Los pueblos indígenas de Brasil
Los M’bya guaraní, un pueblo de migraciones
existenciales
Nosotros somos una única familia original
–nuestro cuerpo y nuestra forma es lo mismo, nuestra lengua y nuestro hablar es
el mismo. (…) Los antiguos fueron para Brasil y los parientes que vinieron de
Brasil son los que quedaron y son los verdadero (trecho del discurso del
dirigente político de la aldea Pastoreo, Itapua, Paraguay, en 1997).
Los mbya
identifican a sus “iguales”, hacia el pasado, por el recuerdo del uso común del
mismo tipo de tambeao (vestimenta de algodón que los antiguos tejían), por
hábitos alimenticios y por expresiones lingüísticas. Se reconocen
colectivamente como ñandeva ekuéry (todos los que somos nosotros). A pesar de
las diferentes presiones e interferencias que los guaraníes vienen sufriendo a
los largo de los siglos y de la gran dispersión de sus aldeas, los mbya se
reconocen plenamente como un grupo diferenciado. De esta manera, a pesar de que
se producen casamientos entre los subgrupos guaraní, los mbya mantienen una
unidad religiosa y lingüística bien específica que les permite reconocer a sus
iguales aun viviendo en aldeas separadas por grandes distancias geográficas y
rodeados por diferentes sociedades nacionales. En relación a otros subgrupos
guaraní que residen en Brasil, ver la sección Guaraní Kaiowa y Ñandeva.
Historia, nombres y lugares
En los
siglos XVI y XVII, los españoles, a medida que avanzaban en sus viajes de
exploración y en sus expediciones de conquista – y los misioneros en su
‘conquista espiritual’ – encontraron a los Guaraní formando conjuntos
territoriales más o menos extensos, que llamaron ‘provincias’, reconocidas por
sus nombres propios: Cario, Tobatin, Guarambaré, Itatín, Mbaracayú, gente del
Guairá, del Paraná, del Uruguay, los del Tape... Estas provincias abarcaban un
vasto territorio que iba de la costa atlântica al sur de São Vicente, en el
Brasil, hasta la margen derecha del rio Paraguay, y desde el sur del río
Paranapanema y del Gran Pantanal, o lago de los Jarayes, hasta las Islas del
Delta junto a Buenos Aires” (Bartomeu Melià, 1991).
En los
siglos XVI y XVII, los cronistas denominaban “guaraníes” a los grupos de la
misma lengua comprendidos entre la costa atlántica y el Paraguay. Había
pequeñas comunidades designadas por el nombre del río, dado que ocupaban sus
márgenes, o por su jefe político; las mismas conformaban la “nación guaraní”.
Cabeza de
Vaca (“Comentarios”) se refiere a los “poblados de indios guaraníes” donde se
detenía con sus hombres y sus guías indígenas durante la expedición emprendida
a partir de 1541 desde la isla de Santa Catalina hasta Asunción. “Esa nación de
los guaraníes habla una lengua que es entendida por todas las otras castas de
la provincia”.
Mulheres
guarani mbya na aldeia de Bracuí, em Angra dos Reis (RJ). Foto: Milton Guran,
1988.
Con la
llegada de los conquistadores, el territorio ocupado por los guaraníes se
vuelve una arena de disputas entre los portugueses y los españoles. Con el
objetivo de ampliar su propio dominio, a los españoles les interesaba
“expandir” el territorio de sus aliados “guaraníes”, fenómeno equiparable a la
relación que los portugueses establecieron con sus aliados “carijó”,
superponiendo clasificaciones y divisiones tribales según sus propios interesas
(cf. Ladeira, 1990, 92). Los términos “guaraní” y “carijó” (o “cario”) fueron empleados
por los cronistas e historiadores sin detallar diferencias dialectales o
culturales, aplicándolos a pueblos que, en toda su extensión, hablaban la misma
lengua siendo algunos poblados caracterizados como de indios rebeldes y
guerreros y otros como pacíficos y sumisos.
En los
siglos XVIII y XIX, los grupos guaraníes que no se sometieron a los
encomenderos españoles ni a las misiones jesuíticas, se refugiaron en los
montes y en las selvas subtropicales de la región del Guaíra paraguayo y de los
Siete Pueblos; estos aparecen en la literatura con el nombre genérico de
Cainguá, Caaiguá, Ka’ayguá ou Kaiguá. Kaygua proviene de ka’aguygua, que
significa “habitantes de las selvas”.
A partir de
mediados del siglo XX, los estudios etnográficos (Nimuendaju, Cadogan, Schaden)
permitieron un mayor conocimiento acerca de las especificidades lingüísticas,
religiosas, políticas y sobre la cultura material guaraní, definiendo las bases
para una clasificación todavía vigente de los subgrupos. Recientemente, la
localización de los grupos y centros de “origen” así como la “dispersión” son
los criterios considerados en las clasificaciones y subdivisiones de este grupo
indígena. Aunque esta clasificación no corresponda a las definiciones de grupo,
origen y situación vivida por los guaraníes, ella no debe ser entendida
solamente como un “formalismo clasificatorio” dado que apunta a una definición
de explícitas diferencias vivenciadas por los propios indios (cf. Ladeira,
1992).
El
territorio ocupado actualmente por los mbya, ñandeva (xiripa) y kaiowa, grupos
guaraníes que se encuentra actualmente en Brasil, comprende partes del Brasil,
del Paraguay, de la Argentina y del Uruguay. En la región oriental del
Paraguay, los kaiowa y los ñandeva/xiripa son conocidos respectivamente bajo
las denominaciones de pai tavyterã e ava-xiripa. Otros grupos guaraní –guajaki,
tapiete y los conocidos por guarayos y chiriguano- se encuentran también en
Paraguay y en Bolivia.
Las aldeas
kaiowa/pai tavyterã se concentran en la región oriental del Paraguay y en la
región sur del estado de Mato Grosso do Sul, en Brasil. Algunas familias kaiowa
viven actualmente en aldeas cercanas a las mbya, en el litoral del estado de
Espírito Santo y Rio de Janeiro. A diferencia de los mbya y ñandeva que se
presentan como guaraníes, los kaiwa se presentan como kaiowa.
Los
ñandeva/xiripa, en el Paraguay, se concentran en la región comprendida entre
los ríos Jejui Guazu, Corrientes e Acaray (Perasso, 1987) y, en Brasil, residen
en aldeas situadas en Mato Grosso do Sul, en el interior de los estados de São
Paulo (Posto Indígena de Araribá), Paraná y Rio Grande do Sul y en el litoral
de los estados de São Paulo y Santa Catarina.
El término
“ñandeva” significa “nosotros”, “todos nosotros” o “nuestra gente” y es
empleado por todos los guaraníes. Sin embargo, es la única forma de
presentación de aquellos que hablan el dialecto que el etnógrafo Kurt
Nimuendaju relevó con el nombre de Apapukuva o por los descendientes de los
grupos Tanigua, Apapukuva y Oguauiva. En Mato Grosso do Sul, os ñandeva son
conocidos como guaraníes, y se distinguen de los kaiowa; en el Paraguay se los
reconoce como ava-chiripa, en referencia a su vestimenta tradicional.
Los mbya
están presentes en varias aldeas en la región oriental del Paraguay, en el
noreste de Argentina (provincia de Misiones) y en el Uruguay (en las
proximidades de Montevideo, su capital). En el Brasil se encuentran en las
aldeas situadas en el interior y en el litoral de los estados sureños de
Paraná, Santa Catarina, Rio Grande do Sul, y en São Paulo, Rio de Janeiro e
Espírito Santo ubicados en varias aldeas junto a la Mata Atlântica (Selva
Atlántica). En la región norte del Brasil también se encuentran algunas
familias mbya originarias de un gran grupo y que entraron al Brasil luego de la
guerra contra Paraguay, se separaron en grupos familiares y, en la actualidad,
residen en el estado de Pará (municipio de Jacundá), en el estado de Tocantins
en una de las áreas karajá de Xamboiá, además de algunas pocas familias
dispersas en la región centro-oeste. En el litoral brasileño, las comunidades
están compuestas por grupos familiares que, históricamente, buscaron formar sus
aldeas en las regiones montañosas de la Mata Atlântica –Serra do Mar, de
Bocaina, do Tabuleiro, etc. (cf. Ladeira, 1992)-. La denominación mbya fue
traducida como “gente” (Schaden), “mucha gente en un solo lugar” (Dooley,
1982).
La población
guaraní del litoral, salvo excepciones, está compuesta por los mbya y ñandeva.
Según algunos registros (documentos del Archivo del Estado), hasta las primeras
décadas del siglo XX, los ñandeva constituían la mayoría de la población
guaraní en el litoral de São Paulo. Debido a investigaciones realizadas a
partir de las décadas de 1960 y 1970, y a la creciente visibilidad de las aldeas
en la actualidad, se comprobó que los mbya predominan numéricamente en toda la
franja costera entre los estados de Río Grande do Sul y Espirito Santo. Es
dable recalcar que algunas aldeas presentan un contingente poblacional
compuesto por descendientes de matrimonios mixtos entre sujetos ñandeva y
sujetos mbya (así como ocurre en el estado de Mato Grosso do Sul entre los
ñandeva y los kaiowa).
La
organización social y las actividades desempeñadas en cada comunidad
dependerán, más que nada, de la orientación religiosa que aglutina, creando un
perfil propio, los modos, representaciones y experiencias de los orígenes y de
los diversos subgrupos. En las aldeas en donde hay individuos de otro subgrupo,
estos pasan a respetar las reglas (sociales y políticas) y a adoptar costumbres
y rituales del grupo local dominante. Aun tratándose de una aldea compuesta por
familias del mismo subgrupo, no necesariamente se produce una autodenominación
general y consensual. Frente a las instituciones de la sociedad nacional, se
identifican como guaraníes (ñandeva y mbya) y kaiowa.
Entre los
grupos guaraníes, son los mbya los que vienen ocupando, con una marcada continuidad,
las áreas del litoral del Océano Atlántico. Más allá del motivo común –la
búsqueda de la tierra sin mal (yvy marãey); de la tierra perfecta (yvyju miri),
el paraíso a donde se puede llegar atravesando la “gran agua”-, la manera en
como los grupos familiares trazan su historia a través de las caminatas,
recreando y recuperando su tradición en un “nuevo lugar”, los hace portadores
de una experiencia de vida y de supervivencia también comunes (Ladeira,1992).
Así como el
sistema de reciprocidad y las vivencias comunes son aspectos integradores en
los mbya, los factores actuales de diferenciación de ellos con los otros
subgrupos guaraníes residen en las divisiones espaciales, en las expresiones
lingüísticas, en los elementos de la cultura material (adornos, artefactos de
uso ritual) y en los rituales en los cuales hay música y cantos específicos.
Población
La población
guaraní en el Brasil fue estimada en 2008 en alrededor de 51.000 personas entro
los Kaiowá (31.000), Ñandeva (13.000) y Mbya (7.000). En el
Paraguay el Censo Nacional Indígena de 2002 calculava a la población indígena
guaraní en aproximadamente 43.080 personas contando a los Pai Tavyterã / Kaiowa
(12.964), Ñandeva (15.229) y Mbya (14.887). En la Argentina, la población
guaraní es casi exclusivamente Mbya y se concentra en la provincia de Misiones
alcanzando la cifra de 6.500 personas (5.500 Mbya, 1.000 Ñandeva)
La población
mbya actual estaría, según estas proyecciónes, en alrededor de 27.380 personas.
Foto: Luiza
Mandetta Calagian, 2015.
Existe
unanimidad entre los autores en relación a las dificultades de cuantificar a
los guaraníes. En el caso de los Mbya, una red de parentesco y reciprocidad se
extiende por todo su territorio comprendiendo las regiones donde se sitúan las
comunidades, implicando una dinámica social que exige intensa movilidad
(visitas de parientes, rituales, intercambios de materiales para el artesanado
y de cultivos, etc.). De este modo, técnicamente, sería casi imposible contar a
los individuos. Existen todavía otros aspectos, entre los cuales se cuentan: el
acceso a algunas aldeas o moradas, las dificultades en la obtención de informaciones
en las comunidades y, especialmente, la aversión de los guaraníes a los
recensadores dado que entienden, con razón, que el hecho de contarlos se trata
simplemente de una forma que asume el Estado para controlarlos (de acuerdo a lo
apuntado por Melià, 1997, en Paraguai, y Brighenti, 2001, na Argentina).
Registros demográficos realizados a través del tiempo se prestan más a ser
confusos y constituirse en proyecciones infundadas siendo considerados
perjudiciales, por los indios, en muchas oportunidades.
Las
genealogías realizadas entre los mbya revelan que las redes de parentesco se
extienden entre las aldeas ubicadas en todas las regiones de su territorio.
Lengua
“Mis hermanas, mis parientes, nuestro padre
verdadero (Nhanderu ete)! Nuestra palabra, siempre que sale de nuestra boca, es
nuestro padre que libera nuestra habla para nosotros todos y para todos los que
están aquí en el mundo entre nuestros parientes.” (Extracto del discurso de
recepción de los visitantes mbya llegados de Brasil, proferido por el líder
espiritual de las aldeas de Iguazú, Misiones, Argentina en 1997).
De acuerdo
con el lingüista Aryon Dall'Igna Rodrigues, el mbya, así como el kaiowa e el
ñandeva son dialectos del idioma guaraní, que pertenece a la familia
Tupi-Guarani, del tronco lingüístico Tupi. La lengua guaraní es hablada por
diferentes pueblos/grupos indígenas (Brasil, Paraguay, Argentina, Uruguay y
Bolivia), siendo en Paraguay la lengua oficial conjuntamente con el español.
Las variaciones en la lengua son observadas en la pronunciación y en las
sílabas tónicas (la mayoría de las palabras en guaraní son oxítonas), pero
sobre todo en el vocabulario y en la sintaxis, de acuerdo con los sistemas
culturales propias de los hablantes de la lengua guaraní.
En las
aldeas donde los mbya conviven con los ñandeva, como el caso de algunas
situadas en el interior del estado de Paraná y en el litoral de São Paulo y
Santa Catarina, se observan las influencias dialectales, especialmente cuando
se producen casamientos mixtos.
Los guaraní
mbya mantienen su lengua viva y plena, siendo la transmisión oral el sistema
más eficaz en la educación de los niños, en la divulgación de conocimientos y
en la comunicación inter e intra aldeas, constituyéndose –la lengua- en el
elemento más sólido de su identidad. Pocos mbya, en su mayoría los que
representan sus intereses frente a la sociedad nacional (los más jóvenes),
hablan el portugués con cierta facilidad. Los niños, las mujeres y los mayores
son, en su gran mayoría, monolingües.
La escritura
en lengua guaraní viene siendo introducida en las aldeas mbya con mayor énfasis
a partir de 1997, con la implementación de escuelas bilingües y a partir de la
creación de los NEIs (Núcleo de Educação Indígena o Núcleo de Educación
Indígena), vinculados a las Secretaría Estatales de Educación y al MEC
(Ministério de Educação o Ministerio de Educación de Brasil). Entre los mbya se
producen reacciones tanto favorables como contrarias a la instrucción de la
escritura en guaraní al iniciarse el período de la enseñanza fundamental. Se
observa que los niños pequeños (entre seis y siete años de edad) que están
siendo alfabetizados en guaraní pierden la fluidez y la entonación de la lengua
materna. Por otro lado, la alfabetización en lengua guaraní, hasta el momento,
se constituye como el argumento más fuerte de las instituciones oficiales para
defender la posición de una educación escolar indígena implantada y
diferenciada.
Más allá del
lenguaje usual y cotidiano (ayvu), los mbya conservan un lenguaje ritual
extremadamente elaborado denominado ayvu
porã, que se puede traducir como “bellas palabras”, revelado por las
divinidades a los dirigentes espirituales y utilizado en ocasiones especiales.
Los discursos proferidos de esta forma contienen un vocabulario especial y
aluden a conceptos especiales de orden mítico y, en general, son empleados para
analizar una situación actual.
En un
abordaje acerca de la lengua y la importancia de la palabra entre los
guaraníes, Bartolomeu Melià expresa que “el arte de la palabra es el arte de la
vida”. Así como el alma y la palabra poseen el mismo significado, el portador
de un alma (nhee) estructura su vida para ser “soporte y fundamento de las
palabras verdaderas” (Melià, 1995).
Relaciones de contacto
En el siglo
XIX, los guaraníes mbya aparecen en la literatura con el nombre genérico de
Caingua o Kayguá. Kayguá, proviene de ka’aguygua, denominación despectiva
aplicada a los mbya que significa “habitantes de las selvas” (Cadogan, 1952).
Hélène Clastres (1978), entretanto, asegura que “probablemente descienden de
los caiguás los tres grupos guaraníes - mbiá, xiripá e paim” quienes, habiendo
escapado de los colonos y de los jesuitas, conservaron su autonomía porque se
establecieron en un territorio que, durante mucho tiempo, permaneció inaccesible.
De allí la denominación de caaiguás o cainguás (“gente de la selva”) que les
fue atribuida.
Configurada
por la confiscación de su territorio, los guaraníes tienen una antigua y
conflictiva historia de contacto desde el siglo XVI. En el Brasil, los guaraníes,
más allá de cargar con el estigma de “indios aculturados” en virtud de el uso
de ropas y otros bienes industrializados, son considerados indios errantes o
nómades, extranjeros (del Paraguay o de la Argentina), etc. Este hecho,
asociado a la aversión de estos indios en pelear por la tierra, era tomado en
cuenta y distorsionado de su significado original para reiterar la tesis,
difundida entre los blancos, de que los guaraníes no necesitaban tierras dado
que ni siquiera “luchaban” por ella. De esta forma, y favoreciendo a los
intereses agrarios y económicos especulativos, se pretendió descalificar la
ocupación territorial guaraní negándoles, sistemáticamente, el derecho a la
tierra (Ladeira, 1992).
Los
guaraní-mbya se refieren a los blancos como jurua. No se sabe a ciencia cierta
desde cuando emplean este término, sin embargo, actualmente el mismo tiene un
uso corriente y parece haber perdido su sentido original. Jurua significa,
literalmente, “boca con cabello”, una referencia a la barba y al bigote de los
conquistadores europeos. De todos modos, la palabra jurua fue creada a partir
del contacto con los colonizadores blancos y pasó, por un tiempo, a ser una
referencia genérica para denominar a los no-indios (Ladeira, 1992). Una de las
expresiones empleadas para designar a los blancos, es también la de etavakuére, que significa “aquellos que
son mayoría, que son muchos en el mundo”. Esta y otras expresiones, aunque no
sean usadas en forma corriente, son frecuentas en los discursos proféticos o,
como dicen, en la “lengua de los antiguos”.
En 1910 fue
creado el Serviço de Proteção aos Índios (SPI o Servicio de Protección a los
Indios). Cerrado por el gobierno militar, se creó, en 1967, la Funai-Fundação
Nacional do Índio (Fundación Nacional del Indio) la que, hasta el momento,
ejerce la política indigenista del Estado. Durante el mandato del SPI, en 1913,
se crearon reservas indígenas en las inmediaciones de Bauru (interior del
estado de São Paulo) lideradas por Curt Nimuendaju. El objetivo era el de
atraer a los kaingang y a los terena así como contener los movimientos
migratorios de los guaraníes con dirección a la costa Atlântica.
Luego de una
gran epidemia que diezmó muchas familias indígenas en Araribá, y viéndose
imposibilitados de atraer a las familias ñandeva ya instaladas en el litoral ni
impedir totalmente los movimientos guaraníes en dirección al mar, se crearon
los puestos Indígenas de Padre Anchieta, en la aldea de Itariri, y el de
Peruíbe, en la aldea de Bananal, ambos en el litoral sur del estado de São
Paulo. En el estado de Paraná fueron creadas las reservas indígenas Kaingang y
Guarani, imponiéndose un modelo agrícola, de trabajo y desarrollo totalmente
opuesto al modo de ser indígena. Se basaba en la política vigente que tenía como
objetivo integrar a los indìgenas a la sociedad vecina. En la actualidad, en
las regiones sur y sudeste, varias administraciones regionales de la Funai
abarcan administrativamente las tierras guaraníes y de otras etnias.
Además de la
tolerancia y de la diplomacia, se suman características del contacto sistemático
desde la conquista, que produjeron en los guaraníes formas muy específicas para
que lograran preservar sus tradiciones y estableciesen relaciones con la
sociedad dominante. Como consecuencia del antiguo e intenso contacto con los
blancos, caracterizado por persecuciones físicas, culturales y religiosas,
ellos desarrollaron varios mecanismos para conservar y vivir sus tradiciones
culturales y religiosa, garantizando su reproducción como pueblo y etnia. Sus
métodos no excluían la inevitable convivencia con el blanco, con quien siempre
intentaron establecer una relación amistosa. La demostración de respeto a las
costumbres y religiones ajenas y el modo de adaptarse, copiado de la población
regional, implicaban y significaban –más que sumisión y un proceso continuo de
aculturación- una estrategia de auto preservación (Ladeira, 1989).
En el
litoral del Brasil, en virtud de las crecientes presiones ejercidas por la
sociedad que los cercaba, los guaraníes perdieron áreas que nunca podrán ser
recuperadas; se trasladaron en función de la construcción de las nuevas
autopistas aunque consiguieron mantener las aldeas como puntos vitales y
estratégicos que les permiten mantener la configuración de su espacio y su
presencia junto a la Serra do Mar y a la Mata Atlântica (Selva Atlántica)
(Ladeira e Azanha, 1987).
En la
actualidad, las instituciones de educación y salud están más presentes en las
aldeas guaraní mbya, estableciendo nuevas formas de relacionarse con la
sociedad nacional.
Los
guaraníes, debido a las condiciones actuales de su territorio, se insertan en
un contexto donde las presiones externas e internas provocan tensiones y crisis
que nos obligan a repensar y remodelar continuamente las relaciones del
contacto. Viven la gran paradoja de sufrir presiones para adoptar los patrones
de la sociedad nacional, en lo que se refiere a la educación, la salud, el
trabajo, lo habitacional, etc., pero, al mismo tiempo y para conservar
asegurados sus derechos, se deben mantener étnica y culturalmente
diferenciados, viviendo “conforme a sus costumbres, lenguas, creencias y
tradiciones”. Son criticados o discriminados cuando, adoptando en forma
aparente los modelos vigentes en la sociedad mayoritaria, se asemejan a la
población pobre de nuestra sociedad, de la misma forma que lo son cuando no
adoptan nuevas prácticas de higiene y salud, de educación, de técnicas
constructivas, etc. (Ladeira, 2001).
A pesar de
la tolerancia y de la diplomacia observada en las relaciones con la sociedad
mayoritaria, le atribuyen a los blancos la precaria situación ambiental y
agrícola en la que viven. Nuevos liderazgos han encarado acciones para la
demarcación de sus tierras.
Situación
territorial y agrícola
“Todo era
libre y hoy está todo siendo prohibido para nosotros. Para hacer el campo, como
antiguamente, nosotros ya no podemos. Pero por lo menos ese pedazo de tierra
que estamos queriendo demarcar tiene que ser reconocido, porque si nos quitan
ese pedacito, no tendremos más nada. (…) Queremos la garantía de la tierra para
vivir nuestra cultura con libertad, cultivar nuestra cultura, enseñar a
nuestros hijos y a nuestros nietos, Porque hoy en día, con la falta de una
tierra verdadera para nosotros, no podemos vivir nuestra vida y nuestra cultura
(nhande reko) completamente.” (Cita
de la carta de la comunidad Morro dos Cavalos (estado de Santa Catarina) a las
autoridades del Gobierno. (Informe de Identificación, 2002).
En las
regiones sur y sudeste del Brasil (desde el estado de Rio Grande do Sul hasta
el estado de Espírito Santo) se concentran en la actualidad cerca de 100 áreas
ocupadas por los mbya y ñandeva, además de otras localidades de ocupación no
regular. En la franja de litoral de los Estados mencionados, se encuentran
cerca de 60 aldeas de las cuales sólo 16, que suman la totalidad de 19.075
hectáreas, tienen áreas demarcadas y homologadas por la Presidencia de la
República. Hasta el momento, se encuentran en curso 16 procesos judiciales
motivados contra la presencia guaraní en dichas áreas. Al interior de los
Estados de la región sur, de las 40 áreas en donde residen indios guaraníes,
fueron homologadas sólo 10 y están ocupadas por indios kaingang (Rio Grande do
Sul, Santa Catarina, Paraná) y xokleng (Santa Catarina); los guaraníes ocupan
una pequeña porción de esas áreas. A pesar de lo pequeños que son esos espacios
algunas de esas áreas mantienen ocupantes no indígenas en su interior.
La
regularización de las áreas ocupadas por los guaraní mbya en el litoral se
originó por medio de iniciativas y proyectos del CTI (Centro de Trabalho
Indigenista o Centro de Trabajo Indigenista) a partir de 1979 en las aldeas de
la capital de São Paulo y su litoral, así como del litoral de Rio de Janeiro.
También gracias a las acciones del CIMI (Conselho Indigenista Missionário o
Consejo Indigenista Misional) en las aldeas del litoral sur paulista. Hasta
mediados de la década de 1980, en toda la franja litoral, estaban oficialmente
reconocidos a través de decretos estatales la aldea de Bananal (Posto
Indígena de Peruíbe – São Paulo), acción que ocurrió en 1927, y la aldea
Itariri –también en São Paulo-, en 1962. La aldea Parati Mirim sería reconocida
en 1960 a través de un acto no formal del gobierno de Rio de Janeiro. En 1983,
el CTI dirige al gobierno del estado de São Paulo (Franco Montoro/PMDB Partido
do Movimento Democrático Brasileiro), un informe sobre las aldeas guaraní del
estado de São Paulo así como un proyecto para su regularización agrícola.
Frente al los interés del gobierno del Estado en regularizar las áreas ocupadas
por los guaraníes de São Paulo, la Funai firma un acuerdo con el gobierno
paulista -20de diciembre de 1984- para demarcar las áreas indígenas, que fuera
homologado en 1987.
Al comienzo
de la década de 1980, se volvió urgente la demarcación de las aldeas guaraníes
y su reconocimiento oficial debido al gran crecimiento de los proyectos
inmobiliarios y turísticos, consecuencia de la construcción de la autopista Rio
de Janeiro-Santos y de los caminos adyacentes. Posteriormente, las presiones
ambientales y las ocupaciones desordenadas, consecuencia de proyectos de
desarrollo (saneamiento, abastecimiento, caminos y autopistas como la
duplicación de la ruta BR 101 en el sur), exigieron mayores articulaciones
entre los guaraníes y sus aliados en Santa Catarina y Rio Grande do Sul.
Luego de la
promulgación de la Constitución Federal de 1988, fueron logradas nuevas
conquistas con el reconocimiento de algunas áreas en el litoral. Mientras
tanto, por ser una población diferenciada étnicamente así como minoritaria en
los diversos contextos regionales, son constantes las presiones y las
tentativas de control de sus dinámicas sociales y territoriales.
Aunque los procedimientos
administrativos oficiales vigentes no tomen en cuenta la complejidad de la
situación agraria de las tierras ocupadas por los guaraníes, en los últimos
años la Funai ha identificado nuevas tierras. Desde 2001 fueron
identificadas tierras guaraníes en Santa Catarina y en São Paulo; se encuentran
en proceso de análisis por la Funai o están siendo elaborados los informes
respectivos.
Territorio
Los
guaraníes mbya mantienen la configuración de su “territorio tradicional” a
través innumerables aldeas distribuidas en vastas regiones abarcando áreas del
Paraguay, de la Argentina, del Uruguay y del Brasil, siendo el río de la Plata su límite extremo. De esta forma, para
los mbya, el concepto de “territorio” supera los límites físicos de las aldeas
y senderos y está asociado a una noción del “mundo” que implica una
redefinición constante de las relaciones multiétnicas en el compartir de los
espacios. El dominio de su territorio, a su vez, se asienta en el hecho de que
sus relaciones de reciprocidad no se circunscriben únicamente a las aldeas ni
se limita a complejos geográficos continuos. Estas se manifiestan en el ámbito
del “mundo” donde se configura su territorio. De esta forma, el dominio de un
amplio territorio por los guaraníes se produce a través de las dinámicas
sociales, económicas, políticas y de los movimientos migratorios realizados,
aún en la actualidad, sobretodos por familias del subgrupo mbya (Ladeira,
1997).
El
territorio o el mundo guaraní mbya, en tanto espacio cartográfico y geográfico,
es una serie de fragmentos compartidos por diferentes sociedades y grupos
sociales. Contraponiéndose a esto, las aldeas o tekoha, “lugar donde viven
según sus costumbres y leyes”, no pueden albergar otros grupos humanos. El
espacio físico de un tekoha debe contener, preservados, los recursos naturales
así como permitir la privacidad de la comunidad. De todos modos, la actual
fragmentación de las aldeas, definidas por límites artificiales en función del
reconocimiento público y oficial de otras ocupaciones (tales como haciendas,
loteos, caminos, proyectos de abastecimiento, entre otros), las torna inviables
en tanto espacio que garantice la subsistencia de la propia comunidad. A pesar
de lo mencionado, se verifica, en las diversas aldeas, un modo particular de
aprehensión y construcción y organización del espacio desarrollado a través del
ejercicio social, político, religioso y del manejo de las especias
tradicionales.
Aunque la
proximidad geográfica favorezca el estrechamiento de las relaciones sociales
entre las aldeas, debemos considerar que la sociedad guaraní posee reglas,
costumbres y tradiciones de las cuales participa todo su conjunto.
Los indios
guaraní mbya del litoral buscan fundar sus aldeas en base a los preceptos
míticos que fundamentan, especialmente, su relación con la Mata Atlântica
(Selva Atlántica) a la cual, simbólica o prácticamente, condicionan su
supervivencia. Esos lugares, buscados aún en la actualidad por los mbya,
presentan, por medio de su flora y fauna típicos de la selva atlántica, de sus formaciones
rocosas e inclusive de las ruinas de antiguas edificaciones, indicios que
confirman esa tradición. Establecer aldeas en esos lugares “elegidos” significa
estar más cerca del mundo celestial, dado que, para muchos, es, a partir de
esos sitios, que se facilita el acceso a yvy marãey (tierra sin mal), el
objetivo histórico perpetuado por los mbya a través de sus mitos (Ladeira,
1992, 1997).
Organización social, política y religiosa
Los lugares
donde los guaraníes forman sus asentamientos son identificados bajo la
denominación de tekoha. De acuerdo a
la traducción de Montoya (1640), tekoha significa “forma de ser, de estar,
sistema, ley, cultura, norma, comportamiento, costumbres”. Tekoha sería,
entonces, el lugar en donde existen las condiciones de ejercer la “forma de
ser” guaraní. Podemos calificar al tekoha como el lugar que reúne las
condiciones físicas (geográficas, ecológicas y estratégicas) que permiten
componer, a partir de una familia extensa con jefatura espiritual propia, un
espacio político-social fundamentado en la religión y en la agricultura de
subsistencia (Ladeira, 1992, 1997).
Para que se
desarrollen las relaciones de reciprocidad entre los diferentes tekoha mbya es
necesario, entonces, que estos, en su conjunto, presenten ciertas constantes
ambientales (selvas preservadas, suelo para la agricultura, aguas vertientes,
entre otras) que permitan a los mbya ejercer su “modo de ser” y aplicar sus
reglas sociales.
Las aldeas
guaraníes pueden estar formadas a partir de una familia extensa desde que
exista una jefatura espiritual y detenten una política propia. El contingente
poblacional de las aldeas guaraní mbya varía, en término medio, entre unas 20 a
200 personas, formando unidades familiares integradas por la jefatura espiritual
y política. La organización espacial interna de las aldeas está determinada por
las relaciones de afinidad y consaguinidad.
De acuerdo a
los patrones guaraníes, la familia extensa está compuesta, en principio, por la
pareja, las hijas, los suegros y los nietos, constituyéndose en una unidad de
producción y de consumo. En la actualidad, la familia extensa, aunque presente
algunas variantes en su composición, es la unidad de producción. No obstante,
la “propiedad” de los campos y el consumo de los productos es de la familia
nuclear, luego del nacimiento de los hijos de la pareja. Esto no excluye los
servicios en los campos del suegro y la realización de trabajos comunes entre
las familias.
Entre los
mbya, el liderazgo espiritual es ejercido por el Tamoi (abuelo, genérico) y sus
auxiliares (yvyraija), pudiendo ser ejercido también por mujeres Kunhã Karai.
Actualmente, cada comunidad tiene un jefe político, el cacique, al cual están
subordinados los líderes jóvenes, quien intermedia entre la comunidad indígena
y el Estado así como con los demás sectores de la sociedad civil. Hasta
mediados de la década de 1990, era común, entre los mbya, que líder espiritual
y religioso ejerciese, también, la jefatura política de una comunidad. En los
períodos de múltiples atribulaciones, consecuencia del contacto, esta práctica
es imposible y el líder espiritual necesita ser preservado, como ocurre en el
presente.
Casa de oración
Los mbya (e
los ñandeva) construyen y mantienen una casa para la práctica de las oraciones
y de los rituales colectivos, opy guaçu, localizada cerca de la casa del tamoi
o, inclusive, como apéndice de la misma.
Las
prácticas religiosas de los mbya son frecuentes y se extienden por muchas
horas. Orientadas por el líder espiritual, las “oraciones” –realizadas a través
de cantos, bailes y discursos- también se dirigen a las necesidades más
cotidianas, como la recolección, la ausencia o el exceso de lluvia, los
problemas familiares, los acontecimientos importantes, los imprevistos, entre
otras.
La principal
ceremonia realizada en Opy es la de Nheemongarai, que se produce cuando los
cultivos más tradicionales son cosechados y “bendecidos” y son otorgados los
nombres a los niños nacidos en ese período. El nheemongarai debe coincidir con
la época de los “tiempos nuevos” (ara
pyau), caracterizados por los fuertes temporales que se producen en el
verano. De esta manera, la asociación entre la cosecha del maíz y la ceremonia
de su “bendición”, así como la de la atribución de nombres a las almas impone
el calendario agrícola y la permanencia de las familias en la aldea (Ladeira,
1992).
El acervo
mitológico guaraní es extremadamente rico y complejo. Entre los autores, León
Cadogan es el que realizó la mayor compilación de mitos clásicos y cuentos
mbya. Por su parte, los mbya vienen incorporando a su acervo mitológico las
interpretaciones y los acontecimientos vívidos y vehiculados entre ellos a lo
largo de su historia. Para los mbya, lo cotidiano está impregnado de relaciones
míticas posibles, devenidas de la comunicación con las divinidades. De esta
manera “las tradiciones son puestas en práctica secularmente, según los
principios de los mitos que fundamentan el pensamiento y las acciones de los
mbya” (Ladeira, 1992).
Sistemas productivos
El ciclo de
las actividades (subsistencia y rituales) está definido por dos tiempos que
equivalen a las dos estaciones: ara pyau y ara yma. A esos tiempos les
corresponden el “calor” (primavera-verano y el “frío” (otoño-invierno).
Para los
guaraníes, la agricultura es la actividad estructural de la vida comunitaria.
Se puede decir que, para los mbya, el significado de la agricultura se
encuentra en su propia posibilidad de realización y en lo que ello implica:
organización interna, reciprocidad, intercambios de semillas y especias,
experimentos, rituales y la renovación de los ciclos. De esta manera, la
agricultura es parte de un sistema más amplio que implica aspectos de la
organización social y los principios éticos y simbólicos fundamentados más en
la dinámica temporal de la renovación de los ciclos que en la cantidad y
disponibilidad de los alimentos para el consumo (Ladeira, 2001). Se puede decir
que los mbya no viven de la agricultura, aunque no viven sin ella.
Los
guaraníes poseen cultivos tradicionales (variedades de maíz y otros granos,
tubérculos, etc.) que imponen mayores cuidados a la hora de observar ciertas
reglas y en los períodos de siembra y cosecha porque, al contrario de otros
cultivos, interactúan con las demás esferas de la vida y su reproducción es
condición para la realización de los rituales, especialmente del denominado
nheemongarai. Esta ceremonia es exclusiva para las plantas tradicionales, esto
es, las variedades cultivadas secularmente por los guaraníes que no se mezclan
con las especies ajenas. A los cultivos de los blancos, los guaraníes los
denominan genéricamente tupi (avati tupi, kumanda tupi – “frijol” o “poroto”).
Las áreas
cultivadas presentan, en término medio, ½ a 3 hectáreas, dependiendo de la
disponibilidad y la calidad de la tierra y de la fuerza de trabajo disponible.
Alrededor de los hogares, plantan especies fructíferas y especias que se
utilizan como remedios. Recolectan frutos silvestres y materiales (palos,
lianas, tacuaras, paja, etc.) para la confección de artesanías, pequeñas
trampas y casas.
Aunque es
una fuente de alimento, la caza no es una práctica cotidiana entre los
guaraníes. Esta actividad abarca otros significados prácticos y simbólicos que
so tendrán continuidad con la supervivencia de las especies. Poseen rigurosas
reglas de consumo que implican considerar las estaciones y son fuertemente
selectivas. La actividad de caza, a pesar de su importancia social y cultural,
ha disminuido en razón de la fragmentación de las áreas de selva y de otros
agentes de presión en la fauna de la Selva Atlántica.
La artesanía
es una actividad que fue incorporada por los guaraníes e implica varias etapas
de trabajo. El producto es un bien que le pertenece a la familia (familia
nuclear) en todos sus aspectos (fabricación, valor, etc.), siendo de la misma
la responsabilidad de todo el proceso de realización –recolección y corte de la
materia prima en la época apropiada (observando el calendario lunar), la
calidad del material (natural y artificial) así como la confección, almacenamiento,
precio y venta-. Las tareas, desde la producción hasta la venta, están
distribuidas entre los miembros de la familia, según criterios de edad, sexo y
aptitud. Esta actividad se inserta también en la dinámica de intercambios
(materia prima y piezas) entre las familias. Hasta el momento, los guaraníes
mantienen la autonomía y el control de esta actividad, lo que garantizó su
inserción y su incorporación en el conjunto de sus prácticas tradicionales. Los
artefactos de uso cotidiano(doméstico, ritual y corporal), aún no se confunden
con aquellos producidos para la venta.
De modo
general, los guaraní mbya trabajan en pocas oportunidades fuera de su
comunidad, y cuando lo hacen es siempre en forma temporaria. De esta manera, el
comercio y las artesanías son, hasta el momento, la principal fuente de renta.
Recientemente,
algunos jóvenes han sido contratados como agentes sanitarios y de salud así
como profesores indígenas por el Estado.
Reproducido
del siguiente sitio con algunas adaptaciones
https://pib.socioambiental.org/es/Povo:Guarani_Mbya
No hay comentarios:
Publicar un comentario