sábado, 19 de agosto de 2017


En los desiertos de los Al Murrah



Los beduinos Al Murrah de Arabia Saudita  recorren las márgenes de los grandes desiertos Jafurah y Rub’al Khali criando rebaños de camellos y majadas de cabras, y comerciando sus sub-productos. 
El Jafurah es un desierto costero de tamaño medio. Sus arenales ocupan más de 40,000 km2 y presenta una baja pluviosidad que no excede los 100 mm por año. En sus bordes hay varias ciudades de regular tamaño, Damman, Al Hassa, Al Jubayl, Al Hofuf, Qatif, Dhahran y varios pueblos y oasis más pequeños. 
El Rub’al Khali o “Cuarto Vacío” es mucho más grande. Constituye uno de los desiertos arenosos más extensos del mundo (alrededor de medio millón de kilómetros cuadrados). La pluviosidad es prácticamente nula y se encuentra totalmente deshabitado. 
Si sumamos al Rub’al Khali, los campos de dunas del Jafurah y otros cuerpos de arenas eólicas como el angosto Dahna y el nórdico Gran Nafud los desiertos árabes superan los 750,000 km2. Los Al Murrah los llaman simplemente “al-Rimal” (las arenas).
Estos beduinos son una de las tribus más tradicionales de la península arábica. Se desplazan contínuamente de pozo en pozo y de oasis en oasis buscando el agua necesaria y las mejores pasturas para sus rebaños. Son famosos porque pueden seguir rastros a grandes distancias, identificando las huellas de una persona o animal entre muchos cientos. Sus testimonios expertos en esa materia son admitidos en las cortes islámicas de Arabia Saudita como elementos probatorios válidos.Los miembros de esta singular estirpe árabe se desplazan normalmente en pequeños grupos formando campamentos con unas 3 o 4 carpas negras típicas. El tamaño de los grupos está determinado por la extensión de áreas de  pastoreo disponibles. En general, las existencias de agua en el desierto son suficientes para la población de los pastores nómades pero se requiere una distribución apropiada para no agotar las plantas forrajeras locales..Los Al Murrah fueron estudiados por el antropólogo norteamericano Donald Cole en su conocido libro “Los Nómades de los Nómades” (Nomads of the nomads). 
Tuve oportunidad de compartir unos días con Donald Cole en una casa rodante que la empresa en que trabajábamos en esa época había instalado en el medio del desie
rto a unos 10 o 15 kilómetros de la ciudad de Qal’at Bishah en los valles del Asir árabe.            
Cole, que hasta recientemente (2011) era profesor en la American University de El Cairo, en Egipto (y todavía enseña allí), me relató algunas de sus experiencias con los Al Murrah en las recorridas que había hecho con ellos algunos años antes, que me parecieron de singular interés y me permitieron comprender a esta tribu beduina algunos años más tarde.  Durante mi estadía posterior en la Provincia Oriental de Arabia tuve varias oportunidades de visitar o estar con los Al Murrah en sus extensos dominios.
En una oportunidad, con mi hijo Diego y algunos colegas de la Universidad de Petróleo y Minerales (hoy llamada King Fahd University) viajamos a la localidad de Yabrin, un oasis en el límite del desierto del Jafurah con el Rub’al Khali, en pleno territorio de los nómades. Llegamos a Yabrin provenientes de Al Hofuf en dos camionetas luego de atravesar unos doscientos kilómetros de desierto con la intención de cargar combustible.
Yabrin es un pequeño pueblo de casas dispersas y huertas de palmas datileras, que en esa época albergaba unas doscientas o trescientas personas. Servía de base a los beduinos Al Murrah cuando regresaban de sus salidas al desierto.

La estación de gasolina, ubicada a la entrada del pueblo, era una casilla que estaba cerrada, con un tanque de gasolina que se encontraba en la cima de una pequeña lomita rocosa desde donde bajaba una manguera.
Nos acercamos a la población y al divisar un hombre caminando le preguntamos como se hacía para cargar gasolina. 
Respondió en árabe: “Hay que pedir autorización al Emir” y a continuación nos señaló a la distancia una construcción diciendo: “esa es la casa del Emir”.Al llegar al lugar señalado fuimos recibidos por un beduino vistiendo la túnica típica, una larga barba y una especie de alfanje a la cintura. 
El hombre nos invitó a pasar y a sentarnos sobre unas alfombras que cubrían el piso de una construcción más amplia. A continuación nos ofreció y sirvió el ‘qahwa tradicional96. En el mismo edificio había otras personas en pequeños grupos conversando, tomando ‘qahwa o fumando shisha97 en las pipas de agua.
Esperamos un rato largo bebiendo los repetidos pocillos de qahwa que nos servía el hombre. Luego de unas dos o tres horas apareció el emir. Era un joven de no más de 25 años, que se sentó con nosotros y nos preguntó adonde íbamos y nos alertó sobre los peligros de viajar en el Rub’al Khali. Finalmente autorizó la carga de combustible y pudimos emprender la retirada.  
En otra ocasión  fuimos desde Dhahran a las llanuras de Wadi Dawasir en el borde norte del Rub’al Khali donde se encuentra una de las principales rutas de comercio y pastoreo de los Al Murrah.  

Wadi Dawasir es un gigantesco río antiguo que todavía se forma esporádicamente con el caudal de los Wadis Ranyah, Tathlith y Bishah que bajan de las montañas del Hejaz y del Asir en Arabia occidental.  Estos wadis fluyen una o dos veces al año y rara vez llegan a sus respectivas desembocaduras en el Wadi Dawasir. Por esa razón, y a todos los efectos, se puede decir que Wadi Dawasir es un río seco.  (continúa)
De "Crónicas de la Peripecia Humana", Danilo Antón  Piriguazú Ediciones




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