En las regiones costeras y volcánicas de América abundaban los paisajes lacustres. Había lagos en el país purépecha de Michoacán, en la región central de México donde vivían otomíes y nahuas, en las mesetas y valles volcánicos del país maya, en las tierras de los lencas y guatusos de la América Central, y más al sur, en las costas, montañas y mesetas del continente sudamericano.
Estos lagos eran
sitios privilegiados para la ocupación humana. Además de abastecer agua dulce
para pueblos y ciudades, contenían ecosistemas muy ricos con peces, aves,
invertebrados y plantas acuáticas que podían proporcionar alimentación a mucha
gente.
En las orillas
de los lagos se establecieron pueblos de pescadores, que además de pescar
aprovechaban otros recursos del medio lacunar, como crustáceos, moluscos,
batracios, algas o fibras vegetales.
En Mesoamérica
se avanzó aún más en el aprovechamiento de las aguas lacunares y se desarrolló
una agricultura productiva por medio de huertas flotantes, las llamadas
chinampas en los lagos mexicanos.
En los cuerpos
de agua de mayor extensión, como los lagos del valle de Anahuac en la meseta
mexicana, el lago Titicaca en la meseta peruano- bolivian y el Lago Cocibolca
en Nicaragua las superficies lacustres proporcionaban un ambiente adecuado para
la navegación y el comercio entre las comarcas costeras. En muchos sentidos
estos lagos representaban la prosperidad y la abundancia y permitieron el desenvolvimiento
de sociedades complejas con densas concentraciones demográficas y elevada
productividad.
La colonización
europea produjo cambios profundos en la relación de las poblaciones con las
aguas interiores del continente. Luego de cinco siglos de ocupación criolla de
las costas lacunares el paisaje ya no es el mismo.
Muchos lagos de
América han sufrido la depredación humana. Algunos han desaparecido. Otros se
han reducido a una mínima expresión. Hay lagos que están contaminados y no
albergan vida animal en sus aguas. Y finalmente están los degradados, que han
perdido diversidad, con especies
extinguidas o en vía de extinción.
El Gran Lago de
Nicaragua, llamado Cocibolca por los pueblos nahuas y Ukurikitucara por los
guatusos y matagalpas fue durante mucho tiempo hogar de tiburones. Se trataba
de una especie única de tiburones de agua dulce. Los científicos le llamaron
Carcharhinus nicaraguensis.
Es una especie
que está estrechamente relacionada con el Tiburón Toro que abunda en los mares
tropicales.
Los estudios
realizados permitieron comprobar que el Tiburón del Lago migraba por el río San
Juan hasta el Caribe, al estilo del salmón, y luego regresaba. Esto fue
ratificado por medio de algunos ejemplares etiquetados.
Antiguamente la
especie era muy abundante. Si bien había cuentos acerca de su agresividad, de
ataques a las personas, del peligro que podían representar, en los hechos era
una pez bastante inofensivo.
En el año 2004
se informó que en las aguas del río San Juan se estaba produciendo una masacre
de la especie a consecuencia del altísimo precio que se pagaba por la aleta del
animal en Japón y otros países de Oriente. Se mencionaba la cifra de 256
dólares por libra (más de 500 dólares el kilogramo). La pesca indiscriminada
aún continúa y se piensa que el tiburón del lago esté a punto de extinguirse.
O tal vez ya se
extinguió. Reproducido de "Crónicas de la Peripecia Humana", Danilo Antón, Piriguazú Ediciones
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