sábado, 27 de agosto de 2016

  4  Afganistán      
     Serie Naciones y Estados
                                            EL MUNDO:

    Geografía, Historia y Algo Más
                                                              
     Capítulo 6                       Afganistán (Parte 4)


Danilo Antón

Invasión soviética de Afganistán
Los soviéticos invadieron Afganistán a fines de 1979 para proteger su control del país, que se había iniciado el 27 de abril de 1978, a través de un golpe militar sangriento en que había tomado el poder un régimen pro-soviético cuyo presidente era Nur M. Taraki.Inmediatamente después de asumir el gobierno, Taraki había anunciado programas radicales de distribución de la tierra, de emancipación de la mujer y destrucción de la antigua estructura social afgana y declarado la República Democrática de Afganistán.  A pesar de las medidas liberalizadoras decretadas, el nuevo gobierno no había logrado el apoyo de la sociedad afgana tradicional y conservadora. Casi inmediatamente se desarrolló una resistencia armada activa contra el gobierno. El ejército de la nueva República Democrática comenzó a desintegrarse a medida que las purgas se extendían en sus rangos.
En marzo de 1979 se sublevó en forma abierta la ciudad de Herat. La mayor parte de la División 17ª de Infantería, acantonada en su proximidad, se amotinó y se unió a la rebelión.
Las fuerzas leales a Taraki avanzaron y ocuparon el lugar mientras la Fuerza Aérea Afgana bombardeaba la ciudad. Como consecuencia de estos actos murieron más de 5,000 personas incluyendo 100 ciudadanos soviéticos.
Estos acontecimientos llevaron al gobierno de la URSS a considerar un plan de intervención.
Durante el año 1979 se aceleraron los procesos de deserción. Soldados, unidades e incluso brigadas enteras se pasaron a la resistencia,. Hacia el fin de 1979 el ejército afgano había disminuido de 90,000 a 40,000 hombres.
Aprovechando la debilidad del presidente, su primer ministro Hafizullah Amin decidió dar un golpe de estado en septiembre de 1979. Taraki fue apresado y ejecutado.
Ante las acciones del gobierno de Hafizullah, que implicaban la pérdida del control político del país, el Politburó soviético decidió “estabilizar” la situación por la vía militar.
De acuerdo a los planes previamente establecidos se decidió que un grupo del Cuartel General recorriera el país para afinar los planes de invasión (cosa que ocurrió en agosto de 1979).
Fuerzas aeroportadas encabezarían la invasión y tomarían los mayores aeropuertos, encrucijadas de comunicaciones, la capital, edificios gubernamentales claves e instalaciones de comunicaciones.
Finalmente, la invasión fue lanzada en Nochebuena, que si bien no es un feriado musulmán, fue considerado un momento apropiado para minimizar la reacción de las potencias occidentales.
Poco antes de la operación, los consejeros soviéticos, que se encontraban en el terreno, desarticularon los equipos y armamentos para evitar una respuesta militar afgana coordinada.
Inmediatamente se produjo la invasión. Las tropas soviéticas tomaron aeropuertos, edificios y lugares de comunicación claves y el presidente Amin fue muerto. Finalmente se instaló un régimen títere.
Se esperaba que la resistencia terminara inmediatamente, pero en realidad tan sólo había empezado. Los valores que inspiraban la revuelta, la fe religiosa y el amor por la independencia de los afganos era muy fuerte. Igual que los británicos, los soviéticos calcularon mal las condiciones de su campaña militar. Una expedición de algunos meses se transformó en una guerra de 10 años, que exigía un número creciente de tropas y provocaba abultadas bajas en el ejército ocupante.
La táctica militar soviética fue ortodoxa. En primer lugar se derramarían andanadas de fuego masivas preparando los ataques, mientras que los tanques y vehículos armados se pondrían en movimiento tan sólo cuando hubiese seguridad de que no había peligro enemigo en la cercanía.
La táctica no funcionó. Los guerrilleros utilizaron su conocimiento del terreno y una amplia gama de recursos tácticos, incluyendo emboscadas, y ataques sorpresivos para debilitar las fuerzas ocupantes. Con el tiempo se fue fortaleciendo la moral de losmujahidín (guerrilleros), mientras que la de las tropas de ocupación se fue deteriorando.
Una tierra áspera, y el tratamiento inhospitalario que recibían los soviéticos en las ciudades y en el campo, fueron afectando la psicología de los soldados. Se dieron cuenta que no estaban peleando una guerra contra los imperialistas sino destruyendo una nación pobre pero orgullosa que defendía su fe, libertad y forma de vida.
La fuerza militar soviética en su máxima expresión incluyó cuatro divisiones, cinco brigadas y tres regimientos, con 90,000 a 104,000 hombres para proporcionar seguridad a 29 centros provinciales.
Con el tiempo, la campaña militar fue perdiendo fuerza y la ocupación se hizo más vulnerable.
Durante los 10 años que duró la guerra los soviéticos tuvieron 15,000 muertos y 470,000 heridos o incapacitados, lo que representó un 73% de la fuerza total involucrada.
Las bajas por enfermedades llegaron a 415,000, de los cuales 115,000 contrajeron hepatitis infecciosa y 31,000 tuvieron fiebre tifoidea.
A fines de la década de 1988 la Unión Soviética estaba lista para retirarse de Afganistán dejando el país a merced de una guerra civil que continuaría por varios años más.
Con un balance negativo y una humillante derrota el ejército soviético volvió a sus bases de origen retirándose del escenario afgano el 5 de febrero de 1989.
Se estima que durante la guerra los ejércitos soviéticos mataron cerca de un millón de personas y forzaron a 3 millones de afganos a dejar el país como refugiados. El interior del país quedó destruido y sembrado de minas.

Los talibanes

A fines de 1990 los representantes del gobierno afgano se reunieron con los líderes rebeldes en Ginebra para buscar el fin de la guerra.
Al fin se estableció una alianza incluyendo tres de las siete facciones guerrilleras implicadas en la guerra civil que si bien se hizo cargo del gobierno, no logró afirmar su poder debido a querellas étnicas y religiosas
Durante el período 1992- 1996 el control del país estuvo en manos de una inestable coalición de grupos tayikos, uzbekos y hazaras shiitas, con exclusión de los pashtunes, quienes, a pesar de su importante papel durante la guerra contra los soviéticos, permanecieron en una posición prescindente.
Es de hacer notar que esta alianza, que adoptó el nombre de Frente Unido Islámico para la Salvación de Afganistán, y que en la actualidad es conocida como la Alianza del Norte, tuvo originalmente apoyo de Irán (por la presencia de los hazaras shiitas), de la India, de las antiguas repúblicas soviéticas de Asia Central y de Rusia.
Durante el período en que la Alianza ejerció el poder, tanto la ciudad de Kabul como el resto del país fueron gobernados autoritariamente, y tuvieron lugar muchos actos de saqueo y vandalismo.
El gobierno de la coalición fue finalmente expulsado de la capital por las fuerzas fundamentalistas radicales pashtunes de Gulbuddin Hekmaytar. Las batallas en Kabul fueron cruentas provocando enormes daños en la ciudad y alrededores. En ese momento fue hecho prisionero el presidente Mohammed Najibullah quien fue ejecutado el 27 de septiembre de 1996. Lo que quedó del antiguo régimen debió replegarse a la región norte (aproximadamente 10% del área total del país) donde la mayoría de la población es de extracción tayika y uzbeka. Desde entonces y hasta ahora (fin del 2001) la Alianza logró mantener el control de esa zona.
Al mismo tiempo que Hekmaytar tomaba el poder en Kabul, se estaba gestando un acuerdo entre un grupo dominantemente tayiko, representado por la Sociedad Islámica (Jamiat-I Islami) liderado por Borhanuddin Rabani, y un nuevo movimiento religioso fundamentalista, con mayoría pashtún, que se había formado en los campos de refugiados y madrasas (escuelas religiosas) de Pakistán. Los integrantes de este movimiento se autodenominaban “talibanes” (estudiantes en lengua dari- farsi).
Frente a la presión militar y política de esta coalición, Hekmaytar se vió obligado a dejar Kabul, formándose un nuevo gobierno que fue rápidamente controlado por los talibanes excluyendo a las fuerzas tayikas de Rabani que terminaron uniéndose a la Alianza en el extremo norte del país, fortaleciendo el poder local de ésta, dado la composición tayika de la Sociedad Islámica.
Desde que lograron el control de Kabul, se dieron a la tarea de extender su dominio a todo el territorio afgano con el fin de imponer su particular visión islámica wahabi basada en la sharia (ley islámica) en la vida social y política del país, iniciando un experimento social y religioso muy estricto e intolerante que todavía continúa.
Es bueno señalar que en el momento en que se instauraba el gobierno talibán en Kabul, ya habían transcurrido varios años desde que la Unión Soviética, el antiguo invasor, había desaparecido del planeta, y su zona de dominio del Asia Central se había fragmentado en cinco nuevas repúblicas que en poco tiempo habrían de transformarse en protagonistas de la conflictiva situación de Asia Central. Estos estados son Kazajstán, Turkmenistán, Uzbekistán, Tayikistán y Kirguistán.
Desde el punto de vista geopolítico el mapa político y étnico de Afganistán, que siempre fue difícil de descifrar, se hizo aún más complejo, e incluso, dió lugar a un intríngulis geopolítico que desde cierto punto de vista podría definirse como paradójico.
Recordemos que el movimiento talibán logró obtener el poder debido al apoyo político y económico directo de Pakistán y Arabia Saudita, e indirecto de los Estados Unidos (su actual enemigo). La Alianza, por su parte, que incluye un buen número de shiitas, ha mantenido vínculos estrechos con el régimen islámico de Irán (enérgicamente opuesto a los Estados Unidos), a pesar que en la actualidad busque (y aparentemente obtenga) el apoyo militar de esta potencia norteamericana. La Alianza también ha mantenido buenas relaciones con India (enemigo acérrimo de Pakistán, aunque éste último está sirviendo de base para las operaciones combinadas EEUU- Alianza), y con las antiguas repúblicas soviéticas de Asia Central (con las que comparte raíces étnicas).

La guerra afgana del siglo XXI

Apenas doce años después del retiro de las tropas soviéticas, y cuando Afganistán se encontraba aún dividido y en estado de guerra civil, es que se inició este nuevo conflicto de dimensiones y características inusitadas
El factor desencadenante fue la ocurrencia reciente de los extrañísimos y trágicos atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono ocurridos el 11 de septiembre de 2001, que señaláramos anteriormente.
Según el gobierno de los EEUU estos atentados fueron organizados y ejecutados por la organización Al Qaeda cuyas bases de entrenamiento y principales líderes se encontrarían en Afganistán bajo la protección del gobierno talibán.
Si bien no podemos saber a ciencia cierta cual fue la participación de esta organización fundamentalista en los eventos, lo que resulta claro es que los Estados Unidos se han embarcado en una guerra difícil, y probablemente, de larga duración.
Los combatientes afganos, y en particular los pashtunes, que conforman la mayor parte del ejército de los talibanes, son soldados endurecidos por la guerra, con mucha capacidad de resistencia y gran convición religiosa..
Este conflicto que recién empieza, y cuyo desenlace no sabemos, es una cuenta más en el rosario de las guerras afganas y seguramente jugará un importante rol en la geopolítica de este mundo globalizado que parece comenzar el milenio basándose en la irracionalidad de la violencia.

Los talibanes: un ejército de místicos

El carácter religioso de este conflicto para los talibanes y militantes de Al Qaeda, por lo menos a nivel de declaraciones, ha sido expresado públicamente por el propio Bin Laden quien en un video reciente manifestó:
“Se trata, en esencia, de una guerra religiosa... los pueblos de Oriente son musulmanes y los de Occidente son los cruzados... Se trata de la cruzada más feroz contra el Islam desde Mahoma.”i
Fajar ur Rehman, un periodista que logró visitar territorio afgano luego del comienzo de los bombardeos de EEUU, señalaba que los únicos aterrorizados por los ataques son los pobladores civiles afganos.
Comentaba Rehman que a los combatientes talibán los bombardeos no les preocupan.
“Con un turbante, unas sandalias, algunos frutos secos, té verde y un kalashnikov, se sienten invencibles. La muerte combatiendo a los “infieles”, que ellos consideran un martirio, es su único sueño...sólo temen a Dios.”
“Todo lo que quieren es que se terminen los bombardeos, pero no porque los teman, sino porque esperan la pronta llegada de tropas norteamericanas sobre suelo afgano para desafiarlas en su terreno. Es el combate que esperan... los talibanes bailaban y cantaban al son de las bombas norteamericanas cuando los periodistas invitados llegaron, de noche y bajo las bombas, a Jalalabad.”
“Se sienten invencibles en su terreno. Hay que haberles visto caminar sobre las piedras, entre el polvo para comprender...”
“Nunca he visto a gentes tan seguras de sí mismas en los momentos críticos.”ii

La Alianza del Norte

Se podría resumir la guerra civil afgana como el enfrentamiento de los pueblos sunitas del norte (tayikos y uzbekos) aliados con los shiitas (hazaras orientales), contra una coalición fundamentalista de pashtunes y religiosos wahabis.
Los grupos que constituyen la Alianza son la Sociedad Islámica (Jamiat-I Islami), compuesta mayoritariamente por tayikos, el Frente Nacional (Jubesh-I Milli) de los uzbekos, y el Partido de la Unidad (Hizb-I Wahdat), constituido casi exclusivamente por hazaras shiitasiii.
Del otro lado están los talibanes, que son predominantemente pashtunes, y varios grupos fundamentalistas militantes entre las cuales se destaca la organización Al-Qaeda.
Cada bando controla la zona de su dominio étnico. Los sectores septentrionales del país donde se encuentran afirmadas las fuerzas de la alianza, están habitadas por poblaciones de tayikos y uzbekos.
El resto del país, predominantemente pashtun, es controlado por los talibanes, con una composición mayoritaria de esta etnia.
El aislamiento de la Alianza en sus feudos del Norte, y las dificultades que sus fuerzas experimentan para avanzar hacia el sur y suroeste, aparecen como una lógica consecuencia de esta distribución geográfica.
Para que la Alianza tenga posibilidades de extender su dominio al resto del país se requerirá el apoyo de grupos o líderes representativos de los pashtunes.
Una de las personalidades más prestigiosas de origen pashtún que se oponía a los talibanes era Abdul Haq, que acaba de ser ejecutado por el régimen de Kabul. Otro líder importante pashtún de la oposición es Gulbuddin Hekmaytar, pero su punto de vista radical fundamentalista se acerca más a la posición de los talibanes que a los de la Alianza, particularmente en momentos en que el país se encuentra en guerra con naciones no islámicas.
Otra personalidad histórica pashtún que está siendo considerado como una opción para un futuro gobierno pashtún no-talibán, es el antiguo rey Zahir (que había sido derrocado en 1973 y actualmente vive en Roma). La edad del antiguo monarca sumado a las posiciones anti-monárquicas del islamismo fundamentalista son factores que dificultan que se concrete esta posibilidad.
En definitiva, parecería que las posibilidades de obtener el derrocamiento del régimen talibán y la implantación de un gobierno pro-occidental solo eran posibles a través deuna intervención militar general con ocupación del territorio.
El hecho que sea el gobierno de los Estados Unidos, un país dominantemente cristiano, principal representante de la cultura occidental considerada decadente y enemiga del Islam por los islamistas radicales, no favorece el éxito de la ocupación.
Otro elemento que dificulta la coherencia de una posible alianza anti-talibán es la importancia económica que tienen los cultivos de opio y la producción y tráfico de heroína en las zonas controladas por la Alianza. Esta coalición ha estado financiada en gran medida por los fondos aportados por la exportación de la heroína y en menor grado del hachís. La posición talibán, por el contrario, ha sido restringir e incluso prohibir la plantación de amapola y la producción de opio y heroína.
Esto es contradictorio con las estrategias explícitas de los EEUU en materia de combate al tráfico de sustancias ilegales, volviendo aún más difícil el establecimiento de acuerdos duraderos.

Las dificultades de la guerra terrestre en las montañas de Afganistán

Las fuerzas especiales y regulares de los Estados Unidos hace ya varios años que están en el terreno en Afganistán.
No han tenido éxito en "pacificar" el país, y seguraemente se retirarán antes que ello ocurra.
Una larga lista de ejércitos cayeron derrotados en los quebrados relieves afganos.
La cultura violenta y cerrada ante el extranjero constituye un obstáculo muy difícil de salvar para el invasor. Se trata de pueblos guerreros y celosos defensores de su independencia y su religión.
Tal vez el elemento más importante que obra a favor de los combatientes talibanes es el conocimiento de un terreno extremadamente abrupto y complejo desde el punto de vista geomorfológico.
Fuera de los valles y ciertas mesetas amplias donde el tránsito es más fácil, el relieve del país es fuertemente quebrado, con cañones, profundas gargantas, a veces casi verticales, pendientes abruptas y abundantes abigarramientos de peñascos que ofrecen abrigos y refugios difíciles de discernir para las fuerzas de reconocimiento aéreo que no sea oriundas del lugar.
A ello se agregan los intrincados sistemas de cavernas que abundan en las zonas calcáreas o kársticas, cuya configuración es imposible de detectar desde la superficie y que ofrecen refugios prácticamente inexpugnable para los combatientes talibanes.
Además de estos sistemas subterráneos naturales, existen cientos de quilómetros de túneles artificiales, sobre todo en los valles, que pueden cumplir una función similar.
Las fuerzas de los talibanes y de la organización Al Qaeda se han guarecido en la extensísima red de grutas y karez de Afganistán y por esa razón será muy difícil derrotarlos.
Se trata de un ejército decidido que tiene todo el tiempo del mundo, contra un enemigo poderoso urgido de resultados positivos a corto plazo.
Hasta ahora la situación queda reducida a la ocupación de las principales ciudades, y las fuerzas de los EEUU y aliados, sufren emboscadas o ataques sorpresivos provenientes de las bases de las guerrillas en las aldeas y en sus abrigos bajo tierra.
Una guerra de este tipo, dado el desencadenamiento de los acontecimientos, ha desgastado la estrategia del imperio obligando tarde o temprano a su retirada del país. Lo único que falta saber es cuanta gente va a morir antes que ello suceda.
i Extraido de La República de Montevideo, 4 de noviembre del 2001, pag. 17.
ii Tomado del diario La República de Montevideo, 19 de octubre del 2001, pag. 2.
iii Información obtenida del artículo “La Babel afgana” de Isaac Bigio, Brecha, 2 de noviembre del 2001.
De "Claves de una Guerra de Culturas", Danilo Antón, 2001, Editorial Fin de Siglo


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