Replanteamos la figura del Artigas
que se incorpora a las luchas de la independencia a partir de 1810- 1811.
José
Artigas era un criollo marginalmente mestizo, agauchado y aindiado por 30 años
de vida en la campaña, que hablaba el guaraní en forma fluída, que se sentía
más a gusto al aire libre o en una humilde toldería o enramada, que desdeñaba
las "comodidades" urbanas de la época, que conocía de plantas y de
curaciones[1], que tocaba la guitarra y que cantaba
(tal vez payaba, probablemente en guaraní), que logró la total adhesión de
todas las indiadas del país (porque en gran medida, él mismo, era, al decir de
C.Maggi, más indio que español). Vale la pena recordar ahora, que la compañera
de Artigas en Purificación fue Melchora Cuenca (una paraguaya y por ende de
habla guaraní)[2], que sus tropas
gauchas estaban constituídas por indios guaraníes (como lo indica el cronista
inglés Robertson en sus Cartas de Paraguay)[3], que
sistemáticamente contó con el apoyo de la indiada correntina y misionera
(también de habla guaraní) y que finalmente terminó sus días (en gran medida
voluntariamente) en el Paraguay[4].
El "indigenismo" de
Artigas ha sido notado por muchos autores. C.Maggi hace notar que en los
hechos, Artigas tenía un modo de vida indio. De acuerdo a Maggi su sencillez no
era pobreza, era una expresión de su cultura principal adquirida en su juventud
entre los charrúas y minuanes.
Petit Muñoz en su artículo
"Artigas y los indios" transcribe varios documentos interesantes,
entre ellos una referencia de Larrañaga quien dijo: "tuve ocasión de
tratar con los Caciques Minuanes que acompañan y aman tiernamente al Gefe de este
ejército: uno de ellos comió con su muger en la mesa del General"[5] En su poesía a los charrúas, Ansina, que
tenía porque saber, señala que los charrúas llaman a Artigas: "el gran
cacique".
Durante la guerra contra los
españoles y portugueses, los charrúas (cuyos números habían disminuído
significativamente[6]) estuvieron
presentes en múltiples oportunidades peleando junto a Artigas. En Purificación,
se señala la presencia de 400 indios charrúas "armados con flechas y
bolas"[7].
En el reparto revolucionario de
tierras de 1815, los indios son incluídos entre los "privilegiados"[8]
que podrían tener acceso a suertes de estancia.
El 3 de mayo de 1815 en carta al
Gobernador de Corrientes, don José de Silva, Artigas señala refiriéndose a los
"infelices pueblos de Indios": "Recordemos que ellos tienen el
principal derecho, y que sería una degradación vergonzosa, para nosotros,
mantenerlos en aquella exclusión vergonozosa, que hasta hoy han padecido por
ser Indianos..."[9].
Durante su gobierno de 1816, Artigas
fomenta la colonización con indios Guaycuruses y con indios Abipones venidos de
Corrientes (en donde había una cierta resistencia a tolerarlos) hasta la Banda
Oriental por iniciativa de Artigas. Hay un documento muy importante
(transcripto por E. Petit Muñoz, op.cit.) que demuestra los sentimientos de
Artigas:
"Participo a V.S. que acaba de
llegar a este Quartel Gral a demas de los Guaycuruses q.e tenemos reducidos a
n.ra sociedad, más de 400 Indios Abipones con sus correspondientes familias a
q.es ge podido atraher con cuatro Casiques p.r medio del principal, Dn José
Benavides. No dudo q.e ellos serán muy utiles a la Prov.a y q.e todo sacrificio
debe dispensarse en su obsequio consiguiendo con ello el aumento de la
población, q.e es el principio de todos los bienes. Al menos este es mi
propósito..."
Del mismo modo que Artigas protegió
a los indios, tuvo una actitud similar con respecto a los negros. En el
ejército artiguista habían (de acuerdo al mismo documento del Cap.Bartolomé
Laguardia) una división de Pardos que incluía a unas 500 plazas (algunos de los
cuales eran seguramente los esclavos que habían acompañado a sus amos durante
la "redota".
Esta división fue seguramente
acrecida con nuevas incorporaciones de escapados de los dominios de Portugal,
aunque es de imaginar que los negros sufrieron serias bajas durante las
batallas finales de las tropas artiguistas.
Cuando Artigas se refugió en el
Paraguay lo acompañaron los remanentes de la división de Pardos (caballería de
lanceros y lanceras), que se internaron en Paraguay y fueron confinados por
Gaspar Rodríguez de Francia en un lugar cercano a Asunción llamado Loma
Campamento.
De acuerdo a referencias orales
obtenidas, el estado mayor negro de Artigas estaba compuesto por Joaquin
Lenzina, más conocido como "Ansina" quien era en cierto modo el
ideólogo y "shaman" de la comunidad afro-artiguista[10] y un líder militar llamado Manuel
Antonio Ledesma. quien siguió liderando a la comunidad de Loma Campamento e
incluso aparentemente llegó a ser elegido alcalde de la población de Yaguarón.
Los descendientes de los
afro-artiguistas permanecieron en Loma Campamento, siendo conocidos como los
negros de "Cambacuá" (el agujero de los negros) y ellos se
autodenominaron los "Artigas Cué" (el pueblo de Artigas). Según
referencias verbales muchos "Artigas Cué" participaron (y murieron)
en la guerra de la triple alianza del Paraguay de López contra Brasil,
Argentina y Uruguay.
En el momento actual, los Artigas
Cué todavía residen en la zona de Loma Campamento de Asunción y guardan
recuerdos trasmitidos de generación en generación acerca de su historia
comunitaria. Los Artigas Cué todavía conservan una parte importante de su
acervo religioso expresado en sus danzas de tipo "candombe" dedicadas
a San Baltasar. Es probable que sea posible rescatar, a través de estos
sobrevivientes de la historia artiguista, algunos elementos claves de las
creencias religiosas de la comunidad afro-artiguista de principios del siglo
XIX.
Imaginemos en forma más precisa lo
que debió ser la capital del artiguismo. En primer lugar, Artigas no formó una
ciudad "a la europea" sino una "toldería" a lo indio: el
campamento de Purificación de 1816. En ella, sobre un sector del sitio estaba
la indiada gaucha en sus enramadas y ranchos, a una cierta distancia los
charrúas acampados en sus pirí[11], y en otro sector
no muy alejado, el campamento de los negros. En la noche se escucharían los
sonidos de los tambores y los cánticos llamando a los espíritus de las viejas
religiones de Angola, Mozambique y Dahomey en antiguos idiomas africanos y en
bozal, en el campamento gaucho se escucharía la guitarra acompañando viejas
canciones en guaraní y tal vez alguna payada en castellano, y a la distancia
resonarían los gritos de la indiada charrúa invocando a Zobá.
Cuando en sus famosas Instrucciones
de 1813 se consagra la necesidad de promover: "la libertad civil y
religiosa en toda su extensión imaginable", Artigas está pensando en su
gente. Está pensando en los charrúas "infieles" a quienes siente tan
su
yos. En los negros
"paganos" que lo siguieron hasta el final.
Y un último detalle, si observamos
el escudo artiguista de la Banda Oriental podemos apreciar que en su cima, el
emblema está coronado por plumas indígenas y que a su derecha ostenta un carcaj
con sus flechas y un arco, demostrando que para Don José los infieles pampas
eran un elemento básico del pueblo oriental que él imaginaba. Al final de su
vida, allá en el Paraguay, Artigas tenía un perro querido. Su nombre era
"Charrúa".
[4] El autor de este documento notó además un número relativamente elevado
de paraguayos entre los agraciados con suertes de estancias en la distribución
ordenada por el Reglamento Provisorio de la Campaña de 1815, y muchos apellidos guaraníes
entre las familias que acompañaron a Artigas cuando la marcha de la
"redota" (movimiento inadecuadamente conocido como "el
éxodo").
[8] Transcribimos la celebre disposición del Reglamento Provisorio de la Campaña en su artículo 6,
donde entre otras cosas se dice que se hará la distribución de tierras:
"...Con prevención, que los más infelices serán los más privilegiados. En
consecuencia, los negros libres, los zambos de esta clase, los indios y los
criollos pobres todos podrán ser agraciados con suerte de estancia..."
[10] Es bueno recordar que Ansina no era un simple "cebador de
mate". Joaquín Lencina era un hombre sabio, un poeta que compuso el primer
himno de la escuela pública en Purificación y una poesía muy dramática "A
la tumba de Artigas" a los 95 años de edad (en 1855). Tal vez la
inspiración ideológica de José Artigas no vino de ninguna mente europea o de
algún criollo "iluminado y culto", sino de ese camarada de todas las
horas y soldado de todas las luchas: don Joaquín Lencina, nuestro
"negro" Ansina.
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