viernes, 18 de agosto de 2017

La cabeza del Chacho
Algunos collas y mestizos desde La Rioja a Salta  piensan que, la cabeza del Chacho Peñaloza está creciendo piernas, y un día, como el gran Incarí, podrá volver a galopar las amplias planicies.
Al llamado de Facundo, “el Tigre de la Llanura”, y del Chacho, miles de hombres venían de a caballo para pelear contra los unitarios de Buenos Aires. Se  armaban y desarmaban las bravas caballerías gauchas que habían logrado tantos triunfos en circunstancias harto complicadas.
A Facundo lo mataron temprano, en 1834.
El Chacho logró sobrevivir por bastante tiempo más.
Y siempre del lado de los federales y de los pueblos de las pampas y los valles.
Cuando subió Mitre a la presidencia en 1861, la figura de Peñaloza era el símbolo de la aspiración de las provincias. 
Tanto Bartolomé Mitre como Sarmiento, que en esos años  era ministro del gobierno nacional, y luego, gobernador de San Juan, lo querían muerto.
En 1863 la rebelión provincial se extendió como reguero de pólvora  por el oeste. El Chacho fue atacado por las fuerzas mitristas y unitarias en las márgenes del río Colorado, en La Rioja, en Córdoba y en San Luis.
Finalmente, luego de haber sufrido varias derrotas, se replegó a La Rioja.
A fines del año, una partida militar llegó al pago del Chacho con una orden. Su misión era matarlo y cortarle la cabeza.
Lo sorprendieron en el rancho, tomando mate. 
Lo lancearon hasta que ya no se movió. Luego le cortaron la cabeza, que terminó en una pica en la plaza de Olta, un pueblo de La Rioja.
Sarmiento, que lo odiaba, se solazó, tal vez ordenó su ejecución, y al enterarse de la muerte dijo:
He aplaudido la medida precisamente por su forma. Sin cortarle la cabeza a aquel inveterado pícaro y ponerla a la expectación, las chusmas no se habrían aquietado en seis meses.” 
En la fiesta organizada para celebrar su muerte  alguien exhibió una oreja del Chacho Peñaloza entre risas y festejos.
“Y en el baile oficial con que se celebra la captura del jefe federal, la oreja pasó de mano en mano de los concurrentes” .
Los que reían no sabían dos cosas: 1) que la oreja del Chacho estaba escuchándolos y 2) que el que ríe último ríe mejor.
De "Crónicas de la Peripecia Humana", Danilo Antón, Piriguazú Ediciones.

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