La política y las incertidumbres ambientales
El mundo está como está por culpa de las certezas
De la canción “Frontera” de Jorge Drexler
El mundo está como está por culpa de las certezas
De la canción “Frontera” de Jorge Drexler
Danilo Antón
Vale la pena recordar que todas las políticas tienen consecuencias ambientales: las políticas agrícolas (promoviendo cierto tipo de cultivo o desactivándolo), las políticas forestales (plantando árboles o talándolos), las políticas mineras (permitiendo extracciones de minerales o prohibiéndolos), las estrategias de ordenamiento territorial o de planificación urbana, e incluso las políticas comerciales o sociales, todas, tienen algún tipo de impacto sobre el ambiente.
En otras palabras, se puede decir que desde el punto de vista ambiental NO existen políticas totalmente inocuas. Sin embargo, no es fácil determinar cuáles son o serán los impactos ambientales de las estrategias políticas. En el momento de evaluarlas entran en juego múltiples factores, difíciles de considerar, y sobre todo, variados intereses que no permiten examinar “objetivamente” los temas. Cuando se definen las políticas hay gente que, por opiniones, creencias o intereses personales, se pronuncia en contra, mientras que otros por motivos análogos se pronuncian a favor. Existen algunos temas ambientales que debido a razones diversas, técnicas, económicas, sociales, culturales, políticas e incluso filosóficas, son particularmente conflictivos. Tenemos algunos ejemplos claros en el Uruguay. Por ejemplo, el tema de la forestación y de las plantas de celulosa, se ha transformado en un eje de discusión particularmente tenso.
Los opositores a la forestación e industrias conexas, utilizan una larga lista de argumentos contra lo que ellos llaman “el modelo forestal”, con escasa, parcial o nula validación en los hechos. Si bien existen algunos datos que indican efectos adversos de ciertas estrategias de plantaciones forestales, la información rigurosa brilla por su ausencia. Las afirmaciones se vuelven categóricas e indiscutibles, la discusión se torna maniquea y dogmática, no hay espacio para los puntos de vista racionales y mucho menos para reconocer las incertidumbres.
Otro tema ambiental importante es la utilización inadecuada de agroquímicos y de variedades transgénicas en la agricultura. A pesar de la existencia de indicios que mostrarían impactos ambientales negativos sobre el agua, el suelo, el aire, la biota y la salud, la discusión no es tan acalorada. En los hechos la información existente sobre el tema es insuficiente, por lo que resulta difícil definir políticas o tomar decisiones que permitan enfocar un problema cuyos alcances no se conocen suficientemente.
A nivel internacional se ha difundido e impuesto el tema del “calentamiento global” y de su consecuencia prevista “el aumento del nivel marino”.
Se ha hecho tanta propaganda sobre el asunto que resulta muy difícil discutir las afirmaciones de la “elite político-científica” que impulsa estas visiones catastróficas del futuro. La presión de los grupos de poder económicos, políticos e intelectuales que aparecen claramente aliados con este enfoque impide expresar puntos de vista diferentes. Hay una sutil censura de aquellos datos u opiniones que osen discutir las conclusiones de las instituciones y organismos internacionales.
El supuesto combate al calentamiento global resulta un excelente negocio. Se gastan miles de millones de dólares en bonos de carbono, se promueven ciertos cultivos para generar combustibles “renovables” y se financian miles de proyectos diversos para contribuir a combatir este hipotético y nefasto cambio climático. Tampoco en este tema hay lugar para las incertidumbres. O se acepta la teoría oficial dramáticamente expresada por Al Gore, aceptada internacionalmente en Kyoto y recientemente en el Acuerdo de París, o se la niega, corriendo el riesgo de ser excomulgado. Tampoco aquí hay lugar para la incertidumbre. En los temas ambientales no debemos ser ingenuos. Las diversas posiciones expresan variados intereses y búsquedas de protagonismos. El rigor científico queda en un segundo plano. Sabemos que en ciencia no existen verdades absolutas. Muchas creencias tajantes y dogmáticas que se expresaron históricamente en nombre de la ciencia fueron desmentidas por los tercos datos de la realidad dando lugar a nuevas interpretaciones. La incertidumbre forma parte esencial de la evolución del conocimiento humano. Para enfrentar el dinamismo del conocimiento hay que dejar lugar para la duda. Por supuesto que debemos afirmarnos en los hechos, desarrollar nuestros puntos de vista y actuar en consecuencia, pero siempre considerando la opción de modificar el rumbo si fuera necesario.Para que sean apropiadas y sostenibles, las políticas ambientales deben ser desarrolladas por las autoridades en un marco de rigor científico, no dogmático, independientes de intereses corporativos, aceptando en todo momento la posibilidad del error que pueda llevar a un cambio de estrategia. Del mismo modo, las organizaciones ambientalistas y los grupos activos de la sociedad civil, tienen que asumir su propia responsabilidad en el manejo de la información y la verdad, dejando de lado la utilización irresponsable de datos inciertos, el dogmatismo y los intereses personales o protagónicos, para influir honestamente en las políticas y decisiones gubernamentales, económicas y sociales.
Las discusiones ambientales, que SON discusiones políticas, deben darse en un marco de rigurosidad, honestidad y tolerancia.
Es la mejor, tal vez la única forma, de defender el ambiente y los organismos que lo habitan.
Danilo Antón, diciembre 2015
English blog:_ daniloanton-en.blogspot.com
Se ha hecho tanta propaganda sobre el asunto que resulta muy difícil discutir las afirmaciones de la “elite político-científica” que impulsa estas visiones catastróficas del futuro. La presión de los grupos de poder económicos, políticos e intelectuales que aparecen claramente aliados con este enfoque impide expresar puntos de vista diferentes. Hay una sutil censura de aquellos datos u opiniones que osen discutir las conclusiones de las instituciones y organismos internacionales.
El supuesto combate al calentamiento global resulta un excelente negocio. Se gastan miles de millones de dólares en bonos de carbono, se promueven ciertos cultivos para generar combustibles “renovables” y se financian miles de proyectos diversos para contribuir a combatir este hipotético y nefasto cambio climático. Tampoco en este tema hay lugar para las incertidumbres. O se acepta la teoría oficial dramáticamente expresada por Al Gore, aceptada internacionalmente en Kyoto y recientemente en el Acuerdo de París, o se la niega, corriendo el riesgo de ser excomulgado. Tampoco aquí hay lugar para la incertidumbre. En los temas ambientales no debemos ser ingenuos. Las diversas posiciones expresan variados intereses y búsquedas de protagonismos. El rigor científico queda en un segundo plano. Sabemos que en ciencia no existen verdades absolutas. Muchas creencias tajantes y dogmáticas que se expresaron históricamente en nombre de la ciencia fueron desmentidas por los tercos datos de la realidad dando lugar a nuevas interpretaciones. La incertidumbre forma parte esencial de la evolución del conocimiento humano. Para enfrentar el dinamismo del conocimiento hay que dejar lugar para la duda. Por supuesto que debemos afirmarnos en los hechos, desarrollar nuestros puntos de vista y actuar en consecuencia, pero siempre considerando la opción de modificar el rumbo si fuera necesario.Para que sean apropiadas y sostenibles, las políticas ambientales deben ser desarrolladas por las autoridades en un marco de rigor científico, no dogmático, independientes de intereses corporativos, aceptando en todo momento la posibilidad del error que pueda llevar a un cambio de estrategia. Del mismo modo, las organizaciones ambientalistas y los grupos activos de la sociedad civil, tienen que asumir su propia responsabilidad en el manejo de la información y la verdad, dejando de lado la utilización irresponsable de datos inciertos, el dogmatismo y los intereses personales o protagónicos, para influir honestamente en las políticas y decisiones gubernamentales, económicas y sociales.
Las discusiones ambientales, que SON discusiones políticas, deben darse en un marco de rigurosidad, honestidad y tolerancia.
Es la mejor, tal vez la única forma, de defender el ambiente y los organismos que lo habitan.
Danilo Antón, diciembre 2015
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