nicolás Herrera esta difusión de las ideas democráticas y federales era una barbaridad. Sin embargo, estas mismas ideas eran las que habían dado lugar a la aprobación explícita de algunos congresistas de los Estados Unidos. 


Tomado de "Los Pueblos del Jaguar",  D.Antón, Piriguazú Ediciones

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