Introducción al libro "Pueblos, Drogas y Serpientes"
Danilo Antón
Se cierran los ojos y se encienden
cientos de diseños curvilíneos, elongadas serpientes de múltiples
colores.
Figuras enroscadas y tonalidades llamativas se suceden.
El
tiempo transcurre muy lentamente.
La mente se ha iluminado y sus
componentes destellan expresando mensajes cuyos contenidos y sentidos
parecen querer descifrar los misterios de la conciencia.
Algunas
curvas se organizan asumiendo una forma serpentina mayor, que
observada con más atención resulta ser un par idéntico y
complementario enroscado alrededor de sí mismo.
La gran serpiente
habla. Dice cosas. Conceptos sabios, que se sienten antiguos como el
mundo.
Nos trae a una nueva realidad. Reduce el ego a su expresión
más minúscula.
La ansiedad se calma. Es la purificación. Abrimos
los ojos. El cielo está tachonado de estrellas.
Hay muchos puntos
luminosos. Muchos más de los que acostumbramos observar
habitualmente. Se escuchan sonidos lejanos de ranas y de insectos.
El
perfume de la noche nos invade hasta lo más profundo. Luego el
sueño. Dormimos profundamente y al otro día despertamos diferentes.
En la noche de ensueños hemos ganado en humildad y sabiduría.
La escena se ha repetido una y otra
vez, por miles de generaciones.
Los hongos sagrados recolectados con la
luna llena, luego de las primeras lluvias, en la primavera, fueron el
alimento ritual que por largo tiempo nutrió la antigua ceremonia.
Las mujeres y hombres santos emprendieron viajes al mundo de las
verdades para llamar a los espíritus, bajo la forma de aves
coloridas que traen belleza y sanación.
Los cantos y danzas se
suceden toda la noche. Al amanecer todos duermen. Las sonajas,
flautas y tambores están callados. A medida que sale el sol se
aproxima una enorme bandada de aves multicolores, que cubren el
cielo y entonan gorjeos inverosímiles. Las plegarias de la noche las
han traido. El nuevo día será armónico y próspero. Habrá paz.
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