viernes, 14 de abril de 2017

Amerrique, la palabra 


Danilo Antón
(de "Amerrique, los Huérfanos del Paraíso")

Podriamos empezar este trabajo de muchas formas y todas ellas serian válidas. Tantos son los escamoteos y entuertos que hemos sufrido en estos tiempos que podriamos realmente comenzar de cualquier forma. Podriamos hablar de los paisajes verdes y sagrados, de los mares repletos de peces y mariscos, del respeto por los semejantes, de la generosidad y de la Madre Tierra tratada como tal en todos los momentos. Podriamos comenzar hablando de alguna de esas cosas. Sin embargo, a los meros efectos de hacernos entender desde el principio, para que se sepa que queremos decir al mencionarla,  empezaremos refiriéndonos a la palabra, al nombre que nos identifica: América. 
En su afán de desvalorización de estas tierras profundas los invasores y sus continuadores intelectuales se han esforzado para quitarle a los americanos su propio nombre. Ello se hizo a través de una “conspiración” de gente “ilustre” que sistemática y sañudamente dedicaron miles de páginas y verborragias a demostrar que en realidad ni siquiera el nombre América es americano. Estos seres sin importancia que ni siquiera se merecen su propio nombre! De acuerdo a ellos el nombre América provendria de un señor florentino llamado Américo Vespucci, de quien, luego de sus viajes y con la ayuda de varias generaciones de autores durante  muchos años, nos legó entre otras cosas su propio nombre para que pudiéramos al fin ser nosotros mismos... Nos costó trabajo darnos cuenta de este gran escamoteo básico. Sin embargo, al fin yal cabo, como con tantas otras cosas la verdad asomó con fuerza por todos los rincones de la tierra. Yo creo que no fue por casualidad, aqui hubo algo más, tal vez la ayuda cómplice de esos viejos espiritus que fueron testigos de tantas cosas. En fin sea lo que sea, de a poco fue apareciendo. La vieja Sierra de Amerrique, el pais lenca de los “amerricanos”, las tierras de Amarca, tantas fuentes que comenzaron a escabulllirse de las mazmorras de la historia oficial y a aparecer por todas partes. 

Una revisión crítica del proceso de adopción del nombre América permite identificar un origen completamente diferente al habitualmente señalado. La hipótesis de base de nuestro trabajo es de que el nombre América no proviene de ninguna manera del nombre de pila de don Vespucci y que en cambio se desarrolló en pleno corazón del gran continente a partir de antiguas raices auténticamente americanas.  
El origen de la palabra América proviene en verdad de la voz “Amerrique”, palabra de un dialecto lenca-maya que quiere decir “el lugar donde siempre sopla el viento” o “el lugar de la vida intensa” o mejor “la tierra viva”.  El nombre designaba (y aún designa) una zona montañosa de la actual República de Nicaragua, hoy llamada la cordillera de Chontales o Chontaleña.  Es de hacer notar, que en tiempos relativamente recientes el nombre también era utilizado para identificar a una nación americana que habitaba dicha zona: la nación de los amerriques, de raiz lenca, muy probablemente emparentados con los mayas y los cunas.  El nombre fue recogido por varios exploradores europeos, particularmente el Sr. Alberico Vespucci, y seguramente por el propio Cristóforo Colombo para ser utilizado como denominación de una parte y luego de toda la Tierra Firme americana. La confusión reinante en Europa acerca de las características de estas “nuevas tierras” se extendió a la futura utilización y origen del nombre. En los próximas páginas trataremos de demostrar que América es un nombre aborigen, que el explorador florentino Vespucci, a quien se le atribuye la “paternidad” del gentilicio, se llamaba en realidad Alberico y que Américo fue un apelativo (tal vez un seudónimo) que se le agregó en tiempos posteriores. Trataremos de demostrar al fin de cuentas que, afortunadamente, es posible corregir las imprecisiones y aparentes incoherencias de la historia, sin necesidad de rebautizar el continente. 
El trabajo central de recopilación y análisis del tema a quien debemos la mayor parte de la información que nos permite escribir este capítulo se lo debemos al geógrafo francés Jules Marcou  quien a fines del siglo pasado sostuvo con fundamentos sólidos, basado en observaciones propias y de otros estudiosos, que el nombre América en realidad proviene de una zona de la actual república de Nicaragua llamada Amerrique y no del nombre de pila del señor Vespucci.  El trabajo de Marcou presentado bajo el sugestivo nombre de “Nuevas investigaciones sobre el origen del nombre de América”8  incluye datos y conclusiones de varios autores como Thomas Belt9 ,  Henry Harrisse10  y H. Lambert11  y arma un escenario muy plausible para la génesis del nombre América que fue básicamente el que nos permitió desarrollar estas ideas.   En lo esencial, compartimos el análisis de Marcou y en las próximas páginas trataremos de desarrollar estos y otros fundamentos en un contexto de revaloración del rol de las Primeras Naciones en la formación de la cultura contemporánea. 

La Tierra Viva
De acuerdo a Marcou, la palabra Amerrique es un nombre maya  que designa la cadena montañosa que separa el lago de Nicaragua de la llanura húmeda de la costa caribeña. Marcou cita a A. Le Plongeon, un estudioso especializado en las culturas mayas y de Centro América, quien afirmó que la palabra Amerrique significa “el país donde sopla el viento”. Agregó A. Le Plongeon que a veces las terminaciones iqque, ik e ika quieren decir no solo “viento” o “aire”, sino también “el espíritu que respira”, “la vida”. De acuerdo a ello, la palabra Amerrique podría  significar además  “el lugar del espíritu que respira”, o aún mejor  “tierra viva”.
Es de hacer notar que la sierra de Amerrique aparece designada como tal en numerosos mapas, (p.ej. en el diccionario Larousse y otros; ver figura), así como en algunos trabajos y referencias bibliográficas.  De acuerdo a Thomas Belt, quien era un geólogo que trabajó en la zona en la década de 1870, la cadena que divide la cuenca del río Nicaragua del río Blewfields (sic; el nombre actual es Bluefields) se llama (ba) “Sierra Amerrique” o “Amerrique range”. Esa zona coincide con un gran número de yacimientos auríferos que el autor de este trabajo pudo visitar a fines de la década de 198012 . De acuerdo a Belt, la zona de la Sierra  Amerrique  se encontraba habitada antiguamente por la nación de los Lenca marginalmente emparentada con los maya hacia el noroeste y con los cuna hacia el este. El presidente de Nicaragua, don. Ad. Cárdenas, por su parte, en carta que enviara a Don Manuel Peralta el 22 de mayo de 1886, señalaba que esta cadena montañosa estaba habitada por “una tribu de Indios denominados los Amerriques, hoy reducidos a un pequeño número de individuos” pero que era “antiguamente de alguna importancia”.  Agrega el Sr. Cárdenas que “estos Indios Amerriques han estado en comunicación más o menos frecuentes con el cabo Gracias a Dios y toda la costa de los Mosquitos”13    De acuerdo a Belt, retomado por Marcou, la similitud entre el nombre de la Sierra y del continente aparecía como muy extraña.14 
Un nombre mantenido en secreto 
Por otra parte, es interesante recordar que el nombre de pila cristiano de Américo Vespucio (Vespucci)  era Alberico (en italiano) o Albericus (en latín). Si bien a Vespucio se le designó con una gran cantidad de otros nombres (incluyendo Amerigo, Americus o Américo), ninguno de estos nombres se usa como un derivado de Alberico. Por otra parte, antes de la publicación del mapa de Jean Basin en Saint Dié, ninguno de estos apelativos (Amerigo, Americus, Américo) aparecen en ningún documento de autenticidad reconocida. Todo parece indicar entonces que Alberico Vespucci solo comenzó a ser conocido como “Américo” a mediados de la década de 1500- 1510. ¿Que le ocurrió a Vespucci en esa época que fuera suficientemente importante como para cambiar su nombre de Albérico a Américo? La respuesta a esta pregunta se relaciona probablemente con algo que le pasó a Vespucci a raíz de sus viajes más allá del océano occidental. Durante su primer travesía, de 1497 a 1498, Vespucci visitó la costa de Mosquitos en Nicaragua tocando tierra en las cercanías del cabo Gracias a Dios y luego en el cabo Camoron sobre la costa meridional de Honduras.  En esos sitios, los lugareños poseían una cierta cantidad de oro, probablemente proveniente de la Sierra de Amerrique. Seguramente, Alberico Vespucci fue uno de los primeros europeos en escuchar el nombre Amerrique referido a una zona de la  Tierra Firme. Este nombre era particularmente importante para los españoles que venian obsesionados con la búsqueda de oro. Precisamente, Amerrique es un sitio que se caracteriza por su riqueza aurifera desde tiempos antiguos. Es de hacer notar que algunos años más tarde, en 1502, el propio Cristoforo Colombo (Cristóbal Colón) se detuvo en Cariari, cerca del río Bluefields, a la vista de la Sierra de Amerrique y alli se debe haber enterado de la existencia de yacimientos de oro en las cordilleras cercanas.. Si bien Colón no menciona  nel nombre Amerrique en sus documentos conocidos no es probable que ese nombre le haya pasado inadvertido pues Amerrique era el sitio “aurífero” más cercano a la costa  (tal vez precisamente por eso prefirió mantener dicho nombre “discretamente”  oculto).  También por esos años, en 1503,  Vespucci visitó por segunda vez la zona de la Misquitía lo cual seguramente le permitió reestablecer contacto con los habitantes de la Amerrique y su producción metalifera a la cual tanta importancia le adjudicaba. Es también probable que el propio Vespucci, al igual que Colón,  haya sido cauteloso con la información de lugares geográficos de importancia estratégica para las potencias conquistadoras, por lo que el nombre Amerrique no fue incluido en sus cartas públicas. No seria de extrañar que el nombre haya sido mencionado en otros documentos confidenciales que no han sido conservados.  Sin embargo, a pesar de esa discreción oficial, probablemente resultó más difícil mantener el secreto a nivel “extraoficial” pues habia demasiados testigos de los lugares descubiertos. El nombre Amerrique seguramente pasó de boca en boca, y probablemente el propio Vespucci se encargó de comentarlo fuera de la correspondencia oficial.


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