Las lenguas romances y el latín
No venimos del latín.
Por Carme Jiménez Huertas
Hay una ley de la lingüística que dice que las lenguas divergen y que excluye cualquier posibilidad de evolución convergente. Si las lenguas romances derivaran del latín como se nos ha dicho, se separarían entre sí pero mantendrían una clara relación lingüística con lamadre. Sin embargo lo que encontramos es justamente lo contrario: las lenguas romances comparten una misma tipología lingüística y se parecen mucho entre sí llegando a idénticas soluciones convergentes que muestran una rotura con el latín.
El
latín vulgar,entendido como una lengua unitaria derivada del latín
de la que derivarían los romances, no existió. Lo que
encontramos siempre es latín clásico escrito con mejor o peor
dominio. Podríamos compararlo a lo que sucede hoy con el
inglés, la lengua de comunicación globalutilizada por la
ciencia y el comercio internacional: no todos los usuarios lo hablan
correctamente
y eso no significa que exista un inglès vulgar, existe inglés
bien hablado y muchos otros tipos de inglés mal hablado
que claramente reflejan la lengua y el acento del hablante. De
idéntico modo, los textos escritos en latín medieval son
indicadores de que la persona pretende escribir en latín teniendo un
conocimiento limitado de la gramática latina, y esto en absoluto
debe interpretarse como que así fuera la lengua oral: quien escribe
mal el latín sencillamente lo hace por desconocimiento del latín, y
no porque esesea su modo de hablar habitual. La lengua escrita y la
lengua hablada eran dos realidades distintas. En gramática histórica
se intenta justificar la enorme distancia que separa el latín de las
lenguas romances hablando de vulgarización, de un retroceso que
llevó a la parataxis, es decir, se volvió al estadio primitivo de
usar un lenguaje no verbal, con gestos, parae ntenderse más allá de
una lengua que sólo utilizaba oraciones simples o la composición
elemental por coordinación. No obstante, esta afirmación no puede
sostenerse porque no hay ninguna cultura en el mundo cuya lengua se
deforme de modo tan abrupto que se produzca un estadio de pérdida de
los marcadores gramaticales hasta el punto de caer en la ambigüedad
y en la confusión. Un caso así sólo podría producirse de modo
temporal y en situación de fuerte diglosia, consecuencia de una
convivencia forzada con hablantes de otra lengua que no hubieran
permitido el bilingüismo. Pero no es eso lo que sucedió. Los
agentes de unificación política habían desaparecido al caer el
imperio por lo que no existíapresión sobre las hablas
autóctonas. Por lo tanto, la convergencia entre las lenguasromances
sólo puede comprenderse si el parentesco es anterior a la
llamadaromanización. Los romances serían lenguas con una estrecha
relación de parentesco y conuna tipología lingüística que habría
evolucionado de modo mucho más lento de lo que seha venido
afirmando.Que el latín fuera la lengua oficial del imperio, no
significa que todos los romanos hablaran latín y mucho menos
que impusieran su lengua a los pueblos conquistados. El imperio
romano, en sus diferentes etapas, incluyó a más de 67 países con
un total de 270 comunidades étnicas con sus respectivos idiomas y
dialectos. Los palestinos estuvieron bajo dominio romano 800 años;
egipcios y griegos 400 años, y jamás se les impuso la lengua. De
hecho, salvo los patricios, los romanos tenían que estudiar para
hablar correctamente el latín. Si con los países vecinos se
comprendían fue porque sus lenguas eran afines y no porque
hubieran sido rápidamente latinizados.
La
realidad es que los lingüistas no pueden explicar este
cambio estructural entre el latín y los romances. Y lo que
es más difícil todavía, en este supuesto estado de confusión, los
hablantes de regiones tan alejadas como Galicia y Rumania, que a la
caída del Imperio no estuvieron jamás en contacto, llegaron a
idénticas soluciones. ¿Casualidad?
Nuestras
lenguas actuales comparten muchas palabras; esta afinidad
no respondería tanto a la latinización sino a un léxico común
que se remontaría miles de años. Las diferencias serían resultado
de la lenta evolución natural a partir de una lengua madre más
antigua y compartida por los distintos pueblos mediterráneos.
La gramática histórica ha partido del supuesto origen latino sin
tener en cuenta que los habitantes de nuestras tierras hablaban y
escribían desde mucho antes de la conquista romana. El léxico es la
parte más volátil de una lengua. Si realizamos un análisis un
pocomás profundo, nos damos cuenta de que muchos de los étimos
utilizados para demostrar el origen latino de las palabras de
las lenguas romances, pueden explicarse mejor desde elconocimiento de
las lenguas del substrato. Hallamos muchos de estos étimos
comoformantes de los topónimos que literalmente describen
geográficamente un territorio. La lingüística cognitiva supone una
base simbólica a todos los constructos gramaticales.Los elementos
composicionales que en los romances se han considerado
desemantizados,son en realidad bases simbólicas que se unen en
conglomerados de información paraformar una unidad mayor utilizada
por los hablantes para entender y producir el lenguaje.Se trata
de formantes simbólicos de una lengua composicional. Estos
formantes o lexemasse encuentran todavía en el léxico actual
de las lenguas tanto romances como no romancesy han llegado a
nosotros en dos niveles. Por un lado, tenemos el nivel fonético:
existen similitudes sonoras, mayormente consonánticas, que nos
muestran relaciones inexplicadas o inexplicables desde los cánones
oficiales. La gramática comparativa ha estudiado estos cambios
fonéticos a partir del análisis sincrónico y diacrónico
entrelenguas emparentadas, lo que ha permitido constatar la
sistematización en el cambio de las consonantes. Pero hasta ahora no
se había estudiado a nivel semántico. La relación
semántica
de estos formantes resulta tan evidente que parece increíble que
hasta ahora no se haya identificado el carácter composicional de
nuestras lenguas: la unidad básica está compuesta por una
estructura semántica con una etiqueta fonológica
Si
la fonética y la etimología muestran un abismo entre el latín y
sus supuestas hijas, la morfología y la sintaxis tampoco son las
mismas que las de la denominada lengua madre. En las formas
nominales, no hay casos, porque no hay necesidad; las funciones
gramaticales se marcan con el uso de preposiciones. Los nexos que
establecen lasc orrelaciones sintácticas son completamente
distintos. De modo generalizado, se establece el uso preferente
de las construcciones perifrásticas frente a las analíticas. En el
paradigma verbal, se utiliza muy poco la voz pasiva porque la
oposición es Agente-Objetoy no Agente-Paciente; tampoco hay verbos
deponentes; se reducen las formas verbales nopersonales; no existen
las oraciones de ablativo absoluto ni las oraciones de infinitivo. En
cuanto a las categorías no léxicas o cerradas: preposiciones,
adverbios y conjunciones, apesar de que deberían ser las más
estables, no existe relación de continuidad sino de rotura total;
los romances presentan y comparten un amplio y variado paradigma que
no existía en latín.
Y
por último pero no menos importante, entre los romances y el latín
hayun cambio radical en el orden de los constituyentes de la oración
y en la estructura de las oraciones interrogativas y negativas que
demuestran que pertenecen a tipologíaslingüísticas distintas.
¿De
dónde vienen las lenguas romances?
Las
lenguas romances no vienen de ninguna parte. Estaban aquí. Eran
las lenguas habladas en el territorio, ligeramente distintas
según se separan lingüística y geográficamente. Este proceso
de cambio es lento o muy lento. Las características articulatorias
que según la gramática histórica se atribuyen al cambio del latín
al latín vulgar y de ahí a las lenguas romances, podrían haber
evolucionado directamente desde una lengua madre anterior y común
que no pasa por el latín. La relación con el latín sería de
parentesco, no de filiación.Sin duda un aspecto fascinante que
presentamos en esta nueva edición es la constatación de que el
rumano conserva algunos aspectos que nos ayudan a acercarnos a esta
lengua madre común. Pero también debemos tener en cuenta que en la
península ibérica existía la escritura ibérica; a través de
ella sabemos que muchos de los cambios que la gramática histórica
atribuye al proceso evolutivo del latín clásico al latín vulgar,
podrían esta rcausados por la lengua del sustrato. Nuestras lenguas
actuales comparten muchas palabras y esta afinidad no parece
responder a la incorporación de vocablos extranjeros ni a
rocambolescas evoluciones fonéticas, sino a un léxico común basado
en las mismas ideas o conceptos, expresados a través de formantes
composicionales que nos remiten a una lengua madre común y más
antigua, compartida por distintos pueblos, lengua que se remontaría
miles de años. Ello nos obliga a centrar nuestra atención en
las lenguas anteriores.Ante esta situación, deberíamos
acercarnos a los más de dos mil textos epigráficos que
nos ha legado la cultura ibérica. Deberíamos preguntarnos cómo es
posible que, en pleno sigloXXI, su escritura siga sin descifrar. Por
qué sigue explicándose en las escuelas que fueron los
conquistadores romanos los que aportaron la cultura y la
civilización. Por qué no se da a conocer el alto nivel de
la cultura indígena que comercializaba desde tiempo antiquísimo
con otros pueblos mediterráneos: minoicos, micénicos, helenos,
fenicios. Y en lingüística,por qué sigue utilizándose un marco
teórico complicadísimo de evolución fonética que ignora las
características propias del ibérico.
Las
múltiples preguntas que plantea este trabajo deberían ayudarnos a
replantear los estudios filológicos actuales. La lengua ibérica es
nuestra gran esperanza para avanzar en la comprensión de nuestras
propias raíces
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