Los Kadiweu, una etnia guerrera que sobrevive en las llanuras del sur de Mato Grosso
Los Kadiwéu, también conocidos como mbayá-guaycurú o "indios cavaleiros", por su
destreza en el arte de montar a caballo, guardan en su mitología, arte y
rituales el modo de ser de una sociedad jerarquizada entre señores y cautivos.
Guerreros, lucharon por el Brasil en la Guerra del Paraguay, razón por la cual,
según cuentan, se les reconoció sus tierras.
Su población total en sus Tierras Indígenas y en las ciudades cercanas es de aproximadamente 2,000 integrantes.
Su población total en sus Tierras Indígenas y en las ciudades cercanas es de aproximadamente 2,000 integrantes.
La sociedad ancestral
También conocidos como “indios caballeros”, integrantes de
la única “horda” sobreviviente de los Mbayá, un ramal de los Guaykurú, los
Kadiwéu guardan la memoria de un glorioso pasado. Organizados en una sociedad
que tenía en un extremo a los nobles y en el otro a los cautivos, vivieron del
saqueo y del tributo de sus vecinos, de los cuales hacían depender su propia
reproducción, ya que sus mujeres no generaban hijos o permitían la
sobrevivencia de sólo uno, cuando ya estaban al final de su período fértil. Las
mujeres se dedicaban a la pintura corporal y facial, cuya especial disposición
de elementos geométricos Levi-Strauss consideró como característica de
sociedades jerárquicas. Estos diseños impresionan por la riqueza de sus formas
y detalles, a los que tenemos fácil acceso a través de la vasta colección
recogida por Darcy Ribeiro y reproducida en el libro que publicó sobre los
Kadiwéu.
Aquellos capturados en guerras pasadas, de preferencia
niños y mujeres, eran incluidos en esta sociedad bajo una categoría específica,
la de “cautivos” o gootagi(nuestros cautivos), a decir de los Kadiwéu. Los
Guaikuru-Mbayá tomaron cautivos de diversos pueblos indígenas, sobre todo de
los Xamakôko, habitantes del territorio paraguayo, su fuente más importante.
También hicieron cautivos a los Blancos, portugueses o españoles, brasileños o
paraguayos, conforme registra la crónica histórica y la memoria Kadiwéu.
Foto: Museu do Índio, 1948
Los Mbayá mantuvieron además otro tipo de relación, aquel
que establecieron con los Terena (un subgrupo de los entonces llamados Guaná o
Txané), que era una sociedad también dividida en estratos. Consentían el
casamiento entre sus nobles y las mujeres de la alta estirpe Terena,
adquiriendo, por medio de ello, el derecho a prestaciones de servicio y sobre
todo a productos agrícolas, provenientes de la producción de estos últimos.
En la Guerra de Paraguay, escogieron luchar por Brasil,
razón por la cual sus tierras fueron reconocidas, aunque hasta hoy no estén
completamente garantizadas. La adopción de un vestuario “country” por los
hombres Kadiwéu de la actualidad, revela su apego a un modo de vida apoyado en
el uso y la crianza de caballos, de los que todavía mantienen recuas, aunque
bastante menores que las del pasado.
Lengua
Los Kadiwéu pertenecen a la familia lingüística Gauikurú,
que incluye otros pueblos del Chaco, como los Toba (Paraguay y Argentina), los
Emók o Toba-Mirí (paraguay), los Mocoví (Argentina), los Abipón (extintos) y
los Payaguá (extintos). Dentro de este grupo Guaykurú, los Kadiwéu son los más
septentrionales y los únicos localizados al este del río Paraguay, en Brasil.
Algunos ancianos, mujeres y sobre todo niños sólo hablan el Kadiwéu. Pero un
buen número de los Kadiwéu se comunica con facilidad en portugués. Hay, en la
lengua Kadiwéu muchas diferencias entre las formas de hablar masculina y
femenina. Es interesante notar que los descendientes de Terena que viven entre
los Kadiwéu sólo usan el portugués para comunicarse en la aldea (no usan la
lengua Terena ni siquiera entre sí). Entretanto, aun cuando no lo hablen,
entienden perfectamente el Kadiwéu, pues es en esta lengua que ellos son
interpelados.
Localización
Los españoles colonizadores llamaron de Mbayá (término
probablemente de origen Tupi) a los Guaykurú (nombre también de origen Tupi),
de los cuales descienden los Kadiwéu. De origen en el lado occidental del río
Paraguay, parte de los Mbayá cruzó, en el siglo XVII, hacia la banda oriental.
Bajo presión de los frentes colonizadores, se desplazaron más al norte y los
que todavía no habían migrado hacia el este del río terminaron por hacerlo al
final del siglo XVIII. En esa época, su territorio se extendía desde las
sierras que separan los ríos Paraná y Paraguay hasta más allá de la latitud 18°
sur.
Los Mbayá se dividían en diversas hordas, cada una con un
nombres específico que se asociaba a accidentes naturales de las localidades
que habitaban. Una de ellas, la de los Cadiguegodis, tenía, en el siglo XVIII,
su territorio bañado por un riachuelo que los indios llamaban de Cadigugi. Todo
indica que esta última horda sea la de los ancestros de los Kadiwéu actuales.
La horda de los Kadiwéu fue la última en migrar hacia el lado oriental del río
Paraguay y ella era ya la única sobreviviente en la segunda mitad del siglo
XIX.
Los Kadiwéu, que la literatura histórica llamó alguna vez “los
indios caballeros”, en vista de su condición de poseedores de una vasta manada
equina y de su admirable destreza como jinetes, viven en la actualidad en un
territorio localizado en el Estado de Mato Grosso do Sul, en tierras que en
parte cruzan el Pantanal matogrossense. Su territorio tiene como límites
naturales al oeste los ríos Paraguay y Nabileque, al este la Sierra da
Bodoquena, al norte el río Neutaka y al sur el río Aquidavão. Dentro de este
territorio, la población Kadiwéu se divide en cuatro aldeas. La aldea mayor,
Bodoquena, se localiza en el nordeste de la Tierra Indígena, al pie de la Serra
da Bodoquena, vecina a la aldea Campina, que queda ya en lo alto de dicha
sierra. La aldea Tomázia se localiza en el sur de la Tierra Indígena. También
en el sur se encuentra la aldea São João. Habitan esta última aldea
principalmente indios Terena y remanentes de Kinikináo. Algunas familias
Kadiwéu viven todavía en pequeños grupos, en localidades al interior de la
Tierra Indígena más alejadas de las aldeas principales, donde crían un poco de
ganado.
La Tierra Indígena Kadiwéu está en el municipio de Porto
Murtinho. Bodoquena es la ciudad más próxima de la aldea mayor (60 kilómetros),
seguida de Miranda y Aquidauana. Campo Grande (310 kilómetros) es el centro
urbano de mayor importancia estratégico-administrativa para los Kadiwéu. Allí
está la sede de la administración de la Funai (Fundación Nacional del Indio)
que tiene jurisdicción sobre ellos, la asociación de los hacenderos
arrendatarios (ACRIVAN – Asociación de los Criadores del Valle de Aquidaban y
Nabileque) y la ACIRK (Asociación de las Comunidades Indígenas de la Reserva
Kadiwéu).
Demografía
Los datos de la Funai aseguran que, en 1999, alcanzaba a
1.04l personas el total de la población Kadiwéu bajo jurisdicción del Puesto
Indígena Bodoquena (que comprende las aldeas Bodoquena y Campina), con sede en
la aldea del mismo nombre. La población correspondiente al Puesto Indígena São
João, que comprende las aldeas São João y Tomázia era de 551, según la misma
fuente y data. Cabe notar que, como ya fue aludido más arriba, en la aldea São
João viven principalmente indios Terena y Kinikináo. Por consiguiente, la
población total de 1.592 en 1999 corresponde a los indios de las tres etnias
que habitan la Tierra Indígena Kediwéu e incluye también a los Kadiwéu que
viven fuera de ella y provienen de aquellas aldeas.
No contábamos, hasta esa fecha, con otro censo actual de la
población Kadiwéu, que no fuera éste de la Funai, el cual sin embargo no
distinguía las etnias habitantes del Puesto Indígena de São João, lo que
imposibilitaba el cálculo total de la población Kadiwéu. Según datos más
actuales de la Funasa (Fundación Nacional de la Salud), en 2009 los Kadiwéu
sumaban 1.629 personas. En 1992, época de la investigación de Mónica Theresa
Pechincha, vivían 633 Kadiwéu en la aldea Bodoquena, 39 en la aldea Campina, 60
en la aldea Tomázia y 67 en otras localidades al interior de la Tierra
Indígena, aparte de la aldea São João que, en la época, contaba con 170
habitantes. Para fines de la observación del crecimiento demográfico, presento
además datos de 1995, recogidos en la Administración Regional de Camp Grande,
de la Funai, que cifran en 951 el número de la población del Puesto Indígena
Bodoquena, y 338 el del Puesto Indígena São João.
Historial del contacto
La primera noticia que se tiene de los Guaikurú data del
siglo XVI, proveniente de una expedición europea que incursionó en la región
chaqueña en procura de metales preciosos al interior del continente. Muchos
grupos Mbayá estuvieron bajo influencia de las reducciones misionales a partir
del siglo XVIII. En el mismo siglo y al inicio del siguiente, el contacto con
los frentes colonizadores se intensificó debido al establecimiento de fuertes
militares en las márgenes del río Paraguay, ya sea de portugueses o españoles,
que pugnaban por la definición de las fronteras. Las ciudades fundadas en la
región hicieron parte del escenario de su historia, que fue muchas veces de
conflicto, pero también de acuerdo, como el celebrado en 1779 entre los Mbayá y
los españoles, así como el firmado en 1791, con los portugueses.
Un marco gravitante en la historia del contacto con la
sociedad nacional, recordado con orgullo e insistencia, fue la participación de
los Kadiwéu en la Guerra del Paraguay. Esta participación motivó su inserción
en innumerables narrativas históricas que evocan detalles del evento y de un
desempeño heroico preservado con cuidado. Cuentan los Kadiwéu acerca de su
fundamental participación en aquella guerra, cuando lucharon a favor de los
brasileños y ganaron como recompensa el territorio que hoy habitan. Es ahí
donde buscan el argumento más eficaz de su posesión incontestable, mas siempre
amenazada.
La Tierra Indígena Kadiwéu estuvo sujeta a un primer
reconocimiento oficial a inicios del siglo XX, por obra del Gobierno del Estado
de Mato Grosso. Hubo demarcación en 1900 y expedición del decreto en 1903, el
cual ya establecía como límites naturales los mismo que los actuales, antes
mencionados. El 9 de abril de 1931, el decreto n° 54 ratificó estos límites.
Pero los problemas territoriales han sido una constante en la historia de los
Kadiwéu, en cuya memoria no se han extinguido las tentativas de invasión y los
conflictos ocurridos desde inicios del siglo pasado. Más recientemente, la demarcación
de sus tierras, concluida en 1981, fue rodeada de mucha tensión por la
presencia de invasores e incluso dejó fuera de su perímetro una aldea Kadiwéu
de nombre Xatelôdo, , localizada en la Sierra da Bodoquena. En 1983 alcanzaban
a 1.868 los “posseiros” que ocupaban aquella Tierra Indígena. Los conflictos
generados, notoriamente en los años 1982 y 1983, fueron ampliamente divulgados
por la prensa.
Esta historia está también marcada por inevitables
conflictos con los hacenderos arrendatarios. Los ganaderos comenzaron a entrar
en el territorio Kadiwéu hace casi cinco décadas, habiendo noticias de que la
primera entada habría sido en 1952. Desde el final de la década de los
cincuenta empezaron, de otra forma, a ocupar ese territorio con autorización del
SPI (Servicio de Protección al Indio, órgano que antecedió a la actual Funai).
En 1961, ya habían sido concretados 61 contratos individuales con
arrendatarios. Esta ocupación alteró significativamente la utilización por
parte de los indios de su territorio. A inicios de la década de los noventa,
eran 89 las haciendas arrendadas al interior de la Tierra Indígena Kadiwéu, las
cuales se extendían por casi la totalidad de este territorio, de forma tal que
los indios quedaron estrujados en sus aldeas.
Organización social y política
En el pasado, las hordas Mbayá se dividían en “tolderías”.
La toldería, donde había una casa colectiva, era la menor unidad política y
económica, que reunía la parentela de un “capitão” y de sus cautivos. Las
familias de “capitães” se componían de los Mbayá de nacimiento, que hoy son
vistos como familias de Kadiwéus “puros”, conforme a ellas se refieren, o
los goniwtagodepodi ejiwajigi (“nuestros señores Kadiwéu”),
donde ejiwajigi es su autodenominación. Goniwtagodepodi o goniwaagodi –
en las expresiones masculina y femenina, respectivamente, pues hay distinción
lingüística entre ellas – es un término de tratamiento que los Kadiwéu usan
para cualquier persona del sexo masculino, inclusive extranjeros. Las mujeres,
de la misma manera, son interpeladas por los términos goniwtagodo (en
el habla masculina) o goniwaagodo (en el habla femenina). También
abordan a los niños en esos términos, que traducen como señor y señora (goniwtagodi,
nuestro señor; iniwtagodi, mi señor).
Los capitanes eran todos los descendientes de capitanes, en
cualquier línea o grado, inclusive las de sexo femenino (las “capitãs). Toda
vez que el núcleo de Kadiwéu “puros” era diminuto por efecto de la baja
natalidad, ciertamente algunos cautivos debieron ser incorporados, posiblemente
por vía de casamiento, que no era preferencial. Aunque los Kadiwéu afirman que
antes los señores no se casaban con sus cautivos, esa regla no es verificable
hoy en día. Todavía persiste en esta sociedad la distinción jerárquica entre
aquellos que se consideran Kadiwéu “puros” y los descendientes de cautivos. En
la actualidad sólo dos familias reivindican el estatus de señores en la aldea
Bodoquena. Ambas disputan la hegemonía política en el grupo. La relación de
“cautiverio” se deja notar mejor en las prácticas rituales. Por ejemplo, cuando
hay alguna actividad en la que muchachos y muchachas participan por primera
vez, precisan ser representados en aquel momento por un cautivo suyo. De forma
general, en lo que respecta a las actividades cotidianas, las familias, cualquiera
de ellas, se desenvuelven en forma autónoma y al modo de unidades.
En 1992, los Kadiwéu de la aldea Bodoquena se distribuían
en 110 casas que mayormente abrigaban familias nucleares, dispuestas en general
por grupos de parientes y obedeciendo preferentemente una regla matrilocal. Son
muy frecuentes los casamientos con los Terena. En esa época, tan sólo en la
aldea Bodoquena, en 28 familias nucleares uno de los cónyuges era Terena. Y
esto sin mencionar a los que tienen ancestros en esta última etnia.
Las decisiones políticas y de interés general para el grupo
están fuertemente centralizadas en la figura del capitán y de sus asesores. El
derecho de mando es hereditario. Hoy, tal derecho es reconocido como
“naturalmente” perteneciente al biznieto primogénito del “Capitãozinho”, un
venerable líder del pasado. Con todo, las reglas se flexibilizan en sentido del
sufragio, por lo que respecta a la jefatura. Los capitanes, término con el que
se refieren a los jefes o “caciques”, en la actualidad son escogidos dentro del
grupo y, en el transcurso de su historia reciente, varios capitanes se
sucedieron en breves períodos. No siempre ellos pertenecen a “familias de
capitanes” y, cuando no hacen parte de ellas, su estatus social no es alterado
por su posición política. El capitán es asesorado por un consejo, compuesto
sobre todo por hombres más viejos y experimentados. Cabe notar, sin embargo,
que es igualmente fuerte el papel político de los líderes jóvenes, que alcanzan
prestigio sobre todo debido a su grado de instrucción (algunos de ellos poseen
hasta el 2° grado escolar) y su dominio de la lengua portuguesa, muy útil en
las negociaciones externas.
Arte
Los finos diseños corporales realizados por los Kadiwéu constituyen una forma notable de expresión de su arte. Hábiles diseñadores, ellos estampan rostros con diseños minuciosos y simétricos, trazados con la tinta obtenida de la mezcla de jugo de jenipapo con polvo de carbón, aplicado con una fina lasca de madera o tacuara. En el pasado, la pintura corporal marcaba la diferencia entre nobles, guerreros y cautivos.
Las mujeres Kadiwéu producen, igualmente, bellas piezas de
cerámica: vasos de diverso tamaño y formato, también platos de variado tamaño y
profundidad, figuras de animales, adornos de pared, entre otras piezas
creativas. Ellas las decoran con modelos que les son peculiares, que siguen un
repertorio rico, pero fijo, de formas saturadas con diversos colores. La
materia prima de su trabajo se encuentra en barreras especiales, que contienen
el barro de consistencia y tonalidad ideales para la cerámica durable. Los
pigmentos para su pintura son conseguidos de arenales de los más variados
tonos, siendo algunos de los detalles glaseados con resina de palo santo.
Se puede ver también el arte Kadiwéu manifestarse en los
cánticos de las mujeres ancianas, en las músicas de los tocadores de flauta y
tambor, y en las danzas colectivas.
Narrativas
Desenhos publicados em VIDAL, Lux (org.). Grafismo
Indígena. Studio Nobel, Fapesp, Edusp, SP, 1992
La sociedad Kadiwéu tuvo en la guerra de captura el
fundamento de su organización. La memoria de la guerra es bastante presente y
reactivada siempre en los discursos de autodefinición, así como fuente de
recursos a ser usados en su relación actual con la sociedad nacional. El ideal
del guerrero es fuente de valores que todavía orientan sus prácticas. Varios
mitos Kadiwéu hacen mención a los Godapoagenigi, aquellos guerreros que
sobresalían por su coraje y fuerza física. Entre las narrativas que pude oír de
su rico repertorio, los Kaduwéu distinguen por lo menos dos clases. A una de
ellas llaman “historias de admirar” o “historias que hacen milagros”,
“historias sagradas”, más próximas a la categoría de mitos propiamente dichos.
Otra clase vendrían a ser las “historia que efectivamente acontecieron”, que se
presentan como “descripción histórica” de eventos tales como las guerras del
pasado.
Y es en las “historias de admirar” que los Kadiwéu van a
buscar sus nombres personales – llámense “mitos de denominación”. Muchos de
esos mitos son de propiedad de las familias de capitanes y los nombres
personales que de ellos provienen pueden ser usados por sus descendientes y
cautivos. En muchas de esas historias, los protagonistas son ancestros
mitológicos de familias de capitanes.
Ritos
Bobos, ritual do navio. Foto: Mônica Pechincha, 1992
El individuo Kadiwéu recibe un nombre en ocasión de su
nacimiento y a la muerte de un pariente. Durante los ritos funerarios, los
parientes del muerto tienen los cabellos cortados. Aquel que corta el cabello
en señal de luto es llamado okojege. Las mujeres ancianas, conocedoras de
esos ritos, se reúnen durante el funeral para decidir el nombre más adecuado
para el enlutado. Cuando se pierde un pariente próximo es también posible
adoptar alguna otra persona (independientemente de la edad, sexo o grado – e
incluso existencia o no – de parentesco) para suplir la ausencia del muerto. Un
pariente adoptado en esas circunstancias es llamado godokogenigi. A éste
también se le da un nuevo nombre y se le corta los cabellos. Hay aún otra forma
de establecer un parentesco “de consideración” y es a través de la relación
entre imedi (o imeeti, en el caso de las mujeres, palabra
utilizada como “amigo/amiga”). Dos familias pueden acordar convertir en imedi un
hijo de cada una, estableciéndose entre ellos una relación de hermanos con las
actitudes que le son peculiares. Los descendientes de dos imedi serán imedi entre
sí.
Aparte de los ritos funerarios, practican también lo que
llaman la “Fiesta de la Moza”. Se trata de un ritual de iniciación femenina,
que somete a la moza que experimenta su primera menstruación a una reclusión de
dos días y a una dieta rigurosa. No puede poner los pies en el piso ni mirar
hacia los animales. En el clímax del ritual, la muchacha es “abanicada” con un
paño rojo bordado con mostacillas y pendientes en las puntas (el
“abanico”, wajuide), y, echada de bruces, será presionada a la altura de
los riñones por una mujer de aldea cuidadosamente escogida por sus familiares,
pues sus características serán asimiladas por la muchacha.
El Navío, o Etogo, es el ritual que los Kadiwéu consideran
la expresión más visible de su alteridad, pues, como dicen, es lo que mejor
muestra que ellos son “indios de verdad”. Cuando se realizó en 1992, hacía por
lo menos cincuenta años que no venía siendo escenificado y no volvió a ser
repetido después de esa fecha. La motivación inmediata para su realización fue
la necesidad de mostrarle a los Blancos y a sus convidados el ritual más expresivo
de su identidad.
El Navío es un largo ritual. Hace referencia a la Guerra de
Paraguay, evidente, entre otros aspectos, por la colocación, a cada lado de la
entrada del navío de bambú construido para ser el espacio ritual, de banderas
estilizadas de Brasil y de Paraguay. El Navío mimetiza un navío de guerra, tal
como los Kadiwéu dicen haber visto uno, en el pasado, al recorrer el río
Paraguay.
El jefe del Navío es un personaje llamado Maxiotagi, o
“Macho”. Maxiotagi es un personaje Xamakôko (aunque el actor sea
Kadiwéu), de la etnia que fue la principal fuente de cautivos en el pasado. Su
función en el ritual es dictar las órdenes que condicionan las escenas de su
desenvolvimiento.
Maxiotagi, que es ciego, tiene como compañeros a Ligecoge,
“los ojos del Macho”, y a Lionigawanigi, “Pequeño”, que lo auxilian en sus
actividades. Estos personajes se adornan con graciosas indumentarias. En el
Navío también está el Delegado, el Sargento (Jajentege), los cabos y los
escribanos (Nidikuna). Y también Ixotece Gonibedona Gonibegi, o “Dedo-en
el-Culo”, que se encarga de la “ronda”. La regla principal en el Navío es no
reír, bajo pena de ser apresado y/o pagar una “fianza”, cobrada generalmente en
forma de ganado a ser sacrificado inmediatamente, abasteciendo el churrasco
colectivo durante los varios días del ritual.
En el período ritual, la rutina de la aldea es totalmente
modificada y todos se comportan como si estuviesen bajo voz de mando, actuando
solamente conforme a las órdenes del jefe. Durante el Navío, todos los hombres
de la aldea son llamados de “soldados” y todas las mujeres de paraguayas (gaxianaxe),
representando presas de guerra. Hay también un rol importante reservado a las
mujeres ancianas, quienes guardan en el grupo los cánticos sagrados. Estas
mujeres, conocedoras únicas del lenguaje de los cánticos, que los jóvenes no
saben traducir, cantan a la manera del “repente” (trova tradicional) siempre
que un acontecimiento importante acaece al grupo. Sus cánticos recuerdan hechos
históricos y guardan la memoria de los capitanes y de sus grandes logros,
además de comentar, sobre la base de su historia y cosmología, los hechos
actuales. Las mujeres ancianas cantan (o “rezan”) en el Navío para liberar a
los presos.
El momento ritual se completa con danzas masculinas (nabacenaganaga,
o “bate-pau”) y femeninas, por la música entonada con sus instrumentos típicos
– como la flauta, natena, y el tambor, goge –, diversos juegos – sobre
todo los que demuestran el desempeño físico de los hombres, evocando a
los godapoagenigi), y la presentación de los “bobos” (bobotegi). Estos son
personajes que no aparecen solamente en el Navío. Ellos se presentan
enmascarados, el cuerpo también disimulado, irreconocibles, danzando sus
“polcas” peculiares, asustando a los niños a quienes les piden prendas.
Hay también un Padre en el Navío, que bautiza como los
padres de los cristianos y simula ritos de cura, como el de nijienigi (el
chamán Kadiwéu). El nijienigi es capaz de preveer, con ayuda de las
entidades espirituales que lo guían, los acontecimientos venideros. Por eso, en
el pasado su papel fue fundamental en las estrategias de guerra. Los nijienigi también
curan y en la aldea todavía se les llama para intervenir en casos de
enfermedades.
Reproducido con adaptaciones menores de:
https://pib.socioambiental.org/es/Povo:Kadiw%C3%A9u
Reproducido con adaptaciones menores de:
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