Si bien se
piensa que la destilación del alcohol es un fenómeno relativamente tardío desde
el punto de vista histórico, hay referencias a probables preparaciones
destiladas anteriores a su difusión generalizada europea en los siglos XIV y XV
d.e.c.
Existen registros chinos del siglo IV
d.e.c. que mencionan vinos puros y claros fermentados hasta nueve veces.
Probablemente el cronista está describiendo indirectamente un proceso de
destilación. En todo caso, si bien la destilación de bebidas fermentadas debió
haber existido en muchos lugares y épocas, la práctica no se difundió en forma
general hasta que se dieron las condiciones sociales e históricas para que ello
ocurriera en las sociedades europeas de los siglos XV y XVI.
Hay referencias que el proceso de
destilación se descubrió en el 800 d.C. por un alquimista árabe llamado Jabir
Al-Hayyan, precursor de la química actual, más conocido en el mundo occidental
como Geber. Alcohol es una palabra de origen árabe; el término árabe original
alghool significaba fantasma o espíritu maligno. Se presume que Jabir
Al-Hayyan debió de sugerir este nombre por sus efectos más marcados.
Por otro lado, la Enciclopedia Británica
1966 menciona que “generalmente se acepta que la palabra alcohol es una
derivación del árabe kuhl, koh, o kohol que significa un “polvo muy fino”.
Alkohol, o polvo fino, referido usualmente a un sulfato de antimonio sutilmente
pulverizado que se emplea en cosméticos para sombrear los párpados.
Gradualmente la palabra alkohol vino a
significar esencia. El verbo árabe khamara significa básicamente cubrir
mientras que khamura indica la noción de fermentar. Por lo tanto beber khamar
(bebida fermentada) supondría cubrir u obscurecer la claridad de pensamiento de
un individuo haciéndole así actuar sin un proceso de pensamiento lógico.
Otras referencias señalan que el
«descubrimiento» del alcohol destilado tuvo lugar en el siglo XIII d.e.c., y
fue obra de un alquimista mallorquino llamado Ramón Llull.
Supuestamente, en su búsqueda del
elixir de la vida, Llull logró preparar el aqua vini o aqua vita de
la cual decía «su gusto excede el de todos los otros gustos y el aroma todos
los demás aromas».
Una vez que el procedimiento de
destilación fue conocido, su difusión en la Europa de los siglos XIV y XV habría
de cambiar completamente el rol que cumplían las bebidas alcohólicas en las
sociedades europeas y mundiales.
Fue a principios del siglo XIV que
comenzaron a extenderse las plantaciones de caña de azúcar en Andalucía, y a
mediados del siglo XV ya había extensos cultivos de caña en Madeira, colonizada
por Portugal, y en algunas de las islas Canarias, recientemente conquistadas a
sangre y fuego por el Reino de Castilla. Poco tiempo después, los portugueses
establecieron plantaciones en la isla de Santo Tomé, en el Golfo de Guinea,
utilizando mano de obra esclava secuestrada en las regiones continentales
vecinas.
Alrededor del año 1500, los españoles
invadieron las islas tainas de América (sobre todo Santo Domingo, Cuba y Puerto
Rico), y los portugueses comenzaron a instalar numerosas plantaciones en
Brasil. En ambos casos se utilizó mano de obra esclava nativa y africana.
Una parte importante del azúcar se
destinó a la fabricación de aguardientes de variados tipos, que en volúmenes
enormes habrían de invadir los países europeos, acelerando el proceso de
alcoholización, masculinización, devaluación femenina y entorpecimiento general
del continente.
En América el efecto fue diferente. Los
europeos utilizaron el alcohol para «desarmar» culturalmente las sociedades
nativas americanas. Las Primeras Naciones de América habían desarrollado
complejísimos sistemas ceremoniales y sociales para la preparación e ingestión
de muchas sustancias provenientes de plantas psicoactivas: el peyote, la
ayahuasca, la coca, la yerba mate, el tabaco. Si bien consumían «vinos» de
diversos tipos (por ejemplo las «chichas» de maíz y de mandioca), no conocían las
bebidas destiladas, y su aparición repentina dió lugar a una desarticulación
general de valores y prácticas.
Muchas sociedades nativas americanas,
tradicionalmente matriarcales, sufrieron una masculinización acelerada y una
expansión generalizada del ego individual. En muchos lugares, apareció la
violencia contra la mujer, se devaluó el rol de ésta, las jerarquías femeninas
perdieron autoridad, y por sobre todas las cosas, se generó una pérdida
profunda de autoestima individual y colectiva que dura hasta nuestros días.
Las armas más efectivas que utilizaron
los europeos para conquistar América no fueron las de fuego y pólvora. Mucho
más eficaces fueron las aguardientes, las «aguas de la vida», que desde el punto de vista de las sociedades nativas bien podrían
ser llamadas, «aguas de la muerte».
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