miércoles, 3 de enero de 2018

Capítulo 7
La hora de la verdad

Reproducido del libro "Inagotables: Petròleo y Gas Natural", D.Antòn, Piiriguazù Ediciones

Hay una creencia generalizada en el mundo de la política energética y de la geología petrolera que los combustibles minerales, generalmente apodados «fósiles», están a punto de agotarse.
Los plazos señalados varían. Algunos piensan que en 10 o 15 años se va a notar la escasez. Otros más optimistas sostienen que los combustibles minerales van a durar más de 50 años, e incluso un siglo.
Las incertidumbres acerca de las perspectivas futuras del suministro de un recurso tan importante desde el punto de vista tecnológico, económico y político son demostrativas de  la inexistencia de un modelo único para analizar el tema.
En la década de 1950, un geólogo texano llamado M. King Hubbert desarrolló una curva a modo de herramienta analítica para predecir el rendimiento de los campos petrolíferos desde su descubrimiento a su explotación, agotamiento y abandono. Esta curva, hoy conocida como «curva de Hubbert» permitía analizar todos los yacimientos petrolíferos y pronosticar su capacidad productiva. En los hechos, muchas de las predicciones de Hubbert se cumplieron. 
Su curva fue bastante efectiva en predecir la incapacidad de
los yacimientos de los EE.UU. para satisfacer la creciente demanda del país. De acuerdo a dicha curva se preveía que a partir de la década de 1970 el país dejaría de ser autosuficiente, cosa que efectivamente ocurrió. En los últimos años varios especialistas en temas petroleros han intentado aplicar la curva de Hubbert con éxito variable.
El consumo mundial de petróleo actual asciende a unos 100 millones de barriles por día, o unos 350,000 millones por año, con una demanda que crece a un ritmo de 3% anuales.
Las predicciones de supuestas reservas disponibles eran originalmente (hipotèticamente) de 2 billones de barriles de petróleo recuperable (2,000,000,000,000 de barriles) y de ellas (tambièn hipotèticamente) la  mitad ya habría sido extraidas (por lo que quedaría sin extraer solamente 1 billón de barriles).
Al pasar la mitad de las reservas (cosa que, según esta estimaciòn, también hipotètica,, estaría ocurriendo ahora), de acuerdo a la curva de Hubbert, comenzaría una fase de rápido descenso. Por lo tanto, siempre de acuerdo a estas predicciones, estaríamos comenzando a sufrir los primeros síntomas de la crisis petrolera final. Han pasado más de 15 años desde que se formularon estas predicciones y los hechos han demostrado que este descenso todavía no ha ocurrido (y tal vez no ocurra en el futuro próximo)..
Este pronóstico se basa en la creencia generalizada de que el petróleo es de origen fósil y que sólo se le puede extraer de las cuencas sedimentarias. Como las cuencas sedimentarias tienen volúmenes acotados, del mismo modo, y tal vez, en  similar proporción también estarían limitadas las existencias de combustibles «fósiles».
En este escenario, ello implicaría un aumento acelerado de los precios del petróleo, enormes desajustes económicos relacionados con la producción de energía, y una creciente inestabilidad social y política.
Esta situación no tiene aparentemente solución  a la vista porque sería muy difícil, incluso imposible, lograr una reducción sustantiva del consumo mundial energético, y no existen fuentes sustitutivas que permitan en el plazo de unos pocos años satisfacer las necesidades creciente de un planeta superpoblado cuyas economías se basan en el consumo intensivo de energía.
Si en cambio, aplicamos la teoría de la desgasificación planetaria y de la biosfera profunda de Thomas Gold, las conclusiones serían muy diferentes.
En primer lugar, debido a la presencia de hidrocarburos en todas las formaciones geológicas, incluyendo las rocas ígneas y metamórficas, habría que recalcular las existencias (reservas) de petróleo a nivel regional y mundial.
Por otra parte, como la formación del gas natural y del petróleo ocurren en profundidad, existirían volúmenes mucho mayores de hidrocarburos contenidos en  las capas profundas de la corteza e incluso en la parte superior del manto.
Es posible que la cantidad de hidrocarburos disponibles en el planeta sea varios órdenes de magnitud mayor que los habitualmente pronosticados. Tal vez haya gas natural y petróleo en volúmenes suficientes para abastecer a la humanidad por muchos siglos, incluso milenios.
Como el petróleo (de acuerdo a Gold) es un producto naturalmente derivado de los hidrocarburos gaseosos (metano y otros) sus cantidades pueden estar limitadas por las condiciones fisico-químicas necesarias para su formación.  En los hechos puede significar que los hidrocarburos de ese tipo (líquidos en condiciones de superficie) estén acotados y por  ende su disponibilidad pueda verse amenazada localmente. Sin embargo, si consideramos las existencias del gas natural  (particularmente de metano) los volúmenes disponibles serían enormes, miles o cientos de miles de veces mayores a los habitualmente considerados. A ello habría que agregar el contenido en los hidratos de metano de los fondos oceánicos que son extremadamente abundantes y contienen elevadas proporciones del gas (cada litro de hidrato de metano sólido incluye 168 litros de gas metano a la presión ordinaria).
En otras palabras, de acuerdo a la teoría de la desgasificación planetaria, se puede afirmar que, readaptando las tecnologías actuales al consumo de gas, no habría situaciones de escasez por mucho tiempo, tal vez miles de años.
Sin embargo, los impactos ambientales pueden sentirse mucho antes. En primer lugar, por el aumento del dióxido de carbono (el porcentaje actual es de 400 ppm y asciende aproximadamente 2 ppm por año) y otros gases de invernadero (entre los cuales se cuenta el metano y otros hidrocarburos gaseosos), y en segundo lugar, por el riesgo latente de que la  excesiva combustión (oxidación) de hidrocarburos termine afectando los porcentajes de oxígeno contenidos en la atmósfera. Esta última situación sería de la máxima gravedad y por esa razón corresponde estar atento de que ello no suceda. En la actualidad el oxígeno está disminuyendo 2 partes por millón anualmente. Como hay 210,000 ppm de oxígeno en la atmósfera la disminución aparece como irrelevante, De todas maneras debido a la imprescindibilidad del oxígeno  para la vida animal y humana corresponde observar atentamente los cambios en esta tendencia.

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