martes, 11 de septiembre de 2018

La niña de Los Toldos
La niña nació en 1919 en un antiguo pueblo pampa que se llama Los Toldos. Una vieja tehuelche fue su partera.
Hay quienes pensamos que en ese momento el espíritu de una chi­na antigua se le subió encima, y no la dejó por el resto de su vida.
Claro que nadie se dio cuenta.
Todos creen que ella era simplemente la quinta hija de Juana Iba­guren.
Que por casualidad conoció a Agustín Magaldi y al Coronel Ani­bal Imbert, entonces Ministro de Comunicaciones, y más tarde al Coronel Juan Domingo Perón.
No hay casualidades.
Allí estaba ella.
Hermosa como siempre. Pálida como se debe estar luego de 22 años de estar muerta. En la tumba de aquel cementerio de Milán decía “María Maggi”.
Pero era ella. Evita.
Había sido embalsamada por el patólogo español Pedro Adra y donde permaneció clandestinamente durante más de dos décadas.
Ahora el cadáver reaparecía en Italia y era trasladado a España, para luego volver a su tierra natal.
La realidad era otra. Aunque su cuerpo andaba viajando por el mundo, Evita nunca se fue de la Argentina.
Había estado presente cada minuto de todos esos 22 años, y aún más, en la memoria de  mucha gente humilde de los barrios obreros, en las villas, en donde la gente necesitase un consuelo para sobrellevar o protestar una vida de frustraciones y de ausencias.
La niña de Los Toldos no había muerto del todo en el corazón de su gente.
Del libro "Los fantasmas de la memoria", D.Anton. Piriguazú Ediciones.








No hay comentarios: