sábado, 27 de agosto de 2016

  3  Afganistán      
     Serie Naciones y Estados
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     Capítulo 6                       Afganistán (Parte 3)

Danilo Antón


El origen afgano del Imperio Mogul

La dinastía de los mogules, sucesores políticos de Gengis Khan y Timur, se originó en el valle de Kabul. Esta ciudad era la capital de un principado cuyo monarca era Babur, fundador de la dinastía mogul que tendría tanta trascendencia en la historia de la India.
En 1522 Babur conquistó Kandahar y durante los años siguientes se apoderó del Punjab y de la región de Delhi. En poco tiempo la mayor parte del norte de la India estaba había caído en sus manos. Estableció su capital en Agra, pero al morir, según su deseo, el cuerpo fue llevado a Kabul y enterrado en su jardín preferido.
La dinastía mogul, que nunca perdió su carácter de mezcla original de elementos turcos, persas y afganos, a los que se agregó la influencia hindú, duró hasta el siglo diecinueve cuando fue sustituida por el poder inglés.

La intervención inglesa: las Guerras Afganas

El 16 de enero de 1842 varios cientos de militares ingleses junto a 4,000 regulares hindúes y 14,000 acompañantes y personal de apoyo se retiraban diezmados de Afganistán apenas 33 meses después de haber entrado triunfalmente a Kandahar y Kabul.
Durante ese corto período los destacamentos ingleses habían sido hostigados sin cesar, sus fuerzas se habían debilitado y desmoralizado. Los enemigos estaban en todas partes. Los que parecían amigos dejaban de serlo en el momento menos pensado.
La campaña que se había pronosticado como rápida y sencilla se estaba transformando en una guerra costosa tanto en vidas como financieramente.
Llegaba la hora de irse del país.
Para ello entablaron negociaciones con Akbar Khan, hijo del rey afghano Dost Mohammad, que al principio de la guerra había sido hecho prisionero por las fuerzas invasoras.
Desafortunadamente para ellos, cuando decidieron emprender la marcha los afganos les cobraron la cuenta. En pleno peíodo de negociaciones, el representante y principal agente político de la reina Victoria, Sir William Hay Magnaghten, experiente diplomático que llevaba casi 30 años de administración en las colonias de Madrás y Bengala, fue muerto por el propio Akbar Khan.
Incluso cuando los ingleses comenzaron su marcha nada triunfal los afganos continuaron sus actividades de hostigamiento. A medida que las tropas británicas se acercaban al Paso Khyber, en la frontera, aumentaban las bajas. Sólo unos pocos cientos pudieron llegar a Peshawar fuera del alcance de las guerrillas. La expedición les había costado decenas de miles de bajas y millones de libras esterlinas. Así, con pena y sin gloria, culminó la llamada “Primera Guerra Afgana”.
A pesar de esta derrota humillante, el imperio victoriano no se conformó y algunas décadas después volvió por más.
La nueva invasión de los ejércitos ingleses comenzó el 21 de noviembre de 1878. En pocas semanas se apoderaron de Jalalabad y Kandahar, derrotando al emir Shir Ali (quien sospechosamente murió poco después) y obligaron a su hijo, Yaqub Khan, a firmar un tratado de sumisión al imperio británico (26 de mayo de 1879).
Apenas comenzaba la vigencia del acuerdo, el enviado inglés y su escolta fueron muertos en Kabul dando lugar a una nueva invasión inglesa para desagraviar esta “afrenta”. En octubre de ese mismo año los ingleses entraron nuevamente en Afganistán, ocuparon Kabul y arrestaron al nuevo emir que habría de morir en el exilio muchos años más tarde.
Estos hechos desencadenaron numerosas acciones guerrilleras que culminaron con el aniquilamiento de una fuerza inglesa cerca de Kandahar. Este acontecimiento obligó a los ingleses a buscar la salida lo menos deshonrosa posible para una situación que se estaba haciendo insostenible.
Llegaron a un acuerdo con un nieto del antiguo rey Dost Mohammad, llamado Abdorrahman, y se retiraron sin nuevas reclamaciones. De ese modo, se acabó la denominada “Segunda Guerra Afgana” con otra derrota británica.
La “Tercera Guerra Afgana” tuvo lugar en mayo de 1919, poco tiempo después de la finalización de la Primera Guerra Mundial.
Los ingleses rompieron las hostilidades pero no lograron avanzar substancialmente en territorio afgano. Frente a las dificultades experimentadas en el terreno de batalla las autoridades británicas nuevamente se vieron obligadas a buscar una solución negociada al conflicto. Esta se concretó en dos acuerdos firmados respectivamente en agosto de 1919 y noviembre de 1921 que incluían como artículo fundamental el reconocimiento definitivo de la independencia afgana.

          El porqué de las campañas imperiales en Afganistán

Desde principios del siglo XIX, las estrategias asiáticas de Inglaterra buscaban controlar la encrucijada de valles y pasos que comunicaban las colonias británicas del occidente de la India con Irán, así como las entradas desde y hacia Asia Central a través de las montañas de Pamir y la cordillera del Hindu Kush.
Los últimos años de la década de 1830 habían sido muy dinámicos en las políticas de expansionismo británico en Asia.
Durante ese mismo período, los ingleses decidieron atacar China para imponer a la fuerza el comercio del opio en las ciudades del extremo oriente.
En 1840 tomaron Dinghai, y en 1842 derrotaron al ejército imperial chino forzando a la aceptación de un “tratado de paz” (el Tratado de Nankin). Este acuerdo establecía que el gobierno de China abriría los puertos para el comercio extranjero, sobretodo para la importación del opio proveniente de las colonias inglesas de la India, y cedería el control del territorio de Hong Kong a los británicos.
Mientras ello ocurría, las fuerzas inglesas que ocupaban la India intentaban forzar los pasos de las montañas que abrían el camino a Asia Central conquistando los valles orientales de Afganistán: Kabul y Kandahar.
Si bien la llamada Guerra del Opio fue exitosa desde el punto de vista militar, resolviéndose con la apertura de los puertos chinos al comercio inglés y la obtención de bases territoriales en China, las campañas de Afganistán fueron un verdadero fracaso conformándose finalmente el Imperio con el control del subcontinente indio y aceptando el hecho de que Afganistán estaba fuera de su alcance.

Estrategias geopolíticas y económicas británicas


Vale la pena hacer un paréntesis para contar la base económica de la estrategia geopolítica imperial. En 1840 los ingleses estaban aún procurando restañar las heridas comerciales producidas por la independencia de los Estados Unidos medio siglo antes.
En su momento, el gobierno británico había utilizado con suma habilidad los productos de sus colonias americanas, especialmente el algodón y el tabaco. El algodón fue la base de la industria textil que habría de servir de ariete a la expansión industrial de fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX, y el uso del tabaco, otrora desconocido fuera de América, fue difundido a las demás colonias para ampliar los mercados de exportación hacia todo el mundo . Tanto el algodón como el tabaco eran producidos en tierras baratas (que habían sido robadas a las poblaciones nativas), y con mano de obra esclava, predominantemente africana.
El negocio funcionaba a las mil maravillas, el imperio se expandía, y la prosperidad inundaba las arcas de las clases acaudaladas del reino.
Desafortunadamente para los intereses económicos ingleses, los colonos de América se rebelaron y declararon su independencia a fines de los años 1770.
En ese momento, al quedarse sin los principales productos agrícolas de América del Norte, y comprendiendo pragmáticamente que la fuerza militar no les permitiría recuperar las colonias perdidas, los británicos buscaron reorientar su producción y su comercio.
Para ello, contaban con sus nuevas colonias de la India. En la India la presencia inglesa estaba estabilizada desde hacía varias décadas. Los británicos habían establecido sus primeras bases durante el siglo XVII, en las pequeñas poblaciones comerciales de Madrás (1640) y Calcuta (1692), que con el tiempo habían de devenir centros principales de desarrollo urbano del subcontinente..
Por el año 1800 los ingleses dominaban la costa este de la India pero aún no controlaban ningún territorio en la costa occidental y tampoco habían logrado introducirse en las tierras montañosas ubicadas al noroeste del India: los territorios de los pashtunes, baluchis y hazaras.
El avance británico, que habría de culminar con el dominio de casi todos los estados hindúes, fue particularmente agresivo durante el siglo XIX y más particularmente en momentos de la accesión al trono de la Reina Victoria (1837) y hasta su muerte en 1901. Las invasiones de Afganistán se inscriben en el marco de estas políticas expansionistas.
Al perder el control del comercio del tabaco, decidieron promover el cultivo de la amapola y la producción de opio (que al igual que el tabaco también podía ser fumado), y comenzaron a promover mercados para el nuevo producto.
Los pueblos de Asia Occidental y Central y los europeos orientales estaban familiarizados con el opio y podían manejar la utilización en forma controlada en el marco de sus culturas tradicionales. En Persia (Irán), Afganistán y Turquía el consumo formaba parte de las rutinas culinarias y medicinales desde tiempos inmemoriales.
Los chinos, en cambio, no conocían el opio, ni habían desarrollado modalidades culturales para controlar su consumo. Por esa razón fueron fácil presa de los astutos comerciantes británicos. En los principales puertos de China aparecieron rápidamente numerosos “opiómanos”. Se multiplicaron los "fumaderos de opio" dando lugar a una crisis cultural en el gigantesco país.
A fines de la década de 1830, el emperador de China decidió prohibir la importación de la sustancia. Los mercaderes ingleses desafiaron el edicto imperial e introdujeron nuevos cargamentos. El gobierno chino replicó destruyendo los depósitos de opio cerca de Cantón. Como "represalia" los ingleses desencadenaron una guerra cuyos resultados mencionábamos anteriormente.
De "Claves de una Guerra de Culturas", Danilo Antón, 2001,  Ediciones Fin de Siglo

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