sábado, 28 de enero de 2023


El último pueblo de indios del estado uruguayo, las astucias de Fructuoso Rivera

 San Borja del Yí era considerado un verdadero quilombo por la independencia de sus habitantes,


Fue poblado por unos centenares de indios guaraníes llegados de Misiones después de la retirada de don Frutos Rivera allá por 1828 y 1829. Originalmente parte de la comunidad se había establecido en el pueblo de Santa Rosa del Cuareim, en la confluencia del río Cuareim y el Uruguay y luego bajo el mando de Rivera terminaron trasladándose al sur, a una zona cercana a la población San Pedro del Durazno, que había sido fundada por el propio Fructuoso Rivera cuando ocupaba un cargo jerárquico militar en el ejército luso-brasileño

A ese poblado se le llamó San Borja del Yí (en recuerdo al pueblo misionero guaraní, San Borja, a orillas del río Uruguay).  A mediados de los años de 1830, la población había prosperado, las mujeres iban a Durazno a vender sus maíz o "chipa" cubiertas con pañuelos de "aho-po'í" mientras que los hombres se daban tareas de campo en la zona de San Borja o en la estancias vecinas.

Más tarde todo terminó. Durante la Guerra Grande los habitantes de San Borja pagaron muy cara su adhesión a Rivera. Perseguidos por las fuerzas oribistas muchos de ellos debieron refugiarse en Montevideo mientras que otros sobrevivieron como pudieron ocultándose durante los tiempos del sitio hasta 1851.

Cuando el cacique Fernando Tiraparé murió le quedó la jefatura a su esposa, Doña Luisa, la Capataza.
Al fin de la guerra grande, como lo cuenta Eduardo Lorier, en su libro "La Capataza", Luisa Tiraparé, con los remanentes de su comunidad se estableció en San Borja, tomó posesión de sus tierras y las distribuyó entre sus compañeros. Pero no podía ser. En 1861, un nefasto 19 de marzo, el Senado y la Cámara de Representantes de la República, reunidos en Asamblea General decretaron la disolución de San Borja del Yí, la eliminación del último pueblo de indios de la República Oriental. Lejos en el tiempo había quedado la imagen del más grande de los borjistas: Andresito Guacurari y Artigas, el "Artiguinhas" a quien temían los bárbaros.

La caída de Luisa fue la repetición de una vieja historia de traiciones al artiguismo. Desde ese otro mundo del que no se vuelve Don José Artigas no pudo evitar entristecerse y derramar otra lágrima de dolor por ese pedazo de patria gaucha que murió a orillas del Yí.

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