domingo, 1 de septiembre de 2019

En el principio fue el huracán

Los vapores del océano le fueron dando forma. Primero se formaron unas humildes nubes, casi imperceptibles. Luego, el humeante mar tropical las alimentó hasta transformarlas en una espiral de viento y lluvia, de esas que meten miedo.
Fue avanzando hacia el oeste lentamente, sin apuro. Más allá, las esperaban las tierras llanas de las Bahamas y otras islas próximas. El viento se fue acelerando cada vez más. El oleaje salpicaba las filas de palmas flexibles. Volaban hojas, ramas, chapas y animales. Las sirenas sonaban, pero no se escuchaban, el viento aullaba con mucha más fuerza. A su paso por las islas planas fue dejando su tendal de destrucción. Como en los tiempos antiguos, los espíritus de los elementos se desencadenaron a su manera, imponiendo respeto. Luego del viento y la lluvia, la gente volvió a sus casas semidestruidas, arreglaron techos y paredes, limpiaron las calles y la vida siguió. La mayoría no comprendió el mensaje.
En otros tiempos, antes, las cosas eran distintas. Los pueblos lucayos de las islas le rendían reverencia. Lo calmaban con yuca, maíz y carne de langosta. En esa época, los huracanes y los seres humanos vivían en una comunión total. Cuando soplaba el viento y las correntadas entraban tierra adentro, los lucayos se sentían más que nunca, una parte de la naturaleza, como los peces del mar o las aves del aire. Este nuevo huracán se expresa en forma parecida. Sólo que ya no están más los pueblos antiguos que lo reverenciaban y lo trataban como un hermano poderoso, tal vez como un padre. Cuando pasaba el temporal aquellos pueblos reconstruían sus bohíos hechos de madera, paja y hojas de palma. Y la vida seguía. Este huracán que sopla hoy se ha encontrado con pueblos nuevos, que viven en casas de cemento, conducen vehículos de metal y parecen haber olvidado el valor sagrado de las olas y el viento. Los medios de comunicación les llaman con nombres ajenos. Los lucayos podrIan decirnos muchas cosas que hoy no sabemos acerca del pasaje anual de los huracanes por las islas. Pero los lucayos no están más. 0 tal vez no están de la misma forma como entonces.
De "La mentira del milenio" (Los misterios de América), D.Antón, Piriguazú Ediciones

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