Serie Naciones y Estados
EL MUNDO:
Geografía, Historia y Algo Más
Capítulo 6 Afganistán (Parte 2)
Danilo Antón
Una antiquísima cultura
Los pueblos afganos poseen una antiquísima cultura agrícola de
irrigación basada en el sistema de los karez, que consisten
en redes de galerías subterráneas que recogen el agua del
subsuelo al pie de las colinas y lo transportan a los campos y
aldeas. El agua es extraída de los túneles por medio de pozos
verticales excavados que los comunican con la superficie.
Recuerdo que hace más de 20 años, cuando trabajábamos en el Hejaz
de Arabia con mi viejo amigo inglés, el hidrogeólogo David
Charlesworth, tratando de diseñar sistemas de abastecimiento e
irrigación en los valles áridos del oeste de Arabia Saudita, él
me comentó acerca de la eficacia que tenían ciertos sistemas de
recolección hídrica en los desiertos montañosos de Afganistán y
países vecinos, que, en su opinión, podían utilizarse en la zona
que estábamos estudiando. En varias otras oportunidades, durante el
desarrollo de proyectos en el Medio Oriente y Asia en los que tuve
oportunidad de participar, reapareció esta tradición de
aprovechamiento hídrico, cuyas ventajas parecían evidentes en zonas
áridas.
A pesar de la importancia que los karez tienen en la región afgana,
la potencialidad para su uso en otras partes, y su estratégico
valor militar, este sistema original de irrigación ha pasado
prácticamente desapercibido en el mundo occidental, tanto a nivel
periodístico como técnico-académico.
En la actualidad, cuando estos países asiáticos, y en particular
Afganistán, están en la primera plana de los periódicos y canales
de televisión, repasando los relatos periodísticos que se hacen,
no se encuentran descripciones de estos sistemas ingeniosos e
imaginativos que han permitido a los afganos la sobrevivencia en un
medio aparentemente inhóspito. Seguramente comenzarán a ser
mencionados cuando se constate su posible o efectiva utilización con
fines bélicos.
Además de su agricultura de riego sofisticada, los afganos son
pastores de ovejas de lanas finas y eximios artesanos fabricantes de
telas y alfombras de alto valor agregado. A pesar de las carencias de
recursos, en los períodos de paz, estos pueblos asiáticos lograron
desarrollar una existencia relativamente próspera en términos de
vivienda, alimentación y vestimenta, manteniéndose durante largos
períodos ajenos a los vaivenes de los circuitos financieros
internacionales.
Las comunidades afganas poseen una fuerte cultura tradicional que ha
resistido sistemáticamente los intentos de transformación
provenientes del exterior. Ello ha determinado el desarrollo de
mecanismos de cierre social que procuran disminuir a un mínimo los
contactos que se consideran riesgosos. Una larga experiencia
histórica les enseñó que los extranjeros son peligrosos, que
llegan armados y que no vacilan en imponerse por la fuerza.
Tantos siglos de invasiones generaron una cultura de violencia que
todavía subsiste. Las qabilas (comunidades locales) pueden
enfrentarse agresivamente por el control de los recursos locales o
comerciales, o por acciones de otros grupos que son interpretados
como ofensas. Sin embargo, esas mismas qabilas son capaces de unirse,
en los momentos de peligro, frente a los enemigos comunes.
Desde tiempos inmemoriales, los hombres andan armados y no vacilan en
usar sus armas cuando lo consideran necesario.
Al mismo tiempo se desarrolló un “codigo de honor” (que los
baluchis llaman mayar o nang) que castiga a quienes se
desvían de las normas tradicionales o colaboran con el extranjero.
En este marco se hace muy difícil para cualquier fuerza invasora el
control duradero del país. Los colaboracionistas son aislados por la
sociedad, e incluso eliminados físicamente en la primera oportunidad
que se presenta.
La inexistencia de un estado fuerte dificulta aún más la tarea. Los
afganos no son individuos obedientes de la autoridad política.
Sólo es posible controlar la multiplicidad de grupos a través de un
liderazgo religioso o moral respetable y respetado. Es por eso que el
rol de los “mula” (clérigos) reviste una gran
trascendencia, y es a través de ello que es posible explicar la
ascendencia de los líderes talibanes que les permitió finalmente
controlar el país.
Otras formas de ocupación o búsqueda de control, parecen estar
destinadas al fracaso.
Las invasiones antiguas: griegos, mongoles y turcos
Ya en el siglo IV a.e.c. Alejandro Magno de Macedonia intentó
apoderarse de los Valles de Kabul y Kandahar.
Luego de una larguísima expedición que se había iniciado en
Macedonia y que había incluido la derrota y conquista del poderoso
imperio persa, Alejandro y sus tropas entraron al valle del río
Kabul en el año 329 a.e.c., lograron vencer cruelmente la
resistencia local, y continuaron hacia el este del actual sitio de
Kabul en donde fundaron una ciudad de duración efímera. Se
detuvieron poco tiempo y continuaron su marcha hacia la India y Asia
Central.
La campaña continuó por la Bactriana (país ubicado al norte de
las montañas del Hindu Kush, que hoy constituye el norte de
Afganistán) hasta Samarcanda (antiguamente llamada Maracanda) y las
montañas de Paraetacene (moderno Tayikistán). Luego, Alejandro
regresó al río Indus donde construyó una flota con la que bajo el
río hasta su desembocadura en el Océano Indico (cerca de la actual
ciudad de Karachi).
Parte de sus tropas volvieron a Kabul vía el Paso Khybar (que
comunica actualmente Kabul con Pakistán), y otra parte se fue hacia
el valle Helmand por el rumbo de las actuales ciudades de Quetta y
Kandahar. Sus intentos de conquistar Baluchistán (entonces llamado
Gedrosia) y las zonas quebradas de Afganistán fueron desastrosos.
La sed y el hambre, así como las hostilidades de los pueblos de la
montaña, provocaron una cuantiosa mortandad que redujo
considerablemente su ejército.
Las crecientes dificultades de la campaña, agudizadas luego de su
intento fallido de apoderarse de las tierras afganas, se fueron
intensificando. Aumentó el descontento entre sus hombres y
finalmente Alejandro resolvió retornar a Persia, y de allí a
Babilonia donde murió a la edad de 33 años.
Este antiguo intento de invasión de una potencia imperial lejana a
las tierras de Afganistán debe ser considerado como un lejano
antecedente de una historia que se ha caracterizado por sucesivas
invasiones infructuosas y una encarnizada resistencia de los pueblos
montañeses en donde siempre, de una manera u otra, los afganos
lograron preservar su independencia.
Quince siglos más tarde (en el año 1220 de la era común)
Afganistán sufrió la invasión de las huestes de Gengis Khan. Cerca
de Kabul las fuerzas mongolas comandadas por Kutikonian fueron
derrotadas por Jalal Ad-Din Munkabirnii
con la ayuda de los pueblos montañeses afganos. Más tarde, para
vengarse de las derrotas experimentadas en Afganistán, Gengis Khan
recorrió los valles y ciudades del país destruyendo todo a su paso
antes de retirarse del país. Poco tiempo después, en 1227, moría
Gengis Khan y su imperio occidental se deshacía en pedazos.
El dominio mongol sobre el país afgano fue efímero (duró apenas
cinco años). Luego de la muerte del gran Khan el poder político se
dividió en una multitud de señoríos independientes que duraron
hasta el fin del siglo XIV en que el país fue invadido por las
huestes turcas de Timur (Tamerlán). quienes conquistaron gran parte
del territorio repitiendo los saqueos y masacres de Gengis aunque en
menor escala.
Timur, quien era un sucesor turco de las dinastías mongolas de Asia
Central había nacido (1336) en un oasis ubicado entre Samarcanda y
la cordillera del Hindu Kush, y gradualmente logró construir un gran
imperio al estilo Gengis Khan que se extendió desde China al
Mediterráneo. Afganistán cayó bajo su control tempranamente, y la
ciudad de Herat al oeste del país se transformó en capital de sus
sucesores.
El dominio timúrido de los turcos sobre Afganistán fue posible por
la cercanía cultural y geográfica de ambos pueblos. Durante varias
décadas turcos y afganos convivieron pacíficamente. Fue en esta
época que se produciría la ocupación turca de las regiones norte
del país que todavía dura. En gran medida, la razón de ser de
la Alianza del Norte es la importante presencia de etnias de origen
turco en esa zona (uzbekos y tayikos).
iJalal
Ad-Din Munkabirni era hijo de Ala ad-Din Mohammed, el Shah de Khiva
que había reinado sobre un reino que se extendió en su apogeo
desde el Turquestán Chino hasta la frontera de Iraq.
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