La palabra lo es todo
Para el Guaraní la palabra lo es todo. Y todo para él es
palabra. Estas afirmaciones que nuestro etnocentrismo enseguida atribuye a
algún tipo de influencia "occidental", de subrepticios orígenes
platónicos, son, sin embargo, la expresión más constante de lo que el Guaraní
nos dice a través de sus mitos, de sus cantos y de sus ritos. La característica
que específica la psicología y la teología guaraní es la peculiar experiencia
religiosa de la palabra. No es fácil sistematizar todo lo que es la palabra
para un Guaraní, dadas las varias subculturas, cada una con sus tradiciones
propias, en las que el modo de ser guaraní se presenta. Las dificultades son
semejantes a las que se encuentran al intentar una teología del Espíritu o del
Logos en la tradición cristiana. Tendremos que recurrir a textos particulares,
ver su valor semántico en un contexto más global y verificar su realidad en las
experiencias de vida. Para que se entienda mejor y más concretamente lo que
queremos decir, tenemos que copiar aquí un largo texto de los Mbyá
-especialmente expresivo, pero no único- sobre el fundamento de la palabra.
El verdadero padre Ñamandú, el primero,
de una parte de su propio ser de cielo,
de la sabiduría contenida en su ser de cielo
con su saber que se va abriendo como flor,
hizo que se engendrasen llamas y tenue neblina
Habiéndose incorporado y erguido como hombre,
de la sabiduría contenida en su ser de cielo,
con su saber que se abre cual flor conoció para sí mismo
la fundamental
palabra futura.
De la sabiduría contenida en su ser de cielo,
en virtud de su saber que se abre en flor,
Nuestro Padre hizo que se abriese
la palabra fundamental y que se hiciese
como él,
divinamente cosa de cielo
Cuando no existía la tierra,
en medio de la oscuridad
antigua,
cuando nada se conocía, hizo que se abriera como flor
la palabra fundamental, que con El se tornara divinamente
cielo; esto hizo Ñamandú, el padre verdadero, el primero.
Conociendo ya para sí la palabra fundamental
que había de ser, de la sabiduría contenida en su propio
ser de cielo, en virtud de su saber que se abre en flor,
conoció para sí mismo el fundamento del amor al otro.
Del libro “El guaraní, experiencia religiosa”, Bartomeu
Meliá
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