lunes, 6 de mayo de 2019

Un lago con grandes volcanes, el lago Nicaragua


El lago Nicaragua, también conocido por los nombres indígenas Cocibolca o Ukurikitucara tiene 8,264 km2, lo que lo hace el más extenso de América Central.
En este gran lago hay dos grupos isleños principales, la isla volcánica de Ometepe y el archipiélago de Solentiname.  
La isla de Ometepe (del nahuatl Ometepetl = dos montañas) posee una extraña y mágica configuración geográfica. Es la isla volcánica más grande del mundo que se encuentra en el interior de un lago. Las dos cumbres que dominan el paisaje insular son los volcanes Concepción y Maderas con altitudes respectivas de 1,610 y 1,234 metros. El volcán Concepción cuyo nombre indígena era Choncoteciguatepe (los chorotegas le llamaban Mestliltepe), ha tenido actividad reciente, con derrames de lavas que en 1953 obligaron a la evacuación de la isla. El volcán Madera no ha tenido actividad por varios siglos y su cráter está ocupado por una laguna.
La superficie de Ometepe es de 276 km2 y posee una población de 35,000 personas. El principal centro urbano, con unos 3,000 habitantes es Astagalpa o Altagracia en el extremo nororiental de la isla. En el predio de la Iglesia principal del pueblo se creó un parque con las esculturas arqueológicas que fueron encontradas en varios puntos del territorio.  Son figuras antropomorfas con cabezas de animales, que parecen representar tótems, similares a las que están expuestas en el museo Gregorio Aguilar de Juigalpa en la Sierra de Amerrique cercana.
Se considera que las esculturas están relacionadas con la cultura matagalpa que prosperó en tiempos prehispánicos en las márgenes lacustres.
Actualmente los matagalpas son un grupo étnico profundamente disminuido, vinculado con los lencas y mayas de Guatemala, Yucatán y Honduras y con los guatusos que habitan cerca del volcán Arenal en Costa Rica.
Una de las naciones locales,  reconocidas recientemente como pertenecientes a este tronco étnico, son los amerriques, antiguos habitantes del Sierra de Amerrique, también denominada Cordillera Chontaleña 
De acuerdo a teorías que últimamente han tenido divulgación, el nombre “Amerrique” habría dado lugar a la denominación del continente americano.
El origen del nombre “América”
La Sierra de Amerrique, territorio ancestral de un grupo de matagalpas  conocidos como los amerriques es conocida por sus yacimientos de oro localizados en las antiguas minas de La Libertad y Santo Domingo, todavía en explotación.
La repetición del nombre “amerrique” por las primeras tripulaciones europeas a fines del siglo XV y principios del siglo XVI, referidos a una comarca rica en este metal, se divulgó en las poblaciones portuarias de Europa extendiéndose a todo el continente. La idea de que la palabra América deriva del cartógrafo florentino Américo Vespucio se generó a partir de ciertas publicaciones conocidas en tiempos posteriores.
Esta hipótesis fue desarrollada “in extenso” en dos libros que publicamos hace un tiempo: “Amerrique, los Huérfanos del Paraíso” y “La Mentira del Milenio” (Ed. Piriguazú, D.Antón, 1997 y 2000).
Un evangelio de campesinos y pescadores
Por su parte el archipiélago de Solentiname está constituido por 36 islas situadas cerca del desagüe lacustre del lago Cocibolca donde comienza el río San Juan su flujo caudaloso hacia el Mar Caribe. La superficie isleña total es de 40 km2 con una población aproximada de mil habitantes.
Los campesinos y pescadores del archipiélago Solentiname son herederos de las tradiciones indígenas chorotegas y guatusas. Las comunidades indígenas que habitaban las islas sufrieron la invasión española a principios del siglo XVI con el secuestro de muchas personas en los años posteriores a la invasión. En los siglos siguientes algunas familias de estirpe indígena permanecieron refugiadas en los montes más espesos y otras, generalmente compuestas por criollos mestizos, cruzaron de la tierra firme a las islas en diversos momentos de la historia.
Los habitantes de Solentiname se mantuvieron en relativo aislamiento hasta 1966 cuando un sacerdote de la ciudad cercana de Granada se retiró al archipiélago para crear una comunidad contemplativa. Este sacerdote era Ernesto Cardenal, un filósofo y poeta nicaragüense que buscaba acercarse a las raíces de la sociedad rural del país.        
Cardenal vivió en la isla más grande del archipiélago, conocida como isla Mancarrón, en un ambiente sencillo y austero, rodeado de naturaleza y acompañado por los campesinos isleños. Los participantes comunitarios iban a su iglesia a compartir el evangelio cristiano con el sacerdote Ernesto. A través de sus discusiones adaptaron el mensaje de los libros sagrados a la realidad y dieron lugar a la creación de un documento que se conoce como “El Evangelio en Solentiname”. 
Este libro, elaborado a través de reuniones y diálogos de Cardenal con los campesinos locales, reinterpretó la biblia con una perspectiva revolucionaria. 
Reproducido de "Crónicas de la Peripecia Humana", D.Antón, Piriguazú Ediciones








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