América indígena, culturas y poblaciones saludables desarticuladas y eliminadas inescrupulosamente
La destrucción de las verdaderas Utopías
Cuando
llegó Pero Alvares Cabral y su expedición a América, al territorio
que luego se llamaria Brasil, el 22 de abril de 1500, se produjo el
primer contacto europeo con los pueblos sudamericanos tupi de la
costa atlántica23 . El cronista de dicha expedición,
Pero Vaz de Caminha dejó un relato vivido de sus experiencias en una
carta al rey de Portugal Manoel I en donde le cuenta al monarca las
caracteristicas insólitas de los pueblos recién contactados. En ese
pais vivian mujeres y hombres desnudos, sin verguenza, saludables,
actuando espontáneamente frente a los emperifollados capitanes
portugueses. Llamó la atención de Caminha el hecho de que a pesar
de que estos pueblos no tenian ninguno de los cultivos y animales
europeos eran “...más fuertes y mejor alimentados que nosotros
con todo el trigo y las verduras que comemos...”. Y luego:
“están muy bien cuidados y muy limpios y en esto me hacen
acordar a los pájaros y a los animales silvestres, a los cuales el
aire les da mejor plumaje y piel que a los domesticados. Sus cuerpos
son tan limpios y carnosos y tan hermosos que no podria pedirse más.”
Además de limpios y sanos, por regla general estos pueblos eran
descriptos como muy amistosos y hospitalarios.
Por
su parte, Alberico Vespucci, el conocido geógrafo florentino, en
sus cartas, se admiraba de la libertad e inocencia en que vivían las
sociedades americanas. Señalaba que las sociedades Indias no
conocian la propiedad privada ni el dinero, y que compartian todo en
común. Vivían en una libertad social y moral completa, y sus
comunidades funcionaban armoniosamente sin reyes, religión, templos,
palacios o ídolos .
Señala
Hemmings que el entusiasmo con que se describían las sociedades
americanas, que vivían prósperamente sin reyes ni iglesias, tenía
algo de subversivo. En 1500, Pietro Martire d’Anghiera decía que
entre los nativos americanos: “la tierra pertenece a todos, como
el sol y el agua. Lo mío y lo tuyo, que son las semillas de todos
los males no existen para esta gente. Viven en una edad dorada, y no
rodean sus propiedades con zanjas, paredes o setos. Viven en jardines
abiertos, sin leyes o libros, sin jueces, y naturalmente buscan la
bondad considerando odioso a quien se corrompe a sí mismo
practicando la maldad”.
Magalhaes
de Gandavo nos ofrece la siguiente descripción: “En cada casa
viven juntos en armonía sin disensiones entre ellos. Son tan
amistosos entre sí que lo que pertenece a uno pertenece a todos.
Cuando alguno tiene algo para comer, sin importar cuan poco, todos
sus vecinos lo comparten”.
Los
relatos de las nuevas sociedades comenzaron a circular por Europa. Se
había descubierto un mundo paradisíaco, donde la naturaleza no
había sido avasallada, donde no había reyes, ni esclavitud, ni
pobreza, ni pestes, donde no existía el dinero, donde todos las
mujeres y hombres eran libres e iguales.
Los
primeros cronistas notaron también la vida saludable de las
poblaciones americanas. Abundan las referencias acerca de la
longevidad de los americanos. Según Vespucci, llegaban a 150 años,
Pigafetta, integrante de la expedición de Magallanes, señalaba que
podían vivir de 125 a 140 años. El propio Jean de Léry atribuía a
los Tupinambá de Guanabara una expectativa de vida de 100 a 120
años. Años más tarde el Jesuita Fernao Cardim afirmaba que la
población de Piratininga (Sao Paulo) estaba llena de viejos de más
de 100 años.
De "Amerrique, los Huérfanos del Paraiso", Danilo Antón, Piriguazú Ediciones
No hay comentarios:
Publicar un comentario