Los vapores del océano le fueron dando forma. Primero se
formaron unas humildes nubes, casi imperceptibles. Luego, el humeante mar
tropical las alimentó hasta transformarlas en una espiral de viento y lluvia,
de esas que meten miedo.
Fue avanzando hacia el oeste lentamente, sin apuro. Más
allá, las esperaban las tierras llanas de las Bahamas y otras islas próximas.
El viento se fue acelerando cada vez más. El oleaje salpicaba las filas de
palmas flexibles. Volaban hojas, ramas, chapas y animales. Las sirenas sonaban,
pero no se escuchaban, el viento aullaba con mucha más fuerza. A su paso por
las islas planas fue dejando su tendal de destrucción. Como en los tiempos
antiguos, los espíritus de los elementos se desencadenaron a su manera,
imponiendo respeto. Luego del viento y la lluvia, la gente volvió a sus casas
semidestruidas, arreglaron techos y paredes, limpiaron las calles y la vida
siguió. La mayoría no comprendió el mensaje.
En otros tiempos, antes, las cosas eran distintas. Los
pueblos lucayos de las islas le rendían reverencia. Lo calmaban con yuca, maíz
y carne de langosta. En esa época, los huracanes y los seres humanos vivían en
una comunión total. Cuando soplaba el viento y las correntadas entraban tierra
adentro, los lucayos se sentían más que nunca, una parte de la naturaleza, como
los peces del mar o las aves del aire. Este nuevo huracán se expresa en forma
parecida. Sólo que ya no están más los pueblos antiguos que lo reverenciaban y
lo trataban como un hermano poderoso, tal vez como un padre. Cuando pasaba el
temporal aquellos pueblos reconstruían sus bohíos hechos de madera, paja y
hojas de palma. Y la vida seguía. Este huracán que sopla hoy se ha encontrado
con pueblos nuevos, que viven en casas de cemento, conducen vehículos de metal
y parecen haber olvidado el valor sagrado de las olas y el viento. Los medios
de comunicación les llaman con nombres ajenos. Los lucayos podrIan decirnos
muchas cosas que hoy no sabemos acerca del pasaje anual de los huracanes por
las islas. Pero los lucayos no están más. 0 tal vez no están de la misma forma
como entonces.
De "La mentira del milenio" (Los misterios de América), D.Antón, Piriguazú Ediciones
De "La mentira del milenio" (Los misterios de América), D.Antón, Piriguazú Ediciones
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