La vida es una propiedad de la materia. Está presente en todo el universo.
La vida en la superficie de la Tierra es muy abundante. Tanto en los continentes como en los océanos, los organismos biológicos se han desarrollado y florecido. Incluso en la atmósfera se han identificado microorganismos en los niveles estratosféricos superiores. Otro ámbito biológico que se ha reconocido durante las últimas décadas es el subterráneo. En el fondo de pozos, pozos, cuevas y galerías de minas se puede encontrar una gran cantidad de microorganismos, particularmente bacterias, confirmando la extradordinaria capacidad de adaptación de los seres vivos.
Esto debe ser tenido en cuenta cuando examinamos la posibilidad de vida en la superficie de otros cuerpos planetarios, tanto en nuestro Sistema Solar como en otros sistemas estelares.
En el caso del Sistema Solar se puede comprobar que los ambientes superficiales son muy diferentes a los de la Tierra, ya sea porque las temperaturas pueden ser demasiado elevadas (Venus) o demasiado frías (p.ej. Marte, la mayoría de los asteroides y satélites de los planetas gaseosos gigantes). En algunos casos las atmósferas pueden estar ausentes y en otros tener una composición letal para la vida tal como la conocemos.
Sin embargo, las condiciones subsuperficiales de muchos cuerpos planetarios pueden ser similares a las nuestras con mayores posibilidades de existencia de procesos biológicos activos.
La relación entre la presión y la temperatura con la profundidad es, por supuesto, diferente, pero las posibilidades de que la vida se haya desarrollado a cierta profundidad pueden no ser muy diferentes que las de la Tierra.
Hidrocarburos (metano y otros) se han detectado espectroscópicamente en las superficies y atmósferas de muchos de estos cuerpos caso de Titán el satélite de Saturno que presenta una atmófera densa, el metano se evapora, condensa y se precipita como lluvia formando ríos, lagos y mares,
El agua parece haber sido abundante en la nube de gas y polvo que formó los planetas, y hielo de agua ha sido identificado en varios cuerpos planetarios y cometas que son más fríos que la tierra. En estos cuerpos, las formaciones rocosas, como las de la tierra, contienen algunos componentes oxidados que servirán como donantes de oxígeno. Los hidrocarburos proporcionarían la energía necesaria al oxidarse. Con estas condiciones podría haber una biología activa en las cortezas planetarias..
Marte sería el planeta menos costoso para investigar en busca de evidencia de vida extraterrestre subsuperficial. Quizás no haya que lanzar ninguna nave espacial para comenzar tal esfuerzo. Algunos meteoritos que ocasionalmente caen a la tierra llevan la firma química de Marte. Es el caso de varios meteoritos recogidos de los campos de hielo de la Antártida.
Las proporciones de elementos traza, como la secuencia de gases nobles de neón a xenón, así como la inusual proporción de isótopos de nitrógeno de la atmósfera marciana, ya fueron medidas y valores muy similares aparecen en estos meteoritos. Parece muy poco probable que los restos de cualquier otro cuerpo puedan coincidir tan exactamente con estas composiciones.
Millones de años después de que un impacto en Marte causó la eyección del material marciano, las órbitas de algunos de estas rocas colisionaron con la Tierra. En 1996, uno de esos meteoritos (denominado ALH84001) arrojó una fuerte evidencia de que la roca había sido alterada por la vida microbiana mientras todavía estaba en el planeta original.
Podemos extender este razonamiento aún más. Probablemente las condiciones subsuperficiales de varios satélites planetarios (como la Luna, Io, Ganimedes, Titán, Europa, Encelado, etc.) así como de los asteroides más grandes (Ceres, Pallas), también pueden ser similares y, por lo tanto, pueden tener organismos activos dentro.
Incluso los cuerpos más pequeños, como los cometas, pueden tener este tipo de condiciones, especialmente cuando se acercan al sol.
Una conclusión final es que estos ambientes subterráneos profundos probablemente existen en muchos planetas, tal vez en la mayoría de los planetas de la galaxia.
Con respecto a estos pensamientos, vale la pena recordar la expresión del famoso astrónomo Fred Hoyle cuando dijo "La vida es una propiedad de la materia".
Hoyle tenía fundadas razones para decir lo que dijo y pensar lo que pensaba. En la década de los 70 y principios de los ochenta varios científicos que trabajaban en su laboratorio de astrofísica de Cardiff recogieron un dato astronómico que era difícil de creer.
Cuando Chandra Wickramasinghe, y más tarde, Shirwan Al-Mufti, trabajando bajo la supervisión del Prof. Fred Hoyle estudiaron la composición de los polvos interestelares, llegaron a la conclusión que las partìculas estaban constituidas en gran medida por polìmeros orgánicos, cuyos espectros de absorción luminosa se revelaban muy similares (casi idénticos) a los que producían las esporas de bacterias desecadas.
¡El polvo interestelar estaba hecho de bacterias!
Los trabajos que reportan los hallazgos fueron publicados en 1974 (Wickramasinghe, N.C., Nature, 252, 462, 1974 y Wickramasinghe, N.C., M.N.R.A.S., 170, 1974)11, en 1977 (Hoyle, Fred y Wickramasingh, N.C., Nature, 268, 610, 1977)12 y en 1982 (Hoyle, Fred, Wickramasinghe y Al-Mufti, S., Astrophys. Sp.Sci. 86, 341, 1982)13.
A pesar que la información había sido rigurosamente obtenida, analizada e interpretada, la comunidad científica internacional decidió rechazar sin màs las nuevas revelaciones. No era posible que hubiera bacterias en el espacio sideral. Ellas no sobrevivían en el vacìo. No resistían el intenso frío del espacio. Las bacterias sòlo existían en la Tierra como producto de una evolución propia de nuestro planeta. Era imposible. Hoyle y sus colaboradores estaban locos, no sabían lo que decían. Ese gran científico que era Fred Hoyle había perdido la cabeza.
Las razones del negacionismo eran imaginables, de ser ciertas las alegaciones de Hoyle, Wickramasinghe y Al-Mufti, se derrumbaría el paradigma reinante. Habría que reescribir los libros de ciencia.
Otra vez, como había ocurrido tantas veces en la historia de la ciencia y de la humanidad se decretó que los nuevos datos eran inadmisibles, inapropiadamente obtenidos y/o mal interpretados.
Pasaron algunos años. La nueva información que se recogió durante las dos décadas siguientes parecía confirmar la hipótesis del polvo interestelar bacteriano. Meteoritos con restos de bacterias fosilizadas, múltiples pruebas acerca de la resistencia de las esporas, algunas bacterias contenidas en el aparato digestivo de abejas fosilizadas en ámbar fueron vueltas a la vida luego de 25 millones de años. Se sabe que hubieron bacterias terrestres que resistieron casi tres años en el ambiente inhóspito lunar y fueron traidas de regreso a la Tierra por una sonda rusa en la dècada de 1960, se han encontrado bacterias viables a gran altura, en la estratósfera, y recientemente la sonda Stardust registró polímeros orgánicos que parecen bacterianos en pleno espacio interplanetario. Resulta cada vez más difìcil contradecir las evidencias.
Hay que creer o reventar, el universo está poblado de vida. En las cortezas, océanos y atmósferas de los grandes planetas, en el interior de los pequeños asteroides y cometas, en los fragmentos de hielos errantes, y hasta en el polvo cósmico microscópico. Innumerables esporas bacterianas recorren los espacios oscuros y gélidos en busca de un lugar donde despertar, vivir y reproducirse.
Una vida que siempre existió y siempre existirá. Sin principio ni fin.
De ellas provenimos. Nuestros innumerables e inmortales ancestros cósmicos. Las diminutas serpientes celestiales que llamamos bacterias.
Del libro "Pueblos, Drogas y Serpientes", D.Antòn, Piriguazù Ediciones
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