jueves, 30 de noviembre de 2017

Zamzam, el pozo sagrado de La Meca

De acuerdo a la tradición islámica el pozo Zamzam en la ciudad de La Meca en Arabia fue alumbrado hace unos 4,000 años en tiempos de Abraham cuando Hajar, su segunda esposa, buscaba agua para su pequeño hijo Ismael. Luego de varios intentos infructuosos por parte de la madre, el niño golpeó sus pies contra el suelo y, milagrosamente, logró hacer brotar el agua formándose un manantial. El pozo tiene 30 metros de profundidad y fue excavado a pala en el aluvión arenoso de los wadis locales penetrando unos 15 metros  en las rocas cristalinas del sustrato. La napa acuífera más productiva está localizada en el contacto del aluvión con el basamento cristalino. El nivel piezométrico del pozo está a unos 3 metros de la superficie. En parte fue construido como brocal con paredes revestidas de piedra en los estratos de mayor permeabilidad. Fue utilizado durante muchos siglos, antes del surgimiento de la religión islámica, y desde los tiempos del Profeta Mahoma representó el manantial de agua más venerado del Islam.
A partir de la institución de La Meca como capital y centro de peregrinación de las comunidades musulmanas del mundo, el pozo, que se encuentra en la gigantesca mezquita Masjid al-Haran, a tan sólo 20 metros de la Kaaba94 fue incorporado como formalidad ritual en las ceremonias de los peregrinos que acudían a la ciudad sagrada.
Durante mi estadía en Dhahran en 1983 fui citado un día por el Director del Instituto de Investigación de la Universidad de Petróleo y Minerales donde yo trabajaba como geomorfólogo e hidrogeólogo para discutir acerca de un tema grave y urgente cuyo contenido ignoraba.
Cuando llegué a la reunión pude comprobar la asistencia de varias autoridades e investigadores sauditas. Allí se informó acerca de un hecho grave. El Reino estaba afrontando un serio problema. El manantial de La Meca, alrededor del cual se había desarrollado la ciudad santa, el pozo Zamzam, se había secado.
Nunca había ocurrido nada igual. Un pozo milagroso, que era en gran medida la base del carácter sagrado del sitio, se había quedado sin agua. Los peregrinos que venían de todos los rincones del mundo solían beber su agua e incluso llevarse una botella del líquido bendito a sus lugares de origen. En esta nueva estación de peregrinaje, esto no sería posible pues el pozo estaba seco.
Durante muchos siglos en Zamzam habían abrevado millones de personas desde antes de la revolución islámica. Incontables ofrendas se habían arrojado a sus aguas.
Cuando se vació el pozo apareció el testimonio de una historia antiquísima. El vaciamiento permitió aprovechar la oportunidad para “limpiarlo” y a la vez obtener piezas de gran valor arqueológico. No sé que destino habrán tenido los muchos objetos y restos encontrados en el fondo.
Se notaba una gran preocupación. La situación era grave. El pozo Zamzam se había agotado. La acusación de los radicales islámicos se renovaría. Otra vez más se demostraría que el gobierno saudita era incapaz de preservar los sitios sagrados. Las autoridades presentes en la reunión mostraban gran alarma por lo sucedido.
Había que resolver el problema rápidamente, por lo menos antes del próximo Hajj en que vendrían millones de peregrinos. Si no fuera así los visitantes se llevarían una decepción al comprobar que el manantial no tenía más agua.
El secado de un pozo en un acuífero aluvial del tipo que hay en La Meca suele relacionarse con el descenso del nivel piezométrico de la napa (o las napas, cuando son varias). A su vez, el abatimiento de los niveles podría tener varias causas. Una de ellas era la explotación excesiva, o bien había demasiados pozos en los alrededores o la extracción era mayor que la recarga, y en algún momento dicho sobreuso podría expresarse en el descenso de la napa.
Otra razón posible era la falta de lluvias durante un período suficientemente largo. Las sequías prolongadas provocan una reducción de la recarga. No entra suficiente agua al acuífero para compensar la extracción.
En el caso de Zamzam las lluvias habían sido normales para el período del año en que nos encontrábamos, y no se había incrementado significativamente la extracción en los pozos circundantes. Era necesario hallar otro motivo.
Pregunté que obra nueva se estaba haciendo en la ciudad de La Meca que pudiera haber influido en el acuífero y se me dijo que se estaba construyendo un colector sanitario subterráneo a unos cientos de metros del lugar del pozo. Esta construcción podía haber afectado el nivel del acuífero e indirectamente provocado el agotamiento de Zamzam.
El colector estaba constituido por un túnel profundo cuyas obras requerían un contínuo bombeo de desagotamiento del agua, que era arrojada a un wadi aguas abajo de la planta urbana. La conclusión era razonable, el nivel del acuífero habría descendido debido al bombeo en el túnel. De todas maneras había que llevar a cabo ciertas investigaciones para confirmar la hipótesis.
Fui encargado del estudio hidrogeológico cuya ejecución comenzó inmediatamente y duró alrededor de un mes. Debido a mi carácter de “infiel”  no me estaba permitido entrar a la ciudad. Por esa razón, no pude ir a ver el pozo personalmente, ni tampoco observar las obras del túnel del colector. 
Con todo, con la colaboración de asistentes, desde una oficina provisoria en Jedda pude preparar un informe y presentar recomendaciones que se detuviera la construcción del colector subterráneo, cosa que ocurrió.
Del pozo seco se extrajeron muchos objetos que habían sido arrojado durante cientos de años. Hoy el pozo es nuevamente funcional y sigue proporcionando agua (ahora embotellada) a los miles de peregrinos que llegan constantemente a la ciudad sagrada del Islam.
De "Crónicas de la Peripecia Humana", Danilo Antón, Pirtguazú Ediciones.