Contexto A
En el principio fue el hielo
“Empezó a tomar forma…un ser compuesto de viento, olas y lluvias, cuya esencia era movimiento y cuyo cuerpo
era el de la serpiente. Esta serpiente vivía en el cielo, y su presencia se
manifestaba en todas partes: …en los tornados, en las formas de las nubes y en los vientos. En las
laberínticas cortinas de lluvia y en los riachuelos…
Algunas veces, este genio
serpenteante de los cielos arrojaba incluso hacia la tierra diminutos modelos
de sí mismo con la lluvia: serpientes de poca edad que se deslizaban dentro de
las grietas de la tierra y espabilaban las almas que dormían allí.”1 .
Antes que
cayera a gran velocidad en el vientre acuoso de aquel mundo azul, ella había
pasado mucho tiempo dormida en el hielo, protegida por una masiva envoltura gris
de roca y polvo.
Es difícil
saber cuanto tiempo transcurrió desde que dejó su otro mundo, al otro lado de
estos universos estelares y gaseosos. La conciencia del tiempo requiere una complejidad
especial que, por lo menos dentro de esta protuberancia sideral en que ella
viajaba, aún no existía.
En su lugar
de origen había otros seres iguales a ella, espirales alargadas de vida nutridas
por océanos y lagos diferentes, muy antiguos, muy lejanos.
Tal vez no
llegó sola, probablemente venían con ella cientos, miles, millones de hermanas
igualmente encerradas en sus costras heladas.
En su
alargado cuerpo traía toda la información necesaria para reconstruirse entera,
para navegar, para crear hijas nuevas replicadas a partir de los códigos
viejos.
Cuando cesó
la lluvia de partículas y rocas sobre las olas rugientes del gran mar, casi
solitario, ella sintió resquebrajarse la costra y fundirse el hielo.
De a poco
su roca-útero se fue achicando, hasta que pudo derivar, moverse en este mundo
azul desconocido, pero que parecía tan hospitalario como el propio.
Sus hermanas también habían caido allí, antes o después, y estaban buscando sin prisa, los calores, las luces, los alimentos necesarios.
Sus hermanas también habían caido allí, antes o después, y estaban buscando sin prisa, los calores, las luces, los alimentos necesarios.
Al cabo de
mucho tiempo, ellas, las pequeñísimas serpientes celestiales, se habían extendido
a todas las aguas del planeta, a los océanos, a las nubes, a los ríos y lagos,
y al rocío. Hasta las venas líquidas en lo más profundo de la tierra pasaron a
estar pobladas por una muchedumbre de seres minúsculos. Madres e hijas,
innumerables, reproduciendo los registros antiquísimos en las nuevas aguas
terrenales, para crear otra esfera de vida en el espacio.
Nuestras pequeñas progenitoras
Ellas
traían una capacidad principal en sus larguísimas y enroscadas espirales, la del
aprendizaje.
Podían
reproducirse en millones de copias casi idénticas y tan sólo trasmitir hacia el
futuro aquellos rasgos más resistentes, más eficientes, más benéficos.
Así
lograron aprovechar la energía de la estrella del sistema para construir sus propios
cuerpos y a utilizar los gases del aire como la base de su materia viva. Muchas
de ellas se unieron para mejorar su adaptación al medio. Formaron numerosas asociaciones
en las que cada una adoptó una función determinada. Protegidas en la multitud
lograban ayudarse mutuamente en la difícil tarea de la supervivencia
Cada
generación registró la experiencia del éxito y el fracaso. Los códigos se enriquecieron
en nueva información sobre el planeta azul y así fueron aprendiendo y
trasmitiendo lo aprendido.
De a poco
ocuparon todos los espacios líquidos del astro, desde las altas nubes hasta las
aguas calientes en las resquebrajaduras de las rocas.
Y el
planeta comenzó a vivir de una manera diferente .
Parecían
tener una estrategia, y tal vez la tenían, incrustada en los millones de antiguas
instrucciones heredadas de otros mundos.
Cambiaron
los gases de la atmósfera, consumieron el compuesto gaseoso más común (hecho de
oxígeno y carbono) hasta que no quedó más que un milésimo de su concentración
original. Liberaron el oxígeno y formaron un nuevo tipo de aire, mejor adaptado
a sus necesidades.
Algunas de
ellas comenzaron a respirar, quemando lentamente la materia orgánica abundante
que ellas mismas habían formado, mientras que las otras continuaban construyendo
sus organismos con la ayuda de la luz del sol o de otras fuentes de energía
provenientes de las profundidades.
Gracias a
estos cambios lograron conservar la temperatura de los aires y las aguas relativamente
estable.
Como la
estrella se calentaba gradualmente, crearon un sistema de enfriamiento, que
permitió refrescar la atmósfera, manteniendo el ambiente dentro de los límites apropiados
para la vida.
A la vez
desarrollaron nuevos sistemas para favorecer el aprendizaje y mejorar las
réplicas futuras. Algunas especies se dividieron en dos grupos distintos, pero complementarios.
Los individuos de un grupo se unían a los del otro grupo para reproducirse en
forma más variada.
Ya no eran
miles o millones de copias casi idénticas, sino combinaciones múltiples entre
las dos mitades complementarias.
Una de
estas mitades, la femenina se dedicó a gestar los huevos y generar nuevas
crías, y la otra, la Una de estas mitades, la femenina se dedicó a gestar los
huevos y generar nuevas crías, y la otra, la contraparte masculina, a cooperar
de diversas formas para su formación y crecimiento.
Así fueron surgiendo numerosísimas variantes.
Algunas especies crecieron a tamaños gigantescos, asociaciones de
billones de espirales en sus envolturas acuosas, mientras que otras se
mantuvieron separadas, com o en los viejos tiempos de la lluvia del hielo.
La mayoría de las asociaciones siguieron flotando o nadando en todos
los niveles de mares y lagos, unos grupos intentaron salirse del agua y se
arrastraron por la tierra seca llevando sus sacos líquidos a cuestas.
También se desarrollaron en los suelos enterrando raíces en la tierra
para absorber la humedad y
elevando sus hojas hacia el cielo para obtener la luz y el gas precioso del
carbono.
De esa forma se formaron complejas asociaciones en donde trillones de
minúsculas serpientes, se agrupaban, crecían y morían, replicándose en número
cada vez mayor. En cada nueva generación aprendían muchas cosas, y las
trasmitían a la siguiente.
Todo el planeta estaba vivo, latía al compás de los nuevos intentos y
exploraciones, y así, de a poco, se fue organizando su materia.
Del libro "Pueblos, Drogas y Serpientes", D.Antón, Piriguazú Ediciones1 Cita del libro "Este árbol brota del infierno", de Ptolemy Tompkins
No hay comentarios:
Publicar un comentario