martes, 2 de enero de 2018

Llegó el Diablo

De "Las mentiras del milenio" (D.A., Piriguazú Ed.)



Llegó el Diablo. No cabe la menor duda. En toda América se propagó la noticia. El Diablo con piel pálida y trajes de hierro. Aquellos que pensaron que eran los Dioses Buenos estaban equivocados. En realidad, son demonios que adoran los metales que crecen en las profundidades de la tierra. Se rumorea que se alimentan de plata y oro, que cambian su piel de hierro cada año y que no conocen el amor ni la ternura."
En las entrañas de la meseta andina, donde nunca llega la luz del sol ni las brisas refrescantes, en el fondo de las galerías de donde se extrae la plata y el estaño, los mineros quechuas y aymaras preparan sus ofrendas para el Tio- Diablo y su esposa, la China Supay. El Tío prefiere las hojas de coca, el tabaco y la chicha. A la China le gusta el azúcar de caña.
 El Diablo y su esposa controlan el mundo de los metales, de donde sale el dinero. Por eso todo el mundo sabe: "el dinero es cosa del Diablo".

El dinero no se obtiene por medio del trabajo, ni por amor, ni por solidaridad. Se logra a través de un pacto de sangre con el Diablo: el k'arakú. El k'arakú es un contrato dorado que sólo se hace por dinero. Así obtuvieron sus fortunas los españoles que conquistaron estas tierras. Por eso pudieron matar impunemente a cientos de miles y, encima de ello, enriquecerse. A pesar de que Pizarro prometió respetar la vida de Atahualpa no vaciló en matarlo. Como premio por este crimen heredó las riquezas del Imperio Inca. Los narcotraficantes que negocian con el sufrimiento ajeno ganan millones de dólares con el tráfico de cocaína. Los mineros, que han aprendido estas verdades en sus propias vidas, corren el riesgo de morir en un derrumbe o por silicosis, trabajan duramente y producen mucho mineral. A pesar de ello, ganan muy poco dinero, no tienen suficiente comida, ni con que calentarse durante las frías noches del Altiplano. Mientras tanto, otros que viven lejos y nunca trabajaron en las minas disfrutan vidas lujosísimas de millonarios. Estas desigualdades sólo pueden ser explicadas a través de la magia y de sacrificios al Diablo. Por eso los gringos tienen plata. Seguramente. No hay otra explicación lógica. Esas personas han logrado el favor del Tío y de la China Supay.
No trajeron a Dios sino al Diablo"

El demonio de los mineros tiene cuernos como las cabras, ojos color de sangre, orejas de mula, dos colmillos negros y dagas en vez de dientes, que reflejan la escasísima luz de las galerías. Igual que los reyes europeos, tiene una corona en su cabeza donde se enrosca una serpiente venenosa. Las naciones del Altiplano han aprendido su lección. Más de cuatro siglos de opresión y sufrimiento les han enseñado. Los conquistadores no trajeron a Dios, sino al Diablo. Y entonces, desde Oruro a Potosí, los antiguos pueblos de la montaña y de la meseta realizan sus Diabladas puntualmente. No se olvidan de él en sus ofrendas y ceremonias.
Fuera de las minas, al aire libre, en la tierra donde sopla el viento y caen lluvias y nevadas, allí reina el espíritu de la Pachamama, la Madre Tierra. Con la ayuda de la Virgen María y los Santos, la Pachamama permite que florezcan las plantas, que maduren los cultivos y nazcan los niños, La Pachamama es buena. La Pachamama no tiene nada que ver con el dinero. La Pachamama es Amerrique.
Mensaje de Mancu Inca Yupanqui (1535)
"Hermanos e hijos, los he reunido para que vean el nuevo tipo de gente que se ha venido a nuestro país, esos barbados que están en esta ciudad. Porque me dijeron que eran wiraqochas y parecían serlo de acuerdo a sus vestimentas, les ordené que les sirvieran y obedecieran como servirían mi propia persona....pensando que eran gente valiosa enviados desde lejos, como siempre proclamaron, por Tiqsi Wiraqochan, o sea Dios.
Pero es claro para mi que todo resultó lo opuesto de lo que esperaba, por que, sepan esto, mis hermanos, esta gente ha demostrado muchas veces desde que entraron a mi país que no son los hijos de Wiraqocha sino del Diablo."

De "La mentira del milenio", D.Anton, Piriguazú Ediciones.

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