Un poco de geografía: Egipto y sus problemas insolubles
Egipto es un país paradójico. Es extremadamente árido, pero de gran fertilidad en su principal valle fluvial. Está superpoblado, con más de 95 millones de habitantes en apenas 45,000 km2 de tierras productivas tiene una de las mayores densidades demográficas del planeta en sus zonas agrícolas y urbanas. Al mismo tiempo posee algunos de los desiertos más desolados y cálidos del mundo que se extienden por 950,000 km2.
La existencia de este enorme caudal humano es posible por una sola razón: un río que es emisario de los trópicos húmedos africanos y aporta su imponente caudal de agua y sedimentos a las tierras áridas saharianas del Norte. Por esa razón en el valle del Nilo viven más del 95% de los egipcios.El resto del país está poco poblado o despoblado. Hay escasos núcleos de población en las franjas costeras de los mares Mediterráneo y Rojo donde hay algunas poblaciones pesqueras y turísticas, y unos pocos oasis asociados a depresiones salinas.
En El Cairo, capital del país, con 25 millones de habitantes en el área metropolitana llueve poco más de 25 mm por año. En Luxor, al Sur del país, que tiene 500,000 habitantes, llueve menos de 1 mm de lluvia por año, o sea que a todos los efectos prácticos se puede decir que no llueve nunca.
El valle del Nilo propiamente dicho alberga 90 millones de habitantes, 95% del total del país. Ello significa 2000 habitantes por km2, una de las más altas densidades del mundo.
Las características prácticamente únicas del río Nilo fueron un lugar privilegiado para el surgimiento de las primeras civilizaciones. Eran comunidades numerosas y cercanas que requerían cooperación para utilizar los recursos hídricos del río para desarrollar sus cosechas irrigadas.
Sin embargo, en la actualidad la producción agrícola de las tierras aprovechables del país no alcanza para abastecer y proporcionar trabajo para la numerosa población dando lugar a multitudes de jóvenes desempleados que no logran incorporarse al mercado laboral.
Esta inestabilidad social se manifiesta a nivel político. El radicalismo islámico, expresado por los Hermanos Musulmanes y algunos grupos aún más extremistas, se contrapone a la elite política conservadora y autoritaria basada en las fuerzas armadas.
Los ingresos que en cierto modo compensan los déficits productivos provienen del turismo (que es perjudicado por la inseguridad reinante en las ciudades egipcias), la repatriación de fondos provenientes de los emigrantes egipcios (suman varios millones de emigrantes económicos) que trabajan en los países petroleros del Golfo, las contribuciones e inversiones de algunos países de esta última región (por ejemplo, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes), y el apoyo militar de los EEUU.
Pero estos aportes no son suficientes. En primer lugar porque la corrupción imperante impide que los recursos se distribuyan en la población en general, en segundo lugar porque los conflictos étnico-religiosos (entre musulmanes y cristianos coptos, entre sunitas y chiitas, etc) desestimulan la inversión y el turismo, y en tercer lugar porque la degradación ambiental (incluyendo la degradación de los suelos agrícolas) disminuye la productividad.
En el futuro próximo, la situación no ha de mejorar, los aportes de los emigrados y las contribuciones de los estados del Golfo son afectados por los bajos precios del petróleo, el turismo y la producción agrícola disminuyen y el crecimiento demográfico continúa.
En resumen, la situación social, ambiental y política del país es insostenible. Ello se traducirá en mayor inestabilidad, radicalización del extremismo religioso, mayor violencia e inseguridad e incremento de la pobreza de las grandes mayorías urbanas y rurales.
La incorporación de Egipto a la alianza saudita-emiratí en la guerra del Yemen y en el bloqueo de Qatar no va a ayudar a resolver la situación, más bien habrá de crear nuevos problemas.
En los próximos años los 100 millones de egipcios se internarán en un futuro difícil e incierto de inequidad, pobreza y conflictos sociales, étnicos y religiosos.
De "Tierras de pocas lluvias y mucha sangre" de Danilo Antón, Piriguazú Ediciones.
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