Velar se debe la vida de tal suerte
Que viva quede en la muerte
Tomado del escudo de armas
de la familia San Martín
El sol brillaba con fuerza inusitada y hacía un raro calor en la costa francesa de Boulogne-sur-mer, en aquel verano europeo de 1850. El Canal de la Mancha, que aquí se ensancha hasta parecer un mar, estaba, como de costumbre, poblado de veleros que hacían la travesía a Dover o a Folkestone. Había gente tomando te en los bistros del puerto y se sentía la sirena de algún barco a vapor que estaba por zarpar. Los hombres trabajaban en los muelles, los niños corrían por la playa y las jóvenes -parejas caminaban y reían por las calles de “centre ville”.
En la ciudad activa, y entre los paseantes despreocupados, nadie sospechaba que en ese momento, muy cerca, en esa misma ciudad, se estaba extinguiendo la vida de un exilado del sur de las Américas conocido con el nombre de José de San Martín.
Sus recuerdos lo llevaban a su niñez en Yapeyú con Rosa aquella india cariñosa que lo había concebido y que fuera a visitar por última vez en Arroyo de la China hacía 25 años. También se agolpaba en últimos recuerdos la imagen de aquella hermosa mujer entrerriana y su pequeña hijita Úrsula de quien tampoco tuvo noticias desde entonces.
Rememoraba las guerras europeas de su juventud temprana, su regreso al río de la Plata, las batallas de la independencia, su gestión de gobierno en Mendoza, el cruce de los Andes y la liberación de Chile y Perú.
Finalmente, sus recuerdos se apagaron definitivamente en la tarde del 17 de agosto de 1850. A la edad de 72 años en la costa normanda francesa falleció José de San Martin, uno de los constructores formidables de la independencia de las naciones del Sur.
La noticia de su muerte llegó algunos meses después a la lejana Buenos Aires,
En la ciudad austral hubo pocas expresiones públicas de congoja. El Gobernador de la provincia, Juan Manuel de Rosas, a quien San Martín le había ofrecido su espada por su actitud valiente de enfrentamiento a los imperios europeos, ni siquiera proclamó luto oficial. Pasarían algunos años antes que la figura de San Martín fuera reivindicada por la sociedad argentina, pero el General San Martín replanteado por la historia oficial resultó bastante diferente del que sufrió y vivió las guerras y penurias de la lucha de liberación de los pueblos sudamericanos.
Diego de Alvear y Ponce de León
Diego de Alvear y Ponce de León fue un militar español nacido en 1749 en Córdoba, Andalucía. Alcanzó el rango de Brigadier en 1771 y fue destinado a las colonias españolas del Río de la Plata tres años más tarde.
Durante su estadía en el sur De Alvear fue un importante protagonista de la historia del Virreinato del Río de la Plata. En el marco de sus funciones militares recorrió gran parte del dominio virreinal español incluyendo el pueblo misionero de Yapeyú en el litoral del río Uruguay.
Su pasaje por Yapeyú habría de dejar un legado inesperadamente trascendente en la vida futura de los pueblos del Sur. Allí fue que conoció fugazmente a Rosa Guarú, una nativa guaraní que servía en la casa del Capitán Juan de San Martín, teniente-gobernador en la jurisdicción. Algunos meses después Rosa daría a luz un niño que presagiaba un destino continental e histórico.
Diego de Alvear permaneció en la región virreinal hasta 1804 cuando viajó de regreso a España rumbo al puerto de Cádiz junto con su familia compuesta por la esposa y nueve hijos. En el período que estuvo en Sud América, había acumulado importantes riquezas que luego intentó llevar consigo al volver a la península ibérica.
Antes de llegar a destino, la flotilla de cuatro fragatas en que viajaba Diego De Alvear fue interceptada por una flota británica cerca del Algarve portugués. De Alvear se encontraba en la fragata Mercedes junto con su familia y bienes personales. Debido a su conocimiento del idioma inglés, se requirieron sus servicios de intérprete y debió trasladarse al buque insignia de la flota interceptora acompañado de su hijo Carlos María. En ese momento uno de los barcos ingleses efectuó un disparo de intimidación que hizo explotar la santabárbara de la fragata y la embarcación se hundió. La familia pereció en la explosión y posterior naufragio y se perdieron todos los objetos transportados.
Diego de Alvear fue hecho prisionero y permaneció detenido en Inglaterra con ciertos privilegios que le permitieron ser liberado en corto tiempo. Durante el lapso que estuvo en las islas británicas conoció a una joven irlandesa con la que contrajo matrimonio en 1807. En los siguientes años tuvo diez hijos.
El origen mestizo de un prócer
Rosa Guarú había nacido en 1761 a orillas del río Uruguay, en la población misionera jesuítica de Yapeyú. En esa época las comunidades guaraní-misioneras estaban reponiéndose del trauma que significó la expulsión de los jesuitas por parte de la monarquía española.
Rosa pasó su niñez en el pequeño pueblo y en su adolescencia servía en la casa del teniente gobernador local que desde 1774 era el Capitán Juan de San Martín.
Poco después de cumplir sus 17 años conoció a un joven oficial español que había tenido una estadía breve en el lugar, de quien quedó embarazada.
El oficial español era Diego de Alvear,
En el verano de 1778 Rosa tuvo un niño que fue llamado José Francisco. De Alvear no reconoció a su hijo, seguramente porque menospreciaba a los guaraníes, y no era muy apropiado reconocer un hijo de “vientre inferior”.
El niño quedó al cuidado de don Juan de San Martín, quien se habría comprometido a criarlo y sostener su educación. (continúa)
Fragmento del Capítulo 1 del libro "Crónicas de la Peripecia Humana", Danilo Antón, Piriguazú Ediciones
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