sábado, 4 de mayo de 2019

Las propiedades medicinales del opio y su carácter adictivo

El opio en dosis moderadas (p.ej. 0.25 gramos para una persona adulta) produce efectos analgésicos y narcotizantes que duran unas 6 horas. Concomitantemente, tiene lugar un descenso de la temperatura de cuerpo, un enlentecimiento del funcionamiento corporal, se contraen las pupilas, se distiende el sistema nervioso y se hace más leve la respiración.   
La dosis letal es de aproximadamente 70 mg por quilogramo de peso (o sea unos 5 gramos).
En personas no alérgicas, hay una alta tolerancia al opio. Es posible consumirlo por largo tiempo sin problemas mayores de salud. Aumenta las defensas a ciertas enfermedades (como gripes y catarros), y aparentemente  aumenta la longevidad. En principio, los consumidores de opio, y en particular los opiófagos (que consumen opio por la vía digestiva), no presentan problemas mayores. El opio fumado tiene otros inconvenientes que se relacionan con los productos de la combustión. Desde ese punto de vista ,sus efectos presentan analogías con el fumado cotidiano de tabaco.
Al igual que el cigarrillo, el opio es un producto adictivo. Si bien su consumo en dosis moderadas y habituales no causa perjuicios mayores para la salud, su carácter adictivo genera una dependencia que dificulta dejar de consumirlo. El síndrome de abstinencia es relativamente intenso, caracterizándose por bostezos, sudoración, secreciones nasales, respiración agitada, temblores ocasionales, carne de gallina, retorcijones y calambres en las piernas. Normalmente estos síntomas cesan a los tres días.
El consumo y abandono del opio  provoca más daños que el consumo permanente. 
La mejor forma de dejar el hábito es a través del autocontrol, procurando disminuir la dosis en forma imperceptible. De esa manera en menos de un año es posible eliminar la adicción.

Los alcaloides del opio
El opio contiene más de 20 alcaloides con farmacologías variadas.  Los más abundantes son la morfina (10%21 ), la papaverina (1%), la codeína (0.5%) y la tebaina (0.2%). 
La morfina, que es el más potente, fue sintetizado en 1803 por el químico alemán Friedrich Sertürner. Su fórmula es C17H19NO3 , y fue bautizado «morfina»  por su «descubridor», en honor a Morfeo, dios griego de los sueños.  
La papaverina, segundo alcaloide por su tenor, tiene efectos prácticamente insignificantes sobre el sistema nervioso humano. 
La codeína, por su parte, tiene un impacto mayor que la papaverina pero tan sólo 1/6  de la potencia de la morfina.

La morfina
La morfina es el principal alcaloide del opio, y es de ella que se originan gran parte de sus propiedades. Los efectos medicinales del opio comprobados durante milenios, se deben fundamentalmente a su contenido en morfina.  Es sobretodo la morfina que produce los efectos analgésicos y narcotizantes. La administración de morfina separadamente tiene la ventaja sobre el opio de permitir una dosificación precisa (cosa que con el opio no se puede debido a su variabilidad química).
A pesar de haber sido «demonizada» por la cultura industrial y global, la morfina es un alcaloide relativamente benigno que puede ser utilizado para el tratamiento del dolor y como anestésico con riesgos mucho menores que otros productos similares.
La síntesis de la morfina pasó relativamente desapercibida hasta que Alexander Wood  inventó la jeringa hipodérmica en 1853. Este instrumento, que habría de revolucionar las técnicas médicas (no siempre positivamente), llegó a tiempo para que se pudiera inyectar morfina a los soldados heridos en la guerra civil de los EEUU y en la guerra franco- prusiana.  Se calcula que el conflicto estadounidense dejó como saldo más de 400,000 adictos.
El mismo tratamiento en base a morfina fue utilizado en todas las guerras que se sucedieron en el siglo XIX. Millones de soldados fueron inyectados y en poco tiempo crecieron «ejércitos de adictos». Tanto es así que, a fines del siglo a la adicción a  la morfina era llamaba «enfermedad de los soldados».  
De esa forma la morfina se difundió mundialmente, aunque en gran medida injustamente, como la primera de las drogas «duras».  
La administración de morfina por la vía inyectable continuó durante la Primera Guerra Mundial. Durante más de 70 años, hasta la década de 1920, la morfina fue utilizada indiscriminadamente en todas la fuerzas armadas de las grandes potencias, produciéndose una diseminación generalizada de su consumo. 
Por eso podemos afirmar que, en cierta medida, la adicción a la morfina se desarrolló globalmente como consecuencia de las políticas militaristas de los gobiernos de los paises industriales imperialistas europeos.

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