Desde la antigua Saba a la Etiopia actual
En el corazón de Africa, hay una región montañosa con
valles elevados y mesetas húmedas.
Allí habitan seres humanos desde los primeros tiempos
de la historia y se desarrollaron algunas de las peripecias más importantes de
las religiones organizadas en los tiempos antiguos. Es una región de profetas y
reyes, de templos y escrituras, de comunión y de aislamiento. Se la conoce con
el nombre histórico de Etiopía y es en sus ciudades que han tenido lugar
algunos de los episodios que dieron sentido a muchas creencias y rituales más allá
de los mares y los océanos. En ese país, hace mucho tiempo, unos tres mil años,
reinaba una mujer muy sabia y poderosa, llamada Makeda. Conocemos su historia
porque está relatada en el Kebra Negast, el libro sagrado de los etíopes. A
esta soberana, cuyas referencias han llegado hasta nuestros días, las
tradiciones posteriores denominaron “Reina de Saba”.
Según la mitología Makeda fue la Madre de las Madres,
fundadora de la dinastía más antigua del mundo. Sus rastros remotos se pierden
en la niebla de los tiempos cuando los faraones reinaban sobre el valle del río
Nilo. Makeda habitaba la antiquísima ciudad de Axum, donde
iban a refugiarse las clases intelectuales y aristocráticas egipcias que habían
sido derrotadas durante las crisis políticas de Nubia.
Cruzando Al Bahr al Ahmar
Cruzando Al Bahr al Ahmar
Descendiendo las laderas montañosas hacia el este de
Etiopía se llega a las orillas del Mar Rojo (en árabe: Al Bahar al
Ahmar), brazo marino profundo, cálido y angosto que separa el continente
africano de la península de Arabia. Es precisamente en las llanuras y montañas de Arabia
donde, de acuerdo a las interpretaciones del filólogo y académico libanés,
Jamil Salibi, que se encontraban los dominios biblícos del Rey Salomón.
El Kebra Nagast85
describe la visita de Makeda, Reina de Saba, al Rey Salomón, acompañada de un
cortejo de nobles cruzando el Mar Rojo desde las costas africanas.
El Libro también relata que
Makeda concibió un hijo de Salomón, que habría nacido a orillas del río Mai
Bella en el actual territorio de Eritrea. El niño recibió el nombre Menelik.
Antes de la partida de
Makeda, según las escrituras etíopes, Salomón le habría entregado un anillo
para que, en el futuro, el hijo que estaba por nacer pudiera ser identificado
como suyo.
También de acuerdo al
relato, a los 22 años de edad, Menelik viajó a Jerusalén para pedir la
bendición de su padre. Feliz del reencuentro
Salomón trató de convencerlo para que permaneciera en Jerusalén pero Menelik
insistió en regresar a Etiopía con su madre. Finalmente Salomón aceptó la
decisión enviando con él una compañía de primogénitos del Reino, quienes al
irse, sin el conocimiento de Salomón, se llevaron el Baúl Sagrado de los Israelíes,
que es conocido tradicionalmente como el Arca del Templo o Arca de la
Alianza,
Kebra Nagast etíope,
el Arca de la Alianza o Ark of Covenant era un objeto sagrado, a
modo de cofre que representaba la alianza (pacto o convenio) entre Dios y el
pueblo judío. El Arca guardaba las tablas que contenían los Diez Mandamientos
grabados en piedra que Jehová había entregado a Moisés81, la vara de
Aaron que reverdeció82 y el Maná,
alimento divino que cayó del cielo83. De acuerdo a referencias incluidas en los midrashes84
judíos el maná tenía el sabor y la apariencia de aquello que uno más deseaba. El libro sagrado etíope, asevera que el Arca de la
Alianza, que originalmente estaba en el tabernáculo y luego en el templo del
Rey Salomón, fue trasladada a la ciudad de Axum en Etiopía durante su reinado.
El Kebra Nagast cuenta que
fue un miembro del séquito de Makeda, de nombre Azariah, hijo del sacerdote
Zadok, quien se llevó el Arca para depositarla en Axum donde habría de
permanecer por tres milenios custodiada por los monjes de la ciudad.
Cuando Menelik regresó a Axum volviendo de Etíopía
Makeda abdicó en su beneficio dando inicio a una dinastía que continuaría por
muchos siglos y hasta nuestros días.
Esta tradición sostiene que
el Emperador Haile Selassie87, era el sucesor 225 del linaje de Salomón y por tanto heredero
del trono de Judea.
Por su parte la Iglesia
Ortodoxa Etíope confirma que el Arca de la Alianza (también llamada Tabot)
aún se encuentra en la ciudad de Axum en la catedral de Tsion Maryam
(Nuestra Señora María de Zion) donde se la guarda en una capilla especial para
ser utilizada ocasionalmente en procesiones rituales.
Según el Kebra Negast, el
Arca: “… es una obra admirable. Se prendan de ella los ojos; asombra el
ánimo, y lo deja estupefacto y maravillado. Es algo espiritual, lleno de
compasión; es algo celestial, lleno de luz; es prenda de libertad y morada de
la Divinidad, que vive en el cielo y se mueve por la tierra…”
El Arca propiamente dicha
está permanentemente cubierta con lienzos para ocultarlos de la vista. Durante
las procesiones del festival Gabra Manfas Oeddus el tabot88
es transportado tres veces alrededor de la iglesia en sentido contrario a las
agujas del reloj. Hay cantos y danzas litúrgicas, las mujeres gritan (ilil),
y luego el tabot es regresado a su sitio de custodia.
Cada iglesia cristiana
etíope posee una réplica del tabot dedicado a un santo particular,
generalmente a María, Jorge y Miguel. Los tabots o réplicas de las
tablas que son reverenciadas en las ceremonias miden habitualmente unos
15 cm de largo, están hechos de alabastro, de mármol o de madera de acacia.
Graham Hancock escritor y
periodista escocés visitó la iglesia de Santa María de Zion en Axum y pudo
hablar con el sacerdote que oficia como Guardián del Arca cuyo nombre era Gebra
Mikail.
En su visita Graham preguntó
a Gebra:
“He oído….que es usted el guardián del
Arca. ¿Eso es verdad?”
A lo que el Guardián
contestó: “Así es”,
Graham continuó: “Pero en
otros países nadie cree tales historias. Son pocos los que conocen esas
tradiciones, pero quienes las conocen dicen que son falsas.”
“La gente puede creer y
decir lo que quiera, pero poseemos el sagrado tabot, es decir el Arca de la
Alianza, y yo soy su guardián.” afirmó Gebra.
“¿Se está
refiriendo al Arca de la Alianza original, a la caja de madera y oro en la que
el profeta Moisés guardó los diez mandamientos?” preguntó
Graham
Respondió Gebra: “Si.
Dios mismo inscribió las diez palabras de la ley en dos tablas de piedra.
Moisés puso después esas tablas dentro del Arca de la Alianza, que más tarde
acompañó a los israelitas durante su estancia en el desierto y su conquista de
la tierra prometida. Ella les dio la victoria dondequiera que iban y los
convirtió en un gran pueblo. Al final, cuando ya había culminado su trabajo, el
rey Salomón la depositó en el sanctasanctorum del templo que había construido
en Jerusalén. Y desde allí, no mucho después, fue traída a Etiopia.”
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