Cometas y asteroides, la clave del origen y expansión de la vida en el Universo
D.Antón
No es fácil distinguir entre asteroides y cometas. Cuando
están relativamente lejos del sol, digamos a más de 500 millones de kilómetros,
a la distancia ambos aparece tan solo como débiles puntos luminosos. Cuando se
acercan a distancias menores los cometas pueden aparecer como manchas difusas e
incluso desarrollar “colas” apuntando en dirección opuesta al sol. En cambio, los
asteroides, exceptuando su mayor brillo, por recibir mejor iluminación, no cambian sensiblemente. Esto
es porque los cometas están compuestos fundamentalmente de hielos de agua,
dióxido de carbono, monóxido de carbono, metano, amoníaco, nitrógeno molecular
y argón, además de polvo y rocas.
Al acercarse al sol estos hielos se subliman (se
transforman en gas) y forman una especie de nube alrededor del núcleo (cuya
estructura está constituida por un esqueleto rocoso). Los asteroides, en
cambio, son fundamentalmente rocosos y no poseen o poseen pequeñas cantidades
de hielos.
Otra diferencia son sus órbitas. En los cometas son muy extendidas y excéntricas llegando a
distancias de varios miles de U.A. (Unidades Astronómicas; 1 U.A.= 150,000,000
km) del Sol. El número de cometas es desconocido pero puede ser superior a 1
billón. Debido a que la inmensa mayoría se encuentran muy lejos solos e han
registrado hasta ahora 3572 cometas.
Los asteroides, que están más cerca pueden ser
identificados más fácilmente y en la actualidad alrededor de medio millón han
sido registrados.
Por otra parte, los asteroides pueden alcanzar un tamaño
mayor. Algunos asteroides como Ceres, tiene 1,000 km de diámetro y es
considerado un “planeta enano”. Hay muchos otros asteroides con diámetros que
varían entre 100 y 500 kilómetros.
Los cometas son mucho más pequeños. Generalmente sus
diámetros no exceden de 20 kilómetros, y la inmensa mayoría son mucho más
pequeños.
Hay que resaltar también que los cometas que pasan o
pasaron cerca del Sol muchas veces pueden haber perdido sus “hielos” y solo
conservan el núcleo rocoso, asemejándose a los asteroides. En los hechos,
muchos asteroides pequeños pueden haber sido cometas en tiempos remotos.
Otra diferencia fundamental, que no es menor, es la
presencia de abundantes sustancias carbonosas en los cometas, que se observan
en mucho menor medida en los asteroides. Por esa razón el albedo de los cometas
es muy bajo. Generalmente de 0.02 a 0.06. El color de la superficie de los
cometas es gris oscuro o negro. Los
asteroides, en cambio, tienen un albedo mayor, que en algunos casos como en Vesta
es de más de 0.40.
Eso se debe a la presencia de compuestos de carbono,
incluso moléculas orgánicas complejas, en la superficie de los cometas, mucho
menos frecuentes en los asteroides. El cometa que ha sido estudiado con mayor
detenimiento (por la sonda europea Rosetta) es 67¨/Churyumov-Gerasimenko que es un pequeño
cometa (5 x 3 km aproximadamente) y cuyo
polvo fuera analizado resultando que las moléculas orgánicas representan 45%
del total en peso, de lo cual se desprende que este cometa es uno de los
cuerpos con más carbono del sistema solar. El resto del material está compuesto
de otras sustancias (55%), particularmente silicatos. No se encontraron
compuestos hidratados.
Probablemente la composición de muchos cometas, tal vez la mayoría,
sea similar a la de 67¨/Churyumov-Gerasimenko.
La presencia
preponderante de las moléculas orgánicas en los cometas hace pensar que es a
través de ellos que las moléculas de la vida e incluso los microorganismos
biológicos se transporten y hayan llegado a la Tierra (y porque no a otros
planetas) a través del aporte de los cometas.
Es más, no sería extraño deducir, de acuerdo a los
astrofísicos Fred Hoyle y Chandra Wickramasinghe, que los cometas, no solo
transportan moléculas orgánicas, sino también organismos biológicamente viables
e incluso activos en su interior.
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