sábado, 21 de julio de 2018


Cocaìna: una guerra paradójica  
(del libro "Pueblos, Drogas y Serpientes", D. Antón, Piriguazú Ediciones)


“La lucha contra las drogas es una guerra del capitalismo contra sí mismo” señala el autor colombiano Luis Carlos Restrepo (2001). Esta afirmación es particularmente relevante cuando consideramos el rol que cumple la cocaína en la sociedad capitalista internacional.
Los efectos que produce la cocaína parecen hechos a la medida para un mundo competitivo y acelerado que valora el poder y la velocidad. Por muchos años, la cocaína ha venido cumpliendo el papel de “combustible psicológico” que mantiene alertas e hiperactivados a los ejecutivos de las bolsas e instituciones financieras de los Estados Unidos y otros países capitallistas. Es curioso que sean los propios Estados Unidos que encabecen una cruzada contra esta sustancia que parece ser
tan necesaria para el funcionamiento del sistema.

Propiedades a la medida del capitalismo
La cocaína esnifada en forma de polvo da una sensación de euforia y fuerza. Es una sustancia que “hace valiente al cobarde y elocuente al silencioso” y proporciona “la felicidad en movimiento”.1
Cuando la cocaína se consume simultáneamente con el alcohol se obtiene una estimulación acrecentada. La cocaína sirve para neutralizar algunos efectos negativos del alcohol, pero no disminuye sus propiedades de sociallización ayudando a intensificar la vida de relación.
El licor permite pasar de una actitud competitiva a una de complementariedad mientras que la cocaína proporciona una dosis de energía y seguridad que da lugar a comportamientos de auto-confianza y euforia. Por esa razón ambas sustancias embriagantes son tan frecuentes en los “executive parties” de la sociedadcapitalista central.
Corresponde señalar que el consumo combinado de alcohol y cocaína en dosis elevadas y/o repetidas suele tener efectos negativos sobre el organismo, que en algunos casos pueden afectar seriamente la salud, e incluso, en situaciones extremas, ocasionar la muerte.
A pesar de estos peligros evidentes, las élites dirigentes del capitalismo insisten en cocntinuar este tipo de vida cargada de estrés, velocidad y frivolidades en serie.
La cocaína, el alcohol, y algunas “designer drugs” con propiedades semejantes, cumplen el rol de mantener artificialmente estos rimos existenciales patológicos.
Es alarmante comprobar que son precisamente estos individuos alienados
quienes tienen la principal autoridad para tomar decisiones acerca de los rumbos políticos y económicos del planeta. El resultado está a la vista.

Los derivados destructivos
El basuco o “pasta base”, consumido en algunos países productores de coca (especialmente en zonas marginales urbanas), está compuesto por cocaína y los residuos de su procesamiento incompleto (acetona, HCl, éter, etc). El efecto producido por su inhalación es una sensación efímeramente placentera que desemboca en una experiencia aterradora y paranoica. Este tipo de vivencias permite que sus consumidores sobrelleven la vida de exclusión social y orfandad afectiva característica de ciertas urbes latinoamericanas. El basuco da lugar a una sensación angustiosa
y de pánico que proporciona un primer escape extático fugaz, culminando en la fragmentación psicológica y la paranois, queparece imitar la propia vida de los adictos.
A pesar que los consumidores suelen hacerlo en grupo, en los hechos se
mantienen aislados. Comparten dinero, fósforos o “picadura”, pero desarrollan sus experiencias en soledad anímica.
En Colombia, país productor por excelencia, el consumo d ebasuco es mucho más importante que el de cocaína pura (que más bien se exporta a los países centrales). La razón, esgrime Restrepo, es que esta última no satisface las necesidades psicológicas de los habitantes de la calle, inmersos en un mundo abrupto y desintegrador.
Tanto es así, que cuando escasea el basuco, los consumidores no vacilan
en modificar la cocaína con amoníaco, para imitar los efectos del basuco. Esta acción ha sido denominada gráficamente “patrasear”.
El “crack” es un producto que resulta del tratamiento del hidrocloruro de
cocaína con bicarbonato cálcico (ver Capítulo 3). Sus efectos son análogos al basuco, dando lugar a experiencias similares de placer solitario y efímero, que se transforman en sensaciones de vulnerabilidad, terror y miedos persecutorios.
Las “crack houses” son lugares en donde los consumidores se reúnen a
compartir sus soledades. Hay una tendencia a la desinhibición sexual, asociada con desconfianza, ánimos depresivos y aislamiento individual.
En forma análoga al basuco, el crack se consume en sectores urbanos marginados, en particular en los barrios pobres y las “inner cities” de los Estados Unidos.
Como señala apropiadamente Restrepo (2001), se trata de actividades a la
vez colectivas y solitarias, típicas del estilo individualista imitativo del capitalismo contemporáneo.

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