Sangre y coraje
El dominio de gauchos y guanoás sobre la campaña del este no duró mucho. El Virrey Pedro Melo de Portugal y Villena decidió crear una fuerza militar para atender la zona fronteriza de los dominios coloniales de los dos imperios. En ese momento se constituyó el Cuerpo Veterano de Blandengues de la Frontera de Montevideo que pasó a ejercer el control fronterizo.
José Artigas, jefe de gauchos, decidió enrolarse en el nuevo cuerpo militar y ya por 1798 había sido promovido al rango de teniente.
Si bien José Artigas, al mando de su destacamento, cumplía profesionalmente sus funciones militares de vigilancia, al mismo tiempo procuraba evitar enfrentamientos con sus antiguos compañeros de faena y con los guanoás y charrúas,“los indios bravos” como a él le gustaba nombrarlos.
Una mañana de 1799 la partida de Blandengues de Artigas compuesta por unos cuarenta hombres se encontró con la toldería guanoá de Isa-astaut que estaba acampada a orillas de río Tacuary.
Envió dos soldados que hablaban guaraní a la toldería. Llevaban una rama de ceibo en alto en señal de paz.
Los guanoás los recibieron con cierta desconfianza pero al saber que era José Artigas quien estaba al mando relajaron su actitud.
Luego de asegurarse que no habría enfrentamiento, Artigas se aproximó al campamento indígena para reunirse con los líderes guanoás.
Allí les informó los riesgos que correrían si se dirigían al sur, les aconsejó alejarse de San Fernando y permanecer en la zona de la Laguna Merin y luego, tras dejarles algunas provisiones de yerba y tabaco, se retiró por el mismo camino por donde había venido. Esta vez se fue acompañado por el africano Joaquín que durante el encuentro le pidió si podía continuar con él, a lo que Artigas accedió.
Desde entonces el ovimbundo Joaquín, que sería conocido más tarde como Ansina le habría de acompañar por muchos años, hasta su propia muerte.
Isa-istaut lideró la toldería durante varios años. Su estrategia era evitar los enfrentamientos con los cuerpos de blandengues y otras patrullas españolas.
De todas maneras, esto no siempre fue posible. La comunidad fue atacada dos veces, en un caso (1798) fue en el paraje de Aceguá cuando estaban acampados en las faldas de la sierra. Habían llegado allí para realizar prácticas ceremoniales en el lugar sagrado guanoá de homenaje a los muertos en batalla.
El ataque español se produjo temprano en la mañana. Los guerreros pudieron distraer a los agresores hasta que mujeres y niños se retiraron.
En ese encuentro murieron dos guerreros y un tercero salió mal herido. Este último fue ayudado a escapar y luego, ya a salvo del enemigo, fue atendido hasta que se repuso.
Al año siguiente un nuevo ataque a la comunidad ocurrió cuando se habían establecido a orillas del río Tacuarembó. Este fue más grave, en el enfrentamiento murieron cinco hombres y dos mujeres que se habían incorporado a la lucha. Los agresores se llevaron secuestrados ocho mujeres y varios niños. Entre ellas se llevaron a Sacangi, la esposa de Isa- Istaut y los dos hijos pequeños de ambos.
No fue fácil recomponerse, era una toldería relativamente pequeña con menos de un centenar de integrantes adultos. Para buscar sitios más protegidos el grupo se trasladó al oeste hasta la costa del río Uruguay donde permanecieron los siguientes meses.
Isa-itaut formó una nueva pareja con una joven guanoá llamada Ilati-ma.
En 1802 ambos tuvieron un hijo que llamaron Aratá y tres años después una niña de nombre Mbini.
La vida se fue haciendo más difícil en las praderas de la banda de los guanoás. Cada vez había menos comunidades con menor población. Muchos guerreros habían muerto en batalla y un buen número de mujeres con sus hijos habían sido apresadas y trasladadas a Buenos Aires o Montevideo. En esa época no había más de diez tolderías guanoás y otras tantas charrúas. Ya no se veían tolderías de yaros y prácticamente habían desaparecido los bohanes, Los “indios bravos” a los que se refería Artigas no sumaban más de trescientos guerreros que con sus familias no llegaban a mil personas. En otras épocas tan solo los guanoás eran más de 10,000 y los charrúas una población similar.
La situación empeoró aún más cuando estallaron las guerras revolucionarias. Para los guanoás el principal problema era la disminución de ganado cimarrón. Los ejércitos, tanto revolucionarios como realistas, carneaban ganado para sus tropas indiscriminadamente y el ganado era la principal, a veces única, fuente de alimentación de las comunidades nativas.
De todas maneras, desde el punto de vista estrictamente militar, el desarrollo de la revolución en la Banda Oriental permitió una tregua en la decadencia de las comunidades guanoás.
"De todas partes vienen!, D.Antón, Piriguazú Ediciones
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