Acerca de la celebración del 12 de octubre
Este
tema se relaciona con una fecha central en la historia del último milenio a
nivel mundial; es una fecha que en cierto modo cambió la historia. Es el
"encuentro de dos culturas" ‑entre comillas. La cultura europea se
encontró con una diversidad de culturas americanas, con las consecuencias que,
a esta altura de los acontecimientos, todos conocemos.
Esa fecha, que puede ser festejable para ciertos círculos en la sociedad europea, es mucho más dramática para los pueblos indígenas del continente americano, que sufrieron las consecuencias de ese encuentro.
La fecha en sí no fue considerada conmemorable hasta que en España, en 1913, un señor llamado Faustino Rodríguez, presentó un proyecto planteando conmemorar la Fiesta de la Raza Española el 12 de octubre.
En 1918, cinco años más tarde, la Fiesta de la Raza Española se hizo oficial en España. Luego, durante el falangismo, se transformó en la Fiesta de la Hispanidad y, finalmente, en la Fiesta Nacional de España, como se la denomina actualmente.
Muchos países hispanoamericanos ‑no todos‑ siguieron la línea de denominarlo "Día de la raza" que se sugiriera en España. Algunos países todavía tienen el apelativo del "Día de la raza"; no del Día de la Raza Española sino, simplemente el "Día de la raza", como es el caso de Ecuador y Uruguay. Pero no está claro, porque a la vez ese día se conmemora el "Día de las Américas". En ese sentido, existen algunas diferencias.
En los últimos años hubo cambios, porque esta fecha reúne luces y sombras; y a veces más sombras que luces. Esto llevó a que algunos países cambiaran su denominación. En Bolivia pasó a llamarse "Día de la descolonización"; en la República Dominicana, "Día de la identidad y diversidad cultural". En Ecuador y en Honduras sigue denominándose "Día de la raza"; en Nicaragua y en Venezuela "Día de la resistencia indígena". Hay países que no lo festejan, como es el caso de Haití, Trinidad y Tobago, Jamaica, Guayana, Panamá y Guatemala. Hace unos cinco años, en Argentina pasó a llamarse "Día del respeto a la diversidad cultural" y en Chile, "Día del encuentro de dos mundos". En Perú se transformó en el "Día de los pueblos originarios y del diálogo intercultural", mientras que en El Salvador sigue denominándose "Día de la hispanidad". Hay muchas variaciones, pero hay una tendencia a suprimir el tema de la raza porque, en realidad, no hay una raza española. Ni siquiera existe una raza hispanoamericana ni latinoamericana. La palabra es incorrecta desde el punto de vista técnico. O sea que la palabra "raza" hay que tomarla en un sentido metafórico. Es como decir "sociedades culturales latinoamericanas", que pueden ser de muchas razas desde el punto de vista étnico.
Tampoco quiero acusar a los que usan la palabra "raza" de racistas, porque eso no es verdad. Por ejemplo, los mexicanos de Estados Unidos, los chicanos, usan la palabra raza con mucho orgullo, y no por considerarse racistas o que su raza sea mejor. La principal organización chicana mexicana de Estados Unidos, que involucra a millones, se llama National Council of La Raza. Y cuando dicen "la raza", lo dicen con orgullo. La raza no significa que son hispanos; significa que son producto de la mezcla entre México, América del Norte, los europeos, los indígenas y otros pueblos, algunos de origen africano. El resultado final es un mestizaje, y eso es lo que quiere decir el término raza.
Por lo tanto, la palabra raza quiere decir algo diferente en distintos lugares, según la historia que se considere. En California, el monumento a la raza está representado por una pirámide azteca coronada por un águila. O sea que allí la raza está significando otra cosa.
Entonces, no es necesario imaginar que cuando se habla del día de la raza no se está haciendo referencia a la raza española ‑que, en realidad, no existe‑, sino a una cultura. No obstante, hay confusión en la palabra "raza"; término que creo que resulta anacrónico.
Ahora estamos en una tarea distinta: en la de reivindicar a los pueblos indígenas que, desafortunadamente, fueron ignorados en la historia oficial, minimizados en cuanto a su número, su cultura fue dejada de lado y sus aportes ignorados. No digo esto como si hubiera habido una conspiración por ignorarlos, pero culturalmente se ha producido ese fenómeno, cuando sabemos que la mitad de los cultivos que alimentan al mundo son de origen americano. Esto no es banal; sin los cultivos americanos que fueron desarrollados por culturas milenarias, que van desde la papa al maíz, pasando por una variedad enorme de cultivos, muchos pueblos se morirían de hambre.
Estamos en un momento en el que necesitamos reivindicar estas culturas, que muchas de ellas sobreviven, son numerosas y saludables en diferentes zonas de América, mientras que en otros lugares apenas sobreviven, se extinguieron o fueron eliminadas en procesos que perfectamente se podrían catalogar de genocidios. Ese es el caso de la nación charrúa o minuán en la Banda Oriental, que fueron eliminadas a propósito, física y culturalmente, además de haber sido dejadas de lado en la historia, hasta el presente.
Esta es una propuesta que tiende a enfocar la resistencia indígena, que la hubo; no se dejaron llevar por delante, aunque a veces eso no fue posible, porque las armas y las estrategias militares de los europeos estaban muy desarrolladas. Si bien los pueblos americanos no estaban en condiciones de oponerse a ellos militarmente, a veces lo hicieron y con éxito. Muchos pueblos, como el charrúa, el apache, el lakota o el mapuche fueron huesos duros de roer para los ejércitos coloniales de Europa, de Portugal, de Inglaterra, de Estados Unidos y también de los gobiernos criollos, a los que no se debe dejar de lado. No basta con señalar que las potencias europeas practicaron el genocidio. Si bien eso es cierto en muchos casos, en otros, los gobiernos criollos que vinieron después de la independencia fueron más genocidas que los europeos. Asimismo, cuando comenzaron las guerras posteriores a la independencia, como sucedió en el caso de los mohawk y de los iroqueses en América del Norte, los iroqueses prefirieron aliarse a los ingleses antes que a los estadounidenses independientes y los mapuches a los españoles antes que a los criollos que estaban luchando por la independencia en Santiago de Chile. O sea que las cosas no son blanco o negro; no podemos ser maniqueístas.
Considero que sí se debe buscar una palabra diferente, que dé el mensaje de que los uruguayos estamos recordando aquellos tiempos que no fueron muy felices, en los que se produjo la desaparición de culturas milenarias, respetables, que tenían sus valores éticos y religiosos, y que no eran salvajes. Esa es una expresión derogatoria e injusta que se aplicó a pueblos que, en muchos aspectos, eran solidarios, cumplían con su palabra y tenían interpretaciones de la naturaleza y de la espiritualidad muy respetables. Por lo tanto, cabe esta propuesta de nominar el 12 de octubre como el "Día de la resistencia indígena y afrodescendiente".
Dicho sea de paso, esa última expresión da lugar a que recordemos que en la esclavización de los pueblos indígenas americanos, y tal vez a sugerencia de Bartolomé de las Casas, se decidió que, ante la poca resistencia física que tenían los pueblos indígenas a las enfermedades, no eran esclavizables fácilmente; se morían de enfermedades por el mal tratamiento, sobre todo, pero también porque eran muy vulnerables a las enfermedades. Eso no pasaba con los africanos y, por eso, desangraron ese continente. No se sabe exactamente la cantidad, pero aproximadamente treinta millones, cuarenta millones o cincuenta millones de personas fueron secuestradas, traídas y forzadas a trabajar y a perder su cultura y su identidad, en uno de los episodios de emigración forzada más crueles que conoce a historia de la humanidad: la transferencia de los contingentes esclavos de África a América. Hubo resistencia; los africanos que vinieron como esclavos se rebelaron, así como también sus descendientes. Esa pauta la dan los numerosos quilombos que se suscitaron ‑usando esa palabra en el sentido de república rebelde, independiente‑, como el Quilombo de los Palmares en Brasil y otros que hubo en Colombia y en diferentes partes, no solo en las colonias españolas y portuguesas, sino también en las colonias inglesas, como sucedió con los maroons de Jamaica.
Por lo tanto, ha habido resistencia, que puede ser homenajeada y reconocida. Entonces, nosotros estamos haciendo un homenaje al "Día de la resistencia indígena y afrodescendiente" ‑para hacer notar que no son solo los africanos originales sino todos sus descendientes los que se identificaron con esa resistencia‑ y ayudando, en cierto modo, a que la historia sea más conocida por las nuevas generaciones y a que los viejos estereotipos vayan siendo dejados de lado, no considerando que eran malas intenciones de los historiadores sino que era la cultura de la época.
Personalmente, creo que en este momento es una buena idea utilizar ese nombre y luego en las escuelas se explicará el motivo: que no es una raza ‑sin que tenga nada de malo decir que es una raza‑, sino que estamos hablando de pueblos muy numerosos que, a partir del 12 de octubre de 1492, sufrieron dramas que los llevaron, como el caso de los taínos, en Haití ‑que, según Bartolomé de las Casas, eran dos o tres millones y en menos de treinta años pasaron a ser quinientos y en un siglo ya no había más‑, a desaparecer. De los taínos solo nos quedan palabras como tabaco, cacique, etcétera; inclusive, hay pocos descendientes, no hubo mucha mezcla porque su desaparición fue muy rápida.
Creo que vale la pena introducir este elemento que permita que a nivel de las escuelas y liceos los muchachos empiecen a aprender que hay que mirar la historia desde todos los puntos de vista, que no hay buenos ni malos, sino que ocurrieron tragedias. Algunos fueron verdaderamente malos, según nuestra moral actual; existieron matanzas a veces hasta perversas, pero no en todo el mundo. Lo que hubo fue un encuentro de culturas ‑como dicen los chilenos‑, pero no se puede homenajear como tal; existió una gran diferencia de poder y de agresividad de una parte con relación a la otra, sin posibilidad de defensa real. Los pueblos americanos no tenían la información para poder resistir a lo que se venía; no tenían la tecnología miliar que se requería.
Hay que mirar a este encuentro de culturas desde el punto de vista de la resistencia indígena y de la resistencia de los pueblos afrodescendientes, que en muchos lugares fueron tomados como fuerza de trabajo.
Este país tiene relativamente poca ascendencia indígena ‑no será más del 15% de la población y está muy mezclada; muchos descendientes de indígenas no saben que lo son‑; tiene mucho más fuerza el componente afrodescendiente porque el número es grande, la población es urbana, ha estado más o menos unida y se ha organizado. Este elemento es muy importante y hay que apoyarlo para que esta parte de la historia ‑que existió y que tenemos que aceptar como tal, porque ha ocurrido‑ sea mirada con otros ojos.
En ese sentido, estoy totalmente de acuerdo con la iniciativa de los activistas, de la señora diputada Susana Andrade y otros diputados, así como de militantes de la causa indigenista, que proponen que se haga el cambio de nombre, que en este momento es anacrónico porque no creo que quepa que se siga llamando "Día de la raza"
No se debe olvidar que el 12 de octubre también fue la Batalla de Sarandí, un elemento no menor. Tal vez ahora no lo recordemos porque la calle principal de Montevideo es 18 de Julio; pero antes era Sarandí. Durante muchas décadas, la Batalla de Sarandí fue un elemento central en la construcción de la nacionalidad uruguaya. No estoy diciendo que al día se le llame Batalla de Sarandí, pero es un capítulo que vale la pena recordar porque se produjo ese mismo día y determinó la existencia de la República Oriental del Uruguay.
Esa fecha, que puede ser festejable para ciertos círculos en la sociedad europea, es mucho más dramática para los pueblos indígenas del continente americano, que sufrieron las consecuencias de ese encuentro.
La fecha en sí no fue considerada conmemorable hasta que en España, en 1913, un señor llamado Faustino Rodríguez, presentó un proyecto planteando conmemorar la Fiesta de la Raza Española el 12 de octubre.
En 1918, cinco años más tarde, la Fiesta de la Raza Española se hizo oficial en España. Luego, durante el falangismo, se transformó en la Fiesta de la Hispanidad y, finalmente, en la Fiesta Nacional de España, como se la denomina actualmente.
Muchos países hispanoamericanos ‑no todos‑ siguieron la línea de denominarlo "Día de la raza" que se sugiriera en España. Algunos países todavía tienen el apelativo del "Día de la raza"; no del Día de la Raza Española sino, simplemente el "Día de la raza", como es el caso de Ecuador y Uruguay. Pero no está claro, porque a la vez ese día se conmemora el "Día de las Américas". En ese sentido, existen algunas diferencias.
En los últimos años hubo cambios, porque esta fecha reúne luces y sombras; y a veces más sombras que luces. Esto llevó a que algunos países cambiaran su denominación. En Bolivia pasó a llamarse "Día de la descolonización"; en la República Dominicana, "Día de la identidad y diversidad cultural". En Ecuador y en Honduras sigue denominándose "Día de la raza"; en Nicaragua y en Venezuela "Día de la resistencia indígena". Hay países que no lo festejan, como es el caso de Haití, Trinidad y Tobago, Jamaica, Guayana, Panamá y Guatemala. Hace unos cinco años, en Argentina pasó a llamarse "Día del respeto a la diversidad cultural" y en Chile, "Día del encuentro de dos mundos". En Perú se transformó en el "Día de los pueblos originarios y del diálogo intercultural", mientras que en El Salvador sigue denominándose "Día de la hispanidad". Hay muchas variaciones, pero hay una tendencia a suprimir el tema de la raza porque, en realidad, no hay una raza española. Ni siquiera existe una raza hispanoamericana ni latinoamericana. La palabra es incorrecta desde el punto de vista técnico. O sea que la palabra "raza" hay que tomarla en un sentido metafórico. Es como decir "sociedades culturales latinoamericanas", que pueden ser de muchas razas desde el punto de vista étnico.
Tampoco quiero acusar a los que usan la palabra "raza" de racistas, porque eso no es verdad. Por ejemplo, los mexicanos de Estados Unidos, los chicanos, usan la palabra raza con mucho orgullo, y no por considerarse racistas o que su raza sea mejor. La principal organización chicana mexicana de Estados Unidos, que involucra a millones, se llama National Council of La Raza. Y cuando dicen "la raza", lo dicen con orgullo. La raza no significa que son hispanos; significa que son producto de la mezcla entre México, América del Norte, los europeos, los indígenas y otros pueblos, algunos de origen africano. El resultado final es un mestizaje, y eso es lo que quiere decir el término raza.
Por lo tanto, la palabra raza quiere decir algo diferente en distintos lugares, según la historia que se considere. En California, el monumento a la raza está representado por una pirámide azteca coronada por un águila. O sea que allí la raza está significando otra cosa.
Entonces, no es necesario imaginar que cuando se habla del día de la raza no se está haciendo referencia a la raza española ‑que, en realidad, no existe‑, sino a una cultura. No obstante, hay confusión en la palabra "raza"; término que creo que resulta anacrónico.
Ahora estamos en una tarea distinta: en la de reivindicar a los pueblos indígenas que, desafortunadamente, fueron ignorados en la historia oficial, minimizados en cuanto a su número, su cultura fue dejada de lado y sus aportes ignorados. No digo esto como si hubiera habido una conspiración por ignorarlos, pero culturalmente se ha producido ese fenómeno, cuando sabemos que la mitad de los cultivos que alimentan al mundo son de origen americano. Esto no es banal; sin los cultivos americanos que fueron desarrollados por culturas milenarias, que van desde la papa al maíz, pasando por una variedad enorme de cultivos, muchos pueblos se morirían de hambre.
Estamos en un momento en el que necesitamos reivindicar estas culturas, que muchas de ellas sobreviven, son numerosas y saludables en diferentes zonas de América, mientras que en otros lugares apenas sobreviven, se extinguieron o fueron eliminadas en procesos que perfectamente se podrían catalogar de genocidios. Ese es el caso de la nación charrúa o minuán en la Banda Oriental, que fueron eliminadas a propósito, física y culturalmente, además de haber sido dejadas de lado en la historia, hasta el presente.
Esta es una propuesta que tiende a enfocar la resistencia indígena, que la hubo; no se dejaron llevar por delante, aunque a veces eso no fue posible, porque las armas y las estrategias militares de los europeos estaban muy desarrolladas. Si bien los pueblos americanos no estaban en condiciones de oponerse a ellos militarmente, a veces lo hicieron y con éxito. Muchos pueblos, como el charrúa, el apache, el lakota o el mapuche fueron huesos duros de roer para los ejércitos coloniales de Europa, de Portugal, de Inglaterra, de Estados Unidos y también de los gobiernos criollos, a los que no se debe dejar de lado. No basta con señalar que las potencias europeas practicaron el genocidio. Si bien eso es cierto en muchos casos, en otros, los gobiernos criollos que vinieron después de la independencia fueron más genocidas que los europeos. Asimismo, cuando comenzaron las guerras posteriores a la independencia, como sucedió en el caso de los mohawk y de los iroqueses en América del Norte, los iroqueses prefirieron aliarse a los ingleses antes que a los estadounidenses independientes y los mapuches a los españoles antes que a los criollos que estaban luchando por la independencia en Santiago de Chile. O sea que las cosas no son blanco o negro; no podemos ser maniqueístas.
Considero que sí se debe buscar una palabra diferente, que dé el mensaje de que los uruguayos estamos recordando aquellos tiempos que no fueron muy felices, en los que se produjo la desaparición de culturas milenarias, respetables, que tenían sus valores éticos y religiosos, y que no eran salvajes. Esa es una expresión derogatoria e injusta que se aplicó a pueblos que, en muchos aspectos, eran solidarios, cumplían con su palabra y tenían interpretaciones de la naturaleza y de la espiritualidad muy respetables. Por lo tanto, cabe esta propuesta de nominar el 12 de octubre como el "Día de la resistencia indígena y afrodescendiente".
Dicho sea de paso, esa última expresión da lugar a que recordemos que en la esclavización de los pueblos indígenas americanos, y tal vez a sugerencia de Bartolomé de las Casas, se decidió que, ante la poca resistencia física que tenían los pueblos indígenas a las enfermedades, no eran esclavizables fácilmente; se morían de enfermedades por el mal tratamiento, sobre todo, pero también porque eran muy vulnerables a las enfermedades. Eso no pasaba con los africanos y, por eso, desangraron ese continente. No se sabe exactamente la cantidad, pero aproximadamente treinta millones, cuarenta millones o cincuenta millones de personas fueron secuestradas, traídas y forzadas a trabajar y a perder su cultura y su identidad, en uno de los episodios de emigración forzada más crueles que conoce a historia de la humanidad: la transferencia de los contingentes esclavos de África a América. Hubo resistencia; los africanos que vinieron como esclavos se rebelaron, así como también sus descendientes. Esa pauta la dan los numerosos quilombos que se suscitaron ‑usando esa palabra en el sentido de república rebelde, independiente‑, como el Quilombo de los Palmares en Brasil y otros que hubo en Colombia y en diferentes partes, no solo en las colonias españolas y portuguesas, sino también en las colonias inglesas, como sucedió con los maroons de Jamaica.
Por lo tanto, ha habido resistencia, que puede ser homenajeada y reconocida. Entonces, nosotros estamos haciendo un homenaje al "Día de la resistencia indígena y afrodescendiente" ‑para hacer notar que no son solo los africanos originales sino todos sus descendientes los que se identificaron con esa resistencia‑ y ayudando, en cierto modo, a que la historia sea más conocida por las nuevas generaciones y a que los viejos estereotipos vayan siendo dejados de lado, no considerando que eran malas intenciones de los historiadores sino que era la cultura de la época.
Personalmente, creo que en este momento es una buena idea utilizar ese nombre y luego en las escuelas se explicará el motivo: que no es una raza ‑sin que tenga nada de malo decir que es una raza‑, sino que estamos hablando de pueblos muy numerosos que, a partir del 12 de octubre de 1492, sufrieron dramas que los llevaron, como el caso de los taínos, en Haití ‑que, según Bartolomé de las Casas, eran dos o tres millones y en menos de treinta años pasaron a ser quinientos y en un siglo ya no había más‑, a desaparecer. De los taínos solo nos quedan palabras como tabaco, cacique, etcétera; inclusive, hay pocos descendientes, no hubo mucha mezcla porque su desaparición fue muy rápida.
Creo que vale la pena introducir este elemento que permita que a nivel de las escuelas y liceos los muchachos empiecen a aprender que hay que mirar la historia desde todos los puntos de vista, que no hay buenos ni malos, sino que ocurrieron tragedias. Algunos fueron verdaderamente malos, según nuestra moral actual; existieron matanzas a veces hasta perversas, pero no en todo el mundo. Lo que hubo fue un encuentro de culturas ‑como dicen los chilenos‑, pero no se puede homenajear como tal; existió una gran diferencia de poder y de agresividad de una parte con relación a la otra, sin posibilidad de defensa real. Los pueblos americanos no tenían la información para poder resistir a lo que se venía; no tenían la tecnología miliar que se requería.
Hay que mirar a este encuentro de culturas desde el punto de vista de la resistencia indígena y de la resistencia de los pueblos afrodescendientes, que en muchos lugares fueron tomados como fuerza de trabajo.
Este país tiene relativamente poca ascendencia indígena ‑no será más del 15% de la población y está muy mezclada; muchos descendientes de indígenas no saben que lo son‑; tiene mucho más fuerza el componente afrodescendiente porque el número es grande, la población es urbana, ha estado más o menos unida y se ha organizado. Este elemento es muy importante y hay que apoyarlo para que esta parte de la historia ‑que existió y que tenemos que aceptar como tal, porque ha ocurrido‑ sea mirada con otros ojos.
En ese sentido, estoy totalmente de acuerdo con la iniciativa de los activistas, de la señora diputada Susana Andrade y otros diputados, así como de militantes de la causa indigenista, que proponen que se haga el cambio de nombre, que en este momento es anacrónico porque no creo que quepa que se siga llamando "Día de la raza"
No se debe olvidar que el 12 de octubre también fue la Batalla de Sarandí, un elemento no menor. Tal vez ahora no lo recordemos porque la calle principal de Montevideo es 18 de Julio; pero antes era Sarandí. Durante muchas décadas, la Batalla de Sarandí fue un elemento central en la construcción de la nacionalidad uruguaya. No estoy diciendo que al día se le llame Batalla de Sarandí, pero es un capítulo que vale la pena recordar porque se produjo ese mismo día y determinó la existencia de la República Oriental del Uruguay.
Versión taquigráfica de la sesión de la Comisión Parlamentaria Constitución y Códigos de la Cámara de Representantes de la República Oriental del Uruguay
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario