Los Bororó
Los bororó conocidos también como "Coroados" o "Parrudos" es una población indígena del Estado de Mato Grosso, Brasil.
En la actualidad, los Bororo detentan seis Tierras Indígenas (TIs) demarcadas en el estado de Mato Grosso, en un territorio discontinuo y no caracterizado que corresponde a un área 300 veces menos que el territorio tradicional.
En este sentido no es casual la tradicional disposición
circular de las casas dispuestas hacia el centro de la aldea que forma un patio
y constituye el espacio ritual de ese pueblo, caracterizado por una
compleja organización social y por la riqueza de su su vida ceremonial. A pesar de que en la actualidad sólo tienen derecho a un territorio discontinuo y poco característico, el vigor de su cultura y su autonomía política han actuado como armas contra los efectos predatorios del contacto con el "hombre blanco”, que se extiende desde hace ya 300 años.
Nombre
Los Bororo
se autodenominan Boe. El término “Bororo” significa “patio de aldea” y
constituye, en la actualidad, su denominación oficial.
A lo largo de la historia, otros nombres fueron utilizados para identificar a ese pueblo, tales como: Coxiponé, Araripoconé, Araés, Cuiabá, Coroados, Porrudos, Bororos da Campanha (en referencia a los que habitaban la región próxima a Cáceres), Bororos Cabaçais (aquellos de la región de la cuenca del río Guaporé), Bororos Orientales y Bororos Occidentales (división arbitraria hecha por el gobierno de Mato Grosso, durante el período de auge de la minería, que tienen el río Cuiabá como punto de referencia).
A lo largo de la historia, otros nombres fueron utilizados para identificar a ese pueblo, tales como: Coxiponé, Araripoconé, Araés, Cuiabá, Coroados, Porrudos, Bororos da Campanha (en referencia a los que habitaban la región próxima a Cáceres), Bororos Cabaçais (aquellos de la región de la cuenca del río Guaporé), Bororos Orientales y Bororos Occidentales (división arbitraria hecha por el gobierno de Mato Grosso, durante el período de auge de la minería, que tienen el río Cuiabá como punto de referencia).
Entre sus
autodenominaciones, se destacan aquellas vinculadas a la ocupación
territorial: Bóku Mógorége (“habitantes del cerrado”) son los Bororo
de las aldeas de Meruri, Sangradouro y Garças; Itúra Mogorége (“habitantes
das matas”) corresponden a los Bororo de las aldeas de Jarudori, Pobori y
Tadarimana; Orari Mógo Dóge (“habitantes de las plagas del pez
pintado”) remiten a los Bororo de las aldeas de Córrego Grande y Piebaga; Tóri
ókua Mogorége (“habitantes de las estribaciones de la sierra de São
Jerônimo”) era el nombre dado a un grupo actualmente sin una aldea
remaneciente; Útugo Kúri Dóge (“los que usan flechas largas”) o Kado
Mogorége (“habitantes dos tacuarales”) son los Bororo de la aldea de
Perigara, en el Pantanal.
Localización
El
territorio tradicional de ocupación Bororo llegaba a el actual territorio de
Bolivia, hacia el oeste; centro sur del estado de Goiás, el este; a las
márgenes de la región de los formadores del río Xingu, al norte; y al sur,
alcanzaba las proximidades del río Miranda (Ribeiro, 1970: 77). Se especula que
ese pueblo haya habitado esa región durante, por lo menos, siete mil años (Wüst
& Vierter, 1982).
Lengua
Boe Wadáru es
el término usado por los Bororo para designar su propia lengua original. Los
lingüistas Rivet (1924) y Schmidt (1926), la clasificaron como aislada y
posiblemente vinculada al área Otuké. Posteriormente, un nuevo paradigma
simplificó la clasificación de las lenguas indígenas, reuniéndolas según
ciertas semejanzas, de modo que la lengua Bororo fue encuadrada en el tronco
lingüístico Macro-Jê (Manson, 1950; Greenberg, 1957).
En la
actualidad, la lengua Bororo es hablada por casi toda la población. Hasta el
fin de la década de 1970, sin embargo, los niños y jóvenes sufrían la
imposición del régimen escolar de la misión indígena que prohibía que se
hablase la lengua nativa en las aldeas de Meruri y de Sangradouro. Un proceso
de reevaluación autocrítico de los salesianos culminó en el rescate de la
lengua original y el comienzo de la enseñanza bilingüe. Así, en todas las
aldeas, la mayoría de la población habla portugués y Bororo.
En el día a
día, la lengua que se habla es la nativa, cubierta de neologismos asimilados
del portugués regional, el cual se acciona apenas durante los contactos
interétnicos.
Situación
actual del territorio
En la
actualidad, los Bororo detentan seis Tierras Indígenas (TIs) demarcadas en el
estado de Mato Grosso, en un territorio discontinuo y no caracterizado que
corresponde a un área 300 veces menos que el territorio tradicional. Las Tls Mer uri, Perigara, Sangradouro/Volta Grande y Tadarimana están registradas y homologadas; la TI Jarudori les fue reservada a los indígenas por el SPI
(Servicio de Protección al Indio-Serviço de Proteção ao Índio), pero fue
continuamente invadida, a tal punto que en la actualidad se encuentra
totalmente ocupada por una ciudad; por su parte, la TI Teresa Cristina está bajo examen de la justicia,
toda vez que su delimitación fue anulada por un decreto presidencial.
En la década
de 1970, el alto grado de insatisfacción de los Bororo provocó el surgimiento
de un movimiento de reivindicación por la recuperación de sus tierras
tradicionales y por la mejora de los servicios de salud y educación. Un caso
emblemático de ese movimiento fue la lucha por la tierra denominada Meruri, que
culminó en la famosa masacre llevada a cabo por los hacendados de General
Carneiro.
En la
actualidad, el movimiento congrega a todas las aldeas Bororo e intenta
solucionar las cuestiones acerca de la tierra de las áreas de Teresa Cristina,
Jarudori y Sangradouro. Otra importante reivindicación ha sido la inclusión de
los Bororo en los EIA/Rimas (Estudio e informe de Impacto Ambiental) de las
hidrovías Paraguay-Paraná y Araguaia-Tocantins. Luchan, aún, por la alteración
del trazado de la ferrovía Ferronorte, en las inmediaciones del área de Teresa
Cristina.
Historia
del contacto
Las fuentes
históricas disponibles informan que el contacto inicial de los Bororo con la
sociedad nacional se remonta al siglo XVII, cuando las “bandeiras jesuitas”
(los exploradores de la orden de los jesuitas), salieron de la ciudad de Belém
hacia la región de la cuenca del río Araguaia y continuaron navegando por los
ríos Taquari y São Lourenço, dirigiéndose al río Paraguay. A mediados del siglo
XVIII, el contacto con las “bandeiras paulistas” se intensificó y con el
descubrimiento del oro en la región de Cuiabá. Durante ese período, la
exploración aurífera fue la responsable por la fisión del grupo entre Bororo
Occidentales y Bororo Orientales.
Los Bororo
Occidentales, también denominados “Bororo de Campanha” y “Bororo Cabeçais”,
sufrieron la agresión del contacto con los colonizadores de Cáceres y Vila
Bela, al punto de ser considerados exterminados a mediados del siglo XX.
Los Bororo
Orientales, comúnmente denominados “Coroados”, permanecieron aislados hasta
mediados del siglo XIX, cuando comenzaron a protagonizar los episodios más
violentos de la historia de la ocupación de Mato Grosso. La apertura de una
carretera que atravesaba el valle del río São Lourenço, uniendo ese estado a
los estados de São Paulo y de Minas Gerais, provocó la ocurrencia de una guerra
que se extendió por más de 50 años y que culminó con la rendición total de los
Bororo Orientales.
La
“pacificación” ocasionó la creación de las Colonias Militares de Teresa
Cristina e Isabel en 1887. Luego de la proclamación de la República, la Colonia
Teresa Cristina fue demarcada por Rondón en 1896, intentando garantizar una
parte importante del territorio tradicional Bororo. Desde ese período y hasta
1930, Rondón reservó otras áreas para los Bororo de la cuenca del São Lourenço,
entre las cuales se encuentran los lotes denominados “São João do Jarudori”,
“Colônia Isabel” y “Pobori”, que quedaron bajo la responsabilidad del SPI
(Servicio del protección al Indio) desde 1910.
En la cuenca
del Araguaia, los grupos Bororo más alejados –que residían en las regiones del
río das Mortes, río das Garças y en los márgenes derecho e izquierdo del
Araguaia- fueron afectados por la ocupación de los hacendados de Goiás y de los
buscadores de diamantes. Durante esa época, se produjeron violentos conflictos
y el gobierno de la Provincia le encomendó a los salesianos –hasta hacía poco
tiempo apartados de las Colonia Teresa Cristina-, la tarea de pacificarlos.
En 1902, los
salesianos fundaron la Colonia de Sagrado Coração e iniciaron la catequesis de
los Bororo. En 1906, crearon la Colonia de Sangradouro, que más tarde recibiría
a los Xavante expulsados del área de Parabuburi.
En síntesis,
el resultado del proceso de contacto con la sociedad nacional representó no
solamente la pérdida de la mayor parte del territorio tradicional, como también
una drástica reducción poblacional.
Población
Las
informaciones históricas disponibles indican que durante las últimas décadas
del siglo XIX existía un contingente de aproximadamente diez mil individuos
Bororo. Sin embargo. Al cabo de pocos años, una gran parte de la población
sucumbió a los efectos deletéreos del contacto, que incluyeron guerras,
epidemias y hambre. El panorama era tan desalentador que el antropólogo Darcy
Ribeiro (Os Índios e a Civilização, Petrópolis, Vozes,1970:293), al analizar el
censo de 1932, afirmó que el alto grado de vulnerabilidad de los Bororo
indicaba las últimas etapas de su proceso de extinción. Sin embargo, a partir
de la década de 1970, se ha observado un crecimiento poblacional de modo que,
de 626 individuos registrados por el Padre Uchoa en 1979, existen en la
actualidad una suma total de aproximadamente 1.024.
Los datos de
la Funasa revelan que la población Bororo alcanzó 1.392 personas en 2006.
Organización
social y parentesco
Entre los
Bororo, la unidad política es la aldea (Boe Ewa), conformada por un conjunto de
casas dispuestas en círculo, y que tienen como centro la casa de los hombres
(Baito). Del lado oeste del Baito se encuentra la plaza ceremonial, denominada
Bororo, lugar de las ceremonias más importantes en esa sociedad. Inclusive en
las aldeas en donde las casas se disponen linealmente por la influencia de los
misioneros o de los agentes del gobierno, la circularidad de la aldea se
considera la representación ideal del espacio social y del universo
cosmológico.
En la
compleja organización social de los Bororo la clasificación de los individuos
se realiza a partir de su clan, del linaje y del grupo residencial. La regla de
descendencia es matrilineal, de modo que, al nacer, el niño recibirá un nombre
que lo identificará con el clan materno. Aunque exista esa norma de conducta
ideal, en la práctica puede ser manipulada para atender otros intereses
(Novaes, 1986).
En la
distribución espacial de las casas alrededor del círculo de la aldea, cada clan
ocupa un lugar específico. La aldea se divide en dos mitades exogámicas -Exerae
y Tugarége-, cada una subdividida en cuatro clanes principales, los cuales se
constituyen por diversos linajes. Existe una jerarquía entre los linajes que se
manifiesta a través de las categorías del tipo mayor/menor, más
importante/menos importante, hermano mayor/hermano menor. Las personas del
mismo clan, pero de linajes jerárquicamente diferentes, no deben residir en la
misma casa.
Cada casa de
la aldea acostumbra abrigar a dos o tres familias nucleares. Los grupos
residenciales son uxorilocales, regla por la cual un hombre que se casa debe
mudarse a la morada de su esposa aunque continua siendo un miembro de el linaje
anterior. Por esa razón, en una misma casa residen personas de categorías
sociales, clanes y linajes diferentes.
El
casamiento entre los Bororo es inestable y acostumbra manifestarse una alta
tasa de separación entre las parejas, provocando así que un hombre pueda
residir en varias casas a lo largo de toda su vida.
En general,
el vínculo del individuo con su grupo natal es más fuerte que el vínculo con el
grupo de su esposa, a pesar de la convivencia más intensa con sus afines así
como la deuda de obligaciones tales como cazar, pescar, trabajar en el campo de
cultivo de su suegro y realizar ornamentos que serán dados al hermano de su
mujer. Pero esas actividades apenas señalan su presencia física en el grupo.
Por otro lado, y en relación al grupo natal, el hombre se encarga de velar por
el futuro de sus hermanas y es por medio de ellas que se protege socialmente.
Un hombre le
transmite sus nombres y sus reglas rituales asociadas a los mismos a los hijos
de sus hermanas –sus iwagedu- y no a sus propios hijos. Además de lo
mencionado, aún residiendo fuera del hogar, el hombre tiene la responsabilidad
por el patrimonio cultural de su grupo de origen y lo representa en las
actividades rituales: cantos, bailes, la confección de ornamentos y la
realización de servicios rituales específicos. En relación a los hijos, el
deberá garantizarles la supervivencia física aunque le cabrá a su cuñado,
hermano de la esposa, la formación cultural del niño.
A pesar de
compartir el mismo techo, las familias nucleares que componen un grupo
doméstico establecen divisiones internas. El espacio de cada familia se
concentra en las extremidades de la casa, nunca en el centro. En ese lugar
guardan todas sus pertenencias, comen, duermen y reciben las visitas
cotidianas.
El centro de
la casa no es exclusivo de ninguna familia y constituye el lugar en el que son
recibidas las visitas consideradas como más importantes y donde se desarrollan
los rituales. Es el espacio que representa aquella unidad social (clan o
linaje) de la cual ciertos miembros de las familias nucleares forman parte. Es
también en el centro de la casa en donde se sitúa el fuego utilizado para
cocinar, ahuyentar mosquitos o, simplemente, como fuente de calor durante la
noche (Novaes, 1986). Durante el día, las puertas y ventanas de las casas se
encuentran siempre abiertas, permitiendo el control de lo que ocurre en la
aldea. Durante los rituales en los que las mujeres no pueden estar presentes,
las puertas y las ventanas permanecen cerradas. Lo mismo ocurre durante el
luto, dado que quienes lo están guardando se mantienen al margen de la vida
social y no pueden mirar hacia el centro de la aldea. Durante el funeral, la
casa de los enlutados permanece vacía y, cuando el luto acaba, la misma debe
ser destruida. Por esas razones, Sylvia Caiuby Novaes reconoció en la casa
Bororo un espacio de articulación entre el dominio de lo doméstico y el dominio
político-jurídico.
Vida
ceremonial
Los rituales
son una constante en la vida de los Bororo. Los ritos de pasaje principales (en
los que las personas pasan de una categoría social a otra) son los de
nominación, iniciación y funerarios. De acuerdo con Novaes, “En el ritual de
nominación el niño es introducido formalmente en la sociedad Bororó de
su iedaga(el nominador es el hermano de la madre) y de las mujeres del
clan de su padre, que lo ornamentan para dicho ritual.
Esas
personas sintetizan de forma clara los atributos que forman la personalidad del
hombre Bororo y que integra de modo consistente aspectos jurídicos
(transmitidos por la edad y asociados a la matrilinealidad) así como aspectos
de un carácter más místico (asociado a la patrilinealidad)” (1986: 230). A
través de su nombre, el niño pasa a estar asociado a una categoría social –el
linaje de un clan- vinculada a un héroe cultural de la sociedad Bororo que, en
tiempos míticos, estableció los fundamentos de la vida social como debería ser.
El funeral
es el más extenso de todos los rituales Bororo y también fue relatado e
interpretado por Sylvia Caiuby Novaes:
"Puede
parecer paradójico, pero es exactamente por medio del funeral que la sociedad
Bororo reafirma la vitalidad de su cultura. Este es un momento especial en la
socialización de los jóvenes, no solamente porque es en esa época que muchos de
ellos se inician formalmente, sino también porque es por medio de su
participación en los cantos, bailes, excursiones de caza y de pesca colectivas
realizados en esa ocasión que ellos tienen la oportunidad de aprender y de
percibir la riqueza de su cultura. Pero por qué hacer de un momento de pérdida,
como la muerte de una persona, un momento de reafirmación cultural y hasta
inclusive de recreación de la vida?"
Para los
Bororo, la muerte es el resultado de la acción de Bope, una entidad
sobrenatural involucrada en todos los procesos de la creación y transformación,
como los nacimientos, la pubertad y la muerte. Cuando una persona muere, su
alma, que los Bororo denominan aroe, comienza a habitar el cuerpo de ciertos
animales como la onza pintada, la onza parda y la jaguatirica u ocelote. El
cuerpo del muerto se envuelve en esteras y es enterrado en una tumba rasa,
cavada en el patio central de la aldea circular. Todos los días, esta tumba se
riega para acelerar la descomposición del cuerpo cuyos huesos deberán ser
decorados al finalizar el proceso.
Entre la
muerte de un individuo y la ornamentación de sus huesos, que luego serán
definitivamente enterrados, se demora entre dos y tres meses. Un largo tiempo,
en el que los grandes rituales se realizan. Un hombre será el elegido para
representar al fallecido. Todo decorado, su cuerpo se cubre totalmente por
plumarios y pinturas, colocando en su cabeza un enorme tocado de plumas y
cubriendo su cabeza con una visera de plumas amarillas. En el patio de la
aldea, entonces, ya no es un hombre el que danza sino un aroemaiwu, literalmente,
el alma nueva que, con sus evoluciones, se presenta al mundo de los vivos.
Entre las varias tareas que le caben al representante del muerto, la más
importante será la de cazar a un gran felino cuyo cuero será entregado a los
parientes del muerto en un ritual que involucra a todos los miembros de la
aldea. La caza de ese animal asegura la venganza del muerto, por medio de aquel
que lo representa, sobre el Bope, entidad causante de la muerte. Ese momento
marca el fin del luto e indica la victoria de la vida sobre la muerte. Esos
rituales crean y recrean la sociedad Bororo, revelando los misterios de una
sociedad que hace de la muerte un momento de reafirmación de la vida” (Novaes,
1992).
“Además del
funeral y de la nominación, la intensa vida ritual Bororo incluye la
perforación de las orejas y del labio inferior, la fiesta del maíz nuevo, la
preparación de las excursiones de caza y de pesca, las fiestas del cuero de
onza, del pavo real y del asesino de la onza, entre otras. En todos estos
casos, las nuevas relaciones se superponen con las antiguas, resultando una
configuración social en la que los individuos mantienen relaciones provenientes
de varias instancias, con derechos y deberes diferentes, así como abordajes y
formas de tratamiento. El énfasis en uno u otro tipo de relación depende de la
situación social en la que estas personas se encuentran” (Novaes, 1986).
Organización
y política
En la
estructura política tradicional, se identifican tres poderes: el Boe
eimejera, jefe de la guerra, de la aldea y del ceremonial; el Bári, chamán
de los espíritus de la naturaleza; y el Aroe Etawarare, chamán de las
almas de los muertos. Actualmente, también existe la figura del Brae
eimejera, jefe de los blancos, esto es, el jefe que negocia con los blancos.
Las aldeas
Bororo mantienen su autonomía y presentan situaciones políticas que son la
consecuencia de las diferentes soluciones derivadas del proceso de contacto. En
la aldea Meruri, la elección del Boe eimejera se realiza a través de
la elección directa y no sigue los caminos tradicionales, expresando una clara
separación entre la jefatura política y la jefatura ceremonial. En las otras
aldeas, la organización política de la aldea sigue la forma tradicional. Las
relaciones entre las aldeas Bororo están guiadas por las relaciones sociales,
políticas y, principalmente, religiosas, en las cuales el funeral tradicional es
el factor determinante.
El
conocimiento de la naturaleza
Los Bororo
reconocen una amplia serie de “zonas y subzonas ecológicas” en su ambiente de
exploración, siendo que las principales son: Bokú (sabana), Boe
Éna Jaka (transición) e Itúra (selva). Cada zona ecológica está
asociada a determinadas plantas, suelos y animales específicos, representando
un sistema integrado entre esos elementos y el hombre. Cada zona presenta,
también, subdivisiones menores.
Ciclo
anual de actividades
Dos especie
de fenómenos definen el ciclo anual de actividades Bororo. La ausencia o la
frecuencia de las lluvias dividen el ciclo anula en dos estaciones: Joru
Butu(estación seca) y Butao Butu (estación de lluvias). La ausencia
de la constelación de las Pléyades, Akiri-doge, que se produce durante
casi un mes, marca el pasaje de Akiri-doge Èwure Kowudu (ceremonias
de la estación seca) y de Kuiada Paru(ceremonias de la estación de
lluvias).
Actividades
económicas
El sistema
económico Bororo se caracteriza por la combinación de las actividades
económicas de recolección, caza, pesca y de agricultura. El proceso de contacto
acarreó nuevas formas de relaciones sociales y económicas tales como la
posibilidad de trabajo asalariado, la venta de mercancías (“artesanía”) y la
pensión por retiro o jubilación. De todas maneras, las actividades que los
Bororo desarrollaron en su territorio todavía están profundamente marcadas por
el conocimiento de la naturaleza, sus potencialidades y sus restricciones.
Las personas
que trabajan juntas en una casa también comparten el campo de cultivo. Los hombres
realizan la mayor parte del trabajo en el campo: el desmonte, la quema y la
remoción de malas hierbas. Las mujeres, por su parte, solo ayudan en la siembra
y en la recolección. Ellas son las responsables de la recolección de miel,
cocos de diversos tipos, frutos de la sabana, huevos de pájaros y de tortugas.
Los niños, y en ocasiones los maridos, pueden participar en esas actividades
(Novaes, 1986).
El cambio
más visible a partir del contacto ocurrió en el sentido de la extinción de las
actividades nómades, Maguru, desarrolladas en la época de la estación seca
cuando una parte sustancial de la aldea se trasladaba realizando grandes viajes
de exploración territorial. Como contrapartida, la actividad agrícola se
intensificó con la introducción de nuevas técnicas y de nuevos cultivos.
Los Bororo
siguen siendo eximios cazadores y pescadores, a pesar de la escasez provocada
por los desequilibrios ambientales devenidos de la explotación agropecuaria de
la región. Tanto la caza como la pesca, actividades eminentemente masculinas,
se desarrollan individualmente o colectivamente y todavía presentan un papal
importante en la alimentación diaria y ceremonial, así como en las relaciones
sociales, dado el prestigio adquirido por el buen cazador/pescador.
La
agricultura es desarrollada por las familias mediante la técnica de “corte y
quema”, en un área media de media hectárea que se utiliza por tres años
consecutivos y luego es dejada en reposo por más de seis años. La serie típica
de cultivos son el maíz, el arroz, la mandioca, las habas, el zapallo y otros.
El cultivo del maíz sigue las direcciones de la jefatura así como algunas
sanciones de carácter sobrenatural, principalmente en lo que se refiere al
consumo del maíz verde o joven, que necesita atravesar una ceremonia de
purificación denominada Kuiada Paru. En la actualidad, algunas comunidades
dependen de las tecnologías para establecer campos de cultivo. En el caso de la
aldea Meruri, por ejemplo, existe una profunda dependencia del tractor para la
tala de árboles y la preparación de la tierra.
La cría de
ganado es todavía una actividad poco desarrollada y apropiada por los Bororo,
aunque ya representa un papel importante en la alimentación, principalmente en
Meruri.
Relación
con la sociedad regional
La reacción
de los Bororo frente a la pérdida de sus trazos culturales, mantenida a lo
largo del proceso de contacto, llama la atención por su especificidad y
originalidad. En las palabras de la antropóloga Sylvia Caiuby Novaes: “A través
de estos rituales, los Bororo transgreden el orden que se les quiere establecer
y se oponen, finalmente, a la ‘armoniosa integración a la sociedad nacional’”
(1993: 132-133). La autonomía de los Bororo con relación a la vida regional
está más desarrollada en el aspecto social que en el económico. Las relaciones
de compadrazgo son cada vez más frecuentes, así como los casamientos con los
habitantes de la región. Tal situación ha creado algunos conflictos relativos a
la cuestión de la tierra y a la propia participación de los “mestizos” en la
vida comunitaria.
En lo que se
refiere a la representación política, la estrategia Bororo es ejemplar. El
hecho de haber conseguido en la elecciones colocar a un representante municipal
y un alcalde o intendente Bororo en un distrito le confirió un rol importante
al pueblo de la aldea de la Tierra Indígena Meruri. Tal papel se refuerza por el hecho
de que los Bororo representan el 50% de los consumidores del comercio en esa
ciudad y, al contrario de los numerosos Xavante,
son aplicados en el pago de sus deudas.
Situación
en el área de la salud
El patrón de
morbilidad de la población Bororo es relativamente constante y refleja,
principalmente, la precariedad de las condiciones de vida. Los agravantes
principales son las enfermedades infectoparasitarias, las enfermedades
relacionadas al saneamiento, a los hábitos higiénicos y al alcoholismo que es,
sin dudas, su mayor problema de salud.
Los agentes
responsables por la asistencia de la salud Bororo son la Fundación Nacional de
Salud (Fundação Nacional de Saúde o Funasa), la Funai (Fundación Nacional del
Indio-Fundação Nacional do Índio), la Misión Salesiana (Missão Salesiana)
y las correspondientes secretarías municipales. A pesar de ese gran número de
entidades, las condiciones de los servicios de salud continúan siendo
precarias. Por un lado, porque esas instituciones se encuentran desarticuladas,
tienen su propio modo de actuación y ven la cuestión de la salud del grupo bajo
su propia óptica. Por el otro, existen más problemas que afectan a los
servicios de salud y ellos son las malas condiciones de las instalaciones de
los puestos de salud de las aldeas, la inexistencia de una política de recursos
humanos para la salud indígena, la ausencia de formación en los profesionales y
la falta de presupuesto para la compra de remedios y de otros productos de
utilizados en los procedimientos de enfermería.
Aún peores
son las condiciones de habitación en las aldeas en las que la acción de los
agentes llevó a los Bororo a cambiar sus chozas por las casas de albañilería.
Sin embargo, en las aldeas en donde las casas son las tradicionales,
construidas de paja, la adecuación de las residencias a los patrones y a las
costumbres Bororo las vuelve más razonables en términos sanitarios y de confort
ambiental.
Proyectos
gubernamentales y no gubernamentales en la región
En 1997, el
único proyecto gubernamental en la región consistía en el denominado Prodeagro
(Programa de Desarrollo Agro-Ecológico de Mato Grosso-Programa de
Desenvolvimento Agro-Ecológico de Mato Grosso), desarrollado en el ámbito
estatal con el apoyo financiero del Banco Mundial. Ese proyecto todavía no
desarrolló acciones de tipo agropecuario en la región, aunque ha garantizado
algunos recursos para los sectores de la salud y de la educación destinados a
las comunidades indígenas como el “Proyecto Tucum”, que busca formar a los
profesores indígenas.
Las acciones
de las agencias no gubernamentales se desarrollan a través del Cimi (Consejo
Indigenista Misionero-Conselho Indigenista Missionário), por la Misión
Salesiana (Missão Salesiana) y por otras entidades de asistencia a la salud
tales como Médicos sin Fronteras y Dentistas Alemanes, entre otros.
Reproducido con adaptaciones menores de:
https://pib.socioambiental.org/es/Povo:Pares%C3%AD
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