Las sequías y los nuevos desiertos
Si uno recorre los ardientes pedregales o arenales del Sahara, del Rub’al Khali en Arabia o del Gobi en Asia, puede olvidarse del planeta en que vive. Con una humedad del 10%, una pluviosidad inexistente y temperaturas de más de 50 C°, los desiertos continentales de La Tierra, carentes de agua, son sitios aparentemente inhóspitos para la vida. Pero aún en estos lugares, en donde parece que ningún organismo pudiera vivir o reproducirse, las marcas de la vida se hallan por doquier. Apenas caen unos pocos milímetros de agua crecen millones de pequeñas plantas, que maduran, florecen y mueren, lanzando sus semillas al aire o la tierra, en espera de una nueva lluvia, tal vez dentro de 20 o 30 años.
Además de estos añosos desiertos, hay otros de reciente creación y factura humana. Ellos se han desarrollado en los viejos campos de pastoreo y sembradíos, y en los bosques. La tierra maltratada no es capaz de proveer nutrientes y sustento para hierbas o arbustos. Calcinada y reseca, espera que lleguen los primeros chubascos.
Cuando por fin caen las lluvias intensas, el agua escurre y se arremolina llevándose consigo semillas y partículas hacia las depresiones y los valles donde siembra destrucción e incertidumbre. Las aguas fluviales, que acostumbraban saciar la sed y alimentar a los pueblos de sus riberas, ahora sólo producen devastación. Se derrumban los diques, se inundan los campos, se tapan los canales, se pierden los cultivos, se ahogan ganados y personas.
El agua que da la vida, también es capaz de traer la muerte.
El concepto de sequía
El concepto de sequía
El concepto de sequía es de índole netamente cultural. Se refiere a la percepción que una sociedad puede tener acerca de la ausencia o escasez de precipitaciones en un momento determinado. En los desiertos de Botswana, los pueblos “¡kung”1, (también llamados bosquimanos) piensan que hay sequía cuando deja de llover cinco o seis años; en algunos países europeos, como Francia o Alemania, para que ello ocurra basta con un mes sin lluvias.
Del mismo modo, las formas de afrontar la falta de lluvia varían de acuerdo a las características climáticas y culturales de cada zona o país. Las sociedades que están acostumbradas a largos períodos sin lluvias, tienen sistemas de reservas hídricas, de consumo y producción adaptados a esta modalidad climática. En cambio, cuando las precipitaciones son regulares y están distribuidas durante todo el año, la ocurrencia de períodos de sequía de escasa duración puede ocasionar perjuicios catastróficos, debido a la falta de instrumentos sociales y productivos para enfrentarlos.
Del mismo modo, son culturales, y por lo tanto relativos, los conceptos de desierto y desertificación.
Los desiertos antiguos
Los desiertos antiguos
La mayor parte de los ecosistemas característicos de las zonas áridas resultan de una historia natural prolongada, y consecuentemente han desarrollado su propia gama de diversidades. Estos territorios poseen comunidades vegetales y animales únicas que evolucionaron bajo condiciones variadas, a menudo extremas, generando capitales genéticos adaptados a dichas circunstancias. Al mismo tiempo, debido a esa especificidad natural, estos desiertos son el hogar de sociedades y culturas profundamente adaptadas a su medio. Por esa razón, las regiones áridas son ambientes de una gran riqueza, tanto por el carácter único de su diversidad natural, y como por la originalidad de sus culturas locales.
Sin embargo, no todos los desiertos son el producto de la naturaleza. En muchos casos, a menudo debido a prácticas de uso del suelo inapropiadas, ciertas sociedades, que vivían en áreas no desérticas, han transformado sus territorios en desiertos artificiales. Estos desiertos no son ricos, no tienen un capital genético aborigen (el que existía fue destruido), y las condiciones actuales emergieron demasiado rápidamente como para que se desarrollara uno nuevo. Los ecosistemas emergentes de estos desiertos artificiales son frecuentemente una mezcla pobre de unas pocas plantas y animales locales oportunistas y algunas especies exóticas que lograron establecerse en el nuevo ambiente desertificado.
Por razones similares, estas áreas son también pobres desde el punto de vista de su herencia cultural. Las poblaciones tradicionales locales no están familiarizadas con el nuevo ambiente, a menudo suelen utilizar experiencias antiguas que se han vuelto inapropiadas en un paisaje totalmente modificado. En algunos casos puede haber una adaptación cultural limitada, pero ella, rara vez se puede comparar con el carácter apropiado de los sistemas tradicionales en sus ecosistemas nativos originales.
En muchos lugares y tiempos históricos, los procesos de desertificación artificial ocurrieron debido a la aplicación de prácticas de cultivo o pastoreo insostenibles. Tal vez el ejemplo histórico más dramático fue la estrepitosa caída del Imperio Romano luego de siglos de explotaciones agrícolas inadecuadas en suelos frágiles y fácilmente erosionables.
En el caso de la cultura maya es probable que el abandono de ciertas áreas de Yucatán también se deba al desgaste rápido de los suelos calcáreos (generalmente de fertilidad limitada), cuyo comportamiento era completamente diferente a los suelos volcánicos de las comarcas mayas originales. Las prácticas tradicionales apropiadas en la montaña se hicieron inapropiadas en las tierras bajas.
La salinización de suelos fue también responsable por la desaparición de muchas culturas agrarias que utilizaron métodos de irrigación inapropiados. Hay varios sitios arqueológicos en el Medio Oriente que son ejemplos de este tipo de fenómenos (por ejemplo: la ciudad helenística de Thajj cerca del Golfo Pérsico).
Sin embargo, los procesos de desertificación en gran escala son más recientes y sólo se han extendido globalmente luego de la revolución industrial. En algunos piases, la desertificación fue el resultado del crecimiento demográfico que dio lugar al cultivo demasiado intenso o en áreas inadecuadas (por ejemplo en pendientes demasiado empinadas).
En otros casos, la causa de la desertificación fue el sistema de tenencia de la tierra, que acumuló las mejores tierras en manos de unos pocos latifundistas, forzando a los pequeños propietarios o arrendatarios a utilizar zonas inapropiadas o demasiado pequeñas.
En ciertas situaciones, la desertificación ocurrió a resultas de la pérdida de enfoques culturales apropiados, que desembocó en la utilización de prácticas degradatorias, antes inexistentes. Frecuentemente, la tendencia fue alimentada por la agricultura industrial que introdujo cultivos industriales a gran escala en antiguas áreas boscosas disminuyendo su fertilidad y dando lugar a su abandono.
La llamada “Revolución Verde” fue probablemente responsable por algunos de estos efectos en el ámbito local. Su promoción e implementación a nivel mundial aumentó la producción agrícola (cuantitativamente) en muchos lugares, pero sus efectos sobre el ambiente fueron a menudo perjudiciales y en algunos casos extremos, desastrosos.
En América del Sur, la deforestación de amplias zonas entrañó una disminución de la evaporación, e indirectamente de la pluviosidad, en ciertas áreas ubicadas “viento abajo” de las zonas degradadas. Este fenómeno se pudo apreciar especialmente en Bolivia, que experimentó sequías prolongadas en varios años durante las últimas décadas2. Se señalan efectos similares de sequías en muchas zonas del centro y norte de México, que han sufrido los efectos de la disminución de la cobertura vegetal, y por ende de su contribución evaporativa al volumen habitual de lluvias provenientes de los océanos y mares adyacentes.
Los desiertos artificiales son zonas de escasa diversidad con ecosistemas y culturas intensamente degradados. A diferencia de los desiertos naturales, que son relativamente ricos, con especies únicas, los desiertos artificiales son pobres. Si las tendencias hacia la reducción de la diversidad no se controlan, los desiertos artificiales pueden extenderse mucho más allá de las zonas áridas. El estado final de un mundo degradado y uniforme, puede ser un planeta desierto.
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