El Gran Terremoto de Lisboa de 1755
El Gran Terremoto de Lisboa en el siglo XVIII, tuvo lugar entre las 09:30 y las 09:40 horas del 1 de noviembre de 1755,
Ese día, que es el día de Todos
los Santos en el catolicismo y en el cual es obligación asistir a misa, la
mayor parte de la población de Lisboa se encontraba en las iglesias.
El
gran sismo se caracterizó por su gran duración, dividida en varias fases
y por su violencia, causando la muerte de entre 60 000 y 100 000
personas.3
Una descripción del reverendo
Charles Davy en 1755, uno de los muchos extranjeros que vivían en Lisboa.
"Nunca se vio una mañana más
hermosa que la del 1 de noviembre", "Era una metrópoli, la capital de
un imperio colonial mundial que se extendía a África -con Angola, Mozambique y
Cabo Verde-, Asia -con Goa y Macao- y, por supuesto, a América Latina, con
Brasil", señaló Vic Echegoyen, autora de la novela histórica
"Resurrecta".
"Portugal era un reino muy,
muy rico gracias a las riquezas de esas colonias",
Los sismólogos estiman que la
magnitud del terremoto de Lisboa habría
sido de entre un 8.7 a 9.0 en la escala de magnitud con su epicentro en
algún punto del océano Atlántico a menos de 300 km de
Lisboa.5
El terremoto fue
sucedido por un tsunami y un incendio que causaron la casi deºtrucción
total de Lisboa.678
A causa de ser la festividad de
Todos los Santos había numerosas lamparillas encendidas y eso provocó un voraz
incendio ulterior. El ochenta y cinco por ciento (85 %) de los edificios
de Lisboa resultaron destruidos, incluyendo palacios y famosas bibliotecas, así
como la mayoría de los ejemplos de la arquitectura, distintiva del siglo xvi portugués.15
Los informes contemporáneos
indican que el terremoto duró entre tres minutos y medio y seis minutos,
produciendo grietas gigantescas de cinco metros de ancho que se abrieron en el
centro de la ciudad.3 Los
supervivientes, huidos en pos de seguridad al espacio abierto que constituían
los muelles pudieron observar cómo el agua empezó a retroceder, revelando el
lecho del mar cubierto de restos de carga caída al mar y los viejos naufragios.
Cuarenta minutos después del terremoto, tres olas de entre 6 y 20
metros engulleron el puerto y la zona del centro,10
subiendo aguas arriba por el río Tajo.7 En
las áreas no afectadas por el maremoto, los incendios surgieron rápidamente,
iniciados en su mayor parte por las velas encendidas en recuerdo a los difuntos
en las iglesias, y las llamas asolaron la ciudad durante cinco días.118
De una población lisboeta de
275.000 habitantes,12
unas 90.000 personas murieron. Otras 10.000 murieron en Marruecos,
mientras que en Ayamonte (Huelva, España)
murieron más de 1.000 personas, y se registraron víctimas y daños de
consideración en más puntos del sur de España y de toda la península ibérica.13
Este gran temblor acentuó las
tensiones políticas en Portugal e interrumpió abruptamente las ambiciones
imperiales de este país durante el siglo xviii.8
Lisboa ya había sido devastada
anteriormente por otro desastre natural, el terremoto del 26 de enero de 1531, de una
magnitud en torno a 8 en la escala de magnitud de momento. El de 1755
tuvo lugar la mañana del día de Todos los Santos, festivo nacional
en Portugal y
otros países católicos.3
De una población lisboeta de
275.000 habitantes,12
unas 90.000 personas murieron. Otras 10.000 murieron en Marruecos,
mientras que en Ayamonte (Huelva, España)
murieron más de 1.000 personas, y se registraron víctimas y daños de
consideración en más puntos del sur de España y de toda la península ibérica.13
Aunque generalmente se le llama
terremoto de Lisboa, fue en España y Portugal donde la sacudida alcanzó su
mayor violencia, sus efectos se extendieron por la mayor parte de Europa, África y América.
Se sintió en Groenlandia, las Antillas, Madeira, Noruega, Suecia,
el Reino Unido e Irlanda.
La conmoción fue casi tan violenta
en África como en Europa. Gran parte de Argel fue destruida;
y a corta distancia de Marruecos, una ciudad de
ocho a diez mil habitantes desapareció. Una ola formidable barrió las costas de
España y África, sumergiendo ciudades y causando inmensa desolación. 14
No hay que olvidar que murieron
miles de católicos practicantes que cumplìan su obligación de ir a misa.
Tampoco hay que olvidar el
supuesto karma que implicaba los miles de guaraníes y otros indígenas que en
ese mismo momento estaban siendo sacrificados al imperialismo portugués y
español en la guerra guaranítica.
El terremoto de Lisboa de 1755, el
desastre que cambió la historia y enfrentó a la Inquisición con los Rousseau, Voltaire
y Kant
"Voltaire ya era crítico de
la interpretación teológica de la naturaleza, y muchas de sus obras ironisaban
esa idea de que Dios gobernaba de alguna forma todos los asuntos humanos. Se refirió
en forma sarcàstica a la reacción de los intelectuales portugueses luego del
desastre. “Pasado el terremoto que habia destruido las tres quartas partes de
Lisboa, el mas eficaz medio que se le ocurrió a los sabios del país para
precaver una total ruina, fue la fiesta de un soberbio auto de fe, habiendo
decidido la universidad de Coïmbra que el espectáculo de unas cuantas
personas quemadas a fuego lento con toda solemnidad es infalible secreto para
impedir los temblores de Tierra", escribiría Voltaire en su controvertido
cuento filosófico "Cándido" (1759).
Al mismo tiempo que la Inquisición
hacía lo suyo, las grandes mentes de la época, muchas de las cuales empezaban a
mirar el mundo de una manera nueva, aquellos que ahora asociamos con la Era de
la Ilustración, reflexionaban sobre el tema.
Emanuel Kant publicó tres textos
separados sobre el desastre, convirtiéndose en uno de los primeros pensadores
en intentar explicar los terremotos por causas naturales, en lugar de
sobrenaturales.
Y Voltaire y Jean-Jacques Rousseau
tuvieron un famoso intercambio de ideas sobre el desastre presagiando la
divulgación de las ideas de la ilustración..
La catástrofe había desafiado el
optimismo de la era articulado por el alemán Gottfried Leibniz y el poeta
inglés Alexander Pope, quienes resolvieron el problema tradicional del mal al
afirmar que la bondad de Dios había asegurado la de la Creación en general, lo
que implicaba que cualquier apariencia del mal era sólo eso, apariencia,
producto de la incapacidad de los humanos para comprender su función dentro del
todo.
"La filosofía dominante
dictaba que vivíamos en el mejor de los mundos posibles, que incluso en estos
desastres había una providencia divina, que dios estaba trabajando en algún
plan y que no era nuestro lugar cuestionar", explicó Paice.
Y, agregó Paice, pocas semanas
después del terremoto, "en su 'Poema sobre el desastre de Lisboa' disparó
la primera salva en lo que iba a ser uno de los principales debates filosóficos
de la historia, cuestionando al Dios que podía ver cualquier bien en algo tan
horrible como lo ocurrido".
El terremoto de Lisboa aceleró los
procesos que conducirían a la revolución de las ideas y política de fines del
siglo XVIII y durante el siglo XIX.
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