martes, 4 de junio de 2019

Las guerras son crueles y siempre lo fueron

En las "Tierras de Pocas Lluvias" del Medio Oriente para controlar a los pueblos se utilizaron muchos métodos, pero el más común fue la guerra y el dominio por la fuerza.
El objetivo de la guerra es causar daño al enemigo para derrotarlo. Para ello se requiere, matar, destruir, si fuera posible, aniquilar las fuerzas oponentes y sus bastiones principales.
En los 5,000 años de historia del Medio Oriente hubo cientos de guerras, decenas de miles de batallas, cientos de millones de muertos, innumerables obras humanas destruidas, sociedades enteras eliminadas, culturas excluidas, emigraciones en masa, limpiezas étnicas, esclavitud, torturas sistemáticas.
No consideremos que las sociedades del Medio Oriente son peores que otras sociedades que hay en el mundo. Tan solo son más antiguas, y por tanto tuvieron más tiempo para desarrollar el expansionismo estatal y el imperialismo, expresados en sus múltiples formas.
Tampoco debemos olvidar que durante mucho tiempo y en múltiples ocasiones, las sociedades del Medio Oriente fueron víctimas del expansionismo y el imperialismo de potencias externas. En los últimos siglos estas agresiones fueron muy frecuentes. Las potencias de Europa Occidental, la Rusia zarista y más tarde soviética, los Estados Unidos, comenzaron a intervenir en el Medio Oriente con el fin de apoderarse de sus recursos. Para ello aprovecharon las disensiones internas, que ya existían, en su propio beneficio. Promovieron las luchas sectarias, cristianos contra musulmanes, musulmanes contra judíos, chiitas contra sunitas. Las guerras de Afganistán e Irak en la primera década del siglo XXI (que todavía siguen) y la guerra de Siria, desatadas por los Estados Unidos y sus aliados con variadas excusas, y a partir de las contradicciones existentes, desencadenaron fuerzas de odio y agresión que llevaron a matanzas y destrucción en esos países. A ello se agregó la intervención política y militar de Rusia que tiene sus propios intereses en la región medio-oriental. Las potencias externas inyectaron armamentos, cada vez más mortíferos, que multiplicaron la muerte y la destrucción.
El precio es la sangre vertida por los pueblos que ya no pueden trabajar, relacionarse pacíficamente o vivir vidas productivas y armoniosas. Solo queda la muerte, la destrucción, la emigración.
En fin, en las Tierras de Pocas Lluvias sigue habiendo mucha sangre derramada.
Del libro "Las Tierras de Pocas Lluvias y Mucha Sangre, de D.Antón, Piriguazú Ediciones.

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