La ola prohibicionista del siglo XX
D,Antón
Al mismo tiempo, las sociedades centrales concentraban
sus energías en perseguir a los opositores ideológicos internos. La
fiebre anticomunista que invadió la Alemania nazi, la Italia
fascista y la España del franquismo, y que luego se extendiera a los
Estados Unidos con el fenómeno macarthista, concentraron la atención
de las fuerzas policiales de los estados por varias décadas.
Una vez que se comprobó que el supuesto enemigo
subversivo había disminuido su influencia, particularmente después
de la caida del llamado “Bloque del Este”, las elites de los
países centrales, y en particular de los Estados Unidos, se
dedicaron a buscar un nuevo objetivo para ocupar sus fuerzas
represivas “ociosas”.
Nuevamente, como en los tiempos del Tribunal del Santo
Oficio, lo hallaron en la producción, tráfico y consumo de ciertas
sustancias psicoactivas.
Así fueron prohibidos y estigmatizados la amapola, el
opio y sus derivados, el cáñamo (marihuana) y el hachís, la coca y
la cocaína, el LSD, el éxtasis y muchas otras sustancias tanto
naturales como sintéticas que tienen la propiedad de modificar el
estado de la conciencia.
Los nuevos cazadores de brujas están parapetados atrás
de oficinas estatales y policiales, poseen jets y helicópteros de
gran potencia, tienen presupuestos casi ilimitados y una impunidad
prácticamente asegurada.
Mientras tanto, mucha gente común, personas que sólo
buscan satisfacer las demandas sanas de su mente y de su cuerpo, se
han visto obligadas a prescindir de las sustancias antiguas y
sagradas, o a obtenerlas de modo “ilegal” arriesgando la
persecución y el arresto.
La antigua lógica de la Inquisición todavía continúa,
pero ahora con una propaganda más sutil y muchos más medios
materiales.
De "Pueblos, Drogas y Serpientes", Danilo Antón, Piriguazú Ediciones
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