4 Afganistán
Serie Naciones y Estados
EL MUNDO:
Geografía, Historia y Algo Más
Capítulo 6 Afganistán (Parte 4)
Danilo Antón
Invasión soviética de Afganistán
Los soviéticos invadieron Afganistán a fines de 1979 para proteger su
control del país, que se había iniciado el 27 de abril de 1978, a través de un
golpe militar sangriento en que había tomado el poder un régimen pro-soviético
cuyo presidente era Nur M. Taraki.Inmediatamente después de asumir el
gobierno, Taraki había anunciado programas radicales de distribución de la
tierra, de emancipación de la mujer y destrucción de la antigua estructura
social afgana y declarado la República Democrática de Afganistán. A pesar de las medidas liberalizadoras
decretadas, el nuevo gobierno no había logrado el apoyo de la sociedad afgana
tradicional y conservadora. Casi inmediatamente se desarrolló una resistencia
armada activa contra el gobierno. El ejército de la nueva República Democrática
comenzó a desintegrarse a medida que las purgas se extendían en sus rangos.
En marzo de 1979 se
sublevó en forma abierta la ciudad de Herat. La mayor parte de la División 17ª
de Infantería, acantonada en su proximidad, se amotinó y se unió a la rebelión.
Las fuerzas leales a
Taraki avanzaron y ocuparon el lugar mientras la Fuerza Aérea Afgana
bombardeaba la ciudad. Como consecuencia de estos actos murieron más de 5,000
personas incluyendo 100 ciudadanos soviéticos.
Estos acontecimientos
llevaron al gobierno de la URSS a considerar un plan de intervención.
Durante el año 1979
se aceleraron los procesos de deserción. Soldados, unidades e incluso brigadas
enteras se pasaron a la resistencia,. Hacia el fin de 1979 el ejército afgano
había disminuido de 90,000 a 40,000 hombres.
Aprovechando la
debilidad del presidente, su primer ministro Hafizullah Amin decidió dar un golpe
de estado en septiembre de 1979. Taraki fue apresado y ejecutado.
Ante las acciones del
gobierno de Hafizullah, que implicaban la pérdida del control político del
país, el Politburó soviético decidió “estabilizar” la situación por la vía
militar.
De acuerdo a los
planes previamente establecidos se decidió que un grupo del Cuartel General
recorriera el país para afinar los planes de invasión (cosa que ocurrió en
agosto de 1979).
Fuerzas aeroportadas
encabezarían la invasión y tomarían los mayores aeropuertos, encrucijadas de
comunicaciones, la capital, edificios gubernamentales claves e instalaciones de
comunicaciones.
Finalmente, la
invasión fue lanzada en Nochebuena, que si bien no es un feriado musulmán, fue
considerado un momento apropiado para minimizar la reacción de las potencias
occidentales.
Poco antes de la
operación, los consejeros soviéticos, que se encontraban en el terreno,
desarticularon los equipos y armamentos para evitar una respuesta militar
afgana coordinada.
Inmediatamente se
produjo la invasión. Las tropas soviéticas tomaron aeropuertos, edificios y
lugares de comunicación claves y el presidente Amin fue muerto. Finalmente se
instaló un régimen títere.
Se esperaba que la
resistencia terminara inmediatamente, pero en realidad tan sólo había empezado.
Los valores que inspiraban la revuelta, la fe religiosa y el amor por la
independencia de los afganos era muy fuerte. Igual que los británicos, los
soviéticos calcularon mal las condiciones de su campaña militar. Una expedición
de algunos meses se transformó en una guerra de 10 años, que exigía un número
creciente de tropas y provocaba abultadas bajas en el ejército ocupante.
La táctica militar
soviética fue ortodoxa. En primer lugar se derramarían andanadas de fuego
masivas preparando los ataques, mientras que los tanques y vehículos armados se
pondrían en movimiento tan sólo cuando hubiese seguridad de que no había
peligro enemigo en la cercanía.
La táctica no
funcionó. Los guerrilleros utilizaron su conocimiento del terreno y una amplia
gama de recursos tácticos, incluyendo emboscadas, y ataques sorpresivos para
debilitar las fuerzas ocupantes. Con el tiempo se fue fortaleciendo la moral de
losmujahidín (guerrilleros), mientras que la de las tropas de
ocupación se fue deteriorando.
Una tierra áspera, y
el tratamiento inhospitalario que recibían los soviéticos en las ciudades y en
el campo, fueron afectando la psicología de los soldados. Se dieron cuenta que
no estaban peleando una guerra contra los imperialistas sino destruyendo una
nación pobre pero orgullosa que defendía su fe, libertad y forma de vida.
La fuerza militar
soviética en su máxima expresión incluyó cuatro divisiones, cinco brigadas y
tres regimientos, con 90,000 a 104,000 hombres para proporcionar seguridad a 29
centros provinciales.
Con el tiempo, la
campaña militar fue perdiendo fuerza y la ocupación se hizo más vulnerable.
Durante los 10 años
que duró la guerra los soviéticos tuvieron 15,000 muertos y 470,000 heridos o
incapacitados, lo que representó un 73% de la fuerza total involucrada.
Las bajas por
enfermedades llegaron a 415,000, de los cuales 115,000 contrajeron hepatitis
infecciosa y 31,000 tuvieron fiebre tifoidea.
A fines de la década
de 1988 la Unión Soviética estaba lista para retirarse de Afganistán dejando el
país a merced de una guerra civil que continuaría por varios años más.
Con un balance
negativo y una humillante derrota el ejército soviético volvió a sus bases de
origen retirándose del escenario afgano el 5 de febrero de 1989.
Se estima que durante
la guerra los ejércitos soviéticos mataron cerca de un millón de personas y
forzaron a 3 millones de afganos a dejar el país como refugiados. El interior
del país quedó destruido y sembrado de minas.
Los talibanes
A fines de 1990 los
representantes del gobierno afgano se reunieron con los líderes rebeldes en
Ginebra para buscar el fin de la guerra.
Al fin se estableció
una alianza incluyendo tres de las siete facciones guerrilleras implicadas en
la guerra civil que si bien se hizo cargo del gobierno, no logró afirmar su
poder debido a querellas étnicas y religiosas
Durante el período
1992- 1996 el control del país estuvo en manos de una inestable coalición de
grupos tayikos, uzbekos y hazaras shiitas, con exclusión de los pashtunes,
quienes, a pesar de su importante papel durante la guerra contra los
soviéticos, permanecieron en una posición prescindente.
Es de hacer notar que
esta alianza, que adoptó el nombre de Frente Unido Islámico para la Salvación
de Afganistán, y que en la actualidad es conocida como la Alianza del Norte,
tuvo originalmente apoyo de Irán (por la presencia de los hazaras shiitas), de
la India, de las antiguas repúblicas soviéticas de Asia Central y de Rusia.
Durante el período en
que la Alianza ejerció el poder, tanto la ciudad de Kabul como el resto del
país fueron gobernados autoritariamente, y tuvieron lugar muchos actos de
saqueo y vandalismo.
El gobierno de la
coalición fue finalmente expulsado de la capital por las fuerzas
fundamentalistas radicales pashtunes de Gulbuddin Hekmaytar. Las batallas en
Kabul fueron cruentas provocando enormes daños en la ciudad y alrededores. En
ese momento fue hecho prisionero el presidente Mohammed Najibullah quien fue
ejecutado el 27 de septiembre de 1996. Lo que quedó del antiguo régimen debió
replegarse a la región norte (aproximadamente 10% del área total del país)
donde la mayoría de la población es de extracción tayika y uzbeka. Desde
entonces y hasta ahora (fin del 2001) la Alianza logró mantener el control de
esa zona.
Al mismo tiempo que
Hekmaytar tomaba el poder en Kabul, se estaba gestando un acuerdo entre un
grupo dominantemente tayiko, representado por la Sociedad Islámica (Jamiat-I
Islami) liderado por Borhanuddin Rabani, y un nuevo movimiento religioso
fundamentalista, con mayoría pashtún, que se había formado en los campos de
refugiados y madrasas (escuelas religiosas) de Pakistán. Los integrantes de
este movimiento se autodenominaban “talibanes” (estudiantes en lengua dari-
farsi).
Frente a la presión
militar y política de esta coalición, Hekmaytar se vió obligado a dejar Kabul,
formándose un nuevo gobierno que fue rápidamente controlado por los talibanes
excluyendo a las fuerzas tayikas de Rabani que terminaron uniéndose a la
Alianza en el extremo norte del país, fortaleciendo el poder local de ésta,
dado la composición tayika de la Sociedad Islámica.
Desde que lograron el
control de Kabul, se dieron a la tarea de extender su dominio a todo el
territorio afgano con el fin de imponer su particular visión islámica wahabi
basada en la sharia (ley islámica) en la vida social y política del país,
iniciando un experimento social y religioso muy estricto e intolerante que
todavía continúa.
Es bueno señalar que
en el momento en que se instauraba el gobierno talibán en Kabul, ya habían
transcurrido varios años desde que la Unión Soviética, el antiguo invasor,
había desaparecido del planeta, y su zona de dominio del Asia Central se había
fragmentado en cinco nuevas repúblicas que en poco tiempo habrían de
transformarse en protagonistas de la conflictiva situación de Asia Central.
Estos estados son Kazajstán, Turkmenistán, Uzbekistán, Tayikistán y Kirguistán.
Desde el punto de
vista geopolítico el mapa político y étnico de Afganistán, que siempre fue
difícil de descifrar, se hizo aún más complejo, e incluso, dió lugar a un
intríngulis geopolítico que desde cierto punto de vista podría definirse como
paradójico.
Recordemos que el
movimiento talibán logró obtener el poder debido al apoyo político y económico
directo de Pakistán y Arabia Saudita, e indirecto de los Estados Unidos (su
actual enemigo). La Alianza, por su parte, que incluye un buen número de shiitas,
ha mantenido vínculos estrechos con el régimen islámico de Irán (enérgicamente
opuesto a los Estados Unidos), a pesar que en la actualidad busque (y
aparentemente obtenga) el apoyo militar de esta potencia norteamericana. La
Alianza también ha mantenido buenas relaciones con India (enemigo acérrimo de
Pakistán, aunque éste último está sirviendo de base para las operaciones
combinadas EEUU- Alianza), y con las antiguas repúblicas soviéticas de Asia
Central (con las que comparte raíces étnicas).
La guerra afgana del
siglo XXI
Apenas doce años
después del retiro de las tropas soviéticas, y cuando Afganistán se encontraba
aún dividido y en estado de guerra civil, es que se inició este nuevo conflicto
de dimensiones y características inusitadas
El factor
desencadenante fue la ocurrencia reciente de los extrañísimos y trágicos
atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono ocurridos el 11 de
septiembre de 2001, que señaláramos anteriormente.
Según el gobierno de
los EEUU estos atentados fueron organizados y ejecutados por la organización Al
Qaeda cuyas bases de entrenamiento y principales líderes se encontrarían en
Afganistán bajo la protección del gobierno talibán.
Si bien no podemos
saber a ciencia cierta cual fue la participación de esta organización
fundamentalista en los eventos, lo que resulta claro es que los Estados Unidos
se han embarcado en una guerra difícil, y probablemente, de larga duración.
Los combatientes
afganos, y en particular los pashtunes, que conforman la mayor parte del
ejército de los talibanes, son soldados endurecidos por la guerra, con mucha
capacidad de resistencia y gran convición religiosa..
Este conflicto que
recién empieza, y cuyo desenlace no sabemos, es una cuenta más en el rosario de
las guerras afganas y seguramente jugará un importante rol en la geopolítica de
este mundo globalizado que parece comenzar el milenio basándose en la
irracionalidad de la violencia.
El carácter religioso
de este conflicto para los talibanes y militantes de Al Qaeda, por lo menos a
nivel de declaraciones, ha sido expresado públicamente por el propio Bin Laden
quien en un video reciente manifestó:
“Se trata, en
esencia, de una guerra religiosa... los pueblos de Oriente son musulmanes y los
de Occidente son los cruzados... Se trata de la cruzada más feroz contra el
Islam desde Mahoma.”i
Fajar ur Rehman, un
periodista que logró visitar territorio afgano luego del comienzo de los
bombardeos de EEUU, señalaba que los únicos aterrorizados por los ataques son
los pobladores civiles afganos.
Comentaba Rehman que
a los combatientes talibán los bombardeos no les preocupan.
“Con un turbante,
unas sandalias, algunos frutos secos, té verde y un kalashnikov, se sienten
invencibles. La muerte combatiendo a los “infieles”, que ellos consideran un
martirio, es su único sueño...sólo temen a Dios.”
“Todo lo que quieren
es que se terminen los bombardeos, pero no porque los teman, sino porque
esperan la pronta llegada de tropas norteamericanas sobre suelo afgano para
desafiarlas en su terreno. Es el combate que esperan... los talibanes bailaban
y cantaban al son de las bombas norteamericanas cuando los periodistas
invitados llegaron, de noche y bajo las bombas, a Jalalabad.”
“Se sienten
invencibles en su terreno. Hay que haberles visto caminar sobre las piedras,
entre el polvo para comprender...”
“Nunca he visto a
gentes tan seguras de sí mismas en los momentos críticos.”ii
La Alianza del Norte
Se podría resumir la
guerra civil afgana como el enfrentamiento de los pueblos sunitas del norte
(tayikos y uzbekos) aliados con los shiitas (hazaras orientales), contra una
coalición fundamentalista de pashtunes y religiosos wahabis.
Los grupos que
constituyen la Alianza son la Sociedad Islámica (Jamiat-I Islami), compuesta
mayoritariamente por tayikos, el Frente Nacional (Jubesh-I Milli) de los
uzbekos, y el Partido de la Unidad (Hizb-I Wahdat), constituido casi
exclusivamente por hazaras shiitasiii.
Del otro lado están
los talibanes, que son predominantemente pashtunes, y varios grupos
fundamentalistas militantes entre las cuales se destaca la organización
Al-Qaeda.
Cada bando controla
la zona de su dominio étnico. Los sectores septentrionales del país donde se
encuentran afirmadas las fuerzas de la alianza, están habitadas por poblaciones
de tayikos y uzbekos.
El resto del país,
predominantemente pashtun, es controlado por los talibanes, con una composición
mayoritaria de esta etnia.
El aislamiento de la
Alianza en sus feudos del Norte, y las dificultades que sus fuerzas
experimentan para avanzar hacia el sur y suroeste, aparecen como una lógica
consecuencia de esta distribución geográfica.
Para que la Alianza
tenga posibilidades de extender su dominio al resto del país se requerirá el
apoyo de grupos o líderes representativos de los pashtunes.
Una de las
personalidades más prestigiosas de origen pashtún que se oponía a los talibanes
era Abdul Haq, que acaba de ser ejecutado por el régimen de Kabul. Otro líder
importante pashtún de la oposición es Gulbuddin Hekmaytar, pero su punto de
vista radical fundamentalista se acerca más a la posición de los talibanes que
a los de la Alianza, particularmente en momentos en que el país se encuentra en
guerra con naciones no islámicas.
Otra personalidad
histórica pashtún que está siendo considerado como una opción para un futuro
gobierno pashtún no-talibán, es el antiguo rey Zahir (que había sido derrocado
en 1973 y actualmente vive en Roma). La edad del antiguo monarca sumado a las
posiciones anti-monárquicas del islamismo fundamentalista son factores que
dificultan que se concrete esta posibilidad.
En definitiva,
parecería que las posibilidades de obtener el derrocamiento del régimen talibán
y la implantación de un gobierno pro-occidental solo eran posibles a través deuna intervención militar general con ocupación del territorio.
El hecho que sea el
gobierno de los Estados Unidos, un país dominantemente cristiano, principal
representante de la cultura occidental considerada decadente y enemiga del
Islam por los islamistas radicales, no favorece el éxito de la ocupación.
Otro elemento que
dificulta la coherencia de una posible alianza anti-talibán es la importancia
económica que tienen los cultivos de opio y la producción y tráfico de heroína
en las zonas controladas por la Alianza. Esta coalición ha estado financiada en
gran medida por los fondos aportados por la exportación de la heroína y en
menor grado del hachís. La posición talibán, por el contrario, ha sido
restringir e incluso prohibir la plantación de amapola y la producción de opio
y heroína.
Esto es contradictorio
con las estrategias explícitas de los EEUU en materia de combate al tráfico de
sustancias ilegales, volviendo aún más difícil el establecimiento de acuerdos
duraderos.
Las dificultades de
la guerra terrestre en las montañas de Afganistán
Las fuerzas
especiales y regulares de los Estados Unidos hace ya varios años que están en el terreno en
Afganistán.
Una larga lista de
ejércitos cayeron derrotados en los quebrados relieves afganos.
La cultura violenta y
cerrada ante el extranjero constituye un obstáculo muy difícil de salvar para
el invasor. Se trata de pueblos guerreros y celosos defensores de su
independencia y su religión.
Tal vez el elemento
más importante que obra a favor de los combatientes talibanes es el
conocimiento de un terreno extremadamente abrupto y complejo desde el punto de
vista geomorfológico.
Fuera de los valles y
ciertas mesetas amplias donde el tránsito es más fácil, el relieve del país es
fuertemente quebrado, con cañones, profundas gargantas, a veces casi verticales,
pendientes abruptas y abundantes abigarramientos de peñascos que ofrecen
abrigos y refugios difíciles de discernir para las fuerzas de reconocimiento
aéreo que no sea oriundas del lugar.
A ello se agregan los
intrincados sistemas de cavernas que abundan en las zonas calcáreas o
kársticas, cuya configuración es imposible de detectar desde la superficie y
que ofrecen refugios prácticamente inexpugnable para los combatientes
talibanes.
Además de estos
sistemas subterráneos naturales, existen cientos de quilómetros de túneles
artificiales, sobre todo en los valles, que pueden cumplir una función similar.
Las
fuerzas de los talibanes y de la organización Al Qaeda se han guarecido en la extensísima red de grutas y karez de Afganistán y por esa razón será muy difícil derrotarlos.
Se trata de un
ejército decidido que tiene todo el tiempo del mundo, contra un enemigo
poderoso urgido de resultados positivos a corto plazo.
Hasta ahora la situación queda reducida a la ocupación de las principales ciudades, y las fuerzas de los EEUU y aliados, sufren emboscadas o ataques sorpresivos provenientes de las bases de las
guerrillas en las aldeas y en sus abrigos bajo tierra.
Una guerra de este
tipo, dado el desencadenamiento de los acontecimientos, ha desgastado la estrategia del imperio obligando tarde o temprano a
su retirada del país. Lo único que falta saber es cuanta gente va a morir antes
que ello suceda.
i Extraido de La República de
Montevideo, 4 de noviembre del 2001, pag. 17.
iii Información obtenida del artículo
“La Babel afgana” de Isaac Bigio, Brecha, 2 de noviembre del 2001.
De "Claves de una Guerra de Culturas", Danilo Antón, 2001, Editorial Fin de Siglo
De "Claves de una Guerra de Culturas", Danilo Antón, 2001, Editorial Fin de Siglo
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