viernes, 12 de julio de 2019

Las lenguas romances y el latín
No venimos del latín.
Por Carme Jiménez Huertas 



Hay una ley de la lingüística que dice que las lenguas divergen y que excluye cualquier posibilidad de evolución convergente. Si las lenguas romances derivaran del latín como se nos ha dicho, se separarían entre sí pero mantendrían una clara relación lingüística con lamadre. Sin embargo lo que encontramos es justamente lo contrario: las lenguas romances comparten una misma tipología lingüística y se parecen mucho entre sí llegando a idénticas soluciones convergentes que muestran una rotura con el latín.
El latín vulgar,entendido como una lengua unitaria derivada del latín de la que derivarían los romances, no existió.  Lo que encontramos siempre es latín clásico escrito con mejor o peor dominio. Podríamos compararlo a lo que sucede hoy con el inglés, la lengua de comunicación globalutilizada por la ciencia y el comercio internacional: no todos los usuarios lo hablan
correctamente y eso no significa que exista un inglès vulgar, existe inglés bien hablado y muchos otros tipos de inglés mal hablado que claramente reflejan la lengua y el acento del hablante. De idéntico modo, los textos escritos en latín medieval son indicadores de que la persona pretende escribir en latín teniendo un conocimiento limitado de la gramática latina, y esto en absoluto debe interpretarse como que así fuera la lengua oral: quien escribe mal el latín sencillamente lo hace por desconocimiento del latín, y no porque esesea su modo de hablar habitual. La lengua escrita y la lengua hablada eran dos realidades distintas. En gramática histórica se intenta justificar la enorme distancia que separa el latín de las lenguas romances hablando de vulgarización, de un retroceso que llevó a la parataxis, es decir, se volvió al estadio primitivo de usar un lenguaje no verbal, con gestos, parae ntenderse más allá de una lengua que sólo utilizaba oraciones simples o la composición elemental por coordinación. No obstante, esta afirmación no puede sostenerse porque no hay ninguna cultura en el mundo cuya lengua se deforme de modo tan abrupto que se produzca un estadio de pérdida de los marcadores gramaticales hasta el punto de caer en la ambigüedad y en la confusión. Un caso así sólo podría producirse de modo temporal y en situación de fuerte diglosia, consecuencia de una convivencia forzada con hablantes de otra lengua que no hubieran permitido el bilingüismo. Pero no es eso lo que sucedió. Los agentes de unificación política habían desaparecido al caer el imperio por lo que no existíapresión sobre las hablas autóctonas. Por lo tanto, la convergencia entre las lenguasromances sólo puede comprenderse si el parentesco es anterior a la llamadaromanización. Los romances serían lenguas con una estrecha relación de parentesco y conuna tipología lingüística que habría evolucionado de modo mucho más lento de lo que seha venido afirmando.Que el latín fuera la lengua oficial del imperio, no significa que todos los romanos hablaran latín y mucho menos que impusieran su lengua a los pueblos conquistados. El imperio romano, en sus diferentes etapas, incluyó a más de 67 países con un total de 270 comunidades étnicas con sus respectivos idiomas y dialectos. Los palestinos estuvieron bajo dominio romano 800 años; egipcios y griegos 400 años, y jamás se les impuso la lengua. De hecho, salvo los patricios, los romanos tenían que estudiar para hablar correctamente el latín. Si con los países vecinos se comprendían fue porque sus lenguas eran afines y no porque hubieran sido rápidamente latinizados.
La realidad es que los lingüistas no pueden explicar este cambio estructural entre el latín y los romances. Y lo que es más difícil todavía, en este supuesto estado de confusión, los hablantes de regiones tan alejadas como Galicia y Rumania, que a la caída del Imperio no estuvieron jamás en contacto, llegaron a idénticas soluciones. ¿Casualidad?
Nuestras lenguas actuales comparten muchas palabras; esta afinidad no respondería tanto a la latinización sino a un léxico común que se remontaría miles de años. Las diferencias serían resultado de la lenta evolución natural a partir de una lengua madre más antigua y compartida por los distintos pueblos mediterráneos. La gramática histórica ha partido del supuesto origen latino sin tener en cuenta que los habitantes de nuestras tierras hablaban y escribían desde mucho antes de la conquista romana. El léxico es la parte más volátil de una lengua. Si realizamos un análisis un pocomás profundo, nos damos cuenta de que muchos de los étimos utilizados para demostrar el origen latino de las palabras de las lenguas romances, pueden explicarse mejor desde elconocimiento de las lenguas del substrato. Hallamos muchos de estos étimos comoformantes de los topónimos que literalmente describen geográficamente un territorio. La lingüística cognitiva supone una base simbólica a todos los constructos gramaticales.Los elementos composicionales que en los romances se han considerado desemantizados,son en realidad bases simbólicas que se unen en conglomerados de información paraformar una unidad mayor utilizada por los hablantes para entender y producir el lenguaje.Se trata de formantes simbólicos de una lengua composicional. Estos formantes o lexemasse encuentran todavía en el léxico actual de las lenguas tanto romances como no romancesy han llegado a nosotros en dos niveles. Por un lado, tenemos el nivel fonético: existen similitudes sonoras, mayormente consonánticas, que nos muestran relaciones inexplicadas o inexplicables desde los cánones oficiales. La gramática comparativa ha estudiado estos cambios fonéticos a partir del análisis sincrónico y diacrónico entrelenguas emparentadas, lo que ha permitido constatar la sistematización en el cambio de las consonantes. Pero hasta ahora no se había estudiado a nivel semántico. La relación
semántica de estos formantes resulta tan evidente que parece increíble que hasta ahora no se haya identificado el carácter composicional de nuestras lenguas: la unidad básica está  compuesta por una estructura semántica con una etiqueta fonológica
Si la fonética y la etimología muestran un abismo entre el latín y sus supuestas hijas, la morfología y la sintaxis tampoco son las mismas que las de la denominada lengua madre. En las formas nominales, no hay casos, porque no hay necesidad; las funciones gramaticales se marcan con el uso de preposiciones. Los nexos que establecen lasc orrelaciones sintácticas son completamente distintos. De modo generalizado, se establece el uso preferente de las construcciones perifrásticas frente a las analíticas. En el paradigma verbal, se utiliza muy poco la voz pasiva porque la oposición es Agente-Objetoy no Agente-Paciente; tampoco hay verbos deponentes; se reducen las formas verbales nopersonales; no existen las oraciones de ablativo absoluto ni las oraciones de infinitivo. En cuanto a las categorías no léxicas o cerradas: preposiciones, adverbios y conjunciones, apesar de que deberían ser las más estables, no existe relación de continuidad sino de rotura total; los romances presentan y comparten un amplio y variado paradigma que no existía en latín. 
Y por último pero no menos importante, entre los romances y el latín hayun cambio radical en el orden de los constituyentes de la oración y en la estructura de las oraciones interrogativas y negativas que demuestran que pertenecen a tipologíaslingüísticas distintas.
¿De dónde vienen las lenguas romances? 
Las lenguas romances no vienen de ninguna parte. Estaban aquí. Eran las lenguas habladas en el territorio, ligeramente distintas según se separan lingüística y geográficamente. Este proceso de cambio es lento o muy lento. Las características articulatorias que según la gramática histórica se atribuyen al cambio del latín al latín vulgar y de ahí a las lenguas romances, podrían haber evolucionado directamente desde una lengua madre anterior y común que no pasa por el latín. La relación con el latín sería de parentesco, no de filiación.Sin duda un aspecto fascinante que presentamos en esta nueva edición es la constatación de que el rumano conserva algunos aspectos que nos ayudan a acercarnos a esta lengua madre común. Pero también debemos tener en cuenta que en la península ibérica existía la escritura ibérica; a través de ella sabemos que muchos de los cambios que la gramática histórica atribuye al proceso evolutivo del latín clásico al latín vulgar, podrían esta rcausados por la lengua del sustrato. Nuestras lenguas actuales comparten muchas palabras y esta afinidad no parece responder a la incorporación de vocablos extranjeros ni a rocambolescas evoluciones fonéticas, sino a un léxico común basado en las mismas ideas o conceptos, expresados a través de formantes composicionales que nos remiten a una lengua madre común y más antigua, compartida por distintos pueblos, lengua que se remontaría miles de años. Ello nos obliga a centrar nuestra atención en las lenguas anteriores.Ante esta situación, deberíamos acercarnos a los más de dos mil textos epigráficos que nos ha legado la cultura ibérica. Deberíamos preguntarnos cómo es posible que, en pleno sigloXXI, su escritura siga sin descifrar. Por qué sigue explicándose en las escuelas que fueron los conquistadores romanos los que aportaron la cultura y la civilización. Por qué no se da a conocer el alto nivel de la cultura indígena que comercializaba desde tiempo antiquísimo con otros pueblos mediterráneos: minoicos, micénicos, helenos, fenicios. Y en lingüística,por qué sigue utilizándose un marco teórico complicadísimo de evolución fonética que ignora las características propias del ibérico. 
Las múltiples preguntas que plantea este trabajo deberían ayudarnos a replantear los estudios filológicos actuales. La lengua ibérica es nuestra gran esperanza para avanzar en la comprensión de nuestras propias raíces



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