Arabia Saudita 5 Serie Naciones y Estados
La babel Saudita
EL MUNDO:
Geografía, Historia y Algo Más
Capítulo 5
Arabia Saudita (Parte 5)La babel Saudita
Arabia Saudita contemporánea es una gran babel que reúne gente de
todos los rincones del planeta, y sobre todo, una heterogénea y
numerosísima población musulmana.
Por la calle se encuentran fornidos yemenitas y bengalíes con sus
polleras a cuadros, pakistaníes con sus túnicas, afganos y omaníes
con sus turbantes, árabes de los emiratos y muchos otros
extranjeros provenientes de diversos países vestidos a la usanza
occidental.
Desde el punto de vista de la evolución de la cultura islámica
Arabia Saudita representa un lugar de mezcla y sincretismo de ideas y
corrientes ideológico- religiosas que está teniendo gran
importancia en los enfoques y acontecimientos que están modelando el
futuro del Islam contemporáneo.
Estuve varios años en Arabia durante la década de 1980 y tuve
oportunidad de recorrer la mayoría de las comarcas del Reino.
En esa época no pensé que ese caldo de cultivo de culturas podría
gestar los procesos políticos que estamos observando ahora.
Tampoco imaginé que fuera posible que una ciudad conservadora como
Riyad, firmemente controlada por la familia real saudita, pudiera ser
ya el lugar natal y de crianza de alguien, que como Osama Bin Laden,
se iba a convertir, a principios del siglo siguiente, en el principal
enemigo declarado de la mayor potencia mundial.
Claro, que en ese momento tampoco me detuve a reflexionar que fue
precisamente en Riyad que se originó el movimiento musulmán más
estricto y radical de los últimos siglos, la secta wahabi. Esta
secta fue derrotada y renació varias veces hasta que en 1933,
gracias al liderazgo del rey Abdul Azíz se impuso en toda la
península.
jihad, y la afirmación
absoluta de los cinco pilares de la fe.
La ideología wahabi es sencilla. El Corán es la palabra de Dios y por ende debe respetarse literalmente. En base a ello los wahabis han legalizado la poligamia y la segregación de la mujer, la eliminación de las imágenes humanas, la obligatoriedad de las oraciones diarias, la igualdad de los fieles, el tratamiento discriminatorio de los infieles, la creencia en la predestinación, la aceptación del principio de la guerra religiosa o
La ideología wahabi es sencilla. El Corán es la palabra de Dios y por ende debe respetarse literalmente. En base a ello los wahabis han legalizado la poligamia y la segregación de la mujer, la eliminación de las imágenes humanas, la obligatoriedad de las oraciones diarias, la igualdad de los fieles, el tratamiento discriminatorio de los infieles, la creencia en la predestinación, la aceptación del principio de la guerra religiosa o
Ha pasado mucho tiempo desde las épocas dogmáticas y austeras
de Mohammed Abd Al Wahab y de Abdul Azíz ibn Saud. Los diez mil
descendientes de Abdul Azíz que constituyen la familia real en la
actualidad han dejado de lado muchos de los aspectos más rigurosos
de la religión, se han occidentalizado en pensamiento y costumbre,
adquiriendo comportamientos muy diferentes a los de sus progenitores.
Si bien la realeza saudita se jacta de su adhesión a los principios
wahabis, en los hechos su conducta se ha apartado mucho del dogma
original y para muchos religiosos deja bastante que desear.
Son conocidos los excesos de la realeza en materia de consumo de
alcohol, su libertinaje, la hipocresía de quienes hablan de una
forma y actúan de otra muy diferente.
Este comportamiento va claramente contra el grano de la cultura
beduina del Najd. Por eso, hoy no me llama la atención que Osama
Bin Laden, nacido en Riyad, esté acaudillando, al igual que lo
hicieron los kharajitas del siglo VII, Mohammed Abd al Wahb en el
siglo XVIII, y el propio Abdul Azíz ibn Saud a principios del siglo
XX, una nueva cruzada de renovación del Islam.
Desde un cierto punto de vista, es una lógica continuación de una
historia antigua que se niega a ser globalizada con los parámetros
occidentales.
La crisis política que se avecina
La crisis política que se avecina
Esta situación se ha visto agravada últimamente por los problemas
económicos que está experimentando el Reino. Paradójicamente, a
pesar de los enormes ingresos recibidos por la exportación de
petróleo, el país ha
experimentado un déficit crónico como resultado de los voluminosos
gastos militares (su
“contribución” financiera a las guerras de Siria y Yemen) y el
despilfarro financiero de ciertos miembros de la familia real y sus
allegados.
Para equilibrar las cuentas, el gobierno ha tomado medidas
monetaristas relativamente estrictas: ajuste de las cuentas del
estado, reducción de gastos, incluyendo eliminación de cargos,
tercerización o privatización de los servicios públicos, y otras
estrategias de tipo fondomonetarista.
Al mismo tiempo, la población ha continuado creciendo a un ritmo
acelerado, y hoy excede los 20 millones de habitantes con una
composición predominantemente juvenil.
La desocupación, que era casi desconocida en las décadas de 1970 y
1980, ahora superaría el 20% (aunque la ausencia de datos oficiales
no permite conocer su magnitud real).
Al mismo tiempo se ha extendido la marginalidad social y se observa
un aumento del crimen en las principales ciudades.
Con la excusa de combatir el delito, las autoridades han
incrementado su represión contra los grupos y militantes
fundamentalistas.
A pesar del hostigamiento oficial las organizaciones radicales han
crecido considerablemente en la mayor parte del país.
A ellas se debe adjudicar el sangriento atentado de Al Khobar de
1996, y recientemente, el alzamiento y represión de los Ismaelistas
en Najran (zona suroriental cerca de la frontera yemenita).
Todo parece indicar que el panorama se irá agravando a medida que se
incremente la crisis económica y social, y ello puede tener
incidencia en el panorama político interno.
El aumento de la desconformidad popular por la situación económica
se agrava por la presencia de fuerzas estadounidenses en territorio
saudita, y en particular por el uso de los aeropuertos de Arabia para
misiones de bombardeo y destrucción en otros países islámicos,
como Iraq y Afganistán. Este sentimiento contra el gobierno puede
culminar con un cambio político que alteraría profundamente la
correlación de fuerzas en la región.
Si la monarquía saudita es derrocada, o si su actual orientación
pro-occidental cambia, se generará una situación de inestabilidad
geopolítica mundial cuya trascendencia futura es difícil
pronosticar.
Arabia Saudita es el principal exportador de petróleo y posee las
mayores reservas del mundo. En un momento en que la producción
petrolera de los Estados Unidos desciende aceleradamente, la pérdida
del acceso al petróleo saudita implicaría una reducción de
importaciones que la economía norteamericana no podría resistir.
Tal vez el efecto más importante del conflicto afgano no se
encuentre en el desenlace final de la contienda militar en
Afganistán, sino en su potencial para promover la diseminación de
regímenes radicales en otros países, y más particularmente en
Arabia Saudita.
Las mujeres sauditas: el velo y la tristeza
En gran parte del mundo islámico se aplican reglas de vestimenta,
sobre todo al sexo femenino, que determinan que las mujeres deban
cubrir su cuerpo de la cabeza a los pies con una larga túnica
(abaya, chador) y su cara con un velo, e incluso un doble velo. Este
atuendo recibe diferentes nombre sen los distintos países islámicos:
en Arabia se llama abaya, en Irán chador, y en Afganistán burqa.
Las mujeres se ven limitadas de muchas otras formas. En Arabia
Saudita no pueden conducir vehículos, deben salir acompañadas, no
pueden trabajar en ambientes en donde haya hombres (lo cual limita
enormemente sus posibilidades de encontrar trabajo), para viajar
necesitan el consentimiento de su padre o marido, independientemente
de su edad, no pueden divorciarse por su sola decisión (los hombres
se pueden divorciar con un trámite muy sencillo) y, en los casos en
que los maridos “las divorcien”, éstos se quedan con los hijos.
Las mujeres divorciadas o viudas sin familia suelen encontrarse en
una situación muy difícil, a menudo obligadas a vender en los suks
(mercados) o a pedir limosna.
Por otra parte, el carácter polígamo de la sociedad introduce
problemas complejos en las relaciones de pareja. Algunos hombres,
sobre todo cuando son acaudalados consiguen una segunda o tercera, e
incluso cuarta esposa, generalmente más jóvenes, limitando el poder
efectivo que algunas mujeres mayores pueden tener dentro del hogar.
Las situaciones son variadas, a veces las primeras esposas, que son
varios años, e incluso décadas mayores que las segundas esposas,
actúan como “madres adoptivas” para las jóvenes cónyuges
generándose una relación armónica, pero en otros casos los hombres
pueden verse obligados a separar su familia en dos o más “hogares”
para evitar conflictos.
La vida de las mujeres en las sociedades fundamentalistas islámicas
está por ende muy limitada por un código social de gran
intolerancia. Tienen muchas obligaciones y pocos derechos. Su
libertad civil está restringida y su bienestar está en gran medida
ligado a la voluntad o los caprichos de su marido o de los hombres de
su familia.
Demás está decir que al haber hombres que tienen varias esposas hay
muchos otros que no consiguen ninguna (generalmente por carecer de
medios). Esta situación da lugar a que los varones en esas
condiciones no logren formar familia generándose una frustración
social con consecuencias difíciles de prever. En muchos casos los
jóvenes no pueden obtener una esposa debido a que no logran reunir
dinero para pagar la dote que se requiere en esos casos. La
poligamia, la situación claramente subordinada y la represión que
sufren las mujeres cuando quieren salirse de las normas estrictas que
las rigen, tiene su contrapartida masculino en la imposibilidad de
muchos hombres de realizarse a través de una vida familiar normal.
Afganistán y Saudi Arabia son países donde se aplican con
diferentes grados de rigor los principios wahabis.
En otros países musulmanes las reglas son un poco menos
restrictivas (por ejemplo en los Emiratos Arabes, en Kuwait, Bahrein,
Yemen y Omán).
Hay algunas naciones islámicas que aplican los principios en forma
mucho más tolerante, reconociendo con más liberalidad los derechos
de la mujer (por ejemplo, Turquía y Egipto).
Con todo, incluso en los países más liberales, las sociedades
islámicas cargan un peso cultural de discriminación femenina
difícil de eliminar, y que incluso en algunos de ellos, se ha
acentuado en los últimos años.
Supuestamente, el tratamiento restrictivo que reciben las mujeres
está concebido para protegerlas, y a veces, tal vez efectivamente
pueda cumplir esa función. En la mayoría de los casos, sin
embargo, estas limitaciones sólo logran reducir la formación
femenina, limitar sus posibilidades, malogrando riquísimos
potenciales que afectan el desarrollo de la sociedad en su conjunto.
Una sociedad que realmente respete a las mujeres no necesita
prohibirles nada ni condenarlas severamente por salirse de ciertas
reglas que se supone que son para “protegerlas”. Se debe educar
a los hombres para que valoricen la capacidad intrínseca e incluso
superior de las mujeres para todas las funciones sociales, y formar a
las propias mujeres para que reconozcan su aptitud para alcanzar
cualquier meta espiritual o material que deseen y busquen.
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