martes, 9 de mayo de 2017

La panspermia

Francis Crick obtuvo un Premio Nobel por ser co-descubridor de la estructura de la molécula de la vida, una larguísima y compleja doble hélice que fue denominada ácido desoxiribonucleico o ADN3 .
En su libro “La vida misma, su origen y naturaleza”, Crick argumentaba que la vida no pudo haber surgido de una sopa terrestre primitiva.
En primer lugar, porque la molécula de ADN no puede ensamblarse sola, requiere proteinas especiales para hacerlo. Y en segundo lugar, porque no parece posible que las proteinas puedan formarse por casualidad.
Todas las proteinas están hechas de tan sólo 20 aminoácidos específicos. Cada una de ellas contiene doscientos aminoácidos que son combinaciones variables de la veintena de compuestos antes mencionados.
De acuerdo a Crick, las probabilidades de que se formara una proteina cualquiera por azar son de apenas una en 10160, cantidad mucho mayor que TODOS los átomos del universo conocido (1080).
Es como si un remolino que agitase un depósito de chatarra, “casualmente” construyera un jet B-747 listo para volar…
Este autor concluye que la complejidad que existe en las estructuras celulares no puede ser debida al azar. Las moléculas iniciales de la vida debieron provenir del espacio.
Esta teoría que ha sido llamada “panspermia”, había sido propuesta por Svante Arrhenius a principios del siglo XX, y desarrollada por Fred Hoyle y Chandra Wickramasinghe durante las últimas décadas.
Piensan Hoyle y Wickramasinghe que la vida se habría originado en el momento de la formación de las galaxias, tal vez de la nuestra (“la Vía Láctea”) o del conjunto de las galaxias del universo conocido, y a partir de ese momento se habría difundido contenida y transportada en los pequeños cuerpos cometarios “sembrando” los planetas que tenían las condiciones apropiadas. La Tierra recibió sus primeras semillas devida hace casi 4,000 millones de años, evolucionando en diferentes direcciones de acuerdo a las condiciones de los ambientes encontrados. Según Wickramasinghe (1974), el polvo interestelar es esencialmente orgánico y existe vida de tipo bacteriano por doquier.
Estos organismos y materia orgánica estarían llegando a la atmósfera terrestre en forma regular, modificando y enriqueciendo el stock genético planetario.
Ello explicaría la presencia de compuestos orgánicos detectados al quemarse algunos meteoritos a 80 quilómetros de altura, y el reciente hallazgo de bacterias vivas a 16,000 de altitud8 .

Este último autor y Fred Hoyle interpretan como de origen orgánico la coloración rojiza de ciertos satélites planetarios cuya superficie está cubierta de hielo (p.ej. Europa, Calisto y Charon), y de otros astros ubicados en el llamado cinturón de Kuiper10 . De acuerdo a ambos astrónomos, el interior de estos planetoides (cuya temperatura exterior es inferior a –200° C), estaría “entibiado” por los procesos de desintegración radioactiva de sus minerales, permitiendo la existencia de agua líquida en su interior, y por ende, de procesos biológicos. Piensan estos autores que la vida puede sobrevivir la congelación profunda por mucho tiempo, tal vez decenas o cientos de millones de años.
Extraido de "Pueblos, Drogas y Serpientes", Danilo Antón, Piriguazu Ediciones

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