Expansión
y formación de la corteza terrestre
Danilo Antón
De acuerdo a la teoría de Vicente Sánchez Cela, la
composición mineralógica inicial del planeta estaba constituida sobre todo por
minerales densos. Estos minerales estaban originalmente en una fase relativamente inestable. Esa inestabilidad se
expresaba con mayor intensidad en las capas externas del planeta
sometidas a menores presiones y temperaturas que los niveles
profundos.
Fue
allí, en estas capas cercanas a la superficie que probablemente
comenzó a producirse una variación a nivel de las estructuras
cristalinas de los minerales silicatados pasando de las fases densas
(coesita, stishovita, K-holandita, Na-holandita, perovstkita
sillicatada, psot-perovskita, etc) a fases menos densas (cuarzo,
feldespatos potásicos, sódicos, cálcicos, olivinos, piroxenos).
Estos cambios implicaron un aumento de volumen debido a la
disminución de la densidad, provocando una expansión en las masas
rocosas superficiales1.
Debido
a la dilatación del manto superior se fue generando una zona
superficial expandida de menor densidad. Corresponde al elemento
estructural que llamamos “corteza”. En ese sentido se puede
definir la corteza terrestre como la porción del manto donde
disminuyó la densidad debido a los cambios de fase de los minerales.
Estos
procesos de transformación mineral con disminución de la densidad
fueron aumentando el volumen del planeta dando lugar al hinchamiento
preferente de ciertas zonas. Estos sitios serían probablemente las
regiones donde se establecerían los escudos antiguos que
geológicamente habrían de constituir las bases de los continentes.
El
aumento de volumen que llevó a la expansión del planeta dio lugar a
que nuevas masas magmáticas del manto superior se incorporaran a la
corteza y provocaran presiones ascendentes que se expresaron a través
de incipientes fracturas que más tarde darían lugar a las dorsales
oceánicas.
Origen
de los fondos oceánicos
De
acuerdo a la teoría de las placas tectónicas los fondos oceánicos
se habrían formado a partir de materiales expulsados en las
fracturas “dorsales” que fueron creando una capa rocosa
(basáltica) de menor espesor concomitantemente con el alejamiento de
los bloques de corteza originales (masas continentales).
En
la teoría de las placas tectónicas el diámetro del planeta no
experimentó variaciones y por lo tanto concomitantemente con esa
formación de los nuevos fondos marinos basálticos con separación
de los continentes se habría producido la “subducción” de las
placas oceánicas más densas por debajo de las capas continentales
menos densas. De acuerdo a esta hipótesis las placas se renovarían
en las zonas divergentes y se sobrepondrían unas a otras en las
zonas de convergencia.
Sin
embargo, este enfoque no es compartido por muchos autores (entre
ellos S.W.Carey
y
J. Maxlow) que sostienen que el volumen de La Tierra ha aumentado
durante el curso de los tiempos geológicos y que por lo tanto no es
necesario recurrir a procesos de subducción (de unas placas por
debajo de otras) para explicar la evolución de la corteza
planetaria.
De
acuerdo a estos autores la expansión planetaria terrestre llevó a
la generación gradual de cortezas oceánicas separándose las placas
continentales hasta llegar a la situación actual. Estos procesos
están ilustrados por las formas de los continentes que, eliminando
los océanos, coinciden como un gigantesco puzzle planetario.
Como
testimonio dinámico de lo anterior, en los océanos, que comenzaron
a crearse en esa misma época, se pueden observar en la actualidad un
sistema de fracturas/ dorsales con extrusiones volcánicas que
vertebran las cuencas oceánicas. Una de dichas dorsales se extiende
de norte a sur en el océano Atlántico central a una distancia
análoga de las costas africanas y sudamericanas. Otra dorsal con
características similares se encuentra en el océano Pacífico
central, también extendiéndose en el sentido de los meridianos.
Debido
a estas sucesivas efusiones volcánicas, en los fondos oceánicos las
edades de las rocas se presentan en franjas simétricas a ambos lados
de las dorsales (las formaciones más modernas en proximidad de las
dorsales y las más antiguas más en posiciones más alejadas).
Este
proceso, que generó los océanos y dio lugar a la separación de los
continentes, parece haberse iniciado (por lo menos) hace unos 200
millones de años (que es la edad de los basaltos oceánicos más
antiguos) y continúa en la actualidad.
De
acuerdo a Sánchez Cela esta fusión de las masas rocosas del manto
superior (nueva corteza) que generó las erupciones basálticas en
las dorsales oceánicas se produjo debido al calor generado por la
conversión exotérmica de minerales de mayor densidad a minerales de
menor densidad.
Siempre
de acuerdo a dicho autor, los materiales graníticos fundidos en
ascenso «digieren» los sedimentos oceánicos constituidos por
calizas y margas (ricas en CaCO3
y MgCO3) y
diversos porcentajes de arcillas) dando lugar a los basaltos (que en
cierto modo pueden ser definidos como granitos enriquecidos en
calcio, hierro y magnesio) .
Hay que notar que la principal diferencia (aunque no la
única) entre basaltos (oceánicos) y granitos en sentido amplio
(rocas continentales) está señalada por la mayor cantidad de
calcio, magnesio y hierro y consecuentemente menor cantidad de sílice
de los primeros.
Cuando
no se incorporan sedimentos calcáreos a las masas fundidas que
ascienden a través de las fracturas no hay erupciones basálticas
sino intrusiones de granitos, granodioritas y sienitas en profundidad
y efusiones riolíticas, dacíticas y traquíticas en la superficie.
Lo
anterior ocurre porque en el granito predominan los feldespatos
potásico- sódicos (Si3
AlO8K y Si3AlO8Na)
ricos en sílice, mientras que en los basaltos predominan los
feldespatos cálcicos relativamente pobres en sílice (Si2
Al2O8Ca).
Como
señalábamos antes el aumento de volumen a nivel del manto superior
y de la corteza inferior dio lugar a un incremento del volumen
terrestre.
Además
de los cambios de fases a nivel del manto, esta expansión
volumétrica terrestre pudo haberse intensificado por el aporte
continuo de material extraplanetario: micrometeoritos y polvo
interplanetario/interestelar, meteoritos, asteroides, cometas y
varias partículas de origen cósmico. Estos incorporaciones de
material extraterrestre seguramente contribuyeron (y contribuyen) a
aumentar la masa del planeta y alimentar la tendencia expansiva.
Si
bien se considera que estos aportes son de menor magnitud, no es
excluyente la hipótesis de puedan haber sido mucho mayores en otros
tiempos geológicos. Incluso, debido a uno o más impactos (p.ej. de
asteroides o cometas) hipotéticos pero posibles, es probable que se
hayan desencadenado los procesos de disyunción continental antes
mencionados.
Esta
interpretación que desarrollamos en párrafos anteriores tiene en
cuenta los aportes fundamentales de V.Sánchez Cela y se complementa
con las teorías de expansión planetaria de W.H. Carey y J. Maxlow
(ver a continuación).
La
teoría de la tectónica de placas
La
teoría de evolución planetaria generalmente aceptada es la teoría
de la tectónica de placas. En ella se sostiene que la corteza
terrestre está dividida en placas tectónicas rígidas (algo más
que una decena de ellas) que se mueven horizontalmente.
Estas placas descansarían sobre una capa de roca caliente y
plástica (astenosfera) que fluiría lentamente impulsando su
movimiento horizontal. En sus
bordes divergentes las placas se separan dando lugar a la formación
de nueva corteza por ascenso de magma desde el manto superior. Esta
nueva corteza tiene composición basáltica, es más delgada y más
densa que la corteza continental dando lugar la formación de fondos
oceánicos.
De
acuerdo a esta teoría en los lugares en que dos placas convergen
puede suceder que una de ellas sea de tipo oceánico y la otra de
carácter continental. En esos casos la placa oceánica (más densa)
subduce por debajo de la placa continental. Si la convergencia se da
entre placas continentales se produce un “choque” de placas con
orogénesis generalizada en la zona de contacto (bordes).
Se
supone que la causa interna que produciría el movimiento de las
placas y la generación de nueva corteza sería el flujo convectivo
(ascendente) de las masas rocosas del manto y corteza profunda que a
su vez es generado por la evacuación del calor interno terrestre.
Estos
flujos ascendentes gradualmente se transformarían en horizontales al
llegar cerca de la superficie dando lugar a un movimiento lateral de
las placas como señalábamos anteriormente.
Algunos
problemas han sido señalados por los críticos de esta teoría. Uno
de ellos es la difícil explicación del proceso de convección de
materiales rocosos sólidos en el interior del manto y muy
especialmente la subducción de unas placas por debajo de otras.
Algunos
autores, como S.W. Carey, J. Maxlow y V. Sánchez Cela, consideran
imposible desde el punto de vista físico la ocurrencia de tales
procesos.
Para
S.W. Carey y J.Maxlow no existe subducción. La generación de nuevos
fondos oceánicos da lugar a la expansión planetaria (aumento de
volumen de La Tierra). Para V.Sánchez Cela no hay convección sino
cambio de fases minerales en las capas superiores mantélicas que al
principio dan lugar a la formación de corteza granítica y luego al
“hinchamiento” por continuado incremento del volumen. También
este autor pone en duda los movimientos de deriva continental.
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