A mediados de 1977 tuve oportunidad de trabajar por primera vez en Arabia Saudita en un momento en que el reino árabe aún no había entrado tan profundamente en su transformación de modernidad a la que loa llevó su opulencia económica. Luego de esta primera experiencia viajé varias veces a Arabia e, incluso, viví en el país durante varios años.
En el primer proyecto en que estuve involucrado trabajando para una empresa de ingeniería canadiense trataba de relevar los recursos hídricos del escudo cristalino de Arabia. Implicó mapear y perforar los principales acuíferos de la región. Las aguas subterráneas en Arabia occidental se encuentran contenidas en varios acuíferos aluviales localizados a lo largo de los principales wadis que descienden de las montañas del oeste y se infiltran y/o evaporan en los campos de dunas del centro y el este del territorio. Los más importantes son Wadi Bisha, Wadi Tazliz, Wadi Habawna, Wadi Ranya y el wadi que se forma a partir de todos ellos, el Wadi Dawasir. Los acuíferos se recargan en las correntadas enérgicas y efímeras que ocurren cuando llueve en las tierras altas occidentales. Los acuíferos son (eran) explotados en las huertas beduinas a través de pozos excavados a mano y mediante el uso de bombas.
Coordiné un centenar de perforaciones y pruebas de bombeo y un relevamiento general de los pozos de los oasis.
En una segunda etapa en Arabia Saudita en 1980 trabajé en la Universidad del Petróleo (hoy llamada Universidad Rey Fahd) donde fui director de la Division de Geología y Minerales durante 4 años junto con un equipo multinacional de unos 30 profesionales. En esta División, entrre otros proyectos, realizamos un inventario de todos los campos de dunas de la península, varias evaluaciones de acuíferos y los estudios ambientales del proyecto Aeropuerto de la Provincia Oriental (Eastern Province Airport) y del macro-puerto de Jubayl.
Durante mis trabajos en Arabia elaboré un mapa geomorfológico de la peninsula de Arabia y publiqué varios artículos y capítulos de libros sobre la geografía y la estratigafía e hidrogeología del cuaternario del país.
En el día de hoy (31/7/2019) mi admirado colega y querido amigo geógrafo Germán Wettstein me trajo una foto mía que yo le había mandado como recuerdo en aquellos tiempos. La adjunto en este artículo.
A continuación, con carácter informativo adjunto una breve descripción de la península de Arabia y del Reino de Arabia Saudita.
D.A.
Arabia: desiertos, oraciones y petróleo
La gran península de Arabia, patria de Mahoma, origen del Islam, es un país de dimensiones geográficas desmesuradas. Posee una superficie de 2,250,000 km2. Los 1,800 kilómetros que separan sus constituidos por enormes extensiones de terrenos áridos rocosos y arenosos, sin ríos ni bosques.
El territorio es una sucesión de paisajes desérticos desolados y secos. En verano la temperatura del aire puede superar los 50 grados y el suelo se pone tan caliente al mediodía que se podría hervir el agua en las anfractuosidades de las rocas expuestas al sol.
Hay lugares de Arabia como el Rub’al Khali, con 600,000 km2, donde los pluviómetros instalados hace más de 50 años, no han registrado jamás una lluvia y la humedad del aire desciende a menos de 10%. Pero el Rub'al Khali no es el único desierto de arena, al norte está el Gran Nafud, en al centro de la península, el Dahna, y al este los campos de dunas del Jafurah.
El resto del país también es árido pero sus suelos son pedregosos o salinos.
Existe una zona montañosa al oeste que llega a más de 2,000 metros y que es un poco más húmeda (300 a 400 mm por año). Se trata de un relieve inclinado suavemente hacia el este y abrupamente escarpado hacia el oeste. De allí salen los grandes wadis que se infiltran o evaporan en el camino hacia oriente, y cursos de agua cortos y empinados hacia occidente. Por debajo de la gran escarpa, está el tihama, una llanura costera muy calurosa y árida. Allí hay varias ciudades importantes como el puerto de Jeda y la ciudad religiosa de La Meca. La región se llama Hejaz.
En los relieves ondulados que descienden hacia el este (Najd) el clima se hace más arido, zonas desérticas interrumpidas por varios oasis. En uno de ellos se encuentra la ciudad de Riad, capital del reino.
Al este, en la costa del Golfo, están los mayores yacimientos de hidrocarburos del mundo, Allí también hay varias ciudades importantes, Damman, Hofuf, los puertos de Jubayl y Ras Tanura, entre otras.
Adaptación a las condiciones de aridez
Los seres humanos tienen una gran capacidad para adaptarse a los ambientes más inhóspitos, aún en las condiciones de sequedad extrema y calores excesivos.
Desde ese punto de vista los pueblos que habitan el desierto de Arabia o beduinos son un ejemplo admirable. Han logrado utilizar las napas subterráneas, desarrollaron cultivos que toleran la sequedad, la salinidad y el calor extremo, y seleccionaron animales domésticos perfectamente adaptados a las difíciles condiciones del desierto.
Los beduinos han logrado sobrevivir, e incluso llevar una vida próspera y agradable, en un sitio que a primera vista parece hostil y poco acogedor. Su existencia transcurre entre las casas de los pueblos de los oasis, bajo la sombra de las palmas datileras, donde plantan algunos cultivos utilizando el riego, y el pastoreo trashumante de camellos y cabras que les permiten obtener leche y carne para su alimentación. La vida en el desierto es inspiradora. El sol ardiente y el calor del mediodía obligan a realizar las tareas de trabajo temprano en la mañana, o al caer la tarde. Las noches estrelladas son nítidas y claras, permitiendo descifrar las configuraciones estelares hasta en sus menores detalles.
Cuando sale la luna el desierto se ilumina y se dan las condiciones para la vida social y religiosa. La luna nueva indica el comienzo de un nuevo mes y el cuarto menguante su terminación próxima. Por esa razón son tan importantes las fases lunares en el calendario de los pueblos árabes, y se ha impuesto la imagen de la luna creciente como símbolo del Islam. La luna creciente figura en banderas y escudos nacionales, y hasta la propia “Cruz Roja” se ha adaptado transformándose en “la Luna Creciente Roja” en todas las naciones musulmanas.
Desiertos, oraciones y petróleo
La gran península de Arabia, patria de Mahoma, origen del Islam, es un país de dimensiones geográficas desmesuradas. Posee una superficie de 2,250,000 km2. Los 1,800 kilómetros que separan sus constituidos por enormes extensiones de terrenos áridos rocosos y arenosos, sin ríos ni bosques.
El territorio es una sucesión de paisajes desérticos desolados y secos. En verano la temperatura del aire puede superar los 50 grados y el suelo se pone tan caliente al mediodía que se podría hervir el agua en las anfractuosidades de las rocas expuestas al sol.
Hay lugares de Arabia como el Rub’al Khali, con 600,000 km2, donde los pluviómetros instalados hace más de 50 años, no han registrado jamás una lluvia y la humedad del aire desciende a menos de 10%. Pero el Rub'al Khali no es el único desierto de arena, al norte está el Gran Nafud, en al centro de la península, el Dahna, y al este los campos de dunas del Jafurah.
El resto del país también es árido pero sus suelos son pedregosos o salinos.
Existe una zona montañosa al oeste que llega a más de 2,000 metros y que es un poco más húmeda (300 a 400 mm por año). Se trata de un relieve inclinado suavemente hacia el este y abrupamente escarpado hacia el oeste. De allí salen los grandes wadis que se infiltran o evaporan en el camino hacia oriente, y cursos de agua cortos y empinados hacia occidente. Por debajo de la gran escarpa, está el tihama, una llanura costera muy calurosa y árida. Allí hay varias ciudades importantes como el puerto de Jeda y la ciudad religiosa de La Meca. La región se llama Hejaz.
En los relieves ondulados que descienden hacia el este (Najd) el clima se hace más arido, zonas desérticas interrumpidas por varios oasis. En uno de ellos se encuentra la ciudad de Riad, capital del reino.
Al este, en la costa del Golfo, están los mayores yacimientos de hidrocarburos del mundo, Allí también hay varias ciudades importantes, Damman, Hofuf, los puertos de Jubayl y Ras Tanura, entre otras.
Adaptación a las condiciones de aridez
Los seres humanos tienen una gran capacidad para adaptarse a los ambientes más inhóspitos, aún en las condiciones de sequedad extrema y calores excesivos.
Desde ese punto de vista los pueblos que habitan el desierto de Arabia o beduinos son un ejemplo admirable. Han logrado utilizar las napas subterráneas, desarrollaron cultivos que toleran la sequedad, la salinidad y el calor extremo, y seleccionaron animales domésticos perfectamente adaptados a las difíciles condiciones del desierto.
Los beduinos han logrado sobrevivir, e incluso llevar una vida próspera y agradable, en un sitio que a primera vista parece hostil y poco acogedor. Su existencia transcurre entre las casas de los pueblos de los oasis, bajo la sombra de las palmas datileras, donde plantan algunos cultivos utilizando el riego, y el pastoreo trashumante de camellos y cabras que les permiten obtener leche y carne para su alimentación. La vida en el desierto es inspiradora. El sol ardiente y el calor del mediodía obligan a realizar las tareas de trabajo temprano en la mañana, o al caer la tarde. Las noches estrelladas son nítidas y claras, permitiendo descifrar las configuraciones estelares hasta en sus menores detalles.
Cuando sale la luna el desierto se ilumina y se dan las condiciones para la vida social y religiosa. La luna nueva indica el comienzo de un nuevo mes y el cuarto menguante su terminación próxima. Por esa razón son tan importantes las fases lunares en el calendario de los pueblos árabes, y se ha impuesto la imagen de la luna creciente como símbolo del Islam. La luna creciente figura en banderas y escudos nacionales, y hasta la propia “Cruz Roja” se ha adaptado transformándose en “la Luna Creciente Roja” en todas las naciones musulmanas.
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