jueves, 13 de abril de 2017

Camanchaca,  aprovechando el agua de las nubes
D.Antón
La costa del norte de Chile y Perú es un área sujeta a la influencia de las corrientes marinas frías que fluyen desde el sur a lo largo de la costa y a masas de aire fresco provenientes de las regiones subpolares hacia los trópicos. La temperatura atmosférica es intensamente afectada por el ascenso de agua oceánica profunda y fría.
Esta combinación de factores produce un enfriamiento general de la superficie del océano y del aire en contacto con el mar disminuyendo la  evaporación. El contacto entre el límite superior de esta capa atmosférica de aire fresco y la capa superior de aire más caliente produce condensación de la humedad del aire. Esta toma la forma de un nivel más o menos permanente de nubes bajas y poco espesas (estratocúmulos) que dan lugar a una de las características típicas de los desiertos costeros subtropicales.  La cobertura nubosa es extensa y frecuente pero las lluvias son escasas generándose la situación paradójica de nubosidad permanente sin lluvia, y sequía en un ambiente húmedo.
A pesar de este clima aparentemente inhóspito, la región aún retiene una población de ciertas dimensiones. El mismo fenómeno que impide la lluvia, la convierte en una de las cuencas pesqueras más importantes del mundo. Aunque los recursos biológicos a menudo están sobreexplotados son el sostén de las comunidades humanas que viven en la costa pacífica.
El interior del desierto costero chileno posee considerables recursos minerales. Hay depósitos de nitratos de sodio y potasio (salitre), de minerales de cobre, estaño y litio, así como otros de valor potencial cuya explotación es parcial e ineficiente por la falta de agua. 
Estas riquezas podrían aprovecharse con mayor eficacia si estuvieran disponibles los recursos hídricos indispensables para la operación de canteras, minas y plantas de procesamiento.
No obstante, la falta de agua es más aparente que real. La cobertura casi permanente de nubes contiene una cantidad substancial de agua que, al ser aprovechada, se convierte en fuente nada despreciable de agua potable para la población.
Camanchaca es el nombre indígena derivado de la  lengua aymara utilizado en la costa pacífica sudamericana para nombrar las nieblas costeras que se presentan cuando los estratocúmulos chocan con las laderas de la cordillera.
El Proyecto Camanchaca llegó al Centro de Investigaciones Internacionales para el Desarrollo en Ottawa, Canadá, donde yo cumplía la función de Oficial de Programa encargado de preparar los proyectos de investigación en Ciencias de la Tierra.
Se trataba de una propuesta de tamaño relativamente pequeño que procuraba investigar acerca del potencial de la camanchaca para la producción de agua utilizando “atrapanieblas”, construidos con cortinas de malla plástica (plastillera) tendidos entre postes de madera con el fin de retener el agua de la niebla. El sitio seleccionado para el Proyecto se ubicaba en la Provincia de Coquimbo, al norte de La Serena, en la ladera de una montaña próxima a Caleta Chungungo, y buscaba confirmar los resultados de otras investigaciones que ya se habían realizado en otras zonas del desierto costero en Chile y Perú.              
 Luego de estudiados los antecedentes y los objetivos  y métodos presentados por los proponentes Danilo Antón pensó que podía ser una buena oportunidad de dar un nuevo paso hacia la aplicación de la tecnología que, en líneas generales, ya era conocida.  O sea, que en vez de continuar haciendo experimentos, se podía buscar la forma de avanzar hacia la concreción del fin último que se pretendía que era el de abastecer con agua de las nubes a una comunidad humana.
Se sucedieron las conversaciones con los responsables del Proyecto en Canadá y en Chile, y finalmente acordamos ampliar la duración y presupuesto, aumentando significativamente el número y dimensiones de los “atrapanieblas” para poder generar agua suficiente como para abastecer de agua a los 500 habitantes de Caleta Chungungo.
Los cincuenta “atrapanieblas” que finalmente se instalaron a una altitud de 800 metros sobre el nivel del mar a unos 5 kilómetros de la costa, estaban construidos con cortinas de plastillera de 12 metros de largo tendidas entre postes de cinco metros de altura. Las gotas de agua suspendidas en el aire golpeaban las mallas de plástico y eran recogidos por unas canaletas ubicadas debajo de las cortinas. El agua de las canaletas eran recibida por tubos de PBC y conducida a unos tanques abiertos de tipo australiano donde se almacenaba para su uso ulterior.               
Debido a límitaciones presupuestales no fue posible incluir en el Proyecto los acueductos que conducirían el agua de los atrapanieblas al pueblo, pero aún así, preferimos continuar con el Proyecto y más tarde procuraríamos resolver este problema.
El Proyecto se ejecutó exitosamente. Los atrapanieblas generaban agua suficiente para los objetivos perseguidos y en poco tiempo los tanques estaban llenos y vertiendo aguas que fluían ladera abajo sin ningún aprovechamiento.
Finalmente, se logró apoyo de la Embajada de Canadá en Chile, del C.I.I.D. y gubernamental que permitió instalar un sistema de acueductos, tratamiento y distribución con lo cual se pudo abastecer de agua potable a los hogares del pueblo.
Cuando se inauguró el sistema los pobladores locales colgaron un pasacalle que decía “Gracias Canadá por este milagro”.

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