El pozo más profundo jamás
perforado
Danilo Antón
En la
península de Kola, al norte de Rusia, se encuentra el pozo más profundo jamás
perforado. El objetivo inicial de los soviéticos (en esa época era la Unión
Soviética) cuando iniciaron la perforación en 1970 era llegar hasta los 15.000 metros de
profundidad tomando muestras y realizando mediciones que permitieran
entender un poco más la naturaleza de la corteza terrestre.
Los soviéticos
escogieron para la perforación de su pozo superprofundo un lugar en la
península de Kola en el extremo norte.
La perforación
comenzó en 1970. En los primeros cuatro años avanzó rápidamente y el pozo
alcanzó los 7.263
metros.
Hasta los
7.000 metros, los soviéticos pudieron emplear equipos estándar provenientes de
la industria petrolífera y gasística. A partir de ese punto, al no existir
ningún referente anterior de perforación a esas profundidades, se tuvieron
que desarrollar nuevas técnicas y maquinaría, utilizando el método de
prueba y error. Los soviéticos tuvieron que afrontar numerosas dificultades,
aunque el principal problema que se encontraron fueron las altas
temperaturas a las que tenía que trabajar la broca, lo que hizo que se
tuvieran que idear sistemas de refrigeración y brocas capaces de trabajar a más
de 300 grados.
Ante esta
situación, se decidió que antes de continuar con la perforación era necesario
hacer el agujero más
ancho y colocar un “envoltorio”, una tubería exterior, para
estabilizar las secciones cavernosas de la parte superior del pozo, que eran
las más inestables. El diámetro del pozo se amplió hasta los 295mm de
diámetro y se colocó una tubería exterior de 245mm hasta los 8.000 o 9.000
metros de profundidad. Durante la operación para hacer más ancho el pozo, a la
profundidad de 7.000 metros, el taladro se desvió de su anterior trayectoria y
se continuó perforando un nuevo pozo lateral de 295mm de diámetro.
Una vez se acabó de colocar la tubería exterior, la perforación siguió con un
diámetro de 215.9mm. Se tardarían
casi 5 años en llegar a la profundidad anterior a la rotura, pero en 1989
se llegó a los 12.262 metros. Durante ese año, se esperaba que el pozo pudiera
alcanzar los 13.500 y en otros cuatro años más, los 15.000. Sin embargo,
las temperaturas que se estaban encontrando durante la perforación
eran muy diferentes de las esperadas. A diferencia de lo ocurrido durante
los primeros 3 kilómetros de perforación, en los que la temperatura coincidía
con las predicciones (apenas un grado de incremento por cada 100 metros), a
partir de esa profundidad, el incremento de la temperatura empezó a ser mucho
más rápido.
A los 10.000
la temperatura alcanzaba ya los 180
grados, mucho más de los 100 que se habían pronosticado. De seguir así la
progresión, la temperatura a 15.000 metros de profundidad hubiera sido de unos
300, lo cual hubiera impedido al taladro trabajar. Con estos datos se consideró
imposible continuar con la perforación y en 1992 se decidió detener los
trabajos.
Pese a todo,
la perforación de Kola se podía considerar un éxito. Se había atravesado un tercio de la
corteza continental báltica, que se supone que es de unos 35 kilómetros de
grosor, y había permitido sacar a la luz rocass de 2.700 millones
años de antigüedad. Los científicos habían llevado a cabo numerosos
estudios geofísicos sobre la estructura profunda de la placa báltica, las
discontinuidades sísmicas y el régimen termal de la corteza terrestre.
Pero uno de
los descubrimientos más fascinantes fue el hecho de no encontrar cambio de
velocidades sísmicas en la hipotética transición entre granito y basalto dentro
de la corteza. Este hecho tiró por tierra la teoría del geofísico Harold
Jeffreys, y que hasta la fecha era aceptada como hipótesis de trabajo por la
mayoría de geólogos. Según la teoría del británico, el “salto” de velocidad de propagación sísmica dentro de la
corteza se debía al paso del granito al mucho más denso basalto.
Sorprendentemente,
a esa profundidad se encontró una capa deroca metamórfica, que se extendía
entre los 5 y 10 kilómetros de profundidad. Era precisamente en el fondo de
esta capa donde se producía el esperado cambio de velocidad de propagación.
Además, las rocas de esta capa se encontraban muy fracturadas y saturadas
de agua. Encontrar agua a esas profundidades también resultó del todo
inesperado. Los geólogos creyeron que ese agua, a diferencia del agua
superficial, debía provenir de minerales de las capas más profundas de la
corteza, pero que le había resultado imposible llegar a la superficie por culpa
de alguna capa de roca impermeable.
Otro descubrimiento inesperado fue la gran cantidad de hidrógeno, que contenían los lodos extraídos. Los lodos parecían hervir por el hidrógeno que se escapaba de ellos. También resultó sorprendente comprobar que la densidad de las rocas bajaba a grandes profundidades. Cerca de la superficie, la densidad tiende a crecer con la profundidad, pero a una profundidad de unos 4.500 metros se registró un repentino descenso de la densidad y un incremento de su porosidad y permeabilidad.
Otro descubrimiento inesperado fue la gran cantidad de hidrógeno, que contenían los lodos extraídos. Los lodos parecían hervir por el hidrógeno que se escapaba de ellos. También resultó sorprendente comprobar que la densidad de las rocas bajaba a grandes profundidades. Cerca de la superficie, la densidad tiende a crecer con la profundidad, pero a una profundidad de unos 4.500 metros se registró un repentino descenso de la densidad y un incremento de su porosidad y permeabilidad.
1 comentario:
Excepcional!
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