viernes, 4 de mayo de 2018


La destrucción de las verdaderas utopías


Cuando llegó Pero Alvares Cabral y su expedición a América, al territorio que luego se llamaria Brasil, el 22 de abril de 1500, se produjo el primer contacto europeo con los pueblos sudamericanos tupi de la costa atlántica[1]. El cronista de dicha expedición, Pero Vaz de Caminha dejó un relato vivido de sus experiencias en una carta al rey de Portugal Manoel I en donde le cuenta al monarca las caracteristicas insólitas de los pueblos recién contactados. En ese pais vivian mujeres y hombres desnudos, sin verguenza, saludables, actuando espontáneamente frente a los emperifollados capitanes portugueses. Llamó la atención de Caminha el hecho de que a pesar de que estos pueblos no tenian ninguno de los cultivos y animales europeos eran “...más fuertes y mejor alimentados que nosotros con todo el trigo y las verduras que comemos...”. Y luego: “están muy bien cuidados y muy limpios y en esto me hacen acordar a los pájaros y a los animales silvestres, a los cuales el aire les da mejor plumaje y piel que a los domesticados. Sus cuerpos son tan limpios y carnosos y tan hermosos que no podria pedirse más.”  Además de limpios y sanos, por regla general estos pueblos eran descriptos como  muy amistosos y hospitalarios.
Por su parte, Alberico Vespucci, el conocido geógrafo florentino,  en sus cartas, se admiraba de la libertad e inocencia en que vivían las sociedades americanas. Señalaba que las sociedades Indias no conocian la propiedad privada ni el dinero, y que compartian todo en común. Vivían en una libertad social y moral completa, y sus comunidades funcionaban armoniosamente sin reyes, religión, templos, palacios o ídolos[2].
Señala Hemmings que el entusiasmo con que se describían las sociedades americanas, que vivían prósperamente sin reyes ni iglesias, tenía algo de subversivo. En 1500, Pietro Martire d’Anghiera decía que entre los nativos americanos: “la tierra pertenece a todos, como el sol y el agua. Lo mío y lo tuyo, que son las semillas de todos los males no existen para esta gente. Viven en una edad dorada, y no rodean sus propiedades con zanjas, paredes o setos. Viven en jardines abiertos, sin leyes o libros, sin jueces, y naturalmente buscan la bondad considerando odioso a quien se corrompe a sí mismo practicando la maldad”.
Magalhaes de Gandavo nos ofrece la siguiente descripción: “En cada casa viven juntos en armonía sin disensiones entre ellos. Son tan amistosos entre sí que lo que pertenece a uno pertenece a todos. Cuando alguno tiene algo para comer, sin importar cuan poco, todos sus vecinos lo comparten”.
Los relatos de las nuevas sociedades comenzaron a circular por Europa. Se había descubierto un mundo paradisíaco, donde la naturaleza no había sido avasallada,  donde no había reyes, ni esclavitud, ni pobreza, ni pestes, donde no existía el dinero, donde todos las mujeres y hombres eran libres e iguales.
La lógica de los nativos americanos era rigurosa. Cuenta Jean de Léry que un anciano le preguntó: “¿Porque ustedes, franceses y portugueses, vienen de tan lejos a buscar madera para calentarse?  No tienen suficiente madera en su país?”  Léry respondió que la madera no se usaba para quemar sino para hacer tinturas, igual que ellos lo hacían. El anciano continuó: “me imagino que necesitan mucha cantidad…” El francés respondió que efectivamente se necesitaba mucha, y que un mercader podía comprar muchos barcos repletos, y que además había un sinnúmero de otras mercancias. El anciano se quedó pensando, y reflexionó: “este hombre muy rico, del que usted me cuenta...¿no se muere? “ … “Si, se muere como todo el resto de la gente”. “Y cuando se muere...¿que pasa con las cosas que deja?”… “Es para sus hijos o parientes...” respondió Lery. El anciano lo pensó y luego sentenció: “Ahora veo que ustedes Franceses son grandes locos. Cruzan el mar y sufren grandes inconvenientes, tal como nos cuentan, trabajan muy fuerte para acumular riquezas para vuestros hijos y sus parientes... ¿acaso la tierra que los nutre, no es suficiente para alimentarlos a ellos también?. Nosotros tenemos, padres, madres, e hijos a quienes amamos. Pero estamos seguros que después de nuestra muerte la tierra que nos nutrió a nosotros los alimentará también a ellos. Por lo tanto no necesitamos preocuparnos.”
Los primeros cronistas notaron también la vida saludable de las poblaciones americanas. Abundan las referencias acerca de la longevidad de los americanos. Según Vespucci, llegaban a 150 años, Pigafetta, integrante de la expedición de Magallanes, señalaba que podían vivir de 125 a 140 años. El propio Jean de Léry atribuía a los Tupinambá de Guanabara una expectativa de vida de 100 a 120 años. Años más tarde el Jesuita Fernao Cardim afirmaba que la población de Piratininga (Sao Paulo) estaba llena de viejos de más de 100 años.
Las referencias acerca de la longevidad, salud, bienestar, prosperidad y calidad de vida de los pueblos nativos americanos se sucedieron. Los relatos y crónicas que contaban estas historias comenzaron a llegar a Europa en la primera década del siglo dieciseis y habrían de continuar por muchos años. No fue por casualidad que en ese momento comenzaron a imaginarse las primeras utopías sociales que con el tiempo habrían de transformar el pensamiento social y politico europeo de los próximos siglos. Las sociedades ideales que se empezaron a diseñar a partir del siglo dieciseis, fueron en realidad el resultado de la profunda impresión recibida por los europeos al conocer esas sociedades tan diferentes, procesos desencadenados por la comprobación de que había otras formas de relacionarse con la naturaleza y con los semejantes, de que el dinero y el atesoramiento no eran en realidad necesarios y de que los pueblos podian vivir en libertad, sin cadenas ni yugos de reyes o iglesias.

El origen de las utopías
Las primeras utopías que tuvieron trascendencia histórica se relacionan claramente con las versiones novedosas que comenzaban a llegar desde allende el océano sobre esas “nuevas” sociedades ideales. Ya en 1508, Erasmus de Rotterdam escribió su famosa obra “El Elogio de la Locura” (Encomium Moreae) cuya heroína había nacido en las Islas Afortunadas, un lugar similar al Brasil que unos pocos años antes había descripto Vespucci en que la gente vivía en estado natural y la tierra proveía el sustento sin esfuerzo. Dicha obra la escribió Erasmus durante su visita al amigo Thomas More en Londres. Fue precisamente, este filósofo inglés quien siguiendo los pasos de su colega, escribiera la primera “utopía” de amplia divulgación, incorporando elementos de las “nuevas” sociedades americanas[3].
Se trata de la obra titulada precisamente “Utopía” escrita en 1516, en la que Thomas More describió en forma eliptica las características de las comarcas americanas recientemente visitadas por Alberico Vespucci y otros exploradores.
More era hijo de un magistrado inglés habiéndose educado en la mejor escuela de Londres (St Anthony’s) y en la casa del canciller y arzobispo de Canterbury, John Morton. Por ese motivo, además de recibir una educación clásica, estuvo al tanto de los acontecimientos que estaban ocurriendo allende el Atlántico, asi como las características de las sociedades diferentes que estaban siendo conocidas por los viajeros europeos a América. Estas experiencias, trasmitidas verbalmente por los viajeros y descriptas en varios documentos le permitieron ponerse al día sobre estas nuevas formas de organización que le sirvieron finalmente como fuente principal de inspiración para su obra “Utopía”. A ello hay que agregar, sus contactos de juventud con los monasterios ingleses le permitieron conocer los sistemas comunitarios religiosos, que ejercieron también una importante influencia en su obra.
La palabra “utopía” fue creada por More a partir de las voces griegas “ou- topos” (ningún lugar) y eu- topos (buen lugar) para designar “el buen lugar que no existe”. La sociedad de “Utopía” estaba ubicada en una isla de América ubicada al sur del Ecuador. En gran medida, las características de dicha sociedad presentaban muchas semejanzas con la imagen que los europeos se comenzaban a hacer de ese “Nuevo Mundo” que estaban “descubriendo”. Su principal protagonista era un portugués de nombre Rafael Hythlodaeus.
La utopía de More se basaba en la igualdad y en la inexistencia del dinero. Todos los miembros de Utopia participaban en un plano de igualdad en las actividades relacionadas con la alimentación, vestimentas, vivienda, educación, filosofia, guerra y religión. Se trataba de una sociedad profundamente religiosa, basada en un Dios justo y bueno que regia el mundo y que premiaba o castigaba las buenas o malas acciones en un mundo más allá de la muerte.
La importancia de More en el desarrollo del pensamiento ulterior europeo es enorme y frecuentemente subestimada. Su influencia fue tal vez mayor fuera de Inglaterra que en su propio pais. Fue el primer pensador europeo que planteó modelos claramente influenciados por las sociedades americanas recientemente conocidas en Europa. Fue a partir de la “Utopia” de More que una pléyade de autores desarrollaron múltiples propuestas que habrian de culminar en las grandes revoluciones intelectuales y sociales de los siguientes siglos. Hasta el propio nombre “utopia” de uso corriente para designar enfoques ideales de la vida y la sociedad encontró su origen en More. Ello fue reconocido en la propia Unión Soviética y su nombre fue inscripto entre los héroes de la revolución mundial en la Plaza Roja de Moscú. Finalmente, More significó un modelo de vida y de virtud que fue reconocido por la iglesia que lo canonizó en 1935. 
Algunos años después de la publicación de la obra de More, su cuñado, de nombre John Ratsell se lanzó a la búsqueda de la “utopia” en América pero no tuvo éxito. Fue finalmente su hijo quien hizo su viaje en 1536 al otro año de la ejecución de su padre[4].
En el siglo dieciseis, un autor francés llamado Rabelais, inspirado en las múltiples crónicas que describían con asombro la naturalidad, igualdad y libertad en que vivían las naciones aborígenes de Brasil, y profundamente influido por Erasmus y por More, escribió su obra “Pantagruel” cuya primera parte toma muchos elementos de la “Utopia” de More.
Ya a mediados del siglo, el impacto del conocimiento de las sociedades americanas había llegado a las principales cortes europeos. Un ejemplo típico de ello lo encontramos en Francia. Cuando la ciudad de Rouen quiso hacerle una bienvenida lujosa a Enrique II y a Catalina de Medici en 1550, se preparó una escenificación de Brasil a la manera de un “homenaje viviente”. Se acondicionó un prado a orillas del Sena imitando los paisajes de Brasil, se plantaron árboles y arbustos, a los árboles que ya existían en el lugar se le agregaron ramas y frutos, se trajeron loros, monos, coatís y otros animales americanos, se construyeron viviendas de techo de paja, empalizadas de troncos imitando las aldeas Tupinambá y Tobajaras y se trajeron cincuenta nativos de dichas naciones a los que se agregaron un buen número de marineros franceses que habian visitado aquellas lejanas tierras para recrear una imitación de esta tierra natural prometida. La representación incluyó una “batalla” entre los Tobajaras y los Tupinambá que culminó con el incendio de una choza.
Durante dicho siglo (XVI) comenzaron a abundar descripciones e interpretaciones del “Nuevo Mundo” que había sido “descubierto”. El escritor francés Michel de Montaigne, quien había estudiado en Bordeaux en la “escuela revolucionaria” del Portugués André de Gouveia, obtuvo información de viajeros que habían conocido a los nativos de Brasil e incluso entrevistó personalmente a tres Tupinambá que conoció en Rouen. Su libro “Des Cannibales” sintetizó todas las virtudes de las sociedades americanas. En esta obra dice Montaigne que éstos (los americanos) están “gobernados todavía por leyes naturales y muy poco corruptos por nuestras propias leyes”.[5] Montaigne imaginó una conversación entre el rey Carlos IX y un Tupinambá en la que el rey le explicó al nativo americano las maravillas de la sociedad europea. Cuando terminó, el Tupinambá reflexionó que en Europa había notado la existencia de hombres cargados de todo tipo de bienes, pero que al mismo tiempo también había notado la presencia de mendigos en sus portones muriéndose de hambre en la más terrible pobreza. Le parecía extraño que los pobres pudieran soportar tanta injusticia y que no tomaran por el cuello a los otros y les incendiaran las casas. En cierto modo este es el pre-anuncio de algo que se iba a comenzar a repetir cada vez con mayor insistencia en cada nueva utopía: la injusticia de los sistemas sociales, económicos y políticos europeos y  la necesidad de cambiarlos.
A principio del siglo diecisiete fue el holandés Hugo Grotius quien describió la vida simple y comunitaria de los americanos en su obra fundamental: “La ley de la guerra y la paz” (1625). Algunos años más tarde, continuando la tradición iniciada por Erasmus, More y Montaigne, Francis Bacon escribió su “New Atlantis” (Nova Atlantida) en 1627 y Tommaso Campanella su “Ciudad del Sol” en 1643. Al igual que “Utopía”, estos libros fueron ampliamente traducidos teniendo significativa influencia sobre varios autores “utopistas”[6] de los siglos dieciocho y diecinueve.
Así como el trabajo de More habría de inspirar a Morelly[7], los de  Campanella y Bacon influenciaron a Cyrano de Bergerac[8], a Vairasse[9] y a Condorcet. También a fines del siglo diecisiete apareció el trabajo de Gabriel de Foigny sobre los australianos (1676)[10] y el de Francois de Salignac sobre la tierra ideal de Salentum[11] que continuaron desarrollando la temática igualitaria y naturalista.






[1]   [1] Por lo menos el primer contacto del que se tenga registro.
[2][2] John Hemmings, Red Gold, p.14.
[3] Thomas More nació en Londres en febrero 1477. Era de familia acomodada y estudió leyes recibiéndose de abogado en 1501. Fue un hombre de religión, de fe católica, habiendo pasado varios años de su juventud en proximidad de órdenes monásticas. Fue muy amigo del filósofo holandes Erasmo de Rotterdam con quien frecuentemente intercambió ideas e incluso hizo traducciones en común. La famosa obra de Erasmo “Elogio de la Locura” fue escrita en casa de los More en Londres, e incluso el nombre latin de la obra “Encomium Moreae” es un juego de palabras en homenaje a su amigo. More fundó una familia muy numerosa, con su propia academia doméstica, donde aplicó su propio sistema de educación y de organización comunitaria. En 1516 publicó su obra más famosa: “Utopia” en Louvain con gran éxito entre los humanistas y las elites oficiales. En esos años hizo campaña por el programa religioso y cultural de Erasmo. Sus últimos años estuvieron dedicados a la actividad pública siendo nombrado canciller de Inglaterra en 1529. Su cargo le duró hasta 1532 cuando tuvo diferencias con el monarca Enrique VIII sobre el cisma de la iglesia en Inglaterra. Cuando el rey, divorciado de Catalina de Aragón (irregularmente según More) se casó en sus segundas nupcias con Ana Bolena, More no asistió a la boda cayendo aún más en el desfavor del rey. Poco tiempo después fue acusado de traidor y condenado a muerte, siendo decapitado el 6 de julio de 1535.

                 
[4] [4] Brandon, p. 10; Brandon, William. New Worlds for Old: Reports from the New World and Their Effect on the Devleopment of Social Thought in Europe, 1500- 1800. Athens, Ohio: Ohio University Press, 1986.
[5]                                        5[5] Montaigne, pp. 109-10; Montaigne, Michel de, Essays. Translated by J.M. Cohen. Middlesex, England, Penguin.
[6][6] El movimiento utopista tuvo gran auge en Francia. Sobre ese tema existe un trabajo exhaustivo de Manuel y Fritzie P.Manuel titulado “French Utopias. An anthology of ideal societies” editada por Schocken Paperback en 1971.
[7][7] Morelly cuya identidad es nebulosa produjo sus obras a mediados del siglo dieciocho que culminaron en sus dos libros más conocidos: “El Principe, las Delicias del Corazón o Tratado sobre las Cualidades de una Gran Rey” y “El Código de la Naturaleza”. En ellas describe una sociedad igualitaria, vegetariana, utilitaria y sexualmente libre que en muchos aspectos hace recordar a los modelos indigenas americanos.
[8]  Cyrano de Bergerac (1619- 1655), autor francés conocido por la famosa obra de Rostand escrita dos siglos y medio después de su muerte, escribió novelas, obras dramáticas y dos sátiras utópicas: Historia de los Estados de la Luna (1657) e Historia cómica de los Estados del Sol ambas publicadas póstumamente. 
[9]  [9] Denis Vairasse d’Allais (ca. 1630- ca. 1700) probablemente nacido en una localidad cerca de Nimes, Francia, escribió “La Histoire des Sévarambes” (1677- 1679) sobre una sociedad cuyos pobladores habitaban viviendas comunales llamadas “osmasies” y estaban gobernados por un “déspota iluminado” manteniendo el orden, la limpieza y la igualdad de sus miembros.
[10]    [10] Gabriel de Foigny (1630- 1692) era francés pero vivió gran parte de su vida en Ginebra y Lausana donde escribió La Terre australe connue: c’est a dire, la description de ce pays inconnu jusqu’ici” (Ginebra, 1676). Alli pinta una sociedad ideal donde sus habitantes viven en perpetua salud, tienen su vida organizada desde la infancia hasta la muerte, en un plano de igualdad.
[11]     [11] Francois de Salignac de la Mothe-Fenelon (1651- 1715) escribió “Las Aventuras de Telemachus” donde a través de figuras griegas se promovia un sistema monárquico austero sin despotismo ni lujuria (lo cual se tomó como una critica implicita al gobierno de Luis XIV).
De "Amerrique, los Huérfanos del Paraiso", D.Antón, Piriguazú´Ediciones

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