sábado, 8 de junio de 2019

Kalfukurá, y la Confederación de Salinas Grande
D.Antón

Cansado pero no derrotado, en la fecha cristiana del 4 de junio de 1873,  moría Kalfukurá a orillas de un salar en las llanuras extensas del Puelmapu.  
Su piel de huanaco estaba ensangrentada por la sangre vertida. Con él se iba el gran toqui que dirigía con dignidad y sabiduría la confederación de los Pueblos de la Tierra  
Murió cerca de Salinas Grande, corazón de las pampas áridas.  Desde allí había logrado organizar la resistencia contra los crueles e insaciables winkas de Buenos Aires.
De a poco, pero inexorablemente, los extranjeros se iban adentrando en la mapu  sagrada donde habita el espíritu del sol naciente.
En otras épocas, ya hacía casi cuarenta años, Rosas, otro gran jefe winka, que se decía “amigo de los indios”, también había   atacado a los pueblos más allá de la frontera.
En esa época, los lonco de la resistencia fueron Chocorí y Paylleren que gobernaban en los territorios que se extendían a lo largo del “país de las manzanas”,  desde la Sierra de La Ventana y el sitio de Bahía Blanca hasta la confluencia de los ríos Neuquén y Limay. 
En 1833, las tropas rosistas atacaron Chole –Choel arrasando las tolderías de ambos jefes. En la Nochebuena del  24 de diciembre,  los bonaerenses se regocijaron al enterarse a través de La Gaceta Mercantil  que habían muerto 3200 indios y se habían hecho 1200 prisioneros. 
Rosas había logrado extender la frontera de Buenos Aires en unos 80,000  km2.  La línea defensiva pasaba ahora por Bahía Blanca, Médano Redondo (después se llamaría Fortín Mercedes) y Carmen de Patagones. 
A pesar que Chocorí fue apresado y ejecutado al año siguiente, la lucha continuó acaudillada por su hijo Sayhueque, por el jefe ranquel Yanquetruz, y por Kalfukurá-Piedra Azul, quien al frente de los mapuches, pehuenches y voroganos del oeste, había logrado afirmar su autoridad en las pampas del sur y de occidente 
Ante  la continuidad de la resistencia, Rosas decidió hacer las paces con los jefes de las naciones confederadas manteniéndose la tranquilidad en la frontera hasta su derrocamiento en 1852. 
La Confederación de Salinas Grandes era un verdadero estado, desde su toldería capital, Kalfukurá dirigía los asuntos de la gran nación puelche multi-étnica. En las extensas llanuras y en las sierras vivían varias decenas de miles de personas, pastando su ganado,  labrando la tierra o cazando guanacos y ñandúes,  comerciando, y llevando una existencia pacífica y próspera. Había comunidades mapuches, pehuenches, ranquelches, tehuelches, voroganos e incluso algunos winka que habían preferido el mundo de la toldería a la sociedad impostada y falsa de las ciudades criollas.
Era el caso de Manuel Baigorria, antiguo coronel del ejército de José María Paz, que se  había ido a vivir entre los ranqueles. Baigorria, que era aliado de Kalfukurá, llegó a ser un importante lonco ranquel, que indignado por las agresiones de los cristianos, atacó la propia ciudad de Córdoba y el oeste de Buenos Aires.
Veinte años después de la caída de Rosas, en 1872, ya constituida la República Argentina, y en pleno período sarmientino, se produjo el temido malón de los winkas que en la historia oficial se conoce como  la batalla de San Carlos, y que al poco tiempo, habría de terminar con la muerte del anciano toqui de las pampas.
Su hijo, Namunkurá, continuaría la resistencia por varios años más. Las autoridades centrales, representadas por el nuevo presidente Nicolás Avellaneda y sus Ministros de Guerra Adolfo Alsina y Julio Argentino Roca, y la presión inglesa para la colonización y extensión de las vías férreas, llevó a  planificar una estrategia de destrucción y ocupación del país confederado.
En 1876, Alsina ordenó el avance de cinco divisiones sobre la “Tierra Adentro” estableciendo una línea de pueblos) y fortines (Carhué, Guaminí, Puán,  Trenque-Lauquen e Ita-ló), y una zanja de 374 km de largo entre Carhué y Laguna del Monte.
En 1877 y 1878 las comunidades indígenas estaban debilitadas por el hambre y la continua agresión de las fuerzas armadas de los winkas.

Fue en ese momento que se produjo la estocada final. El ejército encabezado por Julio Argentino Roca, cada vez más numeroso, y ahora armado con el poderoso fusil Remington, descargó toda su fuerza contra las naciones del sur. La campaña, que  duró algo más de un año, permitió derrotar completamente a los pueblos confederados y ocupar su tierra en forma permanente.

De acuerdo con la Memoria del  Departamento de Guerra y Marina de 1879, los resultados de la campaña  fueron los siguientes: 
“5 caciques principales prisioneros, 1 cacique principal muerto (Baigorrita), 1.271 indios de lanza prisioneros, 1.313 indios de lanza muertos, 10.513 indios de chusma prisioneros, 1.049 indios reducidos .” 
En 1882 una nueva campaña lograba expandir la frontera a todo Neuquén, 
364 indígenas habían sido muertos y más de 1700 hechos prisioneros. El 5 de mayo de 1883 el General Villegas informaba: “En el  territorio comprendido entre los ríos Neuquén, Limay, Cordillera de los Andes y Lago Nahuel Huapi; no ha quedado un solo indio, todos han sido arrojados a occidente... Al sur del río Limay, queda del salvaje los restos de la tribu del Cacique Sayhueque, huyendo, pobre, miserable y sin prestigio” 
En 1884 el general Wintter decidió aniquilar a Sayhueque e Inacayal. 
Hambriento y agotado, Namuncurá ya se había visto obligado a rendirse con 330 guerreros. 
Los últimos loncos del Puelmapu, reunidos en asamblea, intentaron organizar una defensa desesperada con el compromiso de pelear hasta morir. 
En una situación de arrinconamiento insostenible, Sayhueque se entregó el 1º de enero de 1885 con más de  3000 hombres. 
Algunos loncos continuaron la lucha. 
Un gran número de guerreros murieron en combate y los restantes enfrentaron a los invasores en una última batalla el 18 de octubre de 1884. 
Hubieron más muertos y los dos loncos sobrevivientes, Inacayal y Foyel cayeron prisioneros. 
En 1886, ambos jefes fueron llevados, junto con los restos de sus familias a vivir al Museo de la Plata donde  se expusieron al público curioso como piezas cautivas de la “civilización”. triunfante.
Tomado de "Crónicas de la Peripecia Humana",  Danilo Antón, Piriguazú Ediciones

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